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Será en Octubre
Los polémicos 48 fotogramas por segundo de "El Hobbit"
Álvaro Méndez.- Más allá del interés que puedan despertar las correrías de los personajes ideados por J.R.R. Tolkien, el inminente estreno de la primera parte de "El Hobbit", filme basado en la novela homónima de dicho autor, ha suscitado un interesante debate tecnológico en torno al futuro más inmediato del cine.
Un debate que se inició hace justo un año cuando Peter Jackson, director de este largometraje y de la interminable y laureada trilogía de "El Señor de los Anillos", anunció en su perfil de Facebook la intención de rodar "El Hobbit" a 48 fotogramas por segundo, es decir, multiplicando por dos la que ha sido la velocidad estándar en la industria cinematográfica durante los últimos 90 años.
¿Y cuál es la razón de semejante planteamiento? Jackson lo tiene claro: conseguir una mayor fluidez y claridad en el movimiento, superar definitivamente ese sutil y romántico efecto estroboscópico con el que ha convivido el cine durante toda su historia. Y su planteamiento no va en absoluto desencaminado: más imágenes por segundo garantizan más información, y por ende un registro más certero y exacto de la realidad. Parece ser que esta velocidad es también más adecuada para lograr un buen efecto 3D, más profundo y menos cansado para la vista del espectador.
Y es que como ha ocurrido muchas veces en la historia de la tecnología, la pronta adopción del estándar de los 24 fotogramas por segundo en el mundo del cine respondió más a cuestiones prácticas y limitaciones técnicas que a criterios de calidad. 24 imágenes por segundo es el mínimo indispensable para conseguir una buena sensación de movimiento sin disparar en demasía los costes de la película química y su posterior revelado. Algo que, como bien indica Jackson, ya se ha superado con la irrupción de los sistemas digitales, tanto en el momento de la captura como en la posterior proyección.
Así, el oscarizado director opina que no existe hoy en día ninguna razón para no superar ese anacronismo en pos de una mejora de la imagen. De hecho, lo que plantea Jackson no es nuevo. El técnico en efectos especiales Douglas Trumbull ya experimentó hace tres décadas con filmes capturados a 60 fotogramas por segundo que pudieron verse en el retro futurista parque temático de Futuroscope.
Fría acogida
Aunque parece ser que no todo el mundo comparte el entusiasmo de Jackson por esta iniciativa. Es más, varios medios se han hecho eco de las airadas reacciones de algunos periodistas y profesionales del sector que asistieron al visionado de un fragmento de "El Hobbit" en la convención CinemaCon, que tuvo lugar la semana pasada en las Vegas.
El crítico cinematográfico Devin Faraci, por ejemplo, fue tajante al afirmar que la película tiene un "look" absolutamente anti cinematográfico, que los decorados parecen más que nunca decorados y que en ocasiones tenía la sensación de estar viendo un documental sobre el rodaje y no el filme propiamente dicho. En un alarde de ingenio llega a asegurar que la película parece "una versión en HD de la serie de televisión de los setenta 'Yo, Claudio'".
En similares términos se pronuncia Jim Vejvoda, editor de IGN Movies, al que la filmación le recuerda peligrosamente "a las producciones en vídeo de la BBC o a un episodio del 'Doctor Who'".
Y es que no cabe duda de que nuestra herencia cultural tiene un peso importantísimo en todo este asunto. A lo largo de los años hemos asimilado los 24 fotogramas por segundo y su particular parpadeo al mundo del cine y la ficción, mientras que las más fluidas tomas de vídeo las asociamos irremediablemente a documentales, noticiarios y productos televisivos en general. Esto provoca que una película filmada y proyectada a más velocidad nos aleje de alguna manera de ese abstracto concepto que es "la magia del cine".
De hecho, es en parte este fenómeno el culpable de que las ficciones televisivas españolas, grabadas generalmente con equipos de vídeo, nos parezcan más "amateurs" o de andar por casa que las ficciones americanas, que suelen utilizar técnicas de rodaje mucho más cercanas al cine.
