PROGRAMA COMPLETO DE 'EL GRAN RESETEO'. Lorenzo Ramírez y César Vidal: 11M: atentado de falsa bandera con la colaboración de las cloacas del Estado

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Última edición:
Y aquí el tema del espionaje en 2002-2004:


La misión secreta del 'Chacal' francés
Jesús Duva, José María Irujo

25-32 minutes

Los Mossos d'Esquadra detuvieron en abril de 2002 en Barcelona a un marsellés con un rifle de mira telescópica y una pistola. Unas horas después arrestaron a otro hombre relacionado con él. Ambos trabajaban para los servicios de espionaje franceses. Su jefe era el general Philippe Rondot, famoso por haber capturado en 1994 al terrorista Chacal. Rondot y el Gobierno engañaron a la Fiscalía para lograr la liberación de los agentes, a la vez que un general francés aprovechó el desfile de las Fuerzas Armadas del 12 de octubre de 2002 en Madrid para conversar con miembros del Ejecutivo español e interceder por los detenidos. Seis días después, y fruto de esas presiones, ambos fueron excarcelados y jamás acudieron al juicio.
Los detenidos quedaron libres horas después de que el general Rondot se entrevistase con el fiscal jefe de Barcelona
Los agentes secretos llevaban un rifle monotiro con mira telescópica láser, así como una pistola Ruger
¿Por qué la justicia española no ha pedido explicaciones al general Rondot, que en su día avaló a los dos fugitivos?
Los jueces dictaron una orden de busca y captura e ingreso en prisión de los dos espías, al no haber acudido a su juicio
"Piazzole me pareció un hombre frío con una mirada de hielo. Al verle se me vino a la cabeza la imagen de Chacal"
El cerebro del espionaje francés, que se jacta en su agenda secreta de sus buenas relaciones con el Cesid (hoy CNI) y la Guardia Civil, proveyó de nuevas identidades falsas a los dos espías y, además, organizó evitar la difusión en Francia de la orden de busca y captura decretada por España. Rondot borró cualquier rastro de los agentes Christian Piazzole y Rachid Chaouati, por lo que su localización ha resultado un fiasco. El general, hoy en el centro de la polémica en Francia por su implicación en el caso Clearstream, no ha sido llamado por la justicia española para que responda del paradero de los agentes a los que él mismo avaló. Un pacto secreto entre ambos Gobiernos con la lucha contra ETA como telón de fondo parece proteger con un manto de inmunidad a los huidos.

Siete años después de los hechos, sigue sin aclararse qué hacían en España los dos agentes, aunque diversas fuentes coinciden en que venían a apiolar. ¿A quién? Nadie lo sabe, aunque los especialistas creen que el objetivo era un terrorista corso o bien un islamista asentado en Cataluña. EL PAÍS reconstruye esta oscura historia a partir del sumario, las declaraciones de los protagonistas y las notas ocultas del general Rondot.
El marsellés circulaba en un Audi 80, sobre las 0.30 del 18 de abril, por las proximidades de Manresa. Intentaba llegar a Barcelona. Estaba perdido porque no conocía la zona. Hizo una maniobra extraña al divisar una patrulla de los Mossos d'Esquadra, tratando de esquivar a los agentes. Pero éstos le interceptaron sin dificultad.

-Bona nit. ¿Nos deja su documentación?

El conductor exhibió un pasaporte y un carné de conducir a nombre de Richard Perez, de 40 años, de nacionalidad francesa.

-¿Podría abrir el maletero, por favor?

El tal Perez descendió del vehículo y levantó la trampilla del portaequipajes. Al hacerlo, apareció un tubo de PVC en cuyo interior había un rifle monotiro de fabricación artesanal, con silenciador y mira telescópica láser, así como una pistola Ruger del calibre 22 Long Rifle con la numeración borrada. Pero no era lo único. También llevaba un radiotransmisor portátil, dos buscapersonas, un GPS, una brújula, un teléfono móvil Nokia y una cámara de fotos Kodak que ocultaba en sus tripas un dispositivo electrónico de radiobaliza. Un equipo completo del espía perfecto. O del malo a sueldo perfecto.

Perez fue detenido. Horas después confesaría que su verdadera identidad era Rachid Chaouati, nacido en El Biar (Argelia) en 1963, con domicilio en Marsella. Dijo ser estudiante de artes marciales y haber trabajado de guardaespaldas en una empresa de protección de empresarios, tras un cursillo en la academia Vips Securité de Marsella.

