Inglaterra prohibió la navidad (1647-60)

Mujeres inglesas comiendo comida inglesa riéndose con la boca llena con su piñaca inglesa al otro lado de la mesa...

Y sus hermanos ingleses convertidos en tus cuñados esperando para llevarte al pub y sus madres inglesas convertidas en tus suegras inglesas...

El harén de las no sé cuántas mil vírgenes del paraíso islámico pero totalmente al revés.
 
Y sus hermanos ingleses convertidos en tus cuñados esperando para llevarte al pub y sus madres inglesas convertidas en tus suegras inglesas...

El harén de las no sé cuántas mil vírgenes del paraíso islámico pero totalmente al revés.
Un harén de chavs inglesas con cinco hijos, tatuadas hasta las pestañas, maquilladas con la escopeta de homer, pesos pesados con alopecia seborreica y vestidas como un puñetero arbol de navidad, pero enseñando cacho por todas partes.
 
Un harén de chavs inglesas con cinco hijos, tatuadas hasta las pestañas, maquilladas con la escopeta de homer, pesos pesados con alopecia seborreica y vestidas como un puñetero arbol de navidad, pero enseñando cacho por todas partes.

Lo que me recuerda que una de mis tradiciones navideñas era ponerme series inglesas antiguas pero este año no lo he hecho, ya no me gusta Doctor Who y Little Britain me supera.

No sé si ponerme Fawlty Towers. No es muy navideña. Ah, ya sé. Los Roper. Tienen unos cuantos episodios navideños muy graciosos.

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Los tenía por ahí en español, a ver...

 
No eran cristianos, eran protestantes.
El protestantismo es una herejía... De hecho, es la herejía que ha traído casi la mayor parte de males de los que os quejáis.

No era "puritanismo cristiano" sino "puritanismo protestante".

No tenéis ni fruta idea.

Estos ateos... cada día más ignorantes.
Ah, que los protestantes no son cristianos.

Que tienes que decir @Ejquelosfajsistassonellos
 
Ah, que los protestantes no son cristianos.

Que tienes que decir @Ejquelosfajsistassonellos


Los protestantes tienen de cristianos lo que yo de Batman.

Ni tienen Eucaristía, ni tienen misa, ni confiesan pecados y, cuando los cometen, se los autoperdonan.

La relación que hay entre en cristianismo y el protestantismo es la misma relación que hay entre la carne y la carne vegana.

El protestantismo es cristianismo sin Cristo, sin Pedro, sin María, sin santos, sin Biblia, sin tradición y, en resumen, sin esencia.

El dios protestante es el yo, yo, yo.
 
Ah, que los protestantes no son cristianos.

Que tienes que decir @Ejquelosfajsistassonellos

En mi iglesia no celebramos la Navidad, dentro del protestantismo hay diversas corrientes.

En cuanto a los católico-romanos que niegan el cristianismo nuestro, es para que muestren sus frutos de negar la Palabra de Dios y la Obra Perfecta de Cristo.

Aunque no sé a quien está citando.
 
...y tenían razón... la Navidad fue un apaño de la iglesia romana, una vez convertida en estatal, para no quitarle el caramelo al pueblo de la fiesta del Sol Invicto (solsticio de invierno, al fin y al cabo), solo que en lugar de celebrar el nacimiento de la deidad pagana suprema anterior, la sustituyeron por el nacimiento de Cristo, que a fin de cuentas pasaba a ser la nueva deidad principal del imperio. Así los romanos podían seguir de fiesta y solo tenían que cambiar el muñeco.

Jesús de Nazareth ni de broma nació en invierno, según el propio evangelio, porque los pastores estaban en el campo durmiendo al raso y el invierno de allí es casi tan duro como el de España. Mucho más probable en verano o como muy tarde al principio del Otoño.

Y así estamos 2.000 años después queridos amiguitos.

Si alguno venís a rebatirme si queréis más bien hablamos de lo que la gente debería valorar, el mensaje de Cristo y no de refritos de fiestas romanas que sirven de excusa para inflarse a comer y a beber, en una generación tras otra...
 
En mi iglesia no celebramos la Navidad, dentro del protestantismo hay diversas corrientes.

En cuanto a los católico-romanos que niegan el cristianismo nuestro, es para que muestren sus frutos de negar la Palabra de Dios y la Obra Perfecta de Cristo.

