TemplARIO 777
Himbersor
Yo diría que la Primera Guerra Mundial. Para ponerse en situación:
Imaginad ser un chaval que su única vida es el mundo rural, con todo lo que eso conlleva. Eres feliz a tu manera. Una labranza por aquí, un ***eteo con la novia en el pajar por allá.
No has salido nunca de tu pueblo, y el único arma que has visto ha sido el mosquete del awelo.
El conflicto bélico más reciente del que tienes conocimiento es la guerra Franco-Prusiana de 1870, o las guerras coloniales que te contó tu padre.
De repente, llega una carta certificada a tu casa, diciéndote que te has de presentar en el cuartel tal día a tal hora. Se apodera de ti un inmenso fervor de Patriotismo, y de miedo por qué no decirlo.
Escuchas en la radio del pueblo cómo hablan los líderes políticos y militares, diciendo y asegurando que va a ser una guerra muy corta y rápida, y estarás en casa por Navidad.
Unos simpáticos funcionarios del gobierno te trasladan al cuartel a hacer la instrucción. Consigues completarla y te destinan al frente Occidental, a orillas del río Marne. Te sientes eufórico y acongojado por momentos. Cuando ves el percal en directo, sabes que empieza la pesadilla.
Pasan los días, las semanas y los meses y tú sigues ahí, en la trinchera, con una dieta a base de sardinas en lata ( con suerte).
Lo que al principio era un pozo de tirador, se convierte en una inmensa red de túneles excavados en la húmeda tierra boscosa. Ese es tu hogar en los próximos cuatro años, si logras sobrevivir claro.
No hay avance ni progreso alguno. Todos esos tebeos que leíste de gloriosas hazañas y grandes conquistas no existen.
Lo único que existe, es la cruda realidad mezclada con el aburrimiento.
Los días pasan, y te sientes asqueado.
"Qué ganas de darme un buen baño" piensas, pero sabes que no vas a poder hacerlo.
Los piojos te comen vivo; Las ratas no te dejan dormir e incluso ya se han "domesticado" y se te suben a la cara, ya han perdido el miedo al hombre; el hambre es atroz y con las galletas duras como ladrillos y el café aguado que os dan de desayuno no te consigues saciar nada; Al estar permanente en tierra húmeda, muchos camaradas han adquirido una de tantas extrañas dolencias: el pie de trinchera.
La convivencia con tus compañeros te salva de la locura. Hay confidencias, risas, enfados y conflictos personales, pero te acostumbras, no te queda otra claro.
También desearías haberlos conocido en otras circunstancias.
Constantemente en tensión, si no es por una carga sorpresa del enemigo a bayoneta calada, es por los continuos y contundentes bombardeos de la artillería.
Lo más cerca que has estado en esa situación de ruidos es en las fiestas de tu pueblo, donde lanzabas petardos, pero jorobar, esto es el infierno.
Parece que San Miguel Arcángel estuviera combatiendo con el mismísimo Satanás en el cielo. El estruendo y los temblores son terroríficos.
Quieres salir de ese pozo de cosa pero no puedes. Quieres matarte allí mismo pero no puedes. Eso no acaba nunca.
Raro es el día en el que duermes más de cuatro horas seguidas. La fruta artillería Francesa no para de dar por ojo ciego, no da tregua. Algunos pierden los nervios y se vuelan la tapa de los sesos.
En las guardias, por la noche, pareces ver los fantasmas de los soldados caídos en "tierra de nadie". No te extrañas, ya que llevas conviviendo con sus cadáveres a escasos metros de distancia.
Muchos de ellos están desmembrados, con sus trozos de carne clavados en el alambre de espino que protege la trinchera. Cuerpos descompuestos y semienterrados por los continuos obuses, pero nadie osa retirarlos del campo de batalla obviamente.
Tú uniforme se deshace, literalmente. No puedes ya remendarlo, está hecho jirones completamente. Pides a la intendencia que te suministren uno nuevo, pero al mirar la etiqueta, sabes que es de un camarada caído.
Piensas que ya da igual todo, has ideado encender un cigarro de noche y ponerte en el blanco de un Francotirador Francés, pero también estás acojonado.
Te das miedo a ti mismo porque te has acostumbrando a la fin, a la fetidez. Te has acostumbrando a la guerra. Ya no eres tú, eres GUERRA.
Os recomiendo también leer al genial Ernst Jünger en " Tempestades de acero" para poneros en situación.
Decid con qué conflicto os quedáis y desarrolladlo.
