Avispa
Madmaxista
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Quien dice Forocoches dice Burbuja.info.
Juana y Las Ramblas, neomachismo supremacista blanco en el Estado español y el papel de las izquierdas
Rocío Medina reflexiona sobre la importancia de enriquecer la nueva política con ideas y personas fiel a la religión del amoras, feministas, afros, LGTBI, etnianas, antiracistas…”O parte de lo que pase, también será responsabilidad nuestra”.
23 Agosto 2017 Rocío Medina Martín* //
Cuando el caso de Juana saltó a la arena mediática muchas personas apuntaban en redes sociales su sorpresa ante las imágenes y comentarios machistas que llegaban a incitar al repruebo contra ella, señalada como una mujer “llorona” y “mentirosa” (manipuladora) y, según su ex pareja, a quien “le gustaba mucho la fiesta” (de dudosa reputación jovenlandesal).
Él es el maltratador sentenciado, pero Juana es convertida en “mala progenitora”: la perfecta inversión del discurso.
A estas alturas ya es un caso político donde nos jugamos el imaginario futuro sobre los feminismos y las violencias machistas, pero no sólo eso.
Tras lo ocurrido en Barcelona, de nuevo, nuestra sociedad democrática se asombra por la gran cantidad de comentarios islamófobos y racistas. Al igual que en el caso de Juana se invierte el discurso: la comunidad fiel a la religión del amora pasa de ser la más atropellada por el terrorismo yihadista a nivel planetario, a convertirse en el terrorismo yihadista en sí mismo. Las personas refugiadas que huyen de esta violencia indiscriminada* son los propios terroristas. A estas alturas, no cabe duda del riesgo real que corren hoy en nuestro país las personas fiel a la religión del amoras. Además, hay que considerar que esta amenaza sea el preludio de lo que esté por venir contra otros grupos sociales. El mundo al revés, que diría el “Sub” Marcos.
El neofascismo asoma la cabeza en el Estado español ocupando parte del espacio público, mediático e institucional, y se articula en discursos neomachistas e islamófobos, conjuntamente. Una sobredosis en vena de “neolengua” y “posverdad” que impone a las izquierdas antiguos –pero renovados- retos históricos.
A nadie se le escapa lo que tenemos delante, pero me parece importante hacer un zoom sobre las articulaciones ideológicas, políticas y fácticas que existen entre la reacción neomachista al caso de Juana, incluidas la judicial e institucional, y la reacción racista e islamófoba ante la masacre de Barcelona. Contextualizar y abordar estos temas conjuntamente puede ayudarnos a diagnosticar mejor lo que ocurre.
En el contexto político hegemónico hemos pasado de una etapa en la cual ser feminista o antirracista tenía “buena prensa”, a un momento actual donde se persigue a la “ideología de género” y a la comunidad fiel a la religión del amora.
Trump es el icono de este salto sobre el que se rearticula la matriz del poder global, pero no lo explica en su totalidad. Varias décadas de ofensivas neoliberales, con el apoyo socialdemócrata, tienen una importante responsabilidad en que Trump esté donde está.
En la primera década del siglo XXI, Bush ya justificaba las intervenciones militares para salvar a las mujeres fiel a la religión del amoras de la barbarie de “sus salvajes hombres religiosos”. Desde entonces, la “islamofobia de género” se ha convertido en una pieza discursiva indispensable para las nuevas formas de colonialidad global, armadas o no. A finales de la misma década, sesso en Nueva York se convertía en el símbolo cultural del empoderamiento femenino blanco y neoliberal. En esta línea, en los últimos años, Hillary y Obama se declaraban abiertamente feministas. Zillah Eisenstein y Nancy Fraser analizan magistralmente este juego de alianzas perversas para explicar “la democracia imperial” de Bush una, y “el neoliberalismo progresista” de Clinton y Obama la otra, bajo la contundente crítica al feminismo eurocéntrico de las feministas negras, chicanas, autónomas y latinoamericanas.
A día de hoy, la inversión del discurso ha tras*formado los feminismos en una denostada “ideología de género”, eje clave en la rearticulación de la matriz global de poder.
Entre muchos otros ejemplos, tras el impeachment a Rousseff, los diputados conservadores prometieron su cargo en nombre de la familia (en contra de la perniciosa ideología de género).
