[10] Voy a narrar la geografía de Britania y las características de sus pueblos, que ya han sido descritos por muchos otros escritores, sin buscar la comparación con su precisión o talento, sino porque entonces todavía no había sido sometida: así, todo lo que entonces se desconocía, que estos primeros escritores embellecieron con su elocuencia, ahora lo contaremos de manera fiel a la realidad. Britania, la isla más grande de todas las que los romanos tenemos noticia, mira en hacia Germania por el este y hacia Hispania por el oeste; desde la Galia se puede llegar a atisbar su costa sur y sus tierras septentrionales no dan a ninguna otra tierra, sino que reciben el azote de un inmenso e inacabable mar. El aspecto de toda la isla de Britania lo han descrito dos de los autores más elegantes de todos —Livio entre los antiguos, Fabio Rústico entre los modernos— como similar a un escudo alargado o a un hacha de doble hoja. Y en efecto es este su aspecto si dejamos fuera a Caledonia, por lo que ha pasado a ser su descripción más habitual; para los que la recorren hasta el final, hay una enorme y vasta extensión de tierras que llegan hasta unas costas muy lejanas que se van estrechando como en una cuña. Cuando la flota Romana rodeó el litoral de este, el último de los mares, confirmó que Britania era una isla y, al mismas tiempo, descubrió y conquistó unas islas desconocidas hasta aquel momento, las Orcadas. También otearon Tule[3], puesto que hasta aquí llegaban sus órdenes y se acercaba el invierno. Pero cuentan que aquel mar pesado y difícil para remar no se agita ni siquiera por los vientos: a mi juicio, ello se debe a que por aquella región hay una menor cantidad de tierras y montañas, que son la causa y el combustible de las tormentas, y el inmenso peso de un mar sinfín resulta difícil de mover. Sin embargo, no es el objetivo de esta obra inquirir sobre la naturaleza del Océano ni de las mareas: tan solo me gustaría añadir que en ningún lugar el mar domina tanto su entorno, pues mueve a los ríos de un lugar a otro y no crece o baja levemente la marea en la costa, sino que se difunde y fluye tierra adentro y entonces las colinas e incluso las montañas quedan como insertas en su interior. [11] Por lo demás, poco es lo que se sabe sobre quiénes fueron los primeros mortales en habitar en Britania, ya fueran indígenas, ya fueran pagapensiones, como suele suceder entre los bárbaros. Pero su aspecto físico presenta diversas apariencias y de ahí se extraen diversos razonamientos. Los cabellos rubios y la percha de los habitantes de Caledonia[4] confirman su origen germánico; el rostro colorado de los siluros, el pelo rizado de la mayoría y su ubicación frente a Hispania dan fe de que los antiguos íberos cruzaron el mar y se asentaron en estas regiones; los pueblos más cercanos a los galos son muy semejantes a ellos, ya sea porque todavía pervive la fuerza de su común origen, ya sea porque en unas tierras que se extienden tan lejos las características de esa región les ha dado a sus cuerpos un aspecto concreto. Sin embargo, en general a cualquiera que lo piense le parecerá razonable que los galos hayan ocupado esa isla vecina. Podrías entender su culto religioso como una veneración de lo sobrenatural. Su lengua no difiere mucho; presentan el mismo valor para enfrentarse a los peligros que temor a retirarse cuando ya han llegado; a pesar de todo, los britanos destacan más por su ferocidad, porque todavía no los ha reblandecido una larga paz: pues sabemos que los galos antaño destacaron en la guerra pero, en cuanto penetraron en sus tierras las pereza y la vagancia, perdieron su valentía al igual que su libertad. Esto ya les ha sucedido a los britanos que fueron vencidos hace tiempo, los demás todavía siguen siendo como antes fueron los galos.
[12] Su fuerza militar radica en la infantería; algunos pueblos también combaten con carros: se considera un puesto de mayor honor el de auriga y son sus seguidores[5] quienes combaten. Antiguamente obedecían a un rey, pero actualmente las disputas entre diversos cabecillas los han dividido en facciones y grupos... y no hay nada que nos resulte más útil en nuestros enfrentamientos contra estas poderosas gentes que su incapacidad de ponerse de acuerdo para actuar en conjunto: extraño es que se reúnan dos o tres tribus contra un peligro común: luchan por separado, así pierden todos. El clima es desapacible, con abundantes lluvias y nubes, aunque el frío no es áspero. Sus días duran más que en nuestra latitud; la noche, en el extremo (norte) de Britania es clara y breve, hasta tal punto que es poca la diferencia que puedes reconocer entre el final de un día y el principio de otro. Y si las nubes no lo ocultan, se dice que puedes ver de noche el brillo del sol, cruzando el firmamento sin ponerse ni salir. Ello se debe a que aquellas tierras planas y alejadas no consiguen crear una noche, sino unas débiles sombras y bajo el cielo y las estrellas cae la noche. Su tierra, a excepción de los olivos, la vid y el resto de cultivos acostumbrados a un clima más cálido, es fértil tanto para la agricultura como para la ganadería. El fruto tarda en madurar, pero crece muy rápido y la causa de ambas características es la misma: hay mucha humedad en la tierra y en el aire. Britania alberga minas de oro, plata y otros metales, una recompensa a nuestra victoria. En su océano también crecen perlas, pero pálidas y grises: algunos creen que a sus recolectores les falta pericia, pues en el mar rojo se arrancan vivas y todavía respirando mientras que en Britania se recogen una vez que se han expulsado: yo antes pensaría que la naturaleza carece de perlas suficientes que a nosotros la avaricia.
[13] Los propios britanos cumplen con las levas, tributos y demás requisitos del impero sin dilación, siempre y cuando no se les trate injustamente: esto lo soportan a duras penas, pues aunque ya han sido suficientemente sometidos como para obedecer, todavía no son unos esclavos..