Inglaterra prohibió la navidad (1647-60)

Von Riné

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No solo cosa de gente de izquierdas. Dentro del mismo cristianismo hay/hubo algunos grupos de oposición.



Navidades de la segunda mitad de la década de 1640 quizás no fueran muy ortodoxas en Gran Bretaña; pero lo cierto es que tampoco eran tiempos tranquilos a nivel político. Entre 1642 y 1651 el reino encadenó las denominadas guerras civiles inglesas entre realistas y parlamentarios. La ordenanza "anti Navidad" del 47 llegó de hecho poco después de la primera guerra civil, en la que los parlamentarios se impusieron a los partidarios de Carlos I.

Con ese telón de fondo, los puritanos hicieron valer su influencia en el Parlamento para, entre otras cuestiones, emprender una peculiar cruzada contra la Navidad. Para ellos sus festejos y cánticos, por no decir directamente la propia celebración del nacimiento de Cristo cada 25 de diciembre, resultaban aborrecibles por varias razones. No encontraban justificación en la Biblia para semejante festejo, lo consideraban una tradición "papista" y la forma de conmemorar las Navidades les resultaba pecaminosa.
 
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Es un buen hilo (en potencia) que deberíamos intentar remontar. Estoy malucho y febril y me tiemblan las manos (un COBI olímpico o alguna cosa parecida) pero si alguien tiene conocimientos del tema le agradecería que habláramos de cómo Dickens redefinió la Navidad en Inglaterra, y en buena parte en el resto del mundo. Y la redefinió orientándola de nuevo hacia la alegría, la caridad y el humanismo cuando en la Inglaterra victoriana se amenazaba de nuevo con descarriarla.

"Canción de Navidad" es una de las obras literarias más importantes de la historia por su influencia posterior en el pensamiento occidental. Más que Kant y más que todo Niestzche. Change my mind.

Feliz Navidad a toda la gente de buena voluntad con todo mi corazón. Que Dios nos bendiga a todos.

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No solo cosa de gente de izquierdas. Dentro del mismo cristianismo hay/hubo oposición.



Navidades de la segunda mitad de la década de 1640 quizás no fueran muy ortodoxas en Gran Bretaña; pero lo cierto es que tampoco eran tiempos tranquilos a nivel político. Entre 1642 y 1651 el reino encadenó las denominadas guerras civiles inglesas entre realistas y parlamentarios. La ordenanza "anti Navidad" del 47 llegó de hecho poco después de la primera guerra civil, en la que los parlamentarios se impusieron a los partidarios de Carlos I.

Con ese telón de fondo, los puritanos hicieron valer su influencia en el Parlamento para, entre otras cuestiones, emprender una peculiar cruzada contra la Navidad. Para ellos sus festejos y cánticos, por no decir directamente la propia celebración del nacimiento de Cristo cada 25 de diciembre, resultaban aborrecibles por varias razones. No encontraban justificación en la Biblia para semejante festejo, lo consideraban una tradición "papista" y la forma de conmemorar las Navidades les resultaba pecaminosa.

No eran cristianos, eran protestantes.
El protestantismo es una herejía... De hecho, es la herejía que ha traído casi la mayor parte de males de los que os quejáis.

No era "puritanismo cristiano" sino "puritanismo protestante".

No tenéis ni fruta idea.

Estos ateos... cada día más ignorantes.
 
Estos ateos... cada día más ignorantes.

fulastres dañinos como los puritanos y sus actitudes exclusivistas y supremacistas, desgraciadamente, los hay en todos sitios.

Feliz Navidad y paz a todos los hombres de buena voluntad. A todos.
 
@Taliván Hortográfico

Su éxito se debe a que convierte la Navidad en un show protestante que gusta a marxistas, ilustrados y católicos despistados, cada uno tiene un motivo para sentirse cómodo en este cuento. Hay más cristianismo en la cabalgata de Carmena.