Cuando se pedía el “NO” para los Acuerdos de Paz en Colombia, se alegaba que el acuerdo contenía ideología de género porque otorgaba supuestos privilegios a los colectivos LGTBI. Cuando pilinguin ha despenalizado las violencias contra las mujeres, o cuando en Polonia o España intentaron prohibir el aborto, el argumento también fue combatir la ideología de género. Texas acaba de obligar a las mujeres a pagar un seguro médico para los casos de aborto, incluso si hay violación.
La islamofobia es otro eje clave en esta situación política. La justicia europea ha avalado que las empresas prohíban el uso del velo a las trabajadoras fiel a la religión del amoras. En la década de los noventa Samuel P. Huntington presentó su “Choque de Civilizaciones”. Desde entonces, la criminalización de la diferencia cultural (a menudo avalada por el feminismo eurocéntrico) y el racismo culturalista, no han parado de aumentar.
El 11-S dio el espaldarazo definitivo a la cacería global de “terroristas” que justificaba una nueva era de expolio de tierras, cuerpos y vidas, con sus consecuentes flujos de población. La foto de la playa de Niza en agosto de 2016 donde una mujer con burkini es apuntada por varios policías para que se lo quite, evidencia esta nueva era política global.
En resumen, esta rearticulación reaccionaria del modelo de poder está basada en una revolución regresiva del sistema sesso-género y del imaginario antirracista que resitúa al hombre blanco en la cúspide.
En este contexto capitalista, este hombre blanco es identificado con el obrero medio o precario que conforma la mayoría electoral. La revolución neoconservadora consigue así su objetivo, compensa la pérdida de derechos del obrero blanco con neomachismo e islamofobia, si aplicamos a este ámbito “los procesos de emasculación” de la antropóloga feminista Rita Laura Segato.
Así, esta nueva masculinidad blanca y hegemónica ejerce dominio simbólico, legal e institucional sobre las mujeres y sobre las personas racializadas; lo que hace de las mujeres fiel a la religión del amoras, como en el ejemplo de la portadora del burkini, una diana simbólica perfecta.
En el caso español, no es casual que la extrema derecha haya salido a la calle enarbolando el neomachismo contra las leyes LGTBI y los menores tras*; el bus del repruebo, ahora avioneta, y los colectivos pro custodia compartida impuesta contra Juana son muestra de ello.
Ya desde antes comenzaron a criminalizar a las feministas en casos como el del shishi Insumiso, el de los carteles contra las “feminista radicals” a las puertas de los juzgados de violencia o alentando la negación del feminicidio.
No hace mucho que neonazis atacaban a palos el Orgullo en Murcia ante la indiferencia policial, y justo este fin de semana Hogar Social atacaba la mezquita del Albaicín en Granada, en el derroche de islamofobia de estos días.
En los avances alcanzados sobre el sistema sesso-género, los menores tras* son el eslabón más débil en la concienciación social, y las derechas lo saben. También saben que la “mala progenitora” en la que han convertido a Juana, compacta su discurso contra la “ideología de género”.
Los think tanks neoconservadores y sus manadas reaccionarias, más o menos intelectualizadas, están organizados en redes globales neomachistas y de supremacismo blanco. El dilema está servido para las izquierdas en el Estado español: ¿visibilizar, reconocer y combatir la existencia de estas redes neomachistas e islamófobas es otorgarles un sitio en el tablero político y, por tanto, poder de enunciación?
Aunque esta pregunta es lógica y necesaria, en realidad no me parece muy bien formulada.
En mi opinión, la cuestión de fondo no es si las izquierdas deben confrontar o no a las extremas derechas, ya no hay elección posible.
El meollo de la cuestión es desde dónde, bajo qué relatos, discursos y argumentos se va a hacer esto. Aún más, si los hay o no en las izquierdas, más allá de la retórica antifascista del siglo XX.
La probable detención de Juana -en tanto que violencia machista institucional-, y la oleada de racismo violento que se ha despertado tras los atentados en Cataluña van a necesitar un bisturí político lo bastante fino que atine a politizar con profundidad estas situaciones, a la vez que se hace pedagogía política en una sociedad donde se sigue demonizando al feminismo y al Islam.
