pepeleches
Será en Octubre
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Se llama pobrismo. La forma de pensar por la que el pobre es automáticamente bueno, y el rico malo. Solo por serlo.
Y es un problema grande. Las personas son buenas o malas por ellas mismas, no por su situación económica. Los mismos que veneran al pobre, hasta el punto de echarle la culpa a la sociedad o a otros en el caso de que sea un criminal, rabia con cualquiera que tenga dinero, al que ya le presupone unas características horribles, porque parte de la falacia de que una buena persona no puede hacer rica.
No solo es injusto, es muy peligroso. Es lo mismo que considerar que todos los hombres son malvados, por ser hombres, o considerar que las mujeres siempre dicen la verdad y hay que creerlas. No tiene sentido alguno.
Si el estado no se mete mucho, no existen las leyes que había hace 500, 1.000, 2.000 años, donde unos pocos tenían el privilegio y la riqueza por ley.
Si no hay confabulación con el estado (o aprovechamiento de sus normas...), en el mercado el que se hace rico es porque está proveyendo a los demás de bienes o servicio que necesitan. O mejores que la competencia, o más baratos. O ambas.
El gran problema de la humanidad, hasta la adopción del capitalismo, es que no había oferta. Ni siquiera los más ricos tenían la posibilidad de obtener ni una pequeña parte de la variedad que pueda tener hoy un tío con nómina media. Sí, podía construirse otro castillo y nadar en oro. Pero francamente, no tenía muchas opciones de mejorar su vida demasiado. Pasaba calor en invierno y frío en verano, se alimentaba mejor que la plebe, pero a mil kilómetros de la variedad que tenemos hoy, se moría igual si sufría una apendicitis.
Sin trucos reguladores, el rico actual es alguien que safisface a los demás, de una u otra forma. Francamente, nunca en la historia ha habido un sistema tan ecuánime, o incluso justo. Ya no se trata de invadir al pueblo de al lado, ni de apiolar al rey, ni de tener esclavos secuestrados a miles de kilómetros.
¿Otro sistema más justo? Pues hasta ahora, ninguno. Las mayores distopías conocidas en la historia se han dado cuando se han intentado crear sistemas artificiales en los que una cúpula pretenden decidir sobre el bien y el mal, creyéndose dioses.
El problema es que, precisamente este sistema que nos ha hecho más ricos a todos y ha propiciado períodos de paz y libertad nunca conocidos, se desmorona porque hasta los ricos dudan de él, como es el caso.
Y es un problema grande. Las personas son buenas o malas por ellas mismas, no por su situación económica. Los mismos que veneran al pobre, hasta el punto de echarle la culpa a la sociedad o a otros en el caso de que sea un criminal, rabia con cualquiera que tenga dinero, al que ya le presupone unas características horribles, porque parte de la falacia de que una buena persona no puede hacer rica.
No solo es injusto, es muy peligroso. Es lo mismo que considerar que todos los hombres son malvados, por ser hombres, o considerar que las mujeres siempre dicen la verdad y hay que creerlas. No tiene sentido alguno.
Si el estado no se mete mucho, no existen las leyes que había hace 500, 1.000, 2.000 años, donde unos pocos tenían el privilegio y la riqueza por ley.
Si no hay confabulación con el estado (o aprovechamiento de sus normas...), en el mercado el que se hace rico es porque está proveyendo a los demás de bienes o servicio que necesitan. O mejores que la competencia, o más baratos. O ambas.
El gran problema de la humanidad, hasta la adopción del capitalismo, es que no había oferta. Ni siquiera los más ricos tenían la posibilidad de obtener ni una pequeña parte de la variedad que pueda tener hoy un tío con nómina media. Sí, podía construirse otro castillo y nadar en oro. Pero francamente, no tenía muchas opciones de mejorar su vida demasiado. Pasaba calor en invierno y frío en verano, se alimentaba mejor que la plebe, pero a mil kilómetros de la variedad que tenemos hoy, se moría igual si sufría una apendicitis.
Sin trucos reguladores, el rico actual es alguien que safisface a los demás, de una u otra forma. Francamente, nunca en la historia ha habido un sistema tan ecuánime, o incluso justo. Ya no se trata de invadir al pueblo de al lado, ni de apiolar al rey, ni de tener esclavos secuestrados a miles de kilómetros.
¿Otro sistema más justo? Pues hasta ahora, ninguno. Las mayores distopías conocidas en la historia se han dado cuando se han intentado crear sistemas artificiales en los que una cúpula pretenden decidir sobre el bien y el mal, creyéndose dioses.
El problema es que, precisamente este sistema que nos ha hecho más ricos a todos y ha propiciado períodos de paz y libertad nunca conocidos, se desmorona porque hasta los ricos dudan de él, como es el caso.
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