Curiosamente lo que propone Jackson no difiere mucho de lo que hacen esos televisores que presumen de ofrecer velocidades de refresco de 100, 200 e incluso 600 hercios, o que ofrecen tecnologías de nombre rimbombante como Trumotion o Intelligent Frame Creation. No es raro ver dichos televisores en grandes almacenes emitiendo películas con esa textura televisa o de vídeo. Y aunque para algunos -como un servidor- este efecto resulta absolutamente horrible, bien es cierto que muchos consumidores disfrutan del cine sin tantos miramientos.
Como la respuesta que puede tener el público ante esta novedad es un verdadero enigma, Jackson ha querido curarse en salud y ha asegurado que su nueva película podrá verse tanto a 24 como 48 fotogramas por segundo. Entre otras cosas porque no todas las salas de cine están preparadas para soportar la velocidad que propone el director neozelandés.
Así, nos podemos encontrar en un futuro con una situación análoga a la que se produjo con la irrupción del 3D: que los cines tengan que programar la misma película dos veces, a 24 y 48 fotogramas por segundo, para contentar tanto a los tiquismiquis del antiguo orden como a los amantes de lo último.
Sea como sea, no podemos menos que admirar a esos pioneros que deciden romper con la tradición, que exploran nuevos territorios y proponen nuevos caminos expresivos o tecnológicos. Por todo ello valoramos la audacia de Jackson. Pero, ¿realmente necesita esto el cine? ¿Es nitidez y fluidez en los movimientos lo que echamos de menos en las películas? ¿Acaso no sería preferible que quienes a esto se dedican se esforzaran más en mejorar el contenido de sus filmes que en retocar su envoltorio?
Difícilmente los más fieles amantes del Séptimo Arte conseguirán conciliarse con el planteamiento de Jackson. Y es que las largas horas pasadas en compañía de Ford, Hawks, Hitchcock, Kubrick o Bergman han grabado a fuego en muchos cerebros el bello e imperfecto parpadeo del cine. Un cerebro que ya nunca dejará de funcionar a 24 fotogramas por segundo.
Álvaro Méndez.- Más allá del interés que puedan despertar las correrías de los personajes ideados por J.R.R. Tolkien, el inminente estreno de la primera parte de "El Hobbit", filme basado en la novela homónima de dicho autor, ha suscitado un interesante debate tecnológico en torno al futuro más inmediato del cine.
Un debate que se inició hace justo un año cuando Peter Jackson, director de este largometraje y de la interminable y laureada trilogía de "El Señor de los Anillos", anunció en su perfil de Facebook la intención de rodar "El Hobbit" a 48 fotogramas por segundo, es decir, multiplicando por dos la que ha sido la velocidad estándar en la industria cinematográfica durante los últimos 90 años.
¿Y cuál es la razón de semejante planteamiento? Jackson lo tiene claro: conseguir una mayor fluidez y claridad en el movimiento, superar definitivamente ese sutil y romántico efecto estroboscópico con el que ha convivido el cine durante toda su historia. Y su planteamiento no va en absoluto desencaminado: más imágenes por segundo garantizan más información, y por ende un registro más certero y exacto de la realidad. Parece ser que esta velocidad es también más adecuada para lograr un buen efecto 3D, más profundo y menos cansado para la vista del espectador.
Y es que como ha ocurrido muchas veces en la historia de la tecnología, la pronta adopción del estándar de los 24 fotogramas por segundo en el mundo del cine respondió más a cuestiones prácticas y limitaciones técnicas que a criterios de calidad. 24 imágenes por segundo es el mínimo indispensable para conseguir una buena sensación de movimiento sin disparar en demasía los costes de la película química y su posterior revelado. Algo que, como bien indica Jackson, ya se ha superado con la irrupción de los sistemas digitales, tanto en el momento de la captura como en la posterior proyección.
Así, el oscarizado director opina que no existe hoy en día ninguna razón para no superar ese anacronismo en pos de una mejora de la imagen. De hecho, lo que plantea Jackson no es nuevo. El técnico en efectos especiales Douglas Trumbull ya experimentó hace tres décadas con filmes capturados a 60 fotogramas por segundo que pudieron verse en el retro futurista parque temático de Futuroscope.
