Estamos en el Kali Yuga.
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Con ese sanscritajo -Kaliyuga- aluden los hinduistas a la cuarta y última etapa del actual ciclo de la historia del universo. Tras ella, dicen, todo regresa al origen y arranca, de nuevo, la Edad de Oro.
Impresiona leer lo que los textos sagrados (y, entre ellos, los Vedas) dicen al respeto. Su descripción del Kaliyuga parece una crónica recién escrita acerca de lo que hoy acontece en el mundo.
Es, aseguran, el período de la degradación generalizada que precede a la disolución del universo y a la extinción de la especie humana como paso previo a su posterior refundación y regeneración. El Kaliyuga se caracteriza por el dominio de la mezquindad, la ausencia de espiritualidad y el predominio de todos los pecados capitales. Cunde la idolatría del Becerro de Oro. El hombre se vuelve furibundo lobo para el hombre. Todo es violencia, rapiña, beligerancia, competitividad, trivialidad, despropósito, sucedáneo, vicio, satiricón y economía. Lo virtual (la Red) sustituye a lo real, la discordia a la concordia (los antisistema, los prosistema, los indignados, los manifestantes, los integristas, los terroristas, la izquierda, la derecha), la materia al espíritu (la prima de riesgo, la Bolsa, las preferentes, el fisco, el bingo, los hombres de Adelson, la ingeniería financiera)... Ejerce el mando en ese ciclo la casta de los
shûdra, que surge de los pies de Brahma y genera, asume y esgrime todas las ideologías perversas: fascismo, socialismo, capitalismo, sindicalismo, nacionalismo, monoteísmo...
Durante el Kaliyuga, o Edad de Hierro en la terminología del gnosticismo occidental, el común de los mortales desconoce su verdadera identidad y confunde el yo profundo con las etiquetas del ego.