Abeja Maya
La verdadera libertad es LIBAR, LIBAR y LIBAR !!!
- Desde
- 14 Jul 2023
- Mensajes
- 5.323
- Reputación
- 10.864
DOSSIER: «Cataluña tierra de santos» por Francisco José Fernández de la Cigoña
Si España ha sido tierra de santos, esplendorosa, asombrosa cuna de santos, no pocos de ellos los santos más extraordinarios de la Iglesia universal, Cataluña, una de las regiones más singulares de esta España plural y diversa, por su lengua, por su historia, por el carácter y las costumbres de sus gentes, por la belleza de sus paisajes, la riqueza de sus monumentos, la singularidad de su arte…, ha contribuido a esa legión de santos de un modo también verdaderamente singular. Hasta el extremo de que podríamos decir que fue la parte de España que más santos ha dado a España, que más santos ha dado al cielo.
De ese tesoro inmarcesible de la santidad en Cataluña es de lo que vengo hoy a hablaros. Con admiración, con santo orgullo ante este inmenso vivero de los santos de mi España y con un dolor inmenso al ver como la tierra más católica de mis tierras, como la cuna de más santos de mi patria, se ha convertido hoy, por no se sabe qué satánico designio, o a lo mejor si se sabe y después de mis palabras podemos llegar a alguna conclusión, en el lugar más secularizado de España, donde menos se cree en Dios, donde más se vive en su ignorancia, en su desprecio y hasta en su insulto.
El que fuera obispo de Vich, Torras y Bages, dijo en una ocasión que Cataluña sería cristiana o no sería. Yo no sé si ha dejado de ser Cataluña. Lo que sí puede afirmarse es que está a punto de dejar de ser cristiana. Y no sólo en las grandes urbes, esa inmensa Barcelona y sus poblaciones satélites, que han recogido aluviones de emigrantes que dejaron en sus pueblos de origen, catalanes o del resto de España, sus creencias ancestrales. También la Cataluña rural, la que había sido, sobretodo, la tierra fértil en la que germinaron tantas hermosísimas flores del cielo, es hoy un yermo católico, un desierto agostado, un territorio en el que apenas las maravillas de un Pantocrátor románico o un claustro gótico recuerdan a un turista, generalmente tan descreído como quienes viven a la sombra de tales cumbres del arte, que aquello fue un día, no muy lejano, patrimonio de Dios.
Si España ha sido tierra de santos, esplendorosa, asombrosa cuna de santos, no pocos de ellos los santos más extraordinarios de la Iglesia universal, Cataluña, una de las regiones más singulares de esta España plural y diversa, por su lengua, por su historia, por el carácter y las costumbres de sus gentes, por la belleza de sus paisajes, la riqueza de sus monumentos, la singularidad de su arte…, ha contribuido a esa legión de santos de un modo también verdaderamente singular. Hasta el extremo de que podríamos decir que fue la parte de España que más santos ha dado a España, que más santos ha dado al cielo.
De ese tesoro inmarcesible de la santidad en Cataluña es de lo que vengo hoy a hablaros. Con admiración, con santo orgullo ante este inmenso vivero de los santos de mi España y con un dolor inmenso al ver como la tierra más católica de mis tierras, como la cuna de más santos de mi patria, se ha convertido hoy, por no se sabe qué satánico designio, o a lo mejor si se sabe y después de mis palabras podemos llegar a alguna conclusión, en el lugar más secularizado de España, donde menos se cree en Dios, donde más se vive en su ignorancia, en su desprecio y hasta en su insulto.
El que fuera obispo de Vich, Torras y Bages, dijo en una ocasión que Cataluña sería cristiana o no sería. Yo no sé si ha dejado de ser Cataluña. Lo que sí puede afirmarse es que está a punto de dejar de ser cristiana. Y no sólo en las grandes urbes, esa inmensa Barcelona y sus poblaciones satélites, que han recogido aluviones de emigrantes que dejaron en sus pueblos de origen, catalanes o del resto de España, sus creencias ancestrales. También la Cataluña rural, la que había sido, sobretodo, la tierra fértil en la que germinaron tantas hermosísimas flores del cielo, es hoy un yermo católico, un desierto agostado, un territorio en el que apenas las maravillas de un Pantocrátor románico o un claustro gótico recuerdan a un turista, generalmente tan descreído como quienes viven a la sombra de tales cumbres del arte, que aquello fue un día, no muy lejano, patrimonio de Dios.