Un buen artículo de Juan Manuel de Prada:

Dickens, converso al unitarismo
Aprovechamos las fechas navideñas para hacer –por indicación del director de Magnificat– una cala en Cuento de Navidad, el célebre relato de Charles Dickens publicado originariamente en 1843. Por estas mismas fechas, el gran escritor británico acababa de convertirse al unitarismo, una secta que niega la divinidad de Cristo, afirmando en cambio que fue un hombre elegido por Dios para encarnar la vida auténticamente religiosa. Otros rasgos característicos de la doctrina unitarista son el rechazo del materialismo, el desprecio de la controversia teológica, el rechazo del dogma y el énfasis en las obras (frente a la fe).

Dickens, que había pertenecido a la Iglesia anglicana, se convirtió al unitarismo al cumplir la treintena, aburrido de las disputas doctrinales que enfrentaban a las diversas facciones: «Asqueado de nuestra Iglesia establecida, de sus debates eruditos y de sus tras*gresiones diarias del sentido común y de la humanidad –escribe en una carta–, he llevado a cabo una antigua idea mía y me he unido a los unitarios, que harían algo por mejorar al ser humano si pudieran, y que practican la caridad y la tolerancia».

Conviene tener en cuenta estas precisiones biográficas antes de abordar el relato de Dickens, que muchos católicos despistados hacen leer a sus hijos, creyendo que en él se contiene una ración de «buenos sentimientos» que los hará mejores. Pero lo cierto es que Cuento de Navidad es una obra de burda jovenlandesalina que contribuyó enormemente a cambiar nuestra idea de la Navidad, quitando a Dios de su centro y convirtiéndola en una festividad «solidaria», una ocasión para ayudar a los menos favorecidos y reunirse con familiares y amigos en derredor de una mesa, con abetos llenos de luces, adornos y juguetes.

A través de esta obra, Dickens defiende la tesis de que es posible una conversión jovenlandesal sin una experiencia religiosa específica, en volandas de un espíritu altruista o filantrópico. La tras*formación de Scrooge, el avaro protagonista, ilustra el significado que la Navidad tenía para Dickens: una ocasión pintiparada –dada la exaltación ternurista propia de estas fechas– para la práctica solidaria, que nos hace más felices (que nos hace «sentir mejores») y mejora la sociedad en la que vivimos.

Sentimiento como religiosidad: vaciamiento de la Navidad
La trama de Cuento de Navidad es tan conocida que no debemos perder demasiado tiempo en resumirla: tres espíritus llevan a Ebenezer Scrooge de gira por las Navidades del pasado, el presente y el fututo, para mostrarle sus yerros pretéritos y advertirle de los peligros que lo acechan si no depone su actitud perversos. Scrooge, por supuesto, aprende la lección y se tras*forma en un hombre generoso y altruista.

Ciertamente, Dickens logra en esta obra enunciar una verdad humana muy honda (la necesidad de conversión que anida en el corazón humano); y lo hace a través de un personaje memorable que queda para siempre en nuestra memoria. Escrito en unas pocas semanas, en una época de su vida en la que Dickens atravesaba serios problemas económicos, Cuento de Navidad fue de inmediato un éxito restallante; y a los pocos meses el mercado se infestó de ediciones piratas (lacra con la que el autor tuvo que batallar siempre). El subtítulo de la obra («Una historia navideña de fantasmas») no deja resquicios a la duda sobre las intenciones de Dickens. Se trata de despojar a la Navidad de su sentido originario y auténtico: en lugar de celebrar el misterio luminoso de la encarnación que penetra las almas, Dickens celebra una rara mezcla de carnalidad y fantasmagoría, un espiritualismo emotivo muy del gusto contemporáneo. Se trata, en realidad, de una actitud típicamente dickensiana: nunca fue nuestro autor un hombre devoto, pero sabía cómo envolver sus tramas de un sentimentalismo que pasaba a los ojos de sus lectores más primarios como alarde de religiosidad. En algún pasaje de Cuento de Navidad leemos que «el sagrado nombre y origen» de la Navidad deben ser «venerados»; y también una afirmación tópica que sostiene que es bueno ser niño en Navidad porque es la época «en que su poderoso Fundador también fue niño»; pero fuera de estas alusiones retóricas y superficiales, no hallamos en el relato ninguna mención a la Navidad cristiana, ni a su sentido teológico, que Dickens sepulta entre las balumbas de su descomunal talento, entre visiones grotescas, contrastes maniqueos, fantasías pantagruélicas y habilidosos giros dramáticos.

