Continúo:
12. LIBERALISMO Y RELIGIÓN
12. 1. Otro hecho que me desconcierta bastante de cierto grupo de liberales es su ligazón con la religión; según el país, protestante, evangélica o católica.
Entiendo, al menos en España, el origen de ese vínculo: las clases altas del Opus eran las que manejaban la pasta, de modo que les interesaban políticas liberales. De todos modos, esta no era más que una contingencia. No teorizaban sobre la íntima relación entre el liberalismo y el cristianismo, sino que les vino dado. Aquellos liberales, en España, eran católicos más bien en la intimidad. No es que negaran su fe religiosa, pero procuraban que no cantara mucho, y hasta se hacían a veces los modernos, haciéndose fotos con afeminados. Por supuesto, era cristianos muy de corazón, pero solo de corazón, porque todos ellos se iban de pilinguis.
Es cierto que el catolicismo y el protestantismo en las pasadas décadas, mucho más indefinidas ideológicamente que ahora, hacían amigos en todas partes: los curas gente de izquierdas en España o la Teología de la Liberación en Letrinoamérica. Luego están los jesuitas, que han recibido palos de todas partes, cuya tradición puede definirse como su poca capacidad de hacer amigos. Este es ya otro tema...
Hasta hace unos lustros, estas extrañas relaciones que han existido entre religión y liberalismo o socialismo parecían más contextuales que doctrinarias, y cada cual las interpretaba a su manera.
Últimamente, con la nueva derecha, liberalismo y cristianismo se presentan como implicados lógicamente el uno al otro. No es posible ser buen liberal si no eres cristiano, y no puedes ser buen cristiano si no eres liberal.
12. 2. Hasta hace no mucho, el liberalismo arrastraba la etiqueta de "inmoral", dado que ciertas corrientes liberales entre los 80 y los 2000 solían defender incluso barbaridades como la prespitación infantil en Tailandia: "Mejor prostituirse que morir de hambre". Para estos liberales, de corriente cocainómana, para quienes el único dios es el dinero, cualquier tras*acción libre era jovenlandesalmente aceptable: el aborto, la prespitación, las drojas, las armas... Si había alguien dispuesto a pagar X a cambio de que otro le ofreciera Y, ¿quién era ningún capillitas para impedírselo? No había límite jovenlandesal válido para el mercado. Esperaban que el mercado, más bien meggcado, definiera una nueva jovenlandesal.
Ahora, sin embargo, por influencia del evangelicalismo americano, la derecha alternativa no puede entenderse sin su conservadurismo cristiano. Si antes la derecha llevaba su fe en la intimidad -y solo en el dormitorio de casa, sin tocar a la esposa-, ahora lleva con bastante orgullo sus creencias.
Personalmente, me parece muy loable que el cristiano ya no se avergüence de ser cristiano; lo que me deja perplejo es esta necesidad de ligar lo uno con lo otro. El discurso liberal ha dejado de ser un alegato teórico por un sistema económico empíricamente más provechoso para la sociedad que el socialismo y se ha convertido en un discurso de buenos y malos: los liberales cristianos contra todo lo demás.
Me congratula que los liberales hayan dejado aquel amoralismo y por fin entiendan que hay unos principios éticos por encima del mercado, pues yo defiendo que un mercado que apisona los valores éticos deja de ser mercado para convertirse en meggcado.
Lo que me extraña es la intolerancia. El liberalismo económico y político se define por su tolerancia. A su pesar, el liberalismo religioso parece que solo acepta límites jovenlandesales al mercado -no al aborto, etc.- siempre y cuando esos valores sean cristianos. Las creencias de los demás no importan: son gente de izquierdas, son progres, son Soros, son cualquier cosa.
Por ejemplo, las creencias de los ecologistas. Es cierto que el ecologismo se ha convertido en un instrumento de las empresas para vender tal o cual energía; pero existen ecologistas sinceros, que abominan de la contaminación, y que no intentan engañar a nadie. Sí, el ecologismo se ha convertido en cierta manera en una religión; pero para ellos, la pureza del medio ambiente es un principio rector. Hay ecologistas liberales que consideran que toda práctica comercial es aceptable mientras no cause daño al medio ambiente, y aun teóricamente defienden que producir daños medioambientales destruirá el mercado en el futuro.
La contradicción surge cuando los liberales modernos machacan a los ecologistas continuamente, acusándolos de ser una secta. Sus valores, dicen, son cosa suya, y no pueden intentar imponerlos por encima del mercado (en este caso, meggcado). Es decir, piden para ellos lo que no ofrecen a los demás.
El ínclite don Lorenzo Ramírez llegó a afirmar sin despeinarse y con el gracejo que le caracteriza en el Despegamos: "Si se tiene que contaminar, pues que se contamine". Sus valores cristianos deben poner coto al mercado, ¿pero no los valores de los ecologistas?
Un liberalismo, es decir, el que se toma en serio el liberalismo político, que cree en la libertad, los intereses, creencias, decisiones de los individuos AUNQUE ESTÉN EQUIVOCADOS, no puede abrazar unos principios jovenlandesales y reprochar a los demás que tengan otros distintos.