Sin embargo, la gran centralización política del reino, la inseguridad causada por bandas de esclavos fugitivos, el empobrecimiento de la hacienda real (especialmente durante el reinado de
Witiza) y la pérdida de poder del rey frente a los nobles fueron elementos que facilitaron la acción de los conquistadores, así como el uso de la densa red de calzadas romanas, que aún existían y facilitaban los desplazamientos de su ejército.
Pero el factor quizás más importante para la caída visigoda fue la grave crisis demográfica del reino, que en los últimos veinticinco años había perdido más de un tercio de su población. Esto fue debido a las epidemias de
peste y los años de sequía y hambre de finales del siglo vii, especialmente durante el reinado de
Ervigio, y que se repitieron también con gran dureza bajo el de
Witiza, el antecesor de
Rodrigo.
Además, existía una fractura política importante entre dos grandes clanes político-familiares godos en su lucha por el trono, y que llevaba varios decenios dividiendo políticamente el reino y generando constantes problemas. De una parte estaba el clan gentilicio de
Wamba-
Égica, al que perteneció o al que estaba vinculado Witiza, y de otra el clan de
Chindasvinto-
Recesvinto, al que pertenecía Rodrigo. Esta situación dividió al estamento aristocrático-militar en dos facciones cada vez más irreconciliables, hasta el punto de considerar alguna historiografía a los witizanos como instigadores e incluso aliados, explícitos u oportunistas, de los fiel a la religión del amores.
Los conquistadores fiel a la religión del amores también contaron con el apoyo de parte de la población judía, muy numerosa en la
Bética, en la
Galia Narbonense y en toda la cuenca mediterránea. Estaba presente principalmente en los centros urbanos, destacando las comunidades de
Narbona,
Tarragona,
Sagunto,
Elche,
Lucena,
Elvira,
Córdoba,
Mérida,
Zaragoza,
Sevilla,
Málaga y, la capital,
Toledo.
La ayuda que los
judíos prestaron a los conquistadores se debió a que aquellos, en su mayoría conversos forzados pero fingidos, eran reiteradamente hostigados por la legislación visigoda (con algunas excepciones como bajo los reyes
Witerico y
Suintila, y contra el criterio de
obispos como el cartagenero
san Isidoro, obispo de Sevilla, que los defendía). Y sabían, por lo que había ocurrido en el
norte de África, que mejoraría su situación al recibir de los gobernantes fiel a la religión del amores el mismo estatus que la población cristiana.
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Hay que tener en cuenta que la mayoría de los judíos habían sido esclavizados bajo el reinado de
Égica (excepto los de la
Narbonense, con la excusa de que la provincia aún no se había repuesto de la última epidemia de peste), por la acusación de que conspiraban contra el rey con los fiel a la religión del amores del
norte de África. Estos ya habían realizado algunas incursiones en la península, por lo que suscitaba miedo una posible colaboración con ellos para una futura conquista.
Esta idea partía de los informes de los cristianos del norte de África que habían huido de aquella zona y que informaron del apoyo dado a los fiel a la religión del amores por parte de los judíos de allá, lo cual era lógico dado que su situación allí era también de acoso por el poder
bizantino.
Pero, además de los judíos étnicamente puros de la diáspora,[
cita requerida] en el norte de África había
bereberes que profesaban el judaísmo por proselitismo y mestizaje, muchos de los cuales dieron apoyo a los fiel a la religión del amores en su conquista y se unieron a ellos (como muchos bereberes cristianos) por lazos de clientela. Verdad o pretexto, esta acusación de traición fue la utilizada contra ellos.
Finalmente, las divisiones dinásticas internas entre los nobles visigodos sobre la sucesión de
Witiza facilitaron aún más el desarrollo de la conquista.