No digas burradas. Si queriendo hacerlo duele muchísimo al principio a las mujeres. No me quiero imaginar hacerlo seca como la mojama y con el miedo a morir apuñalada o de una paliza.A ver, este tema lo tengo estudiado.
Lo cierto, la realidad estadísticamente corroborada y estudiada es que muchísimas mujeres, en el trance de la violación, se muestran receptivas, húmedas, abiertas. Cachondas, por decirlo en lenguaje común.
De hecho, muchas mujeres pasan una enorme vergüenza por ello.
En realidad, esto es un mecanismo de defensa que tiene el cuerpo femenino. Una mujer seca, peleona, rebelde, tiene muchas probabilidades de ser agredida. Una amada sin consentimiento que no lubrique tiene mayores posibilidades de sufrir heridas o laceraciones por una penetración violenta.
Cada célula del cuerpo de la mujer SABE que las mayores posibilidades de supervivencia provienen de mostrarse receptiva. Ella puede pensar o creer lo que quiera, el cuerpo manda.
Cada célula del cuerpo de la mujer SABE que las mayores posibilidades de quedarse preñada es dejándose hacer. Y el cuerpo de la mujer, le pese a quien le pese, QUIERE quedarse embarazado. Está diseñado y fabricado así. De no ser así, ninguna mujer tendría hijos. Podrá ser más o menos latente este deseo, más o menos pervertido, pero es real. La llamada de la naturaleza, oye.
Otra cuestión relacionada, mucho más interesante, es pensar que la violación es una de las fantasías sensuales más recurrentes de las mujeres. Hay estudios estadísticos sobre esto. Muchas confiesan tener esa fantasía. Googlead un poco y encontraréis estudios, sobre todo de Estados Unidos que es donde estudian estos temas un poco en serio.
Yo tengo mi explicación intrapsíquica para ello, claro, pero esa la comentaré, quizá, en otra ocasión, que hoy no tengo ganar de escribir.
Sí, la mujer, en las ergástulas de su alma, busca ser amada sin consentimiento.
Ser amada sin consentimiento es, ante todo, ser víctima... y no tener ninguna responsabilidad. De ahí que haya tantas que se montan la orgía y luego dicen que las han forzado. El caso de la manada, por ejemplo, fue así.
Por eso la mejor lección a un forzador es ir a la carcel y obligarlo a coger el jabón del suelo de la ducha. Cuando saben lo que duele se le quitan las ganas de repetir delito.