Un estilo plástico, vigoroso y colorista
Nadie podrá negar, sin embargo, la eficacia de Cuento de Navidad, una obra que evita la pomposidad propia de la época victoriana, decantándose por una escritura a veces algo desaliñada, pero siempre plástica y vigorosa, con esos alardes sarcásticos tan propios del Dickens de la primera época. Así, por ejemplo, aunque no se pueda dudar de la sinceridad del autor cuando denuncia la misantropía, tampoco parece del todo insincero cuando pone en boca de Scrooge que «todo petulante que anda con un “Feliz Navidad” en sus labios debería ser hervido con su propio pudín, y enterrado con una estaca de acebo atravesándole el corazón». Dickens sabía, sin duda, que es mucho más fácil escribir inspiradoramente sobre la maldad que sobre la bondad, que exige más delicadeza y pudor.

Tal vez por eso Scrooge nos gusta, sobre todo, antes de su conversión; tal vez por eso, mientras el protagonista del relato se comporta malignamente, la pluma de Dickens resulta vibrante, su invención literaria fecunda, su inspiración chisposa y arrebatadamente humorística. En cambio, cuando el autor retrata a la ejemplar familia Fezziwig, el aliento de la historia decae; y cuando pone en boca de la vieja novia de Scrooge una oración virtuosa, sus palabras nos suenan tópicas. Y, por supuesto, los pasajes más cuajados del relato son los que Dickens dedica a los tres fantasmas.

Pero los primores literarios de la escritura dickensiana y su brioso sentido narrativo no logran evitar del todo el esquematismo de la historia. En Cuento de Navidad, los ricos son personas desagradables e impías, sin amigos ni diversiones; los pobres, en cambio, son personas llenas de virtudes, enaltecidas por un cálido compañerismo. En Scrooge, Dickens inventa a un hombre rico que no se permite disfrutar de ninguno de los beneficios de la riqueza; y en la familia Cratchit incorpora un personaje colectivo que no padece ninguno de los efectos venenosos y degradantes de la pobreza. Es verdad que, hacia el final de la historia, Dickens nos muestra a una pareja de niños –en realidad, una alegoría– que irradian el resentimiento propio de quienes han padecido humillaciones y desdenes; pero, en general, el relato parece impulsado por la creencia de que un simple gesto de bondad puede salvar a todas las almas, incluso a las más dolorosamente dañadas.

Este buenismo lacrimógeno es exactamente lo contrario de lo que debe mostrar un arte verdaderamente cristiano, un arte con auténtico conflicto dramático. Y es que Cuento de Navidad es, antes que nada, una obra de propaganda, una tosca utopía filantrópica en la que Dickens exalta sus nuevas creencias unitaristas (de las que luego, por cierto, acabaría apartándose). También la rapidez de la conversión de Scrooge resulta chocante para cualquier lector mínimamente refinado. Tal vez sea aceptable en un apólogo o fábula antigua; pero impropia de una narración moderna, en donde las tras*formaciones de los personajes deberían mostrarse más graduales y matizadas. Aunque, desde luego, Dickens no aspiraba a crear personajes complejos y verosímiles desde una perspectiva psicológica, sino más bien símbolos que sirvieran al mensaje buenista que deseaba proclamar. Que entonces tal vez resultara novedoso, pero que hoy lamentablemente se ha extendido hasta conformar la mentalidad contemporánea, pese a su apabullante falsedad (o tal vez por ello mismo).