Aunque no sé a quien está citando.

Un señor llamado Don Quijote.
 
@Taliván Hortográfico

Su éxito se debe a que convierte la Navidad en un show protestante que gusta a marxistas, ilustrados y católicos despistados, cada uno tiene un motivo para sentirse cómodo en este cuento. Hay más cristianismo en la cabalgata de Carmena.

Un buen artículo de Juan Manuel de Prada:

Dickens, converso al unitarismo
Aprovechamos las fechas navideñas para hacer –por indicación del director de Magnificat– una cala en Cuento de Navidad, el célebre relato de Charles Dickens publicado originariamente en 1843. Por estas mismas fechas, el gran escritor británico acababa de convertirse al unitarismo, una secta que niega la divinidad de Cristo, afirmando en cambio que fue un hombre elegido por Dios para encarnar la vida auténticamente religiosa. Otros rasgos característicos de la doctrina unitarista son el rechazo del materialismo, el desprecio de la controversia teológica, el rechazo del dogma y el énfasis en las obras (frente a la fe).

Dickens, que había pertenecido a la Iglesia anglicana, se convirtió al unitarismo al cumplir la treintena, aburrido de las disputas doctrinales que enfrentaban a las diversas facciones: «Asqueado de nuestra Iglesia establecida, de sus debates eruditos y de sus tras*gresiones diarias del sentido común y de la humanidad –escribe en una carta–, he llevado a cabo una antigua idea mía y me he unido a los unitarios, que harían algo por mejorar al ser humano si pudieran, y que practican la caridad y la tolerancia».

Conviene tener en cuenta estas precisiones biográficas antes de abordar el relato de Dickens, que muchos católicos despistados hacen leer a sus hijos, creyendo que en él se contiene una ración de «buenos sentimientos» que los hará mejores. Pero lo cierto es que Cuento de Navidad es una obra de burda jovenlandesalina que contribuyó enormemente a cambiar nuestra idea de la Navidad, quitando a Dios de su centro y convirtiéndola en una festividad «solidaria», una ocasión para ayudar a los menos favorecidos y reunirse con familiares y amigos en derredor de una mesa, con abetos llenos de luces, adornos y juguetes.

A través de esta obra, Dickens defiende la tesis de que es posible una conversión jovenlandesal sin una experiencia religiosa específica, en volandas de un espíritu altruista o filantrópico. La tras*formación de Scrooge, el avaro protagonista, ilustra el significado que la Navidad tenía para Dickens: una ocasión pintiparada –dada la exaltación ternurista propia de estas fechas– para la práctica solidaria, que nos hace más felices (que nos hace «sentir mejores») y mejora la sociedad en la que vivimos.

Sentimiento como religiosidad: vaciamiento de la Navidad
La trama de Cuento de Navidad es tan conocida que no debemos perder demasiado tiempo en resumirla: tres espíritus llevan a Ebenezer Scrooge de gira por las Navidades del pasado, el presente y el fututo, para mostrarle sus yerros pretéritos y advertirle de los peligros que lo acechan si no depone su actitud perversos. Scrooge, por supuesto, aprende la lección y se tras*forma en un hombre generoso y altruista.

Ciertamente, Dickens logra en esta obra enunciar una verdad humana muy honda (la necesidad de conversión que anida en el corazón humano); y lo hace a través de un personaje memorable que queda para siempre en nuestra memoria. Escrito en unas pocas semanas, en una época de su vida en la que Dickens atravesaba serios problemas económicos, Cuento de Navidad fue de inmediato un éxito restallante; y a los pocos meses el mercado se infestó de ediciones piratas (lacra con la que el autor tuvo que batallar siempre). El subtítulo de la obra («Una historia navideña de fantasmas») no deja resquicios a la duda sobre las intenciones de Dickens. Se trata de despojar a la Navidad de su sentido originario y auténtico: en lugar de celebrar el misterio luminoso de la encarnación que penetra las almas, Dickens celebra una rara mezcla de carnalidad y fantasmagoría, un espiritualismo emotivo muy del gusto contemporáneo. Se trata, en realidad, de una actitud típicamente dickensiana: nunca fue nuestro autor un hombre devoto, pero sabía cómo envolver sus tramas de un sentimentalismo que pasaba a los ojos de sus lectores más primarios como alarde de religiosidad. En algún pasaje de Cuento de Navidad leemos que «el sagrado nombre y origen» de la Navidad deben ser «venerados»; y también una afirmación tópica que sostiene que es bueno ser niño en Navidad porque es la época «en que su poderoso Fundador también fue niño»; pero fuera de estas alusiones retóricas y superficiales, no hallamos en el relato ninguna mención a la Navidad cristiana, ni a su sentido teológico, que Dickens sepulta entre las balumbas de su descomunal talento, entre visiones grotescas, contrastes maniqueos, fantasías pantagruélicas y habilidosos giros dramáticos.

