Recuerdo que en los años 1972-75 pasaban por la tele un capítulo semanal de la serie Kung fu. Por otro lado, en el colegio los niños en el patio o entre clases solían comentar acerca de la misma. Pues bien, sólo lo hacían sobre el aspecto de la lucha física, esa similar al kárate (que hasta la ensayaban entre ellos)
pero nunca les oí decir una palabra sobre el aspecto espiritual, las sabias enseñanzas de los maestros zen dirigidas a su
pequeño saltamontes, ese niño medio estadounidense medio chino que creció en el monasterio hasta su edad adulta. Que no digo que esté mal aprender a defenderse físicamente sin armas, pero caramba, que también se podría tener un cierto espíritu religioso, ¿no? Para mí, es más importante esto último.
Esta serie televisiva, como reconoce Wikipedia, fue en la mayoría de países un éxito apoteósico, entre ellos España. Y yo añadiría que influyó poderosamente en un importante subidón masivo entre la población infantil y juvenil en lo que a un interés por las artes marciales se refiere. Hasta entonces, poco se sabía de estas. Pero esta serie, y además también, por otra parte, los anuncios ilustrados sobre fisicoculturismo aparecidos en los tebeos Bruguera (también por esos años), impulsaron a muchos niños y jóvenes a la práctica del kárate, el judo o el fisicoculturismo.
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