En este punto tenemos que valorar si las izquierdas españolas siguen siendo aún demasiado rígidas en sus epistemologías, teorías y prácticas políticas. O demasiado conservadoras como para reconocer que el eje de clase en el análisis y la práctica política, por sí solo, no integra el mínimo necesario para, por un lado, confrontar por separado las matrices ideológicas del neomachismo y de la islamofobia, y, por otro, actuar ante fenómenos que imbrican capitalismo, neomachismo y racismo islamófobo.
Mientras sigamos considerando que las estructuras de dominación como el racismo y el patriarcado son fruto del capitalismo, y no sus elementos co-constitutivos, como explican Quijano o Lugones*, la extrema derecha nos llevará ventaja y meterá su cabeza por los flancos que las izquierdas están subalternizando y descuidando (salvo excepciones como el caso, precisamente, del gobierno local en Barcelona).
La construcción del voto neomachista, en las narices de las izquierdas, se está sustentando en los discursos racistas y de denuncias falsas, de custodia compartida impuesta, de negación del feminicidio o de criminalización del movimiento feminista y LGTBI, todos temas claves del pensamiento político feminista crítico que siguen sin ser incorporados con rigor a las teorías y prácticas por las izquierdas. La evolución neoconservadora en su manifestación fascista también está cuajando en el Estado español tras*versalizando discursos neomachistas e islamófobos, especialmente entre hombres jóvenes blancos precarizados a quienes no llega ni llegará el discurso del emprendimiento, pero que sí reciben poder social real sobre mujeres y sujetos racializados.
Debemos prestar una especial atención al preocupante resurgimiento de lo que Silvia Federici denomina el arquetipo femenino de la bruja/fruta/mala progenitora. En sus tesis, la autora explica cómo la Caza de Brujas, fenómeno político que quemó vivas a millones de mujeres durante varios siglos, se sustentó en este arquetipo y fue parte necesaria de la construcción de la masculinidad hegemónica y del nacimiento del capitalismo, ya que la obligada domesticación de las mujeres liberó al obrero de las tareas domésticas y de cuidados.
Hace un tiempo que colectivos neomachistas salen a la calle con el siguiente lema: “Basta ya de juguetonas, ladronas y sinvergüenzas”, pero hoy es Forocoches uno de los espacios virtuales fundamentales para comprender la gramática de la violencia neomachista bajo dicho arquetipo. Los vínculos entre el resurgimiento del neofascismo, el feminicidio y el reforzamiento de nuevas masculinidades hegemónicas han sido estudiados en profundidad por el pensamiento político feminista, y tienen mucho que aportar al análisis político actual.
Del mismo modo, toda la tradición de pensamiento anticolonial y descolonial feminista y antirracista que aglutina análisis semióticos y de la economía política, también es una herramienta útil para repensar de manera compleja lo que se avecina.
Sin embargo, quizás porque las izquierdas tradicionales nunca lo hicieron, la nueva política tampoco está incorporando con seriedad cuadros políticos y técnicos feministas, antirracistas o descoloniales, a pesar del panorama.
Cuando digo “seriedad” me refiero a mantener una apuesta política rigurosa por construir equipos de análisis y técnicas multidisciplinares que, provenientes de diversos ámbitos activistas y científicos, elaboren discursos y programas políticos a la altura del riesgo histórico que vivimos.
Me refiero también, como hicieran los sindicatos en plena tras*ición en el ámbito laboral, a construir redes de autodefensa legal en el marco de las violencias machistas y los delitos de repruebo que consigan desbordar a unas instituciones en manos nada limpias. Que sea Susana Díaz quien ofrezca apoyo legal a Juana Rivas dice mucho del desahucio político y legal en el que se están dejando estos temas.
Las derechas hace tiempo que descubrieron el talón de Aquiles de las izquierdas: no reconocer sus dificultades con los análisis de género y con la diversidad cultural, su propio eurocentrismo patriarcal y racista. Como evidenció G. Lakoff, hemos sido derrotados y derrotadas en el orden del discurso, y no es muy difícil encontrar hombres y mujeres tradicionalmente identificados con las izquierdas, que a día de hoy son neomachistas e islamófobos. Y este problema no es del pueblo, es el límite de las propias izquierdas.
En última instancia, este texto propone una redistribución del poder político y epistémico en el mismo seno de las izquierdas, moverse del sitio para poder ver a las extremas derechas desde otros ángulos, trascender los esquemas binarios del poder y, por supuesto, generar una economía política en el seno de los partidos coherente con todo esto.
