La carrera (grado) de Igualdad

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19 Oct 2007
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Leo que una universidad pública se dispone a expedir una graduación en Igualdad a quienes, durante cuatro años, cursen una carrera que «formará profesionales que vigilen el cumplimiento de la Ley de Igualdad, de la misma manera que ocurre con la Ley de Dependencia o como ya sucedió con las relaciones laborales», según explican fuentes universitarias. Las mismas fuentes, para evitar que algún suspicaz asocie la creación de esta sedicente carrera a las consignas que la doctoresa en Igualdad Bibiana Aído evacua desde su ministerio, aseguran que la graduación en Igualdad «se ajustará a las exigencias» del Plan de Bolonia y que «se construye al amparo de la política de la Comunidad de Madrid»; a lo cual, en román paladino, se lo llama salir de Málaga para entrar en Malagón. Pues unos estudios que se «ajustan a las exigencias» de un plan diseñado por políticos y se «construyen al amparo» de las directrices de otros políticos tienen que ser, necesariamente, un instrumento político; esto es, justo lo contrario de lo que tendrían que ser unos estudios universitarios. Pues la misión de una Universidad digna de tal nombre es enseñar una ciencia; o, mejor dicho, todas las ciencias armadas en sabiduría.

Así nacieron las universidades, con el propósito de juntar en su claustro a quienes –maestros– estaban enamorados de la sabiduría, para protegerlos de la fiscalización política y promover verdaderas vocaciones intelectuales entre sus discípulos, mediante la tras*misión de su ciencia. Pero aquel propósito originario ha poco equilibrado hasta el extremo de que hoy una universidad es justamente lo contrario: a saber, un apéndice o negociado de la política, fiscalizado por el poder establecido, donde los sabios han sido sustituidos por ‘técnicos’ que no tras*miten ciencia alguna, sino que proveen de títulos a una avalancha de alumnos (nunca más discípulos, pues no hay discípulos donde no hay maestros que tras*mitan su ciencia) que reclaman «puestos de trabajo». Así se ha llegado al fenómeno pavoroso de la falsificación de la ciencia, que permite que una universidad forme «profesionales que vigilen el cumplimiento de la Ley de Igualdad», o de cualquier otra ley adventicia, producto de la conveniencia de cada coyuntura política, a la vez que dimite de formar personas letradas en historia del arte o en lengua latina. Donde se demuestra que la Universidad se ha convertido en un edificio de humo, que trata de edificar cúpulas donde faltan las paredes o los cimientos; aunque, eso sí, escrupulosamente atento a las ‘exigencias’ del poder establecido, a cuyo amparo ‘construye’ sus estudios.

Si las universidades estuvieran sanas no necesitarían «graduar en igualdad»; pues serían, precisamente, la expresión suma de la vigencia del principio –no adulterado– de igualdad, que Cervantes definió mejor que nadie: «Sábete, Sancho –le dice el hidalgo manchego a su escudero–, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro». Pues, en efecto, todas las personas son iguales en origen, titulares de la misma dignidad, de los mismos derechos y obligaciones; y corresponde al poder establecido que tal igualdad sea efectiva, de tal modo que las personas –independientemente de cuál sea su sesso, raza o credo– puedan hacerse valer en igualdad de condiciones. Y en este ‘hacerse valer’ es donde se completa el principio –no adulterado– de igualdad; pues las personas, que en origen son iguales, alcanzan luego, haciendo valer sus méritos y su esfuerzo personal, logros distintos. No hay igualdad verdadera si quien hace más que otro no es más que otro; y la Universidad tendría que ser el ámbito donde tal principio de igualdad resplandeciese, premiando a quienes por su esfuerzo y méritos personales lo merecen. Pero la igualdad adulterada de nuestra época pretende que seamos iguales no en atención a lo que hacemos, no en atención a nuestro valor propio, sino en atención a ‘cuotas’ y ‘paridades’ que no son sino la expresión máxima de desigualdad, pues supeditan los méritos personales a condicionantes previos, que ahora cifran en nuestras gónadas y mañana tal vez en el tonalidad de nuestra piel o en la religión que profesamos. Que la Universidad haya dimitido de aquel consejo cervantino explica su decadencia; que, además, se dedique a enseñar lo contrario, expidiendo títulos a quienes vigilan que tal consejo no se aplique, demuestra que es un organismo extenuado, al servicio de las exigencias del poder que ‘construye’; esto es, del poder convertido en ingeniero social.


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La universidad esta salvada.
 
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Carrera de Igualdad y con una duración de cuatro años. Esto es lo que plantea crear la Universidad Rey Juan Carlos para formar a personal que aplique la Ley de Igualdad. Primero fue la creación de un Ministerio, de dudosa eficacia, y ahora pretenden que con este Grado se apliquen sus preceptos.

Igualdad parece estar de moda en las instituciones. Primero crearon un Ministerio, de dudosa eficacia, una normativa que garantizase esta supuesta igualdad por ley y ahora la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid ha solicitado un titulo de Grado, lo que corresponde a cuatro años de estudios, para que los alumnos sepan aplicar la ley.

En este sentido, el objetivo de este Grado sería "tratar de formar profesionales que vigilen el cumplimiento de la Ley de Igualdad, de la misma manera que ocurre con la Ley de Dependencia o como ya sucedió con las relaciones laborales", dijo un portavoz de la Universidad.

La formación iría destinada al ámbito jurídico, si bien la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca) "ha puesto objeciones porque entiende que es demasiado jurídica y se solapa con Derecho. La Agencia quiere un título más social y nos ha pedido una mayor definición del título", dice el portavoz universitario.

La Universidad justifica la creación de este título asegurando que "se ha diseñado a iniciativa de un Instituto de Derecho Público de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales y pueden encontrar un parangón en los estudios de riesgos laborales".

Además, aseguran que la propuesta de la URJC "no es feminista" ni está impregnada por la ideología de género que prima en el Ministerio de Bibiana Aído. "Se construye al amparo de la política de la Comunidad de Madrid acerca del papel de la mujer en la sociedad".

Una universidad pretende crear la carrera de Igualdad - Libertad Digital



A disfrutar.

Jeje, así me gusta, eficiencia...;)
La crítica no iba dirigida a ti, ni muchísimo menos, sino al autor de la opinión original, autor que, por cierto, olvidó mencionar la respuesta de la ANECA...
 
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