Chispeante
Madmaxista
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Por estilo, por estética, por buen gusto, algo que en este país, si lo tienes y lo ejerces, te pueden correr a pedradas. Yo veo a un tirado rechupeteando un canuto arrugado, con la voz gangosa y despanzurrado en el sofá, entre una neblina tóxica, riéndose como un demente de vete tu a saber que, y veo a un caballero sentado en un sofá chester, con su copa de brandy, paladeando elegantemente un licor macerado durante décadas, o a una pareja, sentados en la terraza de una cafetería elegante o en el porche de su jardín, saboreando un Ribera del Duero, mientras de fondo suena una Gymnopedie de Satie y los últimos rayos del sol restallan sobre el borde del cristal de las copas y veo la diferencia entre al decadencia y la elegancia, entre la modorra y la corrección, entre la formalidad y el sentido del decoro y lo zarrapastroso. El vino me conecta con una cultura, con una forma de vivir, con una técnica, con Grecia y Roma, con un legado histórico y los porros con jovenlandeses maleantes y perroflautas.
Y si, luego habrá borrachos repulsivos, excrementos sociales, viejos de tasca y chatos, que son el lado oscuro. Pero existe una cara luminosa y culta en la cultura de los licores y las bebidas espirituosas, incluso un malditismo intelectual a lo Bukwoski. Pero los porros, ufff... que vulgar, que poco estético, ahí no hay oportunidades para reivindicarse, no hay forma de defender desde un punto de vista "artístico", elegante, elitista, el fumeteo. Los dos serán y son venenos, pero incluso para envenenarse, es necesario hacerlo con estilo, y los porros, como mínimo, tienen en su feismo, su principal defecto.
Y si, esto no deja de ser una petite boutade,...con un pellizco, o algo más, de verdad.