No podemos permitirnos volver a repetir la historia del desprecio epistémico de las izquierdas tradicionales a otras tradiciones y prácticas de emancipación, como ya ocurriese con los feminismos o el antirracismo. Enriquezcamos ya la nueva política con los imaginarios y personas activistas, técnicas e intelectuales críticas fiel a la religión del amoras, feministas, afros, LGTBI, etnianas y/o antirracistas, entre otros muchos perfiles diversos. O parte de lo que pase, también será responsabilidad nuestra.
*Rocío Medina Martín es profesora de Filosofía del Derecho de la Universidad Pablo Olavide (Sevilla) y Secretaria de Feminismos, Igualdad y LGTBI de Podemos Andalucía.
Nota post-edición: Al día de elaborar este artículo, el exministro y antiguo diputado del PP, Jaime Mayor Oreja, realizaba una entrevista de El Español, relacionando la lucha contra el yihadismo con la recuperación de los valores cristianos sobre la familia y el matrimonio:
“Los que dicen que quieren crear un nuevo orden mundial, lo que tratan es de destruir los valores cristianos que han constituido los cimientos de la civilización occidental. Ahí se abre una grieta, los terroristas ven esa falta de valores compartidos y deciden pasar al ataque para ahondar en nuestra crisis. Por eso lo urgente no es decidir qué medidas policiales hay que adoptar, que también hay que hacerlo, sino definir qué proyecto político y social puede cohesionar a los europeos”, asegura. “A menos valores compartidos en la sociedad occidental habrá más terrorismo yihadista“, añade más adelante. Preguntado por el entrevistador “¿Cómo se pueden extender o recuperar esos valores?”y “¿A quién responsabiliza de su destrucción?”, Mayor Oreja responde literalmente: “No tratando de reemplazar valores como la vida, la familia, el matrimonio… Eso lo que va produciendo, en mi opinión, es una distancia, un abismo. Y qué duda cabe que hay más responsabilidad entre aquellos que quieren destruir esos valores que entre quienes quieren mantenerlos. Hoy es una lucha, en términos democráticos, entre David y Goliat”.
**************************
Doy fe de que lo que dice esta profesora de Filosofía del Derecho es verdad.
Juana y Las Ramblas, neomachismo supremacista blanco en el Estado español y el papel de las izquierdas
Rocío Medina reflexiona sobre la importancia de enriquecer la nueva política con ideas y personas fiel a la religión del amoras, feministas, afros, LGTBI, etnianas, antiracistas…”O parte de lo que pase, también será responsabilidad nuestra”.
23 Agosto 2017 Rocío Medina Martín* //
Cuando el caso de Juana saltó a la arena mediática muchas personas apuntaban en redes sociales su sorpresa ante las imágenes y comentarios machistas que llegaban a incitar al repruebo contra ella, señalada como una mujer “llorona” y “mentirosa” (manipuladora) y, según su ex pareja, a quien “le gustaba mucho la fiesta” (de dudosa reputación jovenlandesal).
Él es el maltratador sentenciado, pero Juana es convertida en “mala progenitora”: la perfecta inversión del discurso.
A estas alturas ya es un caso político donde nos jugamos el imaginario futuro sobre los feminismos y las violencias machistas, pero no sólo eso.
Tras lo ocurrido en Barcelona, de nuevo, nuestra sociedad democrática se asombra por la gran cantidad de comentarios islamófobos y racistas. Al igual que en el caso de Juana se invierte el discurso: la comunidad fiel a la religión del amora pasa de ser la más atropellada por el terrorismo yihadista a nivel planetario, a convertirse en el terrorismo yihadista en sí mismo. Las personas refugiadas que huyen de esta violencia indiscriminada* son los propios terroristas. A estas alturas, no cabe duda del riesgo real que corren hoy en nuestro país las personas fiel a la religión del amoras. Además, hay que considerar que esta amenaza sea el preludio de lo que esté por venir contra otros grupos sociales. El mundo al revés, que diría el “Sub” Marcos.
El neofascismo asoma la cabeza en el Estado español ocupando parte del espacio público, mediático e institucional, y se articula en discursos neomachistas e islamófobos, conjuntamente. Una sobredosis en vena de “neolengua” y “posverdad” que impone a las izquierdas antiguos –pero renovados- retos históricos.
