Capítulo 9
Año 2, día 209
La escena de mi regreso al mundo de los vivos se parece mucho a la Piedad de Miguel Ángel, añadiendo elementos al decorado, como un aspa de madera en X, grilletes y cajas de Viagra vacías por el suelo. Mi mirada confusa se cruza con la mirada tierna de Práxedes. En unos altavoces está sonando la Pasión según San Mateo, de Bach. La rigidez* no se me baja, prueba de que la música eleva el espíritu. Una lámpara fluorescente que cuelga del techo se va apagando lentamente, como la música, y el universo.
Año 2, día 210
Despierto en una cama limpia, es de día. Me quedo boca arriba muchos minutos recordando y pensando. Otro dolor más terrenal y llevadero se produce cuando me incorporo. Me miro en un espejo de pared, y por primera vez en mucho tiempo tengo ganas de llorar. Pero ante todo estoy cansado. En ese momento se abre la puerta de la habitación y aparece uan mujer. Por un momento se me detienen todas las funciones vitales, hasta que me doy cuenta de que se trata de Práxedes. Se alegra de verme de pie y desnudo, aunque no sé en qué orden.
- ¡Destroyo!¡ Ya te has levantado! -me abraza.
- Oye, tía, ¿pero qué ha pasado aquí?
Práxedes me lo explica: Estuvo rondando por los alrededores del hotel, en un estado de preocupación creciente conforme pasaba el tiempo y yo no salía. Intentó acceder al interior, pero estaba todo bien resguardado y había patrullas de tipos muy raros en trajes ceñidos de cuero. La madrugada del 209 ya no aguantaba más, saltó la verja y fue a por todas. Le sorprendió una patrulla de enfundados, ella se preparó para la pelea, les mostró los dientes... y ellos se arrodillaron hasta tocar el suelo con la frente, temblando, sin decirle ni una palabra. Práxedes creía haber comido algo en mal estado.
Interrogó a los dos desgraciados y por ellos supo de qué iba la movida en ese castillo. Maldiciéndose por haber esperado tanto se dirigió de forma resuelta al edificio y cruzó el patio mientras los feroces chicos de cuero se postraban de hinojos ante ella. Ordenó que le abrieran la puerta, y se la abrieron. Preguntó por mí, y le contaron que estaba en el sótano, en las mazmorras de Blanche.
Pero el caso es que cuando llegó a las mazmorras la condesa no estaba. Me dice Práxedes que la ha buscado por todo el edificio, y ha interrogado a todos los sirvientes bajo amenaza de desgarro de cuello, pero nadie ha sabido darle razón de su paradero. Es como si hubiera desaparecido. No sé si me lo está contando todo, me da la impresión de que me oculta algo. Por tanto, decido no contarle yo las últimas palabras que Blanche me dirigió entre sonrisas abisales antes de perder el sentido por enésima vez.
Esto no puede ser. Me ha vuelto a salvar el ojo ciego de nuevo. Hacemos el amor en la cama, pero yo estoy muy lejos, tratando de escapar de ese agujero neցro que se ha abierto hace dos días y que amenaza con engullir lo que queda de mi persona.
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He recuperado mi indumentaria de errante, ya me siento un poco más yo. Deambulo sin objeto por el hotel, agotado, pero no quiero bajar al sótano por nada en el mundo. Los esclavos me evitan, como yo a ellos. He estado tentado de quitarles la capucha para ver a quiénes reconocía, pero casi mejor como que no, no me resultaría agradable.
Hay un almacén de servicio cerca de las cocinas del restaurante. Rebuscando entre las cajas he dado con varias que contienen los equipajes de los que han acabado engrosando las filas de Blanche. Hay tiendas, sacos, hachas de mano, armas de todo tipo... y entre ellas algunas ballestas, sin duda de errantes. Bien, esto es como recuperar parte del alma. Las sopeso todas, y hago algunas pruebas antes de decidirme por una. Ahora me siento como un madero con su pipa; o sea, alguien. Eso es bueno para mí. Malo para los demás.
