Como rellenitofóbico estoy en el derecho de insultar a una gasterópoda subida en una moto.
Tú problema es que te crees mejor que el resto, crees que tu jovenlandesal es superior y puedes dar lecciones sobre qué está bien y que no.
El insulto es ya lo único que nos queda ante esta sarama de sociedad, podrida de valores, sin dignidad ni principios. El insulto es el último bastión de libertad, porque lo que realmente querríamos es que este engendro de ser no existiera.
Con no existir me refiero que no se le diera publicidad a sus esquizofrénicas ideas amparadas por esta dictadura en la que vivimos.
Podría entrar en el terreno sobre la atención médica pública a seres que han perdido toda su vida zampando bollos: ¿por qué tenemos que ayudarla cuando por sus problemas de obesidad causados por ella misma le manden a un hospital?
¿Por qué shishi tengo que mantener a enfermos mentales con obesidad mórbida que encima se enorgullecen de ello?
Si la obesidad no fuera una enfermedad me daría igual, el problema es que es un coste para la sociedad, un coste que tenemos que asumir todos, solo porque la fruta subida de peso no para de comer y encima orgullosa de ello.