A nadie se le escapa lo que tenemos delante, pero me parece importante hacer un zoom sobre las articulaciones ideológicas, políticas y fácticas que existen entre la reacción neomachista al caso de Juana, incluidas la judicial e institucional, y la reacción racista e islamófoba ante la masacre de Barcelona. Contextualizar y abordar estos temas conjuntamente puede ayudarnos a diagnosticar mejor lo que ocurre.
En el contexto político hegemónico hemos pasado de una etapa en la cual ser feminista o antirracista tenía “buena prensa”, a un momento actual donde se persigue a la “ideología de género” y a la comunidad fiel a la religión del amora.
Trump es el icono de este salto sobre el que se rearticula la matriz del poder global, pero no lo explica en su totalidad. Varias décadas de ofensivas neoliberales, con el apoyo socialdemócrata, tienen una importante responsabilidad en que Trump esté donde está.
En la primera década del siglo XXI, Bush ya justificaba las intervenciones militares para salvar a las mujeres fiel a la religión del amoras de la barbarie de “sus salvajes hombres religiosos”. Desde entonces, la “islamofobia de género” se ha convertido en una pieza discursiva indispensable para las nuevas formas de colonialidad global, armadas o no. A finales de la misma década, sesso en Nueva York se convertía en el símbolo cultural del empoderamiento femenino blanco y neoliberal. En esta línea, en los últimos años, Hillary y Obama se declaraban abiertamente feministas. Zillah Eisenstein y Nancy Fraser analizan magistralmente este juego de alianzas perversas para explicar “la democracia imperial” de Bush una, y “el neoliberalismo progresista” de Clinton y Obama la otra, bajo la contundente crítica al feminismo eurocéntrico de las feministas negras, chicanas, autónomas y latinoamericanas.
A día de hoy, la inversión del discurso ha tras*formado los feminismos en una denostada “ideología de género”, eje clave en la rearticulación de la matriz global de poder.
Entre muchos otros ejemplos, tras el impeachment a Rousseff, los diputados conservadores prometieron su cargo en nombre de la familia (en contra de la perniciosa ideología de género).
Cuando se pedía el “NO” para los Acuerdos de Paz en Colombia, se alegaba que el acuerdo contenía ideología de género porque otorgaba supuestos privilegios a los colectivos LGTBI. Cuando pilinguin ha despenalizado las violencias contra las mujeres, o cuando en Polonia o España intentaron prohibir el aborto, el argumento también fue combatir la ideología de género. Texas acaba de obligar a las mujeres a pagar un seguro médico para los casos de aborto, incluso si hay violación.
La islamofobia es otro eje clave en esta situación política. La justicia europea ha avalado que las empresas prohíban el uso del velo a las trabajadoras fiel a la religión del amoras. En la década de los noventa Samuel P. Huntington presentó su “Choque de Civilizaciones”. Desde entonces, la criminalización de la diferencia cultural (a menudo avalada por el feminismo eurocéntrico) y el racismo culturalista, no han parado de aumentar.
El 11-S dio el espaldarazo definitivo a la cacería global de “terroristas” que justificaba una nueva era de expolio de tierras, cuerpos y vidas, con sus consecuentes flujos de población. La foto de la playa de Niza en agosto de 2016 donde una mujer con burkini es apuntada por varios policías para que se lo quite, evidencia esta nueva era política global.
En resumen, esta rearticulación reaccionaria del modelo de poder está basada en una revolución regresiva del sistema sesso-género y del imaginario antirracista que resitúa al hombre blanco en la cúspide.
En este contexto capitalista, este hombre blanco es identificado con el obrero medio o precario que conforma la mayoría electoral. La revolución neoconservadora consigue así su objetivo, compensa la pérdida de derechos del obrero blanco con neomachismo e islamofobia, si aplicamos a este ámbito “los procesos de emasculación” de la antropóloga feminista Rita Laura Segato.
Así, esta nueva masculinidad blanca y hegemónica ejerce dominio simbólico, legal e institucional sobre las mujeres y sobre las personas racializadas; lo que hace de las mujeres fiel a la religión del amoras, como en el ejemplo de la portadora del burkini, una diana simbólica perfecta.
En el caso español, no es casual que la extrema derecha haya salido a la calle enarbolando el neomachismo contra las leyes LGTBI y los menores tras*; el bus del repruebo, ahora avioneta, y los colectivos pro custodia compartida impuesta contra Juana son muestra de ello.