He entrado en los aposentos de Blanche, no sé por qué. Pero ya que estoy, me acerco a la bañera y rindo un homenaje póstumo a Don Pako y quién sabe cuántos otros cuya sangre ya está medio coagulada porque nadie ha tenido la delicadeza de removerla con la escobilla del wc que hay al lado. Hay un patito de goma amarillo flotando. De vuelta al dormitorio, me siento en su cama. Junto a la mesilla hay un teléfono móvil, inútil desde hace años, en una funda calcetín de Hello Kitty, y una novela de Dan Brown. Permanezco sentado con la mirada en el vacío y la mente en blanco, ignoro por cuánto tiempo. Cuando vuelvo en mí, Práxedes me está mirando desde el quicio de la puerta con una mirada que no sé lo que significa.
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- ¿Sabes una cosa, Destroyo? Cuando te ví en el aspa me dio, no sé, como un algo así, un gustirrinín...
- Bueno, vale, dejemos ese tema si no te importa, Práxedes- le respondo de mala uva.
- ... todo indefenso y empalmao...
- ¡¡me acuerdo de tu puñetero dios, Práxedes!! ¿Quieres dejarlo ya de una jodida vez?
- ... que me tentaba mucho dejarte un poquito más... Eh, ¿a dónde vas? ¡Destroyo!
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- He estado echando un vistazo a esto, y tenemos de todo. También tenemos seguridad, con todos esos por aquí protegiéndonos.
- Ya, pero a Blanche no parece que la protegieron mucho. Éstos ven a una tía y se ponen a temblar.
- ¡Quedémonos aquí, Destroyo! Será nuestro nidito de amor.
- ¿Aquí, rodeados de tipos de la Guardería encapuchados con problemas de comunicación y la señorita Rottenmeier en plan Osama Bin Laden? Además faltan visillos, ¿no quieres que te los busque? No, michica, en cuanto me recupere un poco más y pueda caminar un par de horas seguidas habrá que pensar en ponerse en marcha de nuevo.
- ¿Hacia dónde?
- Hacia cualquier sitio, pero que esté lejos de aquí. Aquí no estoy tranquilo.
Año 2, día 210
- Destroyo...
- ¿Qué?
- ¿Me dejas que te ate?
- No.
- Jooooo, churriii... un poquitoooo...
- NO.
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- ¿Una partidita de ajedrez?
- ¡¡Que NO!!
Año 2, día 211
- No sé, podrías ponerte el traje de cuero un poco...
- ¡¡¿QUÉ?!!
- Anda, no seas tímido. Total, por un día a la semana, ¿qué más te da? Si no has probado, ¿cómo sabes que no te gusta? Venga, orate...
La casa debe estar embrujada, pienso de pronto. El espíritu de Blanche se está apoderando de Práxedes, por eso sonreía de aquella manera. No creo en las meigas, pero ya se sabe. Es que si no, no lo entiendo. Práxedes ya se viste con las ropas de la condesa, y su mirada se está volviendo más dura. Sé que tarde o temprano se trasladará a su dormitorio y empezará a llamarme "señor Destroyo". Cada vez se le ve más a gusto rodeada de sus esclavos.
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- Mira, Destroyo, qué esmalte de uñas más bonito... Pero bueno, ¿se puede saber por qué corres? ¡Si todavía no te he dicho nada! ¡Vuelva aquí, Destroyo!
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Recojo mis cosas. Ya me siento en condiciones de partir. Si me quedo un solo momento más acabaré mal.
- Me voy, Práxedes. Te puedes venir conmigo o puedes quedarte, tú verás.
- ¿No puedo hacer algo para que cambies de opinión, Destroyo?
- No. Nada. Soy un ser libre, no puedo seguir aquí.
