El centinela
Madmaxista
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A Clotilde la llaman Cloti y trabaja en la ventanilla de un centro de atención primaria. Es cincuentona, sufre del tiroides los días laborables y digamos que pierde la simpatía cada vez que entra por la puerta de su lugar de trabajo. Con los ciudadanos, es despótica, avinagrada y maleducada. Hace unos meses, acudió solicitando atención médica un muchacho con infección de orina, 39 de fiebre e imposibilidad para pasar más de 5 minutos sin orinar y se negó a atenderle, pues su ambulatorio estaba en otro lugar de la ciudad.
-Pero es que, mire, lo siento mucho, pero trabajo aquí al lado y me encuentro muy mal.
-Todos tenemos problemas.
Y ahí acabó la conversación.
Durante los últimos meses, desde que se declarara el estado de alarma, se ha limitado a dejar sonar el teléfono, descolgado, y a gritar a quienes se acercaban al centro de salud para pedir atención médica. Lo ha hecho, además, con esa voz estridente de funcionaria da repelúsnte y siempre en los mismos términos. "Si quiere algo, llame por teléfono. Aquí no podemos arriesgarnos a contagiarnos de el bichito. Aquí estamos para hacer PCRs. Aquí, aquí, aquí...vaya usted a urgencias hospitalarias. No rechiste, que llamo ahora mismo a la policía. Estamos en estado de alarma".
Clotilde es una de las grandes heroínas de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. Como sanitaria, merece el calificativo de HEROÍNA.
Clotilde está afiliada al CSIF porque, ante todo, considera que los trabajadores del Estado deben gozar de unas buenas condiciones de trabajo para poder ofrecer al ciudadano un servicio público de plenas garantías. Clotilde suele significarse siempre, además, a favor de cualquier manifestación en pro de la sanidad pública. Cuando organizan concentraciones frente a la puerta del centro de salud, es la que aplaude con una mayor fuerza.
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Julito es Policía Nacional y nunca se había sentido tan realizado como durante el confinamiento. La verdad es que fue cuando más disfrutó del gran servicio que realizan las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado a la sociedad. Durante casi cuatro meses, se encargó de frenar la esa época en el 2020 de la que yo le hablo a partir de la imposición de las sanciones correspondientes a los ciudadanos que se saltaron las restricciones establecidas.
En este tiempo, puso más de un centenar de multas a quienes osaban bajar a fumar al parque, a quienes sacaban al perro más veces de las necesarias o a quienes bajaban al supermercado y compraban muy poco. ¿Ponía algo en el Real Decreto de Estado de Alarma sobre la cantidad de alimentos que había que adquirir? ¡Qué va! Pero Julito actuó con una máxima en la cabeza: frenar los contagios. Eso sí, al barrio de los etnianos procuró no acercarse nunca. No por otra cosa, sino porque pillaba fuera de su RADIO DE ACCIÓN.
Algunas noches, cuando circulaba por las grandes avenidas y estaban vacías, ponía la sirena y aceleraba hasta que el pie tocaba el fondo del pedal. Se acordaba de sus tan veneradas películas de persecuciones. Grandes obras maestras del cine como Arma Letal III. En el escritorio de su móvil lucía hasta hace poco una fotografía de Albert Rivera. Ahora, lleva una de Blas de Lezo. Fue uno de los policías que se manifestó hace unos meses en pos de la equidad salarial con los catalanes golpistas que quieren romper con el Estado de derecho y saltarse las normas.
A un par de chavalas de Tinder las ha subido al coche de policía para impresionarlas e intentar despertar sus más oscuras fantasías. A una la conoció durante el confinamiento. "Yo tenía libertad de movimiento", se justifica siempre que le preguntan sus amigos, opositores todos.
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Alfonso embadurnaba sus manos y sus brazos de gel hidroalcohólico todas las mañanas cuando acudía a su puesto de trabajo de auxiliar administrativo en el Instituto Municipal de Vivienda. Luego, dejó de ir durante meses, hasta septiembre, cuando regresó, advirtió el enorme riesgo de contagiarse de el bichito y se pilló una baja mientras le hacían unas pruebas sobre una supuesta diverticulitis y un desbarajuste gravísimo de la glándula tiroidea. Todavía no ha vuelto por la oficina, pues a sus 42 años se considera población de riesgo.