El día de los hechos, un tal Antoine (en realidad, un espía identificado como Christian Piazzole) le ordenó que fuese a un bosque de El Perelló, siguiendo las coordenadas fijadas en un aparato GPS. Encontraría unos árboles y tres piedras que indicaban que allí había enterrado un tubo de plástico, del que debía hacerse cargo.

Tras recoger el tubo, Chaouati y el otro espía quedaron citados en la oficina de turismo de la plaza de Cataluña de Barcelona, desde donde se encaminarían hasta un bar próximo. En ese local le dio un mapa de la comarca de Anoia (Barcelona), y le facilitó indicaciones precisas para hallar el escondite donde ocultar las armas, cerca de Sant Père de Sallavinera.

Al no localizar las piedras que señalaban el punto donde habría de depositar el fusil y la pistola, Chaouati habló por teléfono con Piazzole, quien le indicó que regresase de nuevo al punto que le había marcado. Recorrió por segunda vez el camino, pero tampoco lo encontró. Cuando eran las nueve de la noche, Rachid, que iba acompañado de su esposa, Karima, decidió irse a dormir al hotel Père III de Manresa. Sin embargo, a las 23.30 sonó el teléfono: era Piazzole, que, "muy enfadado", le ordenó que se presentase de inmediato en Barcelona para verse con él. Cuando iba de camino a esa cita fue interceptado por la patrulla policial.

Chaouati confesó que tres años atrás había insertado un anuncio en la revista Securé Mag ofreciéndose de guardaespaldas o chófer de seguridad. Al cabo de unos meses recibió una llamada de un tal Antoine, que le ofreció un sueldo de 8.500 francos franceses al mes y le dio un carné falso a nombre de Richard Perez. Su trabajo consistiría en "comprar teléfonos móviles y viajar al extranjero para fotografiar restaurantes y edificios". Un peculiar recadero. Antes de ser detenido, el marsellés ya había hecho varios viajes a Zaragoza -"para comprar un móvil"- y a Barcelona y Valencia. No era la primera vez, pues, que estaba en España y que usaba este país como base de operaciones.

Mientras los policías estaban interrogando a Rachid Chaouati, su teléfono móvil no paraba de sonar. Alguien le llamaba de forma nerviosa y compulsiva. Los mossos comprobaron que las llamadas procedían de cabinas públicas del centro de Barcelona. El detenido declaró que tal vez era su jefe Piazzole y facilitó su descripción (un hombre de entre 40 y 50 años, de 1,70 de estatura y de cabello cano y perilla). Rápidamente se montó una operación de caza y captura. Y una patrulla localizó a un tipo que respondía a esa descripción justo cuando estaba en una cabina de las Ramblas de Santa Mónica, junto al Museo de Cera. Fue apresado en la calle de Portaferrissa.

Piazzole llevaba mapas, además de una novela francesa titulada Le nécrophage, de Bretin y Bonzon, ambientada en la guerra de Indochina, que relata la vida de un malo experto en torturas chinas. En una bolsa portaba un walkie-talkie, un GPS, una cámara de vídeo, un reloj con dispositivo GPS, numerosas tarjetas de cabinas telefónicas españolas y un pasaje París-Barcelona.

Tanto Piazzole, nacido en Frenda (Argelia) de padres corsos, como Chaouati y su esposa fueron puestos a disposición judicial. "El tal Piazzole me pareció un hombre frío, con una mirada de hielo, como indiferente a todo. Hacía poco que yo había leído el libro de Chacal, y no sé por qué me vino a la cabeza que ese tipo podía ser alguien como Chacal, el malo a sueldo que pretendía apiolar al general De Gaulle", recuerda un funcionario judicial.

Los mossos pidieron a Francia su colaboración para identificar todas las llamadas telefónicas efectuadas por los dos espías durante el último año, en especial una hecha poco antes de su captura a una tal madame Petit. ¿Quién era esta misteriosa mujer? "Los franceses nunca nos contestaron a eso ni a las preguntas relacionadas con las armas decomisadas ni a otras cuestiones que hubieran sido muy útiles para aclarar el caso", afirma un mando policial.

A pesar de la escasa ayuda francesa, pronto se supo que el tal Piazzole era un agente de los servicios de espionaje de la Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE) y que Chaouati era una especie de recadero que trabajaba para él. Cuando se produjo el incidente, el general Philipe Rondot, de 73 años, el jefe de los espías y hombre de confianza del entonces presidente Jacques Chirac, creyó que había perdido a dos de sus agentes. Después, al conocer que habían sido interceptados por la policía española, preparó una estratagema de cara a la prensa: la versión oficial diría que estaban realizando un ejercicio de entrenamiento, lo que explicaba la presencia de las armas. Era una cortina de humo para no revelar que los detenidos en Cataluña desarrollaban una misión Alpha, un nombre en clave que designa en Francia a los equipos preparados para asesinatos selectivos.