Me mira por largo tiempo, muy triste, pensativa, antes de hablar:
- Entonces vete. Yo me quedo. No trataré de retenerte, si eso es lo que temes.
No hay mucho más que decir.
- Adios, Práxedes- y me largo. Conforme estoy saliendo por la puerta, oigo una voz agria a mis espaldas, que ya no sé de quién es:
- Tú no eres un ser libre, Destroyo, tú eres un fistro.
Aprieto el paso. Traspaso la verja del hotel casi corriendo y me interno en el bosque. Y tú no lo entiendes, pienso. Tú llegaste aquí y te encontraste un reino. Para tí es distinto.
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Deambulo por el bosque sumido en un humor de perros. El tiempo se está poniendo pesado, como de tormenta. En un recodo del camino me topo con la bruja Medusa, que está recogiendo plantas para hacer sus potingues, fumada perdida.
- Eeeeh, qué pacha tron? ¿Te ha dejado suelto tu dueña?
- Algo así. Pero no soy libre -no espero que lo entienda. En efecto, se le iluminan los ojillos.
- Yyy tocas... algún instrumento musical, majo?
Le miro fijo. Noto que algo se me empieza a despertar dentro, algo horrendo.
- Sí. El xilofón de costillas humanas. ¿Quieres verlo?
Medusa parece captar algo raro en el ambiente, y desvía la mirada. Debe tener poderes extrasensoriales.
- Mmmmno, deja. Esa Blanche es una juca. No me da más que despojos que no me duran ni una semana, y para uno que suelta que camina erguido, tiene la cabeza dañada.
- Ha habido un cambio de régimen, ya no está Blanche. La de ahora es más... accesible, de momento. Corre, hazle una visita, seguro que os llevaréis bien- y sigo mi camino dejando atrás a una Medusa boquiabierta. Por un momento me ha aprecido que sus rastas empezaban a moverse como sierpes y a cuchichear entre ellas.
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Bueno, ya estoy lo bastante lejos. ¿Y ahora qué?
Antes de entrar a ese burdel tenía al menos unos principios, una utopía, era un hombre con honor e integridad, afable incluso. Todo eso se lo ha llevado la condesa de la gehena como porquería bajo las uñas. Pero lo de fistro es que ya me ha llegado al alma. ¿Yo un fistro? Ya verás. Ya te llegarán noticias de las andanzas de este fistro, asquerosa. Blanche no pudo acabar conmigo a tiempo, y ahora
¿Y ahora por qué no das media vuelta, te cargas a Práxedes y disuelves esa comunidad, si tan valiente eres? No lo tienes muy difícil: le dices que te lo has pensado mejor, y a la que se descuida, flechazo en el entrecejo.
Pues porque... ¡Porque no me sale de las narices, jorobar! ¿Pero quién me he creído que soy para pedirme explicaciones? Además, tengo asuntos pendientes y yo siempre empiezo lo que acabo. Quiero ver en qué ha quedado lo de los Katiuskos, el Búnker y el barco pirata, y acabar con lo que quede. ¡Hacia el sur! Como una horda vikinga de un solo hombre. Voy a armar la de dios es cristo, voy a dejar una estela de destrucción a mi paso. Voy a salir en los papeleh. Que estoy mu loco. Acelero el paso por el camino del bosque, lo veo todo rojo.
- ¿Destroyo? ¡jorobar, Destroyo, menos mal! ¿Qué haces por aquí? ¿No te has encontrado con
zzzzzump.
Y me caía bien, el tío, pero es que voy salido de progenitora, no tengo ganas de chascarrillos. Ya me arrepentiré cuando tenga tiempo, ahora no puedo.
- ¡SOY UN ÁNGEL EXTERMINADOOOOOR!- Grito con toda la fuerza de mis pulmones, una bandada de cuervos sale volando espantada de unos árboles hacia el cielo encapotado, y me encanta. Río como un demente. A tomar por ojo ciego con todo, que ya está bien de tanto amor y tanta leche, jorobar, que esto ya parece Candy Candy. ¿Y mi thanatos qué? ¿Eh? ¿EH?