Cuento de Navidad se salva por su escritura colorista y briosa, por su fusión de fantasmagoría y realismo victoriano, por sus descripciones arrebatadas, por las sobrecogedoras y regocijantes visiones de los espíritus y, en fin, por esa alegría desbordante que asoma en las costuras del relato, bajo su de derechasda sombría. Scrooge podría haber renegado de su misantropía avarienta, pero permanecer igual de taciturno y gruñón; sin embargo, a la vez que reniega de su egoísmo, se convierte en un hombre deseoso de gozar de la vida. Es cierto que en este vitalismo se esconde la emotividad vacua del filántropo (que «se siente» más feliz después de hacer su aspaviento solidario); pero también hallamos en él una alegre energía que tiene mucho de inspiración divina. Y es que ni siquiera Dickens puede oscurecer el verdadero sentido de la Navidad
 
Los gente de izquierdas actuales descendientes de los puritanos de antaño. Dañinos todos.

No se si será casualidad o lo conoces, pero Curtis Yarvin, también conocido por su seudónimo Mencius Moldbug, uno de los padres de la llamada "Ilustración Oscura" (fenómeno que merece un hilo) entre otras tesis formulaba que el izquierdismo moderno, en particular el izquierdismo pogre anglosajón (los tontiprogres de allí) son los herederos directos de los puritanos de Nueva Inglaterra.

A mi juicio el izquierdismo moderno, es mas una categoría de personalidad basada en ciertas deficiencias (complejo de inferioridad, autoodio, inmadurez, sobresocialización, sensibilidad mal entendida, utopismo, adanismo, etc.). En un plano cultural no creo que el izquierdismo venga del puritanismo, de hecho la base del puritanismo es el pesimismo antropológico que lleva a concepciones políticas mas conservadoras. Lo que si es cierto es que las antiguas zonas puritanas de USA hoy son demócratas, pero eso es mas bien porque son aristocracias acomodadas y bien pensantes en comunidades muy sanas y homogéneas que se pueden permitir pensar así (un poco como los noruegos o los suecos se podían permitir ser progres, mientras vivían en sociedades ricas y homogéneas).

Los escritos de Curtis Yarvin son muy buenos, también por el lenguaje y los conceptos que utiliza, si te da pereza, igual los puedes incluso oír traducidos en audiolibro. Los de Nick Land también están muy bien.


 
@El viejo verde El análisis de Prada me parece muy incompleto. Peor, posiblemente sesgado porque es evidente que conoce bien la obra y en otras ocasiones lo he visto ser riguroso pero la acusa de incompletitud en parcelas en las que es fácil entender que no la tiene.

Citando de memoria, porque leí la novelita por última vez hace unos cuarenta años, hay personajes "ricos" en la historia que son majetes. El sobrino de Scrooge, por lo poco que podemos colegir, goza de una buena posición. Tiene un hogar confortable, un matrimonio bien avenido, amigos que tienen un dialecto y unas costumbres claramente de clase media, y dedica la Navidad a estar con sus seres queridos, a jugar a las charadas, a ser feliz y a pasarlo bien.

Luego sigo. Estoy medio malo y me canso mucho.
 
No se si será casualidad o lo conoces

Ambas cosas. :) Yo llevo diciendo estas cosas, como mínimo, desde 2002. Pero tampoco es una idea tan inaudita y en las redes de USA, por las que yo me movía mucho, a principios de 2000 circulaba ya ese pensamiento.

Lo gracioso es que en aquel momento los que lo compartíamos no pensábamos que fuera a llevar a una deriva tan peligrosa. Incluso había presentes gente que eran, genealógicamente, puritanos de la misma manera en la que se puede decir que yo soy, genealógicamente, carlista. Aunque tanto ellos como yo éramos conscientes de las incompatibilidades de las últimas consecuencias de esos valores con vivir en el siglo XXI, que acababa de empezar y parecía prometer tanto.

