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ENTREVISTA: OLIVIER BESANCENOT Fundador del Partido Anticapitalista francés
"Pertenezco a una generación llena de dudas y eso no es malo"
ANTONIO JIMÉNEZ BARCA - París - 28/01/2009
Olivier Besancenot se ha convertido en el líder de referencia de la extrema izquierda francesa. La semana que viene creará el Partido Anticapitalista. "Pertenezco a una generación llena de dudas", dice.
A Besancenot hay que entrevistarle en lunes o en martes. El resto de la semana trabaja de cartero, con su bicicleta amarilla de La Poste, en la muy burguesa y rica localidad de Neully-sur-Seine, pegada a París. Cuando va de cartero viste con el chaleco reflectante; cuando va de dirigente político, viste a su estilo: vaqueros normales y una camiseta de color. El pelo corto, la cara redonda, como un Tintín de 35 años. Es alérgico a las fotos y abomina de la política profesional, según dice. "Yo soy cartero; no sé si estaré de cartero toda mi vida. Lo que sí sé es que no estaré en la política toda mi vida", afirma.
Se le encuentra en las pancartas de todas las manifestaciones parisinas, en todas las fábricas en huelga de Francia. Sonríe poco y habla a velocidad meteórica. Es el líder de la Liga Comunista Revolucionaria, un partido marginal de extrema izquierda que Besancenot y sus compañeros van a refundar en un congreso que se celebrará la semana que viene. La Liga se convertirá, aliándose con otras formaciones políticas, en el Partido Anticapitalista.
Y no será tan marginal. Un sondeo elaborado hace dos meses por el instituto Opinión Way revelaba que el 13% de los votantes elegiría a Besancenot en la primera ronda de unas elecciones generales, fuera el que fuera el candidato socialista. El 69% de los simpatizantes de izquierda considera que es un buen líder. El 89% que es simpático, próximo a la gente y valiente.
La derecha le mira de reojo porque sabe que es capaz de sacar a la gente a la calle. Por otro lado lo tolera con una media sonrisa complaciente, ya que su ascensión es resultado de una herida creciente en la izquierda. El Partido Socialista francés (PS) ve que este joven con cara de niño bueno muerde en la tarta de su electorado natural.
El conocido como cartero rojo lo sintetiza así: "Hay espacio a la izquierda de la izquierda; hay movimientos sociales que se desarrollan en la calle que no encuentran respuesta en la izquierda institucional".
¿Pero qué entiende un hombre de la generación que tenía 15 años cuando cayó el muro de Berlín por anticapitalismo?
"Pues que no soportamos la sociedad actual, que produce más de lo necesario, y que debemos crear algo nuevo donde vivir".
Al principio no se le tomaba en serio. Pero poco a poco fue ganando peso en debates televisados en los que sus oponentes pasaban de responder con cierto paternalismo a defenderse a manotazos de las pullas de ese entrometido con el que no contaban. El año pasado, una portada del diario Le Monde, con un dibujo del humorista Plantu, le entronizó como un supermán vistiendo el chándal de La Poste. El titular era revelador: "Besancenot sacude la izquierda".
Él considera que el modelo de producción actual está agotado y que el cambio climático y la actual crisis económica lo demuestran. Reclama una subida salarial de 300 euros al mes para cada trabajador francés (incluidos los que cobran subsidios sociales), el embargo de los edificios vacíos, la prohibición expresa de los despidos masivos, especialmente en multinacionales, y una suerte de nacionalización de la banca.
Sabe que suena algo dogmático y añade: "Pertenezco a una generación llena de dudas. Y esto no tiene necesariamente que ser malo".
Se han escrito ya varios libros sobre él, intentando explicar el fenómeno político y social de que este hombre -listo pero no más que sus predecesores, sin ínfulas intelectuales y amante del rap y del fútbol- haya conseguido aglutinar una buena porción de seguidores en muy pocos años.
Algunos lo atribuyen a que, de verdad, es un tipo de iguales características a quienes le escuchan, un cartero mileurista (gana 1.058 euros en La Poste) con el que se identifica buena parte de la población. Otros no olvidan que su discurso puede llegar a sonar muy rancio. El Gobierno de Nicolas Sarkozy además recuerda que coquetea con movimientos de izquierda próximos a la violencia. Él lo niega. Y vuelve a asegurar que lo que busca es entresacar algo nuevo, "un socialismo del siglo XXI", situado en un terreno aún desconocido entre el "capitalismo y el estalinismo".
Luego añade: "Observamos y estudiamos todo lo que, por tradición obrera y anticapitalista, nos es afín: el régimen venezolano, el cubano, el vietnamita, el chino, el guevarismo, el troskismo, los movimientos obreros, los movimientos ecologistas, feministas... Asumiendo que la sociedad ideal por la que luchamos a lo mejor no existe".