Ya desde antes comenzaron a criminalizar a las feministas en casos como el del shishi Insumiso, el de los carteles contra las “feminista radicals” a las puertas de los juzgados de violencia o alentando la negación del feminicidio.
No hace mucho que neonazis atacaban a palos el Orgullo en Murcia ante la indiferencia policial, y justo este fin de semana Hogar Social atacaba la mezquita del Albaicín en Granada, en el derroche de islamofobia de estos días.
En los avances alcanzados sobre el sistema sesso-género, los menores tras* son el eslabón más débil en la concienciación social, y las derechas lo saben. También saben que la “mala progenitora” en la que han convertido a Juana, compacta su discurso contra la “ideología de género”.
Los think tanks neoconservadores y sus manadas reaccionarias, más o menos intelectualizadas, están organizados en redes globales neomachistas y de supremacismo blanco. El dilema está servido para las izquierdas en el Estado español: ¿visibilizar, reconocer y combatir la existencia de estas redes neomachistas e islamófobas es otorgarles un sitio en el tablero político y, por tanto, poder de enunciación?
Aunque esta pregunta es lógica y necesaria, en realidad no me parece muy bien formulada.
En mi opinión, la cuestión de fondo no es si las izquierdas deben confrontar o no a las extremas derechas, ya no hay elección posible.
El meollo de la cuestión es desde dónde, bajo qué relatos, discursos y argumentos se va a hacer esto. Aún más, si los hay o no en las izquierdas, más allá de la retórica antifascista del siglo XX.
La probable detención de Juana -en tanto que violencia machista institucional-, y la oleada de racismo violento que se ha despertado tras los atentados en Cataluña van a necesitar un bisturí político lo bastante fino que atine a politizar con profundidad estas situaciones, a la vez que se hace pedagogía política en una sociedad donde se sigue demonizando al feminismo y al Islam.
En este punto tenemos que valorar si las izquierdas españolas siguen siendo aún demasiado rígidas en sus epistemologías, teorías y prácticas políticas. O demasiado conservadoras como para reconocer que el eje de clase en el análisis y la práctica política, por sí solo, no integra el mínimo necesario para, por un lado, confrontar por separado las matrices ideológicas del neomachismo y de la islamofobia, y, por otro, actuar ante fenómenos que imbrican capitalismo, neomachismo y racismo islamófobo.
Mientras sigamos considerando que las estructuras de dominación como el racismo y el patriarcado son fruto del capitalismo, y no sus elementos co-constitutivos, como explican Quijano o Lugones*, la extrema derecha nos llevará ventaja y meterá su cabeza por los flancos que las izquierdas están subalternizando y descuidando (salvo excepciones como el caso, precisamente, del gobierno local en Barcelona).
La construcción del voto neomachista, en las narices de las izquierdas, se está sustentando en los discursos racistas y de denuncias falsas, de custodia compartida impuesta, de negación del feminicidio o de criminalización del movimiento feminista y LGTBI, todos temas claves del pensamiento político feminista crítico que siguen sin ser incorporados con rigor a las teorías y prácticas por las izquierdas. La evolución neoconservadora en su manifestación fascista también está cuajando en el Estado español tras*versalizando discursos neomachistas e islamófobos, especialmente entre hombres jóvenes blancos precarizados a quienes no llega ni llegará el discurso del emprendimiento, pero que sí reciben poder social real sobre mujeres y sujetos racializados.
Debemos prestar una especial atención al preocupante resurgimiento de lo que Silvia Federici denomina el arquetipo femenino de la bruja/fruta/mala progenitora. En sus tesis, la autora explica cómo la Caza de Brujas, fenómeno político que quemó vivas a millones de mujeres durante varios siglos, se sustentó en este arquetipo y fue parte necesaria de la construcción de la masculinidad hegemónica y del nacimiento del capitalismo, ya que la obligada domesticación de las mujeres liberó al obrero de las tareas domésticas y de cuidados.
Hace un tiempo que colectivos neomachistas salen a la calle con el siguiente lema: “Basta ya de juguetonas, ladronas y sinvergüenzas”, pero hoy es Forocoches uno de los espacios virtuales fundamentales para comprender la gramática de la violencia neomachista bajo dicho arquetipo. Los vínculos entre el resurgimiento del neofascismo, el feminicidio y el reforzamiento de nuevas masculinidades hegemónicas han sido estudiados en profundidad por el pensamiento político feminista, y tienen mucho que aportar al análisis político actual.
