A ver, paisano, y con todos mis respetos, yo creo que la clave está en la variedad. Pondré mi caso como ejemplo, porque por mucho que nos quieran normalizar, cada cuerpo es un mundo.
En mi caso, como una docena de bemoles por semana, suelo cenar fritanga, alternando de vez en cuando con lentejas, guisado o cualquier plato de cuchara. Para almorzar, porque nunca desayuno nada salvo un café, tomo un par de tostadas con tomate y atún (si es verdad lo que dicen, debo tener más mercurio que todos los puñeteros termómetros de las estaciones meteorológicas de toda la provincia de Alicante). Comer a mediodía, muchas veces no lo hago, y si me da por ahí, muchas veces tiro de precocinados... Ah, y también casi todas las semanas me da por ir un día al burguer o al kebab y ponerme hasta el tercer ojo.
¿Y sabes qué? A mis 44 años y siendo fumador desde tiempos inmemoriales, tengo las articulaciones perfectas, el colesterol bajo, la patata en perfecto estado, la tensión tirando a baja., y midiendo 1.86 peso lo mismo que cuando tenía 25 años, entre 77 y 80 kg, sin un puñetero gramo de grasa.
En cambio, gran parte de la gente que me rodea, cuidándose mil veces más que yo, tienen alguna tara, incluso siendo bastante más jóvenes.
No sé si será genética, o que toda esta neura que hay hoy por hoy con la alimentación y la salud es una fruta patochada, aunque desde mi experiencia personal me inclino por esto último.