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Después de una larga carrera de quince años trabajando en desarrollo web y marketing online, hice como Lester Burnham y cambié mi vida gris de oficina con un gran salario, por puestos de baja responsabilidad de cara al público:
En tres años estuve friendo patatas fritas, ayudando en cocina, fregando platos, en recepción en dos hoteles de 2 y 4 estrellas, camarero en restaurantes de lujo, etc. Hice muchas cosas en poco tiempo.
Traté con muchísimos clientes. Me apasiona lo que hago. Soy ese tipo de camarero al que los británicos (¡mis favoritos!) le meten 20 libras en el bolsillo como propina. Pero hay clientes de ciertos países que me encantaría que no saliesen de su país.
Los mejores clientes del mundo
En una franja intermedia clasificaría a italianos, suecos, hispanoamericanos, brasileños y demás países cuyos embajadores turísticos son bastante correctos, con sus más y sus menos, pero sin nada generalizado.
Los PEORES clientes del mundo
Con respecto a los rusos, trabajé con un par de compañeras ucranianas (trabajan como máquinas, no hablan y lo hacen todo perfecto; empleadas inmejorables) a las que utilicé como misil nuclear para neutralizar a clientes rusos que no querían pagar. Como no hablan inglés, mandé a la ucraniana a la mesa a hablarles en perfecto ruso para ponerlos en su sitio. Se acercó a ellos, les habló en voz baja y los apaciguó como si estuviese amansando vagabundos neցros de Detroit con una flauta dulce. Por algo juego en el Team Ucrania.
Como jefes y compañeros de trabajo, nunca trabajé más tranquilo que con ingleses en un restaurante para turistas ingleses. Y, paradójicamente, mis jefes israelíes fueron los jefes más correctos y pagadores que tuve. No especialmente simpáticos, pero saben pagar y gestionar un negocio. Lo llevan en la sangre. Si pudiese elegir, sólo trabajaría para israelíes e ingleses.
Mención especial para italianos y argentinos: muy profesionales. Locos, intensos, vocingleros, pero muy, muy cuidadosos con los detalles y apasionados por su trabajo. Mis compañeros de trabajo favoritos.
¿Españoles? En hostelería, ni en broma. Te la van a liar siempre. Se pelean entre ellos, gritan y están desquiciados. Se pasan el día confrontando, tienen una clara tendencia a tocarse los huevones y ven el trabajo como una obligación. Y las excepciones son sólo eso: excepciones.
En tres años estuve friendo patatas fritas, ayudando en cocina, fregando platos, en recepción en dos hoteles de 2 y 4 estrellas, camarero en restaurantes de lujo, etc. Hice muchas cosas en poco tiempo.
Traté con muchísimos clientes. Me apasiona lo que hago. Soy ese tipo de camarero al que los británicos (¡mis favoritos!) le meten 20 libras en el bolsillo como propina. Pero hay clientes de ciertos países que me encantaría que no saliesen de su país.
Los mejores clientes del mundo
- Estadounidenses y canadienses: el mirlo blanco de la hostelería. El mejor cliente que puedes tener con mucha diferencia del resto. No se quejan de nada. Todo les parece "amazing", "great", siempre sonríen y se les caen billetes en la bandeja de propinas. Lo hacen todo fácil y, además, recompensan. Aunque son todos progres: tienen la palabra "Democrats" escrita en la frente y son demasiado políticamente correctos, al contrario que los británicos.
- Noruegos, islandeses y daneses: los europeos que más propina dejan, aunque no tanto como un norteamericano.
- Polacos: muy educados, amables, sonrisa correcta. Agradecidos y corteses.
- Franceses: en contra de lo que muchos piensan, hablarles un poquito en francés, aunque sea intentarlo, les cambia la onda. Lo agradecen. Suelen tener cara de ojo ciego, pero realmente son agradecidos cuando les tratas con cariño y les intentas chapurrear francés. Y hasta dejan algo de propina si te los ganas. Los atendí en un restaurante inglés (muy osado por parte de un francés ir a un restaurante inglés) y en hoteles, y siempre fueron, aunque un poco secos al principio, siempre dulces y empáticos. Pero no les gusta nada hablar en inglés.
- Portugueses: silenciosos. Tiernos. Tímidos. Siempre intentan hablar español. Nunca una palabra más alta que otra. Nunca un mal gesto. Los portus son excepcionales. Me desharía en halagos hacia ellos.
- Sudafricanos y australianos: turistas accidentales, exóticos por lo escasos que son y de fuerte cultura anglosajona. Trato muy fácil, sonrisa permanente y una indescriptible elegancia rural tan propia del Trópico de Capricornio. Cuesta entenderles al hablar, pero no pierden la paciencia jamás.
- Japoneses: qué decir de los japoneses que no se sepa. Hablan poco inglés, pero desbordan cortesía. Silenciosos como el aire acondicionado de Fujitsu a 27 grados.
- Iraníes y libaneses: dignos embajadores del mundo árabe o de la religión del amor. Gente con clase que viaja sin generar problema. Es muy agradable atenderles.
- Británicos: mis favoritos, y los favoritos de mis compañeros. Cuando me escuchan hablar con acento inglés se embelesan. Les gusta que haya vivido en Londres, me dan conversación, se preocupan por mí si me ven atareado... Siempre están divirtiéndose, tomándose la vida con humor, tienen un talento innato para decir cosas negativas con maneras excelentes y es fácil conectar con ellos. Mis compañeros ingleses tuercen el gesto cuando entraba una hen party (una horda de inglesas obesas con pestañas postizas, todas vestidas de rosa y bronceadas como guineanas), pero yo me las meto en el bolsillo a todas. Les encanta ese camarero español con acento inglés, tan exótico. Tienen el "thank you" en la boca para cada cosa y admiten errores con naturalidad.