El jefe de los espías era nada más y nada menos que Rondot, el hombre que cazó en Sudán en 1994 a Ilich Ramírez Sánchez, alias Chacal, entonces el hombre más buscado en todo el mundo, que actualmente cumple condena en la guandoca de Clairvaux. El nombre de Rondot saltó a la palestra cuando los jueces franceses que investigaban el llamado caso Clearstream requisaron agendas del general en las que había anotado sus operaciones.

En los últimos meses, Rondot ha testificado en un juicio abierto al ex primer ministro Dominique de Villepin, a quien se atribuye haber tratado de involucrar al actual presidente, Nicolas Sarkozy, en un escándalo de cobros ilegales a través de la sociedad luxemburguesa Clearstream. Con ello, Villepin habría pretendido cortar de raíz las aspiraciones de Sarkozy a la presidencia de la República.

Rondot tiene una larga carrera en las cloacas del Estado. En 1997 fue nombrado consejero de información y operaciones especiales de la Defensa en el Gobierno del socialista Lionel Jospin, y más tarde continuó asesorando al Gobierno derechista de Jean-Pierre Raffarin. Tiene en su haber episodios turbios como el intento de liberación de su amigo Tarik Aziz, ministro de Exteriores del fallecido Sadam Husein, y la ayuda prestada al general croata Ante Gotovina, criminal de guerra que fue capturado por la policía española a finales de 2005.

Dos meses después de la caída de los dos espías en Barcelona, un comisario de policía francés que se identificó como Bernat Chardonye se presentó ante los Mossos d'Esquadra acompañado del teniente coronel de la Guardia Civil Ángel Gozalo Martín, entonces jefe del servicio de Información en Cataluña. El emisario francés quería trasladar a los mossos tres ideas: una, que Piazzole era un funcionario del Estado, sus jefes deseaban que fuera puesto en libertad y que garantizarían que éste comparecería ante la justicia siempre que fuese llamado; dos, que Piazzole había colaborado, dentro de los acuerdos interestatales pertinentes, con las autoridades policiales españolas; y tres, que Piazzole y Chaouati estaban haciendo "una práctica de traslado de armas desde el sur de Barcelona al territorio francés" cuando fueron arrestados.

El juez de Instrucción número 5 de Manresa, Ramón Landa Mena, mantuvo en prisión a los agentes franceses porque la fiscalía entendía que si quedaban en libertad se corría el riesgo de que jamás volviera a vérseles el pelo. Sin embargo, en la sombra estaban moviéndose los hilos para intentar resolver el grave conflicto franco-español que suponía el caso Piazzole y Chaouati.

El entonces fiscal general del Estado con el PP, Jesús Cardenal, telefoneó a José María Mena, fiscal jefe de la Audiencia Territorial de Cataluña. "Me llamó Cardenal para preguntarme por el asunto y para saber si se podía dejar en libertad a los dos franceses. Le dije que no, porque estaban acusados de tenencia de armas de guerra y había riesgo de que se fugaran", recuerda Mena.

Jesús Cardenal, de 80 años, que trabaja hoy en un bufete de abogados, declara: "Algo me suena, pero la memoria falla con la edad. No recuerdo cuál fue mi actuación. Mena tenía los asuntos de Barcelona, y yo, los de toda España. Este tema se mantendría probablemente muy reservadamente por la trascendencia de los hechos. Si Mena dice que le llamé para interesarme por el caso, seguro que fue así. Tal como usted me lo cuenta, parece que el resultado final de su puesta en libertad fue bastante obsceno".

¿Qué sabe Cándido Conde- Pumpido, actual fiscal general del Estado, de este turbio asunto? "En el traspaso de funciones, Cardenal no me contó nada de esta historia. Mena me alertó del caso, pero sólo tengo una información general. Los servicios secretos franceses dijeron que, en realidad, los detenidos no habían intentado usar el arma. Que servían al Estado francés y que hacían un ejercicio. Dijeron que la formación de los servicios secretos incluía realizar operaciones ficticias. La verdad es que la versión no era muy creíble".

Conde-Pumpido sigue: "Los servicios secretos franceses argumentaron que se debía estimar el ámbito de colaboración que mantenían con el Gobierno español. Consideraban que la justicia española debía ser comprensiva, teniendo en cuenta la colaboración tan estrecha con España en la lucha contra el terrorismo. Parece que uno de ellos (Piazzole) era una persona importante en los servicios secretos franceses".