"Pertenezco a una generación llena de dudas y eso no es malo"
ANTONIO JIMÉNEZ BARCA - París - 28/01/2009
Olivier Besancenot se ha convertido en el líder de referencia de la extrema izquierda francesa. La semana que viene creará el Partido Anticapitalista. "Pertenezco a una generación llena de dudas", dice.
A Besancenot hay que entrevistarle en lunes o en martes. El resto de la semana trabaja de cartero, con su bicicleta amarilla de La Poste, en la muy burguesa y rica localidad de Neully-sur-Seine, pegada a París. Cuando va de cartero viste con el chaleco reflectante; cuando va de dirigente político, viste a su estilo: vaqueros normales y una camiseta de color. El pelo corto, la cara redonda, como un Tintín de 35 años. Es alérgico a las fotos y abomina de la política profesional, según dice. "Yo soy cartero; no sé si estaré de cartero toda mi vida. Lo que sí sé es que no estaré en la política toda mi vida", afirma.
Se le encuentra en las pancartas de todas las manifestaciones parisinas, en todas las fábricas en huelga de Francia. Sonríe poco y habla a velocidad meteórica. Es el líder de la Liga Comunista Revolucionaria, un partido marginal de extrema izquierda que Besancenot y sus compañeros van a refundar en un congreso que se celebrará la semana que viene. La Liga se convertirá, aliándose con otras formaciones políticas, en el Partido Anticapitalista.
Y no será tan marginal. Un sondeo elaborado hace dos meses por el instituto Opinión Way revelaba que el 13% de los votantes elegiría a Besancenot en la primera ronda de unas elecciones generales, fuera el que fuera el candidato socialista. El 69% de los simpatizantes de izquierda considera que es un buen líder. El 89% que es simpático, próximo a la gente y valiente.
La derecha le mira de reojo porque sabe que es capaz de sacar a la gente a la calle. Por otro lado lo tolera con una media sonrisa complaciente, ya que su ascensión es resultado de una herida creciente en la izquierda. El Partido Socialista francés (PS) ve que este joven con cara de niño bueno muerde en la tarta de su electorado natural.
El conocido como cartero rojo lo sintetiza así: "Hay espacio a la izquierda de la izquierda; hay movimientos sociales que se desarrollan en la calle que no encuentran respuesta en la izquierda institucional".
¿Pero qué entiende un hombre de la generación que tenía 15 años cuando cayó el muro de Berlín por anticapitalismo?
"Pues que no soportamos la sociedad actual, que produce más de lo necesario, y que debemos crear algo nuevo donde vivir".
Al principio no se le tomaba en serio. Pero poco a poco fue ganando peso en debates televisados en los que sus oponentes pasaban de responder con cierto paternalismo a defenderse a manotazos de las pullas de ese entrometido con el que no contaban. El año pasado, una portada del diario Le Monde, con un dibujo del humorista Plantu, le entronizó como un supermán vistiendo el chándal de La Poste. El titular era revelador: "Besancenot sacude la izquierda".
Él considera que el modelo de producción actual está agotado y que el cambio climático y la actual crisis económica lo demuestran. Reclama una subida salarial de 300 euros al mes para cada trabajador francés (incluidos los que cobran subsidios sociales), el embargo de los edificios vacíos, la prohibición expresa de los despidos masivos, especialmente en multinacionales, y una suerte de nacionalización de la banca.
Sabe que suena algo dogmático y añade: "Pertenezco a una generación llena de dudas. Y esto no tiene necesariamente que ser malo".
Se han escrito ya varios libros sobre él, intentando explicar el fenómeno político y social de que este hombre -listo pero no más que sus predecesores, sin ínfulas intelectuales y amante del rap y del fútbol- haya conseguido aglutinar una buena porción de seguidores en muy pocos años.
Algunos lo atribuyen a que, de verdad, es un tipo de iguales características a quienes le escuchan, un cartero mileurista (gana 1.058 euros en La Poste) con el que se identifica buena parte de la población. Otros no olvidan que su discurso puede llegar a sonar muy rancio. El Gobierno de Nicolas Sarkozy además recuerda que coquetea con movimientos de izquierda próximos a la violencia. Él lo niega. Y vuelve a asegurar que lo que busca es entresacar algo nuevo, "un socialismo del siglo XXI", situado en un terreno aún desconocido entre el "capitalismo y el estalinismo".
Luego añade: "Observamos y estudiamos todo lo que, por tradición obrera y anticapitalista, nos es afín: el régimen venezolano, el cubano, el vietnamita, el chino, el guevarismo, el troskismo, los movimientos obreros, los movimientos ecologistas, feministas... Asumiendo que la sociedad ideal por la que luchamos a lo mejor no existe".