El funcionamiento es, a priori, sencillo: los ahorradores ponen su dinero a disposición de estos intermediarios, que lo prestan a otros individuos o empresas sedientas de crédito. Para los primeros, la recompensa era un interés anual de entre el 6% y el 14%, unas ganancias difíciles de ganar actualmente en Bolsa o en el sector inmobiliario e imposibles de lograr en un depósito bancario al uso.