También el entonces ministro del Interior, Mariano Rajoy, habló del caso francés con el conseller de Interior de Cataluña, Xavier Pomés. El hoy presidente del PP asegura que no recuerda el asunto, aunque admite que Pomés le recordó hace poco que sí que hablaron del tema en su momento. Por su parte, Pomés sí se acuerda de una "conversación informal" con Rajoy surgida mientras hablaban del despliegue de los Mossos en Cataluña y que tras*currió así:

Pomés: Mariano, han sido detenidos en un control dos tíos franceses muy raros. ¿Sabes tú algo?
Rajoy: Ni idea, Xavier.
Pomés: Bueno, pues ya se apañarán...

El ex conseller catalán asegura que él se "desentendió del tema" pensando que sería una actuación no oficial de algún servicio francés. "Nadie me llamó después para interceder por los dos detenidos", asevera.

Causa extrañeza la desmemoria y el aparente desinterés de muchas de las personas que de una forma u otra se vieron implicadas en este oscuro incidente.

Sin embargo, el 12 de octubre de 2002, un general francés aprovechó la conmemoración del desfile de las Fuerzas Armadas en Madrid para acercarse a las autoridades españolas y hablarles del espinoso asunto que podía enturbiar las relaciones entre ambos países y su buena colaboración en la lucha contra ETA, según una fuente judicial que pide el anonimato. Ese misterioso general insistió una vez más en la solicitud de libertad para los dos agentes encarcelados.

Sólo cuatro días después, el 16 de octubre de 2002, el jefe de gabinete de la ministra de Defensa, Michèle Alliot-Marie, envió a Rondot a España. "General, me parece necesario que usted mantenga una reunión personalmente con el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña
para ver en qué situación está la causa judicial. Sería deseable que vaya lo antes posible, es decir, mañana mismo".

Rondot se presentó ante Mena acompañado de un teniente coronel de la Guardia Civil. Se identificó con su nombre y pidió la liberación de Piazzole, empeñando su palabra de honor en que éste comparecería ante la justicia española cuando fuese requerido. "No recuerdo el nombre del general. Sólo que era un hombre con el pelo canoso y vestido con un traje de rayas", dice el ex fiscal jefe de Cataluña.

"El general hizo una declaración oficial ante mí afirmando que el detenido era un funcionario francés que estaba realizando bajo sus órdenes un ejercicio de simulación. Ante esa garantía institucional, yo cambié de criterio y cursé un escrito al juzgado a favor de la puesta en libertad", rememora Mena. Éste recuerda que le sorprendió que el general le hablara sólo de Piazzole y que cuando él le hizo notar ese detalle, Rondot exclamó: "¡Ah! ¿Hay un segundo detenido? Yo creí que estaba muerto...".

El abogado Fernando Rodríguez, de 42 años, asistió a Karima, la esposa de Chaouati, y posteriormente se hizo cargo de la defensa de éste. "El general Rondot vino a hablar con el fiscal Mena y éste ordenó a la Audiencia Provincial que los pusieran en libertad. La Sección V de la Audiencia tomó esa decisión ante un escrito de Mena. El escrito del fiscal era de tres líneas y decía algo así como que 'ha comparecido ante mí el general Rondot, general francés, y me ha comunicado que Christian Piazzole trabaja para la policía francesa... por lo que se pide su libertad provisional...'. El escrito se refería sólo a Piazzole, no citaba a mi cliente" (Chaouati).

Los magistrados Elena Guindulain, Augusto jovenlandesales y José María Assalit, ante la "fundada solicitud" de Mena, ordenaron el 18 de octubre la excarcelación de Piazzole y Chaouati. Y ambos recuperaron la libertad pocas horas después de que el general Rondot se viese con Mena. El letrado Rodríguez lo recuerda bien, pese al tiempo tras*currido: "Me llamaron de la Audiencia diciéndome que iban a poner en libertad a mi cliente y me fui a la guandoca Modelo. La secretaria judicial primero fue a la prisión donde estaba Piazzole y luego a la de mi cliente. Recuerdo a esta funcionaria allí sentada esperando a que trajeran a mi cliente para notificarle su puesta en libertad. Me pareció una escena muy rara. Nunca había visto a una secretaria judicial notificando una puesta en libertad". Ésta suspendió un juicio para ocuparse de poner en libertad a ambos, según fuentes judiciales.
 
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