Año 2, día 213
¡cosa, por un pelo! La punta metálica se ha clavado en la tierra a pocos centímetros del conejo, que huye despavorido. De pura rabia he corrido detrás de él, aun sabiendo que no sirve de nada. Pero al menos vuelvo a experimentar el placer de la caza. Estoy vivo de nuevo.
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En un árbol junto al camino, colgado, está el cuerpo del errante Matamoros. Tiene un letrero al cuello que reza "BIENVENIDAS AL MUNDO DE LAS PÉRDIDAS LEVES". Sin duda es obra de las monjas asesinas. Parece reciente, así que tendré que extremar las precauciones.
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¡jorobar, por un pelo! La bala se ha hundido en la tierra a pocos centímetros de mí, y huyo despavorido. Lanzando gritos de júbilo y disparos al aire, vienen detrás mío tres Land Rover destartalados como los que usaban los etnianos para ir a recoger algas a la playa, cargados de monjas con fusiles de asalto, ebrias por el placer de la caza. Estoy estropeado otra vez.
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El vaivén del Land Rover me hace bambolearme, y la brida de plástico me daña las muñecas. A mi lado hay otro prisionero, uno de gafas y pelo blanco, con camisa de flores y cadenita dorada, un cruce entre lolailo, chuloplaya y tertuliano de Ana Rosa. Frente a nosotros, tres monjas con sus AK-47 y la cara tiznada con corcho quemado cantan con voz de pescatera portuaria
- Amooooooor Misericordiooooosoooo,
En tíiiiiii nace la esperaaaaaanzaaaaa...
Van hasta el ojo ciego de todo tipo de pastillas. Al cabo de un tiempo indeterminado el Land Rover se detiene en un campamento a las afueras de lo que en su día fue un área urbana. No sé exactamente dónde estamos. Todas las monjas bajan del todoterreno, excepto una, que se queda vigilándonos. En cuanto se queda sola, empieza a mirarnos con descaro al lolailo y a mí. Parece estar decidiendo algo. Finalmente, se dirige al otro con voz algo pastosa.
- ¿Quieresss una fanta guapo? -en plan de buen rollito, y le ofrece una botella de tequila. En cuanto el otro hace ademán de acercar los labios al gollete de la botella, la monja la retira con una risita sencilla, se la lleva a sus propios labios y le pega un lingotazo increíble, pero sin tragar el líquido. Acto seguido le agarra a mi compañero la cabeza por los pelos, se la echa hacia atrás y sin darle tiempo a reaccionar le planta los morros en la boca, y le pasa el tequila, parte del cual resbala por las comisuras de los labios de la pareja. Parece que los ojos del canoso se van a salir de las órbitas. La monja mantiene el morreo un rato antes de separarse y dirigirse ahora hacia mí, limpiándose la boca con la manga del hábito.
- Y tú, majoooo, ¿te acuerdas de Abierto Ssstal Amanecer?
Socorro. Práxedes, ayúdame.
- ¡Sor pardoazo! Deje las abluciones, ya puede traer a los prisioneros aquí -resuena una voz a lo lejos. Veo una mueca de fastidio en la pardoazo que finalmente me guiña un ojo:
- Bueno, otra vez será, mi angelitooo. Ahora pabajo o te vuelo la cabeza. Y no habléis hasta que no se os diga.
El lolailo canoso y yo descendemos del vehículo a punta de cañón. Estamos en medio de lo que debió ser una plaza céntrica de una cuidad mediana, rodeados por todas partes de colinas de escombros, que antes eran grandes edificios. De una de esas montañas de cascotes asoma un gran letrero del Banco do Espirito Santo. Junto al mismo se divisa la silueta de una monja haciendo guardia con una enorme ametralladora. En el campamento hay mucha actividad: las hermanas van y vienen trayendo cajas de municiones, armas de fuego de todo tipo, granadas... ¿Pero de dónde han sacado todo esto? He visto algunos chupachups humanos más en lugares aparentemente aleatorios, como adornos de jardín.