Un estilo plástico, vigoroso y colorista
Nadie podrá negar, sin embargo, la eficacia de Cuento de Navidad, una obra que evita la pomposidad propia de la época victoriana, decantándose por una escritura a veces algo desaliñada, pero siempre plástica y vigorosa, con esos alardes sarcásticos tan propios del Dickens de la primera época. Así, por ejemplo, aunque no se pueda dudar de la sinceridad del autor cuando denuncia la misantropía, tampoco parece del todo insincero cuando pone en boca de Scrooge que «todo petulante que anda con un “Feliz Navidad” en sus labios debería ser hervido con su propio pudín, y enterrado con una estaca de acebo atravesándole el corazón». Dickens sabía, sin duda, que es mucho más fácil escribir inspiradoramente sobre la maldad que sobre la bondad, que exige más delicadeza y pudor.

Tal vez por eso Scrooge nos gusta, sobre todo, antes de su conversión; tal vez por eso, mientras el protagonista del relato se comporta malignamente, la pluma de Dickens resulta vibrante, su invención literaria fecunda, su inspiración chisposa y arrebatadamente humorística. En cambio, cuando el autor retrata a la ejemplar familia Fezziwig, el aliento de la historia decae; y cuando pone en boca de la vieja novia de Scrooge una oración virtuosa, sus palabras nos suenan tópicas. Y, por supuesto, los pasajes más cuajados del relato son los que Dickens dedica a los tres fantasmas.

Pero los primores literarios de la escritura dickensiana y su brioso sentido narrativo no logran evitar del todo el esquematismo de la historia. En Cuento de Navidad, los ricos son personas desagradables e impías, sin amigos ni diversiones; los pobres, en cambio, son personas llenas de virtudes, enaltecidas por un cálido compañerismo. En Scrooge, Dickens inventa a un hombre rico que no se permite disfrutar de ninguno de los beneficios de la riqueza; y en la familia Cratchit incorpora un personaje colectivo que no padece ninguno de los efectos venenosos y degradantes de la pobreza. Es verdad que, hacia el final de la historia, Dickens nos muestra a una pareja de niños –en realidad, una alegoría– que irradian el resentimiento propio de quienes han padecido humillaciones y desdenes; pero, en general, el relato parece impulsado por la creencia de que un simple gesto de bondad puede salvar a todas las almas, incluso a las más dolorosamente dañadas.

Este buenismo lacrimógeno es exactamente lo contrario de lo que debe mostrar un arte verdaderamente cristiano, un arte con auténtico conflicto dramático. Y es que Cuento de Navidad es, antes que nada, una obra de propaganda, una tosca utopía filantrópica en la que Dickens exalta sus nuevas creencias unitaristas (de las que luego, por cierto, acabaría apartándose). También la rapidez de la conversión de Scrooge resulta chocante para cualquier lector mínimamente refinado. Tal vez sea aceptable en un apólogo o fábula antigua; pero impropia de una narración moderna, en donde las tras*formaciones de los personajes deberían mostrarse más graduales y matizadas. Aunque, desde luego, Dickens no aspiraba a crear personajes complejos y verosímiles desde una perspectiva psicológica, sino más bien símbolos que sirvieran al mensaje buenista que deseaba proclamar. Que entonces tal vez resultara novedoso, pero que hoy lamentablemente se ha extendido hasta conformar la mentalidad contemporánea, pese a su apabullante falsedad (o tal vez por ello mismo).

