Al hablar de nuestra época como una en la que tenemos el privilegio de acceder a la cultura me refiero sobre todo a lo que ha ido ocurriendo desde finales del s. XIX. A la posibilidad de que tú, o yo, tengamos la posibilidad de saber quién era, por ejemplo, Mozart, o de escuchar su música.Error, señor mío. Debes de ser demasiado joven para soltar esa afirmación sin sonrojarte. Porque eso es cierto ahora, que con un click y una búsqueda podemos tener toda la cultura hecha por milenios a nuestro alcance, aunque a algunos no les guste. Porque antes de aquello, si querías obtener UNA canción que te gustaba y que sonaba machaconamente en la radio tenías que pagar 20 euros por un CD, la cual tenía la que te gustaba, otra pasable y el resto de relleno. Y eso multipliquémoslo por el número de canciones que te gustaba. Con las películas lo mismo, ¿te gustaba una? Tenías dos posibilidades: o el cine cuando la estrenaban o comprarla en VHS primero y DVD después, donde en el segundo caso de 60 euros no te bajaba. Y qué decir de los libros, la de veces que habré buceado por las bibliotecas para buscar ese libro tan necesitado porque comprarlo nuevo costaba 50 euros o más.
"Acceso a la cultura" no es equivalente a "poderse descargar cosas de internet", que es un concepto relativamente nuevo, y propio de una época que confunde "cultura" con "industria cultural" (confusión que nos provocan intencionadamente los promotores de esa "industria cultural").
Y es en parte cierto lo que dices de que ahora los señores son las discográficas, pero yo lo enfocaría desde otro punto de vista. Es cierto, como dices, que cualquier pueblo ha tenido música, porque es una manifestación humana, va con el pack. Y es cierto que durante mucho tiempo el pueblo solo podía acceder a la música popular. Lo que hoy está en manos de las discográficas es la música popular, que en realidad ya no lo es. Ellas deciden qué es lo que tiene que escuchar el pueblo y cuánto tiene que pagar por hacerlo. Se han apropiado de la música popular, que ya no es una manifestación cultural de un pueblo, sino un producto de entretenimiento de una multinacional.
Pero no somos conscientes de que el mero hecho de poder acceder a la música académica, y al arte en general, siendo pueblo llano es un privilegio de nuestra época que nunca se había dado, y que deberíamos esforzarnos más en conservar. Aunque llevamos el camino contrario.