Nos llevan hacia una gran tienda de campaña con colores de camuflaje, algo menso aquí. Hay dos monjas haciendo guardia, que nos dejan pasar. Me recuerda en el fondo al Búnker de Abraham. Dentro, bajo un gran retrato de Teresa de Calcuta y sentada a una mesa plegable, hay una monjita con cara de buena, de no haber roto un plato en su vida, que sonríe con afabilidad. La hermana que nos precede saluda.
- Ave María grandísima.
- Sin pecado que la inhiba, gracias, sor Karolaina. ¿Qué habéis encontrado?
- Sólo estos dos, reverenda progenitora. Encontramos a otro más echando un cagarro, pero nos pareció demasiado sucio y decidimos aplicarle un correctivo disciplinario.
- Es una noticia triste... la ausencia de más hombres, claro. En fin -ahora se dirige a nosotros con una bella sonrisa- ¿Cómo os llamáis, criaturas?
- Destroyo
- Akita
Nos quedamos mirando sorprendidos. Las monjas también parecen acordarse de nosotros. La superiora interviene.
- Veo que esto ya es casi una reunión familiar. Yo soy la hermana Lamar. Bien, quizá os estéis preguntando qué hacéis aquí. Como veréis, esta es una comunidad formada por mujeres. Nos hemos tenido que agrupar y hacer causa común para sobrevivir en el mundo tras el Mad Max. La otra opción era integrarnos en otras comunidades donde seríamos tratadas como meros objetos sensuales, o acabar en las garras de grupos como el comando Katiuska y luego muertas por ahí.
- Hombre, podíais haber venido con nosotros, Lamar -interrumpe Akita-. Somos veteranos, tratamos bien a las mujeres, incluso organizamos operaciones para liberarlas de otras comunidades...
- Claro, Akita, claro -asiente sonriente la superiora-. Por eso hay tantas que han escapado de tu grupo y se han unido al nuestro, ¿verdad, comandante salvabragas? Aquí hay algunas que se alegrarán mucho de verte: sor Popette, sor Marina, sor Eleg... ¿Te acuerdas de ellas?
Akita está verde, no sabe hacia dónde mirar.
- Oye, que... fue con buena intención...
- No te preocupes, que habremos de tener en cuenta tu gesto.
Yo no estoy para culebrones.
- Bueno, Lamar, si no te importa, ¿qué vais a hacer con nosotros?
- Nada, cariño, que tenemos una epidemia de furor uterino que está mermando nuestras fuerzas y nublando nuestro entendimiento. Debió ser algo que comimos en mal estado. Pero contamos con vosotros para ayudarnos a sobrellevarla en la medida de vuestras posibilidades.
fin. fin por kiki.
- Oye, espera, espera un momento, Lamar, ¿y por qué no usasteis a los de MundoMacho? Eran un puñao.
- Destroyo, por favor, hay cosas que antes de tirártelas es mejor explotar de ardor de estomago.
Bueno, no puedo decir que no le entienda, cuando me acuerdo del amaciervos y los objetos de su apetito.
- ¿Y el Búnker? ¿Y el barco pirata? Ahí también hay mucha carne, podríais asaltarlos, y
- Y lo haremos pronto, Destroyo, no te preocupes -me interrumpe Lamar con una sonrisa angelical-. Lo que pasa es que ahora mismo eso es una zona caliente. Se han juntado dando tiros en el mismo sitio el comando Katiuska y tropas piratas, con la intención de asaltar el Búnker. Ahora deben estar llegando también los del Frente Capitalista, que se han enterado de la movida y quieren llegar algo más tarde a ver si mientras los otros se han debilitado. Entre tanto, los del Búnker parece que aguantan, pero están a torta limpia todos con todos. Nosotras seremos las últimas en llegar, en cuanto la situación se haya aclarado un poco, porque parece que ahora mismo están en un impasse y no sabemos por qué. Mientras tanto, a ver si podéis hacernos tirar. Mira, si podéis aguantar hasta que toda la operación se acabe, os prometo que os dejaremos marchar libres, ¿vale?