También os dejo este vídeo, está narrado por un Argentino pero bueno:
Imaginad ser un chaval que su única vida es el mundo rural, con todo lo que eso conlleva. Eres feliz a tu manera. Una labranza por aquí, un ***eteo con la novia en el pajar por allá.
No has salido nunca de tu pueblo, y el único arma que has visto ha sido el mosquete del awelo.
El conflicto bélico más reciente del que tienes conocimiento es la guerra Franco-Prusiana de 1870, o las guerras coloniales que te contó tu padre.
De repente, llega una carta certificada a tu casa, diciéndote que te has de presentar en el cuartel tal día a tal hora. Se apodera de ti un inmenso fervor de Patriotismo, y de miedo por qué no decirlo.
Escuchas en la radio del pueblo cómo hablan los líderes políticos y militares, diciendo y asegurando que va a ser una guerra muy corta y rápida, y estarás en casa por Navidad.
Unos simpáticos funcionarios del gobierno te trasladan al cuartel a hacer la instrucción. Consigues completarla y te destinan al frente Occidental, a orillas del río Marne. Te sientes eufórico y acongojado por momentos. Cuando ves el percal en directo, sabes que empieza la pesadilla.
Pasan los días, las semanas y los meses y tú sigues ahí, en la trinchera, con una dieta a base de sardinas en lata ( con suerte).
Lo que al principio era un pozo de tirador, se convierte en una inmensa red de túneles excavados en la húmeda tierra boscosa. Ese es tu hogar en los próximos cuatro años, si logras sobrevivir claro.
No hay avance ni progreso alguno. Todos esos tebeos que leíste de gloriosas hazañas y grandes conquistas no existen.
Lo único que existe, es la cruda realidad mezclada con el aburrimiento.
Los días pasan, y te sientes asqueado.
"Qué ganas de darme un buen baño" piensas, pero sabes que no vas a poder hacerlo.
Los piojos te comen vivo; Las ratas no te dejan dormir e incluso ya se han "domesticado" y se te suben a la cara, ya han perdido el miedo al hombre; el hambre es atroz y con las galletas duras como ladrillos y el café aguado que os dan de desayuno no te consigues saciar nada; Al estar permanente en tierra húmeda, muchos camaradas han adquirido una de tantas extrañas dolencias: el pie de trinchera.
La convivencia con tus compañeros te salva de la locura. Hay confidencias, risas, enfados y conflictos personales, pero te acostumbras, no te queda otra claro.
También desearías haberlos conocido en otras circunstancias.
Constantemente en tensión, si no es por una carga sorpresa del enemigo a bayoneta calada, es por los continuos y contundentes bombardeos de la artillería.
Lo más cerca que has estado en esa situación de ruidos es en las fiestas de tu pueblo, donde lanzabas petardos, pero jorobar, esto es el infierno.
Parece que San Miguel Arcángel estuviera combatiendo con el mismísimo Satanás en el cielo. El estruendo y los temblores son terroríficos.
Quieres salir de ese pozo de cosa pero no puedes. Quieres matarte allí mismo pero no puedes. Eso no acaba nunca.
Raro es el día en el que duermes más de cuatro horas seguidas. La fruta artillería Francesa no para de dar por ojo ciego, no da tregua. Algunos pierden los nervios y se vuelan la tapa de los sesos.
En las guardias, por la noche, pareces ver los fantasmas de los soldados caídos en "tierra de nadie". No te extrañas, ya que llevas conviviendo con sus cadáveres a escasos metros de distancia.
Muchos de ellos están desmembrados, con sus trozos de carne clavados en el alambre de espino que protege la trinchera. Cuerpos descompuestos y semienterrados por los continuos obuses, pero nadie osa retirarlos del campo de batalla obviamente.
Tú uniforme se deshace, literalmente. No puedes ya remendarlo, está hecho jirones completamente. Pides a la intendencia que te suministren uno nuevo, pero al mirar la etiqueta, sabes que es de un camarada caído.
Piensas que ya da igual todo, has ideado encender un cigarro de noche y ponerte en el blanco de un Francotirador Francés, pero también estás acojonado.
Te das miedo a ti mismo porque te has acostumbrando a la fin, a la fetidez. Te has acostumbrando a la guerra. Ya no eres tú, eres GUERRA.
Os recomiendo también leer al genial Ernst Jünger en " Tempestades de acero" para poneros en situación.
Decid con qué conflicto os quedáis y desarrolladlo.
También os dejo este vídeo, está narrado por un Argentino pero bueno:
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