era masón, y eso estaba mal visto –el nieto ríe al reconocer que su progenitora y sus tías no querían que se dijese que su padre era masón incluso ya bien entrada la democracia, y por eso, su abuela «purgó» de la biblioteca del notario toda referencia a la masonería, quemando documentos que consideraba que ponían en peligro a la familia.
De cómo acabó siendo masón Blas Infante poco se sabe, aunque tuvo que suceder en algún momento entre 1908 y 1914, fecha en la que escribe el Ideal Andaluz, que comienza precisamente con una «plancha» masónica. También quedan algunas referencias de pertenencia a distintas logias como Isis y Osiris, de rito egipcio, y Fe y Democracia más tarde, e incluso que llegó a ser maestro de la Logia de Perfección Fermín Galán nº 6.
En cualquier caso y a pesar de que los masones introducen sus símbolos de modo que puedan pasar desapercibidos para los no iniciados, Blas Infante recurrió a ellos en muchas ocasiones en su legado público y privado. Así, además de en el Ideal Andaluz, quedan pasajes de inspiración masónica en muchas de sus publicaciones, como Cuentos de Animales, La Dictadura Pedagógica y Reelección.
Su casa de Coria del Río, «felizmente restaurada e infelizmente convertida en un mal museo», es un camino iniciático masónico, un largo pasillo con habitaciones a los lados, puertas especialmente bajas, escayolas que representan las estaciones del año, vírgenes negras con forma de triángulo equilátero y un altar masónico en la biblioteca presidido por una pequeña imagen femenina sobre un pedestal en forma de carnero, entre otros muchos elementos, como capiteles de columnas girados de forma llamativa o una sala, que era el taller de la logia y que se perdió durante la restauración, algo que Estanislao Naranjo lamenta hoy.
De una forma integradora, como bien queda reflejado en el lema «Andalucía por Sí, para España y la Humanidad», donde juega un papel fundamental el uso del término «Humanidad» y que constituye el primero de los elementos con un fuerte componente masónico.
En cuanto al himno, está referido a la era flamenca, época que se inaugura con la oleada turística castellana del valle del Guadalquivir en el siglo XIII. Durante esta oleada turística, los locales son despojados de sus tierras que son entregadas a soldados y órdenes militares, con lo que surge un estrato social de campesinos que para sobrevivir deben arrendar su trabajo a los nuevos propietarios. Son los Felag Mencú, los flamencos, los jornaleros.
Su música es una adaptación del canto morisco del Santo Dios y en sus versos contiene una clara referencia masónica que a los no iniciados parece un «anhelo cultural»: «Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos, hombres de luz que a los hombres, almas de hombres les dimos».
Así, para expresar un deseo de volver a la época en la que Andalucía era un foco de luz, de cultura, en el mundo, hace referencia al principio masónico del iluminado, una persona avanzada en el camino hacia la perfección que sirve de guía a otros.
Así, la administración autonómica habría utilizado basas en las columnas –fundamentales en el simbolismo masónico, con su introducción en el escudo Blas Infante está erigiendo «un templo nuevo, la nueva Andalucía que imagina y desea»– y coronado a Hércules con la piel del León de Nemea en lugar de la tiara de iniciado del original, algo que va contra la simbología que quiso introducir Blas Infante, que quiso alejar la imagen de la fuerza bruta mostrando a los leones mansos y pacíficos, domesticados. «Se rompió el mensaje», lamenta Naranjo Infante.
Hércules representa la dualidad del cielo y el infierno, bajó al averno y regresó liberando a Prometeo y salvando a los hombres, resucitando él mismo como un hombre nuevo, un salvador que en el escudo de Blas Infante lleva una triple diadema como dominador del mundo de la materia, de la mente y del espíritu.