Tampoco da otra opción.
- ¿Y cuándo tiempo va a durar eso?
- Bueno, tenemos pensado ponernos en marcha pasado mañana, o así.
Akita y yo nos miramos con preocupación. ¿Es que no esperan que aguantemos ni dos días? Lamar da una palmada.
- Vale, pues a la faena, corderitos. Arregladlos y pasádselos a la hermana Lorena, que es la que más grave está. Yo iré más tarde. Hale, con Dios.
¿Pero qué ha pasado en este mundo? Esto ya es demencial. Por más cosas que haya visto, siempre hay algo que me descoloca. Cuando están a punto de sacarnos de la tienda, Lamar interviene de nuevo:
- Ah, una cosa más... -está ruborizada- ¿Eeeeh... no habréis visto por ahí... a un mozo muy sanote, con acento mexicano? Lleva una túnica y es... no sé, como muy espiritual, muy dulce... Es que ya hace unas tres semanas que falta de la base, el orate de él... -y no puede disimular un suspirito de amor.
jorobar, ya es lo que faltaba. Akita dice que no lo conoce, pero yo no puedo dejar de ver una oportunidad de tocar las narices.
- Pues mira, sí, me lo crucé hará unos quince días en una playa. Decía que se dirigía al Búnker a anunciarles la buena nueva, o algo así, no le presté mucha
La expresión de Lamar cambia instantánea y radicalmente. Me mira con tales ojos que noto que se me empieza a aflojar la vejiga.
- Vale, vale, bien. Gracias, Destroyo. Ya os los podéis llevar.
Mientras salimos de la tienda oimos claramente a Lamar mandando avisar urgentemente a sus lugartenientes. Puede que haya conseguido acelerar un poco las cosas, a ver si ganamos tiempo. Pero en cuanto salimos al exterior nos encontramos con una de las visiones más terroríficas que he presenciado nunca. Bajo la luz del crepúsculo y un aire que empieza a oler a ozono, decenas de monjas están rodeando la tienda en un tenso silencio roto únicamente por ciertos sonidos guturales, mirándonos con un hambre animal, desmedida, inconcebible, algunas salivando, otras metiendo la mano por debajo del hábito. pardoazo y Karolaina tienen que protegernos mientras las lobas nos hacen el pasillo en un ambiente donde se masca la tormenta. Nos llevan a lo que queda de un edificio, una antigua tienda de colchones y somieres. Akita se acerca a mi oido y me masculla entre dientes:
- Tío, como no nos escapemos pronto no pasamos ni de esta noche.
Tiene razón. ¿Se supone que la Lorena está todavía peor que ésas? Dentro de la tienda nos esperan otras hermanas.
- Hale, majos, vamos a vestiros para la ocasión.
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¡frutaAAAAAAAAAAAAAAAS!
Me han dejado desnudo, a excepción de un taparrabos hecho a partir de una bolsa para el pan, y me han encasquetado una corona hecha con unas zarzas. Los latigazos no han sido necesarios, en cuanto me han visto el cuerpo han decidido que ya estaba bien decorado. Lo único en lo que pienso es en apiolar monjas.
- Huyyyyy, qué mono está mi nazarenoooo -me suelta pardoazo, beoda, con un tonillo lujurioso.
A Akita lo han disfrazado de san Juan Bautista. No parece muy ilusionado con la perspectiva que le ofrece su papel. Pero que no se queje tanto. A mí ya me han crucificado una vez.