Cuento de Navidad se salva por su escritura colorista y briosa, por su fusión de fantasmagoría y realismo victoriano, por sus descripciones arrebatadas, por las sobrecogedoras y regocijantes visiones de los espíritus y, en fin, por esa alegría desbordante que asoma en las costuras del relato, bajo su de derechasda sombría. Scrooge podría haber renegado de su misantropía avarienta, pero permanecer igual de taciturno y gruñón; sin embargo, a la vez que reniega de su egoísmo, se convierte en un hombre deseoso de gozar de la vida. Es cierto que en este vitalismo se esconde la emotividad vacua del filántropo (que «se siente» más feliz después de hacer su aspaviento solidario); pero también hallamos en él una alegre energía que tiene mucho de inspiración divina. Y es que ni siquiera Dickens puede oscurecer el verdadero sentido de la Navidad

Aquí Prada se pone estupendo y aunque lleva en el fondo una parte de razón, es decir como en realidad Cuento de Navidad es quizás una consecuencia, que no causa, de la progresiva desnaturalización de la Navidad, que es fruto más de una sociedad cada vez más laica que de ninguna herejía unitarista, al final como siempre, se gusta demasiado escribiendo y no puede evitar pasarse en el sentido contrario. Le gusta dar la nota y llevar la contraria per se.

Aunque tuviese razón, que pensaría él como supuesto católico que sería más del agrado de Jesús una beata rezando el Rosario toda la noche en la iglesia u otra mujer cualquiera que se pase ese mismo tiempo ayudando al desvalido y consolando al afligido. Su actitud me recuerda un poco a la de los fariseos, más pendientes de la ceremonia, de una religiosidad más formal que sentida, que del auténtico mensaje del nazareno.

Se puede ser muy devoto y un mal bicho, y nada piadoso pero una excelente persona. No hace falta tener mucho mundo para darse cuenta. Una vez más ¿Qué sería más del agrado de Jesús?

Y es obvio que lo ideal sería ser ambas cosas a la vez, piadoso y buena persona, por eso me parece un poco impostado intentar enfrentar ambas cosas aunque sea superficialmente. Lo que está claro es que Dickens, quizás de una manera superficial, se decantó por una perspectiva mucho más cercana a la católica, en su visión de la Navidad y la religión, para colmo totalmente enfrentada totalmente al protestantismo. Que siempre ha hecho de la fe, su fatalismo antropológico y la predestinación sus principales caballos de batalla. Pues bien Cuento de Navidad choca frontalmente contra todo ese mundo. Desde un punto de vista protestante, Ebenizer si tiene fe y además ha sido afortunado en la vida, señal de ser uno de los elegidos, estaría exento de cualquier sentimentalismo o actitud compasiva o generosa. Curiosamente es cuando más le gusta a de Prada. No sé yo.
 
...y tenían razón... la Navidad fue un apaño de la iglesia romana, una vez convertida en estatal, para no quitarle el caramelo al pueblo de la fiesta del Sol Invicto (solsticio de invierno, al fin y al cabo), solo que en lugar de celebrar el nacimiento de la deidad pagana suprema anterior, la sustituyeron por el nacimiento de Cristo, que a fin de cuentas pasaba a ser la nueva deidad principal del imperio. Así los romanos podían seguir de fiesta y solo tenían que cambiar el muñeco.

Jesús de Nazareth ni de broma nació en invierno, según el propio evangelio, porque los pastores estaban en el campo durmiendo al raso y el invierno de allí es casi tan duro como el de España. Mucho más probable en verano o como muy tarde al principio del Otoño.

Y así estamos 2.000 años después queridos amiguitos.

Si alguno venís a rebatirme si queréis más bien hablamos de lo que la gente debería valorar, el mensaje de Cristo y no de refritos de fiestas romanas que sirven de excusa para inflarse a comer y a beber, en una generación tras otra...
Si no recuerdo mal, las navidades paganas eran las Saturnalias. La fiesta del Sol Invicto sería el equivalente a la noche de San Juan. Se celebra con el apogeo del sol, o sea, solsticio de verano.
 
No eran cristianos, eran protestantes.
El protestantismo es una herejía... De hecho, es la herejía que ha traído casi la mayor parte de males de los que os quejáis.

No era "puritanismo cristiano" sino "puritanismo protestante".

No tenéis ni fruta idea.

Estos ateos... cada día más ignorantes.
El protestantismo tuvo origen despues de la expulsion de los alubio*s por Isabel la Catolica...
 
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