- LAURA GARÓFANO
- @lauragarofanoes
21/02/2017
03:07Fernando sostiene en sus manos la imagen de su bisabuelo, Antonio Luis Sánchez,
El Bruto. El adjetivo, referido a la fuerza, le vendría muy bien para
la profesión de estibador, que entonces consistía en
cargar y descargar a pulso las mercancías que llegaban al Puerto de Cádiz. Una mañana de 1961, su concentrada y rotunda figura trabajando junto al cantil del muelle llamó la atención al
fotógrafo holandés Michael Rogge, que bajó unas horas del barco que le llevó a Europa tras pasar seis años en Asia. Esa imagen en blanco y neցro es el único vestigio gráfico que recuerda a sus descendientes que están estrechamente ligados a la estiba. Son
cuatro generaciones: Antonio, el hijo de Antonio, el hijo de éste, y el hijo de éste: su biznieto, Fernando, que hoy continúa con la saga familiar de estibadores, un colectivo revuelto en estos días como el mar de leva.
Fernando Aragón respira la calma chicha que precede a las tormentas. El Gobierno debe cumplir una
sentencia europea y cambiar la legislación que regula la
manipulación de mercancías en los 46 puertos del Estado. Los estibadores lo interpretan como una pérdida de derechos, porque lo que Europa exige es que
el sector deje de ser el único sin libertad de contratación, y que las empresas dejen de contratar exclusivamente a los estibadores que formen parte de las
Sociedades de Gestión de Trabajadores Portuarios (Sagep). Fomento ha demorado la aprobación del decreto ley por falta de apoyos políticos, y la anunciada huelga se ha suspendido. De producirse, dejaría pérdidas millonarias en el tráfico portuario, que logró el pasado año batir récords dentro de un sector que ha resistido, creciendo, los años de crisis.
Estos días Fernando ha visto que las
empresas de tras*porte marítimo han incrementado los amarres, como dándose prisa por la calma chicha. Están trabajando a destajo e incluso falta gente, que la empresa cubre con los eventuales de la bolsa de trabajo. La última huelga fue en
2003, cuando España secundó paros a nivel europeo. En el Puerto de Cádiz se llevó por delante a
123 estibadores. En los 80, existían 800. Hoy,
los portuarios, como se llaman a sí mismos,
son 48. Y temen que tras el decreto peligren sus empleos. En el caso de los estibadores los sueldos que perciben, y
los puestos que presuntamente pasan de padres a hijos, han sido el ariete para que se haya puesto la mira en ellos. Según la patronal, sus salarios anuales ascienden de media a los
68.000 euros, y según el sumario de un caso judicial presentado por UGT en Valencia, al que tuvo acceso
Crónica, los sueldos del 80 por ciento de la plantilla
superaba los 80.000 euros al año. Pero los sueldos altos en la estiba no son exclusivos de España. En
Estados Unidos los salarios rondan los 100.000 dólares por año.
"Ahora todos me preguntan cuánto gano, pero
nadie me pregunta qué es lo que hago".
Fernando se levanta todos los días, de lunes a domingo, a las 6:50 de la mañana y mira el teléfono. No porque tenga adicción, sino porque la Sagep Estigades cuelga en su aplicación los nombramientos, las adjudicaciones de los turnos que deben realizar en el día. Hay cuatro turnos de seis horas, desde las 8 de la mañana a las 2 de la madrugada, cuando arranca el último. Por convenio, solo pueden trabajar 12 horas seguidas, en dos turnos, y descansan otras 12. Si resulta asignado al turno de mañana, Fernando se va al muelle. Si tiene doble turno y son seguidos no regresará hasta las 9 de la noche. Los domingos "es el único día en el que se podrían hacer planes", porque los nombramientos se cuelgan el sábado. "Hay que estar disponible todo el año excepto en Navidad, el 1 de enero y el 16 de julio", el día de la Virgen del Carmen, la patrona del mar.
Era diseñador gráfico y se quedó en paro. Al muelle
llegó a los 24 años, primero como eventual, pero en 2012 se presentó a la convocatoria, superó el examen y le hicieron indefinido.
Hoy tiene 37, está casado y tiene una hija de siete meses. Reconoce que gana bien, aunque "no llego a las cifras que se dicen. Gano 36.000 euros".
"Es un
trabajo de riesgos, por la probabilidad de accidentes, y la
conciliación familiar no existe. No se puede planificar nada. Mi mujer lo lleva mal, porque pasa mucho tiempo sola". Sus compañeros le dicen que llegue a casa y abrace a su hija, porque los niños crecen rápido. "Cuando llego o está durmiendo, o me toca dormir a mí. No la veo".
Su padre no quería que fuera estibador, sostiene desde el Bajo de la Cabezuela, el muelle de graneles donde hoy le toca trabajar. "No quería ni que pisara el puerto". Asegura que
no entró porque su padre fuera estibador, "sino porque me presenté a las pruebas y las superé", como todos los cursos requeridos para
ir adquiriendo las distintas especialidades de las 21 existentes en la estiba, entre ellas, la de la grúa móvil, "que cuesta tres millones de euros". Un error en el manejo de esta maquinaria de precisión se traduciría en accidentes y pérdidas económicas, desde agujerear el casco de un barco a estropearla, sin olvidar los daños personales, que han disminuido por las medidas de seguridad y la formación.
