La ministra de Igualdad declina explicar su inversión: prefirió pagar más de 700.000 euros de hipoteca (1,3 millones si sube al tope pactado) a usar su legado inmobiliario y monetario
¿Sabe por qué, señora?, ¿sabe por qué? Porque mi padre falleció de cáncer con 60 años y me dejó una herencia porque soy hija única». «Por eso, y porque tengo una pareja con la que me puedo comprar, con mi dinero, la casa que me dé la gana». Así explicaba Irene Montero a una ciudadana en Valencia cómo adquirió su chalé en Galapagar en 2018 de 222 metros cuadrados, inserto en una parcela de 2.350 metros cuadrados con jardín y piscina.
Cierto que ella y su esposo en mayo de 2018 eran diputados y dirigentes de Podemos. Eso les daba una inusual suma de ingresos (temporal) en una pareja joven. Pero Montero omitía un dato esencial: la herencia de su padre incluía el 50% de dos pisos (Madrid y Ávila), más “fincas urbanas”, una finca rústica y un almacén en Ávila. Y, al menos, 75.000 euros de fondos provenientes de la herencia que tenía intactos en cuentas a fines de 2019, más 54.000 ahorrados.
Y año y medio después de la compra del casoplón en Galapagar, su situación era idéntica. No los había vendido. Seguía siendo copropietaria con su progenitora.
Montero no había precisado usar tal legado para comprar la mitad de un chalé que valoró públicamente con Iglesias en 600.000 euros. Mantenía viva una amplia herencia con su progenitora: el 50% de un piso en Madrid, y el 50% de una vivienda, “fincas urbanas”, una finca rústica y un almacén en Ávila.
Era propietaria de tres viviendas a la vez. Una comprada y dos heredadas (más almacén, parcela rústica y “fincas urbanas”). Y 130.000 euros depositados en cuentas, 75.000 heredados. Un modelo atípico en el mercado inmobiliario joven.
No había vendido ni un metro de tal herencia inmobiliaria paterna. Al menos públicamente. No consta en sus declaraciones. De hecho, registró a su nombre la copropiedad de la vivienda heredada en Madrid el 17 de julio de 2018, dos meses después de oficializar la compra del chalé (9 de mayo de 2018), cuya escritura nunca fue exhibida, lo que impide conocer el precio total (hipoteca más x).
La vivienda madrileña legada sumaba 108 metros cuadrados por la zona de Hermanos García Noblejas. Más de 147.000 euros a precio de mercado. Y sus propiedades heredadas en Ávila tardó cinco meses en registrarlas tras la compra del chalé en Galapagar, ergo tampoco las usó en tal operación.
Prefirió embarcarse en una hipoteca de 540.000 antes que vender alguna de dichas fincas heredadas. Una hipoteca que, al interés inicial, se dispara a más de 700.000 euros. 2.000 euros mensuales. Precisan sumar 70.000 euros netos anuales. Pero si sube al máximo pactado supera los 1,3 millones. Letras de 3.800 euros. Necesitan compartir 136.000 euros netos anuales.
¿Sabe por qué, señora?, ¿sabe por qué? Porque mi padre falleció de cáncer con 60 años y me dejó una herencia porque soy hija única». «Por eso, y porque tengo una pareja con la que me puedo comprar, con mi dinero, la casa que me dé la gana». Así explicaba Irene Montero a una ciudadana en Valencia cómo adquirió su chalé en Galapagar en 2018 de 222 metros cuadrados, inserto en una parcela de 2.350 metros cuadrados con jardín y piscina.
Cierto que ella y su esposo en mayo de 2018 eran diputados y dirigentes de Podemos. Eso les daba una inusual suma de ingresos (temporal) en una pareja joven. Pero Montero omitía un dato esencial: la herencia de su padre incluía el 50% de dos pisos (Madrid y Ávila), más “fincas urbanas”, una finca rústica y un almacén en Ávila. Y, al menos, 75.000 euros de fondos provenientes de la herencia que tenía intactos en cuentas a fines de 2019, más 54.000 ahorrados.
Y año y medio después de la compra del casoplón en Galapagar, su situación era idéntica. No los había vendido. Seguía siendo copropietaria con su progenitora.
Montero no había precisado usar tal legado para comprar la mitad de un chalé que valoró públicamente con Iglesias en 600.000 euros. Mantenía viva una amplia herencia con su progenitora: el 50% de un piso en Madrid, y el 50% de una vivienda, “fincas urbanas”, una finca rústica y un almacén en Ávila.
Era propietaria de tres viviendas a la vez. Una comprada y dos heredadas (más almacén, parcela rústica y “fincas urbanas”). Y 130.000 euros depositados en cuentas, 75.000 heredados. Un modelo atípico en el mercado inmobiliario joven.
No había vendido ni un metro de tal herencia inmobiliaria paterna. Al menos públicamente. No consta en sus declaraciones. De hecho, registró a su nombre la copropiedad de la vivienda heredada en Madrid el 17 de julio de 2018, dos meses después de oficializar la compra del chalé (9 de mayo de 2018), cuya escritura nunca fue exhibida, lo que impide conocer el precio total (hipoteca más x).
La vivienda madrileña legada sumaba 108 metros cuadrados por la zona de Hermanos García Noblejas. Más de 147.000 euros a precio de mercado. Y sus propiedades heredadas en Ávila tardó cinco meses en registrarlas tras la compra del chalé en Galapagar, ergo tampoco las usó en tal operación.
Prefirió embarcarse en una hipoteca de 540.000 antes que vender alguna de dichas fincas heredadas. Una hipoteca que, al interés inicial, se dispara a más de 700.000 euros. 2.000 euros mensuales. Precisan sumar 70.000 euros netos anuales. Pero si sube al máximo pactado supera los 1,3 millones. Letras de 3.800 euros. Necesitan compartir 136.000 euros netos anuales.
Montero compró su chalé sin tocar dos pisos, fincas y 75.000 euros de herencia
La ministra de Igualdad declina explicar su inversión: prefirió pagar más de 700.000 euros de hipoteca (1,3 millones si sube al tope pactado) a usar su legado inmobiliario y monetario
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