"...Las mujeres españolas se creen semidiosas, en especial las feminista radicals o las especialmente agraciadas; pero en verdad no son más que esperpentos deformados por la vanidad y el más fatuo de los hedonismos. La fácil vida que se les ha concedido las embriaga de indecencia, y se exhiben impudicamente en las redes hasta que las alcanza el muro y, entonces, muchas de ellas abandonan sus juegos en los lugares sociales para seguir jugando dentro de sus casas, pagadas por sus sufridores y anulados maridos.
De los asuntos importantes hacen un juego y del juego, un asunto importante. Querrían ser brujas, y maestras de la ciencia, y heroínas a la vez. Para ellas sus esposos son como el fuego del hogar, cuyo atención incumbe a otros, hasta que regresan por la noche hartas de zorrear y, en ese momento, les usan a modo de cubos donde vomitar sus frustraciones e inquinas.
Todo ha sido hecho para servirlas: Las universidades para sus carreras de pinta y colorea, las empresas para enchufarlas de secretarias, que se pintan las uñas como forma de justificar su sueldo, las instituciones para inundarlas acaparando plazas de funcionarias, inutiles y hostiles al ciudadano a quien atienden, los varones para las necesidades corporales y para financiar su insostenible afan de consumismo y, si son guapos, para adornarse a sí mismas y hacer rabiar a las amigas sin novio; y los hijos para bromear con ellos, si no hay otra cosa que hacer, pero lo mismo les daría jugar con una camada de perros.
Con todas sus supuestas amigas se fingen aparentemente amables y bondadosas, alegres como la alondra en la mañana, si el sol brilla, porque nunca se muestran enfadadas si pueden evitarlo. Las mujeres españolas son siempre alegres, afirman, generosas como los ricos repartiendo lo que les sobra, habiendo sido todo obtenido de algún con poca gracia a quien expoliaron hasta desecharle. El enojo aparece sólo cuando advierten, de pronto, que hay otras sensibilidades y necesidades en el mundo, además de las de ellas. Entonces se vuelven tan despiadadas como los vientos de los mares si algo se atreve a oponérseles, o a reclamarles una décima parte de lo que ellas arrancaron inmisericordemente a quienes cayeron bajo sus sibilinos manejos..."
De los asuntos importantes hacen un juego y del juego, un asunto importante. Querrían ser brujas, y maestras de la ciencia, y heroínas a la vez. Para ellas sus esposos son como el fuego del hogar, cuyo atención incumbe a otros, hasta que regresan por la noche hartas de zorrear y, en ese momento, les usan a modo de cubos donde vomitar sus frustraciones e inquinas.
Todo ha sido hecho para servirlas: Las universidades para sus carreras de pinta y colorea, las empresas para enchufarlas de secretarias, que se pintan las uñas como forma de justificar su sueldo, las instituciones para inundarlas acaparando plazas de funcionarias, inutiles y hostiles al ciudadano a quien atienden, los varones para las necesidades corporales y para financiar su insostenible afan de consumismo y, si son guapos, para adornarse a sí mismas y hacer rabiar a las amigas sin novio; y los hijos para bromear con ellos, si no hay otra cosa que hacer, pero lo mismo les daría jugar con una camada de perros.
Con todas sus supuestas amigas se fingen aparentemente amables y bondadosas, alegres como la alondra en la mañana, si el sol brilla, porque nunca se muestran enfadadas si pueden evitarlo. Las mujeres españolas son siempre alegres, afirman, generosas como los ricos repartiendo lo que les sobra, habiendo sido todo obtenido de algún con poca gracia a quien expoliaron hasta desecharle. El enojo aparece sólo cuando advierten, de pronto, que hay otras sensibilidades y necesidades en el mundo, además de las de ellas. Entonces se vuelven tan despiadadas como los vientos de los mares si algo se atreve a oponérseles, o a reclamarles una décima parte de lo que ellas arrancaron inmisericordemente a quienes cayeron bajo sus sibilinos manejos..."