Las redes, en el año 2000, se componían de gente que había formado su cultura y, lo que es más importante, su personalidad fuera de las redes. No nos dábamos cuenta de lo importante que era eso a la hora de hacer creer de forma masiva a la gente que la Tierra es plana, que es lo que nos está pasando en las redes actuales.

Con lo de la Tierra plana (no estoy haciendo esta precisión por ti sino por cualquiera que pasara por aquí y pudiera no captarlo) evidentemente me refiero a la Tierra Plana, al genaro, a la tras*exualidad, al buenismo inmigratorio, etc. etc.

Sobre si es un descendiente estricto del puritanismo, creo que es un debate bizantino. La religión egipcia del 500 AC era descendiente estricta de la del 3000 AC aunque había cambiado algo. Había una "cadena de custodia"a lo largo de las generaciones. La Iglesia católica, exactamente igual desde San Pablo. El neopaganismo, el neoliberalismo, el neopuritanismo, no tienen "cadenas de custodia" claras. En algunos casos son semillas que nacen en el mismo humus (lo pogre) pero en otros son invenciones "retro" por completo (los neopaganos escandinavos) o siguen un modelo mixto, como el sionismo, que tiene mucho de invención nacionalista decimonónica.

Sería necesario definir que es un "descendiente". No creo que valga la pena, pero siempre es apasionante la búsqueda de fuentes. Y creo que este hilo puede ser un buen sitio, así que te animo a ello. :)
 
Sugiero a @Von Riné que redenomine el hilo a "Los puritanos contra la Navidad" o algo así. Pero tampoco es necesario, realmente. Toda la gente que podría aportar lo va a ver de todos modos.

Es gracioso ver que, de verdad, los puritanos de todos los bandos odian la Navidad y la quieren redefinir en unas claves que, de aplicarse en su plenitud, dejarían fuera a casi todo el mundo.
 
No solo cosa de gente de izquierdas. Dentro del mismo cristianismo hay/hubo oposición.



Navidades de la segunda mitad de la década de 1640 quizás no fueran muy ortodoxas en Gran Bretaña; pero lo cierto es que tampoco eran tiempos tranquilos a nivel político. Entre 1642 y 1651 el reino encadenó las denominadas guerras civiles inglesas entre realistas y parlamentarios. La ordenanza "anti Navidad" del 47 llegó de hecho poco después de la primera guerra civil, en la que los parlamentarios se impusieron a los partidarios de Carlos I.

Con ese telón de fondo, los puritanos hicieron valer su influencia en el Parlamento para, entre otras cuestiones, emprender una peculiar cruzada contra la Navidad. Para ellos sus festejos y cánticos, por no decir directamente la propia celebración del nacimiento de Cristo cada 25 de diciembre, resultaban aborrecibles por varias razones. No encontraban justificación en la Biblia para semejante festejo, lo consideraban una tradición "papista" y la forma de conmemorar las Navidades les resultaba pecaminosa.

De las guerras civiles inglesas, así como de sus consecuencias, se pueden decir muchas cosas. Y quizá el intento de prohibir festejar la Navidad se podría etiquetar como una de las consecuencias menores.

De las mayores, yo destaco a Hobbes, cuyos postulados sociales y políticos son de importancia primordial.
 
De las guerras civiles inglesas, así como de sus consecuencias, se pueden decir muchas cosas. Y quizá el intento de prohibir festejar la Navidad se podría etiquetar como una de las consecuencias menores.

De las mayores, yo destaco a Hobbes, cuyos postulados sociales y políticos son de importancia primordial.
Es digno de encomio hacia ellos ver cómo los mismos ingleses se dieron cuenta de que era un camino equivocado y apenas muerto el perro se acabó la rabia.
 
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