Alfonso teletrabajó durante todo el período de confinamiento. Su labor era la de enviar a los ciudadanos las listas de pisos disponibles para alquilar del Ayuntamiento. El caso es que, como era imposible visitarlos dadas las restricciones impuestas por el Estado, decidió durante esos cuatro meses no responder a las peticiones que le llegaban. ¿Para qué? ¡Menuda pérdida de tiempo si era imposible alquilar! Eso sí, cada mañana fichaba a las 08.00 y a las 15.00 horas y en ese tiempo desarrollaba su jornada de trabajo, que consistía en...nada. Había días en que se levantaba muy revuelto del tiroides y pedía a su mujer que fichara por él, mientras volvía a la cama con una bolsa de agua caliente. Pobre Alfonso.
Durante este tiempo, se aficionó a las maquetas de coches históricos, de modo que el despacho de su hogar luce actualmente cuatro vitrinas con decenas de modelos de no más de 15 centímetros. Cuando su mujer bajaba a la compra (lo único permitido durante el confinamiento), cerraba la puerta de esa habitación y se masturbaba. A veces, con prono. A veces, a ojos cerrados. A veces, con el Fiat Mirafiori a escala o el Renault Chamade neցro.
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Lorena es trabajadora de un supermercado y pasó la el bichito a mediados de marzo. Entonces, los trabajadores de su tienda exigieron a la empresa que les pusiera mamparas en la zona de cajas, pero "no fue posible", según la contestación que recibieron. En la tienda, cayeron enfermos todos los empleados durante la primavera. La progenitora de uno de ellos murió cuando se lo llevó a casa, tras un mes en el hospital, aislada.
Hace unas horas, les han comunicado la aplicación de un ERTE porque su comunidad autónoma ha adelantado la hora del toque de queda y no da para hacer dos turnos. Nadie se ha quejado, pues en septiembre les amenazaron con un ERTE.
A Lorena hubo un vecino que la increpó durante la pasada Semana Santa por no salir a las 20.00 horas al balcón a homenajear a los sanitarios con el tradicional aplauso. "Eres una insolidaria con los verdaderos héroes de esta situación que estamos viviendo", le dijo.
Lorena comprueba cada día, anonadada, cómo el ciudadano medio no es consciente de que en el supermercado también se puede contagiar. ¿Por qué nadie toma precauciones cuando va a la compra?
El otro día, Alfonso entró por allí hablando por el móvil. Desconocía quién era su interlocutor, pero le decía: "Sí, luego dirán que ser funcionario es un chollazo, pero mira cómo nos han hecho ir a trabajar durante toda la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. Expuestos allí a que cualquiera te trajera la enfermedad. Es una vergüenza enorme".
Enorme...
Resumen: los funcivagos, salvo excepciones, como en el SEPE o en Justicia, han sido la auténtica vergüenza durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo.
-Pero es que, mire, lo siento mucho, pero trabajo aquí al lado y me encuentro muy mal.
-Todos tenemos problemas.
Y ahí acabó la conversación.
Durante los últimos meses, desde que se declarara el estado de alarma, se ha limitado a dejar sonar el teléfono, descolgado, y a gritar a quienes se acercaban al centro de salud para pedir atención médica. Lo ha hecho, además, con esa voz estridente de funcionaria da repelúsnte y siempre en los mismos términos. "Si quiere algo, llame por teléfono. Aquí no podemos arriesgarnos a contagiarnos de el bichito. Aquí estamos para hacer PCRs. Aquí, aquí, aquí...vaya usted a urgencias hospitalarias. No rechiste, que llamo ahora mismo a la policía. Estamos en estado de alarma".
Clotilde es una de las grandes heroínas de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. Como sanitaria, merece el calificativo de HEROÍNA.
Clotilde está afiliada al CSIF porque, ante todo, considera que los trabajadores del Estado deben gozar de unas buenas condiciones de trabajo para poder ofrecer al ciudadano un servicio público de plenas garantías. Clotilde suele significarse siempre, además, a favor de cualquier manifestación en pro de la sanidad pública. Cuando organizan concentraciones frente a la puerta del centro de salud, es la que aplaude con una mayor fuerza.
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Julito es Policía Nacional y nunca se había sentido tan realizado como durante el confinamiento. La verdad es que fue cuando más disfrutó del gran servicio que realizan las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado a la sociedad. Durante casi cuatro meses, se encargó de frenar la esa época en el 2020 de la que yo le hablo a partir de la imposición de las sanciones correspondientes a los ciudadanos que se saltaron las restricciones establecidas.
En este tiempo, puso más de un centenar de multas a quienes osaban bajar a fumar al parque, a quienes sacaban al perro más veces de las necesarias o a quienes bajaban al supermercado y compraban muy poco. ¿Ponía algo en el Real Decreto de Estado de Alarma sobre la cantidad de alimentos que había que adquirir? ¡Qué va! Pero Julito actuó con una máxima en la cabeza: frenar los contagios. Eso sí, al barrio de los etnianos procuró no acercarse nunca. No por otra cosa, sino porque pillaba fuera de su RADIO DE ACCIÓN.