Su padre,
Fernando Aragón, con 59 años, estibó 39 y está jubilado, al superar los 33 años exigidos. "Mamé desde chico la estiba. Recuerdo que mi padre iba al muelle en bici y yo le llevaba el bocadillo y me gustaba subirme a las máquinas", Su padre, ya fallecido e hijo de
El Bruto, "podía pasarse una semana sin volver a casa del trabajo". Casi cuatro décadas junto a los cantiles del muelle "dan para accidentes laborales mortales, amputaciones, atropellos...
yo estuve a punto de perder un brazo porque me lo atrapé entre la máquina que conducía y la pared. Tuve la sangre fría de parar y dar marcha atrás para liberarme". Lleva a gala haber instruido a la
única mujer estibadora de Cádiz.
Esa mujer es
Susana Bermúdez y lleva
16 años de sus 40 como estibadora. Es la única en la provincia, porque en el otro puerto, el de Algeciras, con 1.600 estibadores, no hay mujeres. Cuando le espetó a su padre, también
portuario, que quería estar en el muelle "me dijo que si estaba loca". Hace seis años que es fija, tras superar la última de las tres convocatorias a las que concurrió.
La única que se atreve...
"No me pusieron pegas para entrar, y ahora soy una más. Eso sí, lo tienes que hacer todo como ellos".
Soportó comentarios machistas que cesaron "en cuanto demostré mi valía y me gané su respeto". Lo difícil no es trajinar con el personal, sino
manejar máquinas que requieren una alta especialización. Es la única estibadora de España que se atreve con las
mafis, potentes cabezas tractoras con la dirección del revés y asiento giratorio, que se utilizan con las bateas y cámaras frigoríficas y que se conducen por dentro de los barcos
ro ro, que tras*portan todo tipo de mercancías a Canarias.
La estiba le ha costado no tener hijos. "Me venía una convocatoria de examen y lo aplazaba, y me venía otra, y también, y hasta hoy. Ahora ya no, teniendo además en cuenta los horarios, que son muy duros.
Ser progenitora aquí es complicado". Su pareja lleva mal sus horarios, pero no queda otra. La anterior no sólo llevaba mal los horarios: no soportaba que fuera la única mujer. Por eso,
"con lo que a mí me ha costado llegar a donde estoy, no quiero perder esto", reflexiona.
También gana unos 36.000 euros anuales. "Los
horarios y la
especialización" son dos argumentos que esgrime para explicar un sueldo que es variable, porque el Puerto de Cádiz es de los pequeños o medianos de España, y no está a la altura de
Algeciras, Barcelona o Valencia en cuanto a tráfico. Por tanto, hay días "en los que no hay estiba". Y también están los accidentes.
"Aquí un accidente no es un rasguño".
Con la cara curtida por trabajo al aire libre,
Juan Pablo Bermúdez Chaves ostenta una categoría superior en la estiba, la de
capataz. A sus 48 años, es el segundo más antiguo de este puerto, solo superado por otro compañero, de 52. Presumiblemente, por cargo, especialización y antigüedad, es de los que más cobra, pero se niega a decir cuánto. "
No voy a entrar en esa guerra ni quiero que se hable de dinero. Lo que está en juego no es eso. Europa no ha hablado de dinero. El sueldo no es un privilegio,
es un salario decente, acorde al peligro y a las condiciones laborales. El privilegio es hacer lo que te gusta sin que te duela renunciar a muchas cosas todos los días". Y estos últimos los vive con rabia. "Lo que se ha dicho es mentira,
no todos cobramos esas cantidades. Los habrá que sí, pero aquí y en otros muchos puertos no. Me duele porque
por primera vez a los estibadores españoles se nos ha mirado con repruebo. El otro día le gritaron a mi hijo que ojalá me cayera una plancha encima". Rotundamente no quiere que su hijo le suceda. "Jamás.
Es una vida muy dura".
En un puerto como el de Cádiz, de tráfico modesto, se cobra entre 1.800 y 2.200 euros netos al mes. "Cuando leí las cifras que dicen me dieron ganas de pedir la diferencia", sostiene Juampi, como le llaman los que le conocen. Con su nómina, y con el desempleo de Cádiz, "muchas familias respiran tranquilas, porque podemos responder para cosas como una hipoteca". En la estiba "
gana quien más trabaje, el que haga turnos dobles, trabaje de noche o festivos". Sostiene que son las empresas "las que obligan a realizar dos turnos por necesidades de producción. Nos adaptamos tanto que nos llaman a cualquier hora. En otros puertos se ciñen a los turnos".
Empezó en el muelle barriendo los restos de carbón por 4.000 pesetas diarias. "Acababa tan tiznado que no me paraban los taxis para volver a casa". Su padre no era estibador y por eso niega que la entrada provenga únicamente por tener un padre del gremio. "Hay de todo, y se da aquí y en todos los sectores", y subraya que "
la mitad de la plantilla no tiene relación familiar con el mar. Accedemos mediante unas pruebas de ingreso que hace una empresa externa con los requisitos que dice la ley: con el carnet de camión, una titulación de grado medio y con 100 jornadas laborales de estiba y desestiba en el último año natural antes de la convocatoria".
Juampi recuerda
el accidente que más le ha impactado en sus años de estiba: un barco harinero escorado, cuya carga atrapó a un compañero. "Completamente llenos de harina, los estibadores se anudaban, codo con codo, para evitar que continuaran cayéndole encima más sacos de harina. El silencio era impresionante. Entre todos sacamos al hombre, donde yo sólo veía un manto blanco de harina, sacos y hombres". Como ahora, los estibadores de España se anudan como uno solo ante ese barco que
amenaza con escorarse en forma de decreto. "Esto es un modo de vida", ultima Juanpi. Confía que la tormenta, ese barco escorado, no arrastre la estiba. Al despedirse, musita el poema de Joan Brossa Nocturno para acordeón: "Heme aquí: yo guardé madera en el muelle. Vosotros no sabéis que es guardar madera en el muelle, pero yo he visto la lluvia a cántaros, sobre los botes...".