En una franja intermedia clasificaría a italianos, suecos, hispanoamericanos, brasileños y demás países cuyos embajadores turísticos son bastante correctos, con sus más y sus menos, pero sin nada generalizado.
Los PEORES clientes del mundo
- Españoles: huelga decir que el español, fuera de España, se comporta siempre bien y agradece que le atienda un compatriota. Dentro de España, aunque la actitud de los españoles es correcta, tienen la fruta costumbre de pedir insensateces complicadas por 1,70€ para tirarse una hora sentados. Un guiri siempre pide café americano, capuccino o café con leche; los italianos, casi sin excepción, sólo quieren un espresso; el español siempre irá a tocarte los huevones con un café cortado sin cafeína, en vaso pequeño, con un chorro de Baileys, un vaso de hielo aparte y un sobre de sacarina, y otro café con cafeína, vaso largo, en taza grande, con azúcar moreno y leche semidesnatada no muy templada, y que sea aparte. Y no esperes un céntimo de propina después de servirles todas esas estupideces a la primera.
- Egipcios y árabes: exigentes. Demandantes. Invasivos. Te hablan bien y, al mismo tiempo que no paran de pedir y exigir. Al final hay colegueo y sonríen, bromean. Pueden dar algo de propina. Pero al principio son insolentes.
- Chinos: no sonríen, son tacaños y parecen siempre malhumorados. Parecen no tener sentimientos de ningún tipo, y puede que no los tengan.
- Indios: son unos cerdos. Lo más sucio que vi jamás. Comen como animales de granja y, además, si vienen en familia les cuesta sonreír. Las excepciones son los indios de clases más altas y, aún así, tampoco.
- Israelíes: los segundos peores del mundo. Su comportamiento es tan extremo que hay hasta hoteles que no los admiten. Trabajé en un restaurante israelí y todos los turistas de Israel pasaban por ahí. Sé perfectamente cuándo tengo un israelí en el restaurante sin haberlos visto: si desaparecen utensilios comunes de la barra (salsas, servilleteros, etc.) es porque hay una familia israelí sentada en alguna mesa apropiándose de dichos utensilios. Son invasivos y no les importa una cosa nada. Si llegan en familia (lo más común), te hablan todos a la vez, te lían, se desdicen, se contradicen entre ellos y marean al máximo. Siempre. Sin excepción. Estos clientes te pondrán a prueba a ver hasta dónde llega tu paciencia hablándote sin modales, a voces y sin mirarte a la cara. Se hacen reprobar como ningún otro. Entonces, sucede el plot twist: al igual que los árabes, al final coleguean contigo y sonríen o bromean como si no hubiese pasado nada. Eso sí: se van del local dejándolo todo patas arriba.
- RUSOS: LOS PEORES DEL MUNDO. Los traté en varias ciudades del mundo, adinerados y sin dinero. En el 90% de las ocasiones te crearán un problema y generarán tensión. Tratan con muchísimo desprecio, vienen beodos y son clasistas como no vi nadie en el mundo. En hoteles tuvimos que llamar a la policía en alguna ocasión por el nivel de agresividad que llegaron a mostrar algunos. Son bestias. Están trastornados y, los que son educados y correctos, tampoco sonreirán jamás. Los admirados rusos de Burbuja, ese foro donde se nota que los pilinguinejos tragaphoskitos jamás atendieron a un ruso en su vida. Gente muy, pero que muy podrida.
Turistas rusos: deseados pero impopulares
A los rusos les encanta viajar, sin embargo su comportamiento en ocasiones está lejos de ser ejemplar. Repasamos algunos estereotipos, historias...
es.rbth.com
Con respecto a los rusos, trabajé con un par de compañeras ucranianas (trabajan como máquinas, no hablan y lo hacen todo perfecto; empleadas inmejorables) a las que utilicé como misil nuclear para neutralizar a clientes rusos que no querían pagar. Como no hablan inglés, mandé a la ucraniana a la mesa a hablarles en perfecto ruso para ponerlos en su sitio. Se acercó a ellos, les habló en voz baja y los apaciguó como si estuviese amansando vagabundos neցros de Detroit con una flauta dulce. Por algo juego en el Team Ucrania.
Como jefes y compañeros de trabajo, nunca trabajé más tranquilo que con ingleses en un restaurante para turistas ingleses. Y, paradójicamente, mis jefes israelíes fueron los jefes más correctos y pagadores que tuve. No especialmente simpáticos, pero saben pagar y gestionar un negocio. Lo llevan en la sangre. Si pudiese elegir, sólo trabajaría para israelíes e ingleses.
Mención especial para italianos y argentinos: muy profesionales. Locos, intensos, vocingleros, pero muy, muy cuidadosos con los detalles y apasionados por su trabajo. Mis compañeros de trabajo favoritos.
¿Españoles? En hostelería, ni en broma. Te la van a liar siempre. Se pelean entre ellos, gritan y están desquiciados. Se pasan el día confrontando, tienen una clara tendencia a tocarse los huevones y ven el trabajo como una obligación. Y las excepciones son sólo eso: excepciones.
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