Mi mejor amigo enfermó de esquizofrenia cuando éramos prácticamente adolescentes. Le acompañé lo que pude hasta sentir que nuestros combates "racionales" estaban empezando a dejarme tocado. Si pude sacar dos conclusiones de aquella triste experiencia son estos dos: el enfermo llevó su sospecha a categoría de verdad, con lo que implica validar la sospecha por encima de toda evidencia. Su obsesión eran los comunistas y la KGB y no fue por desgracia el único caso. Nada que ocurriera a su alrededor paliaba su ansiedad y su miedo y, por el contrario, todo abundaba en creer que tenía razón dándole vueltas al hecho cierto -para él- de que sus dudas estaban bien formadas y era triunfantes ante las mentiras, cada vez más sofisiticadas, de las "verdades mundanas" y de la gente "corriente".
La otro conclusión es que yo no supe estar a la altura aunque sí empecé seguro de que podría convencerle con razonamientos y pruebas que tuviera en cada momento a mi alcance. Pero llegó un momento en que empecé a participar de su suspicacia y mi sentido común comenzaba a flaquear. Si hubiera sabido lo que sé ahora, le hubiera dejado hablar de lo suyo con atención y sin contradecirle y cuando hubiera acabado, proponerle continuar con las cosas que nos divertían antes de todo ésto. Si él hubiera sentido de mi parte un amor verdadero tal vez me hubiera liberado de sus sospecha fundamental. Tener a alguien que te quiere a pesar de que no está de acuerdo contigo abre puertas cerradas a la razón y alimenta otras esencias que actuarán como verdaderas medicinas contra el sentimiento de miedo y soledad que están detrás de la maldita enfermedad de la sospecha.
Si suena cursi el problema no es suyo sino de tantos como de manera menos grave sospechan de que no hay nada más auténtico que seguir dudando y sospechando...