Mi familia lleva como treinta años yendo a una pastelería donde hacían unos cruasanes de querida progenitora perfectos y deliciosos. No eran baratos pero merecían mucho la pena. Voy esta mañana y ya la pinta me ha dejado frío, como si hubiesen cambiado. Cuando los hemos probado para la merienda con los niños resulta que eran una fruta cosa casi idénticos a los de Dulcesol industriales. Una masa mazacote incomestible que se nota que no lleva mantequilla buena sino alguna grasa barata.
Me paso esta tarde por la pastelería y le digo a la dueña, que la conozco de toda la vida, que qué me ha vendido esta mañana. Y dice que lo siente pero que para no subir precios ha tenido que tirar de cruasanes congelados y calentados allí en el horno. Le digo que sí ha subido treinta céntimos y dice que es que si no no le salen las cuentas.
Le he dicho que menos le van a salir si empieza a perder clientes por vender cosa pura industrial y se ha quedado como si tal cosa. Heredó el negocio de los padres, tendrá los casi sesenta años y me da que cerrar se la sopla. Lo siento no sólo por el negocio en sí y los pasteles sino por las dos empleadas.
Qué manera de hundirse a propósito.