Algunas noches, cuando circulaba por las grandes avenidas y estaban vacías, ponía la sirena y aceleraba hasta que el pie tocaba el fondo del pedal. Se acordaba de sus tan veneradas películas de persecuciones. Grandes obras maestras del cine como Arma Letal III. En el escritorio de su móvil lucía hasta hace poco una fotografía de Albert Rivera. Ahora, lleva una de Blas de Lezo. Fue uno de los policías que se manifestó hace unos meses en pos de la equidad salarial con los catalanes golpistas que quieren romper con el Estado de derecho y saltarse las normas.
A un par de chavalas de Tinder las ha subido al coche de policía para impresionarlas e intentar despertar sus más oscuras fantasías. A una la conoció durante el confinamiento. "Yo tenía libertad de movimiento", se justifica siempre que le preguntan sus amigos, opositores todos.
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Alfonso embadurnaba sus manos y sus brazos de gel hidroalcohólico todas las mañanas cuando acudía a su puesto de trabajo de auxiliar administrativo en el Instituto Municipal de Vivienda. Luego, dejó de ir durante meses, hasta septiembre, cuando regresó, advirtió el enorme riesgo de contagiarse de el bichito y se pilló una baja mientras le hacían unas pruebas sobre una supuesta diverticulitis y un desbarajuste gravísimo de la glándula tiroidea. Todavía no ha vuelto por la oficina, pues a sus 42 años se considera población de riesgo.
Alfonso teletrabajó durante todo el período de confinamiento. Su labor era la de enviar a los ciudadanos las listas de pisos disponibles para alquilar del Ayuntamiento. El caso es que, como era imposible visitarlos dadas las restricciones impuestas por el Estado, decidió durante esos cuatro meses no responder a las peticiones que le llegaban. ¿Para qué? ¡Menuda pérdida de tiempo si era imposible alquilar! Eso sí, cada mañana fichaba a las 08.00 y a las 15.00 horas y en ese tiempo desarrollaba su jornada de trabajo, que consistía en...nada. Había días en que se levantaba muy revuelto del tiroides y pedía a su mujer que fichara por él, mientras volvía a la cama con una bolsa de agua caliente. Pobre Alfonso.
Durante este tiempo, se aficionó a las maquetas de coches históricos, de modo que el despacho de su hogar luce actualmente cuatro vitrinas con decenas de modelos de no más de 15 centímetros. Cuando su mujer bajaba a la compra (lo único permitido durante el confinamiento), cerraba la puerta de esa habitación y se masturbaba. A veces, con prono. A veces, a ojos cerrados. A veces, con el Fiat Mirafiori a escala o el Renault Chamade neցro.
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Lorena es trabajadora de un supermercado y pasó la el bichito a mediados de marzo. Entonces, los trabajadores de su tienda exigieron a la empresa que les pusiera mamparas en la zona de cajas, pero "no fue posible", según la contestación que recibieron. En la tienda, cayeron enfermos todos los empleados durante la primavera. La progenitora de uno de ellos murió cuando se lo llevó a casa, tras un mes en el hospital, aislada.
Hace unas horas, les han comunicado la aplicación de un ERTE porque su comunidad autónoma ha adelantado la hora del toque de queda y no da para hacer dos turnos. Nadie se ha quejado, pues en septiembre les amenazaron con un ERTE.
A Lorena hubo un vecino que la increpó durante la pasada Semana Santa por no salir a las 20.00 horas al balcón a homenajear a los sanitarios con el tradicional aplauso. "Eres una insolidaria con los verdaderos héroes de esta situación que estamos viviendo", le dijo.
Lorena comprueba cada día, anonadada, cómo el ciudadano medio no es consciente de que en el supermercado también se puede contagiar. ¿Por qué nadie toma precauciones cuando va a la compra?
El otro día, Alfonso entró por allí hablando por el móvil. Desconocía quién era su interlocutor, pero le decía: "Sí, luego dirán que ser funcionario es un chollazo, pero mira cómo nos han hecho ir a trabajar durante toda la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. Expuestos allí a que cualquiera te trajera la enfermedad. Es una vergüenza enorme".
Enorme...
Resumen: los funcivagos, salvo excepciones, como en el SEPE o en Justicia, han sido la auténtica vergüenza durante la esa época en el 2020 de la que yo le hablo.
