Sin embargo, estos datos publicados por la revista Nature ignoran las devastadoras consecuencias que tuvieron las políticas de confinamiento en otros indicadores vitales para el desarrollo, el bienestar y el progreso humano. No en vano, en 2020 se produjo un desplome de la producción económica del 11% que indujo asimismo un fortísimo aumento del paro efectivo y un insostenible repunte de la deuda pública, además de una dramática escalada de la pobreza. Es decir: bajaron las emisiones... pero el precio que tuvimos que pagar fue una verdadera ruina.
No obstante, el ecologismo radical sigue insistiendo en que la caída de las emisiones observada en 2020 mereció la pena y consideran que aquel experimento debería invitarnos a adoptar medidas restrictivas similares a las que se introdujeron durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. De hecho, ya se habla incluso de "confinamientos climáticos" para aludir a estas posibles medidas.
Desde portales como Green Matters, un medio de referencia en el ámbito del ecologismo, reconocen que este tipo de propuestas generan rechazo entre amplias capas de la población, pero no descartan este tipo de salidas. "No fue fácil convencer a la gente de que se quedase en sus casas y, si finalmente es preciso adoptar un "confinamiento climático", no está garantizado que toda la población acceda a cumplir las restricciones. Con todo, aunque no toda la gente se adhiera, basta con que parte de la ciudadanía lo haga para que se produzca un descenso de las emisiones", explican.
La italiana Mariana Mazzucato, que se ha convertido en una de las voces más influyentes de la izquierda a nivel global, también ha escrito sobre esta cuestión. En su caso, opina que "solamente hay una forma de evitar un confinamiento climático: introducir un cambio radical en las empresas, las finanzas, la política y el sistema energético". De no darse tales modificaciones, la tras*alpina piensa que "es probable que el mundo acabe recurriendo nuevamente a los confinamientos, esta vez por motivos climáticos". Mazzucato resume este tipo de solución "como una serie de restricciones que limitarían severamente el uso del vehículo privado, prohibirían el consumo de carne roja, forzarían el cese de la actividad de las empresas que operen en base a combustibles fósiles y obligarían a adoptar distintas políticas de ahorro energético".
Hacer "pinza" con el "decrecimiento"
De igual modo, hay quienes consideran que la propuesta ecologista de la "ciudad de quince minutos" constituye una forma de "confinamiento climático" suave, en la medida en que millones de personas verían severamente limitada su movilidad dentro de sus propias urbes en línea con restricciones justificadas en base a preocupaciones medioambientales.
Entonces, ¿hasta qué punto tiene sentido pensar que vamos a vivir alguna forma de "confinamiento climático" similar a lo vivido durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo del cobi19? Lo cierto es que la impopularidad de las restricciones generalizadas invita a pensar que no se llegarán a adoptar prohibiciones tan intensas y, más bien, el ecologismo tendrá que seguir avanzando su agenda de forma menos explícita y más centrada en limitaciones como las que enumera la propia Mariana Mazzucato en su propuesta. Esta vía sería similar a la que plantea la escuela del "decrecimiento", que pretende superar el capitalismo a golpe de prohibiciones, restricciones y limitaciones.
Defiende el "decrecimiento" como único modelo viable y reivindica un sistema de racionamiento con un máximo de 2.500 calorías diarias.
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