Fría acogida
Aunque parece ser que no todo el mundo comparte el entusiasmo de Jackson por esta iniciativa. Es más, varios medios se han hecho eco de las airadas reacciones de algunos periodistas y profesionales del sector que asistieron al visionado de un fragmento de "El Hobbit" en la convención CinemaCon, que tuvo lugar la semana pasada en las Vegas.
El crítico cinematográfico Devin Faraci, por ejemplo, fue tajante al afirmar que la película tiene un "look" absolutamente anti cinematográfico, que los decorados parecen más que nunca decorados y que en ocasiones tenía la sensación de estar viendo un documental sobre el rodaje y no el filme propiamente dicho. En un alarde de ingenio llega a asegurar que la película parece "una versión en HD de la serie de televisión de los setenta 'Yo, Claudio'".
En similares términos se pronuncia Jim Vejvoda, editor de IGN Movies, al que la filmación le recuerda peligrosamente "a las producciones en vídeo de la BBC o a un episodio del 'Doctor Who'".
Y es que no cabe duda de que nuestra herencia cultural tiene un peso importantísimo en todo este asunto. A lo largo de los años hemos asimilado los 24 fotogramas por segundo y su particular parpadeo al mundo del cine y la ficción, mientras que las más fluidas tomas de vídeo las asociamos irremediablemente a documentales, noticiarios y productos televisivos en general. Esto provoca que una película filmada y proyectada a más velocidad nos aleje de alguna manera de ese abstracto concepto que es "la magia del cine".
De hecho, es en parte este fenómeno el culpable de que las ficciones televisivas españolas, grabadas generalmente con equipos de vídeo, nos parezcan más "amateurs" o de andar por casa que las ficciones americanas, que suelen utilizar técnicas de rodaje mucho más cercanas al cine.
Curiosamente lo que propone Jackson no difiere mucho de lo que hacen esos televisores que presumen de ofrecer velocidades de refresco de 100, 200 e incluso 600 hercios, o que ofrecen tecnologías de nombre rimbombante como Trumotion o Intelligent Frame Creation. No es raro ver dichos televisores en grandes almacenes emitiendo películas con esa textura televisa o de vídeo. Y aunque para algunos -como un servidor- este efecto resulta absolutamente horrible, bien es cierto que muchos consumidores disfrutan del cine sin tantos miramientos.
Como la respuesta que puede tener el público ante esta novedad es un verdadero enigma, Jackson ha querido curarse en salud y ha asegurado que su nueva película podrá verse tanto a 24 como 48 fotogramas por segundo. Entre otras cosas porque no todas las salas de cine están preparadas para soportar la velocidad que propone el director neozelandés.
Así, nos podemos encontrar en un futuro con una situación análoga a la que se produjo con la irrupción del 3D: que los cines tengan que programar la misma película dos veces, a 24 y 48 fotogramas por segundo, para contentar tanto a los tiquismiquis del antiguo orden como a los amantes de lo último.
Sea como sea, no podemos menos que admirar a esos pioneros que deciden romper con la tradición, que exploran nuevos territorios y proponen nuevos caminos expresivos o tecnológicos. Por todo ello valoramos la audacia de Jackson. Pero, ¿realmente necesita esto el cine? ¿Es nitidez y fluidez en los movimientos lo que echamos de menos en las películas? ¿Acaso no sería preferible que quienes a esto se dedican se esforzaran más en mejorar el contenido de sus filmes que en retocar su envoltorio?
Difícilmente los más fieles amantes del Séptimo Arte conseguirán conciliarse con el planteamiento de Jackson. Y es que las largas horas pasadas en compañía de Ford, Hawks, Hitchcock, Kubrick o Bergman han grabado a fuego en muchos cerebros el bello e imperfecto parpadeo del cine. Un cerebro que ya nunca dejará de funcionar a 24 fotogramas por segundo.