Del mismo modo, toda la tradición de pensamiento anticolonial y descolonial feminista y antirracista que aglutina análisis semióticos y de la economía política, también es una herramienta útil para repensar de manera compleja lo que se avecina.
Sin embargo, quizás porque las izquierdas tradicionales nunca lo hicieron, la nueva política tampoco está incorporando con seriedad cuadros políticos y técnicos feministas, antirracistas o descoloniales, a pesar del panorama.
Cuando digo “seriedad” me refiero a mantener una apuesta política rigurosa por construir equipos de análisis y técnicas multidisciplinares que, provenientes de diversos ámbitos activistas y científicos, elaboren discursos y programas políticos a la altura del riesgo histórico que vivimos.
Me refiero también, como hicieran los sindicatos en plena tras*ición en el ámbito laboral, a construir redes de autodefensa legal en el marco de las violencias machistas y los delitos de repruebo que consigan desbordar a unas instituciones en manos nada limpias. Que sea Susana Díaz quien ofrezca apoyo legal a Juana Rivas dice mucho del desahucio político y legal en el que se están dejando estos temas.
Las derechas hace tiempo que descubrieron el talón de Aquiles de las izquierdas: no reconocer sus dificultades con los análisis de género y con la diversidad cultural, su propio eurocentrismo patriarcal y racista. Como evidenció G. Lakoff, hemos sido derrotados y derrotadas en el orden del discurso, y no es muy difícil encontrar hombres y mujeres tradicionalmente identificados con las izquierdas, que a día de hoy son neomachistas e islamófobos. Y este problema no es del pueblo, es el límite de las propias izquierdas.
En última instancia, este texto propone una redistribución del poder político y epistémico en el mismo seno de las izquierdas, moverse del sitio para poder ver a las extremas derechas desde otros ángulos, trascender los esquemas binarios del poder y, por supuesto, generar una economía política en el seno de los partidos coherente con todo esto.
No podemos permitirnos volver a repetir la historia del desprecio epistémico de las izquierdas tradicionales a otras tradiciones y prácticas de emancipación, como ya ocurriese con los feminismos o el antirracismo. Enriquezcamos ya la nueva política con los imaginarios y personas activistas, técnicas e intelectuales críticas fiel a la religión del amoras, feministas, afros, LGTBI, etnianas y/o antirracistas, entre otros muchos perfiles diversos. O parte de lo que pase, también será responsabilidad nuestra.
*Rocío Medina Martín es profesora de Filosofía del Derecho de la Universidad Pablo Olavide (Sevilla) y Secretaria de Feminismos, Igualdad y LGTBI de Podemos Andalucía.
Nota post-edición: Al día de elaborar este artículo, el exministro y antiguo diputado del PP, Jaime Mayor Oreja, realizaba una entrevista de El Español, relacionando la lucha contra el yihadismo con la recuperación de los valores cristianos sobre la familia y el matrimonio:
“Los que dicen que quieren crear un nuevo orden mundial, lo que tratan es de destruir los valores cristianos que han constituido los cimientos de la civilización occidental. Ahí se abre una grieta, los terroristas ven esa falta de valores compartidos y deciden pasar al ataque para ahondar en nuestra crisis. Por eso lo urgente no es decidir qué medidas policiales hay que adoptar, que también hay que hacerlo, sino definir qué proyecto político y social puede cohesionar a los europeos”, asegura. “A menos valores compartidos en la sociedad occidental habrá más terrorismo yihadista“, añade más adelante. Preguntado por el entrevistador “¿Cómo se pueden extender o recuperar esos valores?”y “¿A quién responsabiliza de su destrucción?”, Mayor Oreja responde literalmente: “No tratando de reemplazar valores como la vida, la familia, el matrimonio… Eso lo que va produciendo, en mi opinión, es una distancia, un abismo. Y qué duda cabe que hay más responsabilidad entre aquellos que quieren destruir esos valores que entre quienes quieren mantenerlos. Hoy es una lucha, en términos democráticos, entre David y Goliat”.
**************************
Doy fe de que lo que dice esta profesora de Filosofía del Derecho es verdad.