Aquí la clave es encontrar la pareja adecuada. Antiguamente los matrimonios eran acordados desde muy temprano por padres y casamenteras. Y en muchos países son padres antes de los 20 años. Este es el orden natural, y dentro de lo cultural, el más natural.
Otro tema que necesito aclarar es el de la religión. Ya que muchas personas siempre encuentran el debate en la confrontación entre lo que el cultural y lo que es natural, porque naturales hay pocas cosas y casi todo lo que hacemos en la vida responde a patrones culturales.
Creo que la religión tiene poco que ver con la familia. La familia europea provenía de una institución romana previa a la religión cristiana. El "pater" en la "familia" era algo así como el dueño de todos los miembros, entre los que se incluían a los esclavos. De alguna manera los hijos eran como parte del ganado y el padre tenía derecho a matarlos si así lo deseaba. Aunque las religiones, y en particular la cristiana, con sus sacramentos, hayan hecho del matrimonio o el bautismo de bebés, parte de su tradición (religiosa) una institución (sagrada), lo cierto es que la reproducción y la unión de grupos humanos de acuerdo a su relación de parentesco es un hecho antropológico paralelo a las religiones o la espiritualidad pero no directamente relacionado con ninguna religión. La reproducción es un hecho biológico, natural, y las religiones o la espiritualidad son fenómenos paralelos como el arte, la tecnología, los procesos productivos o comerciales (económicos), etcétera. La reproducción, de hecho, es más natural que la religión, y la religión más cultural, y por tanto, artificial, que la reproducción.
De hecho, si hubiera que valorar la contribución del cristianismo y de muchos cultos a este tema, se podría decir que la espiritualidad en general y la religión cristiana, concretamente, están más a favor de la castidad y de la ausencia de relaciones fértiles, dada la manera en que separa a los individuos en conventos y monasterios, segregados por sexos, o en colegios privados, por citar ejemplos muy claros. Y es en estos ambientes donde se propicia también un caldo de cultivo para la gaysidad o el sentimiento de culpa por tener deseos heterosexuales. En definitiva, huir de la carne y de lo material es renegar también de la multiplicación física de la especie humana, del crecimiento demográfico, de la fertilidad. En otras palabras, la espiritualidad, muchas veces, y la teología cristiana en particular, son promotores, en muchos casos, de ideas anticonceptivas, de un discurso esterilizante, y de un tipo de relaciones sociales homoseks_xualizantes. De una filosofía antinatalista.