chafamandurrias
Madmaxista
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Monto a caballo de tanto en tanto. No soy propietario de caballos ni de instalaciones, pero como contribuyo a su educación digamos que tengo derecho a montar como profesor.
Es un caballo de carne, un montañés pirenaico de gran cabeza y patas fuertes, un caballo de guerra. En cuanto a su personalidad resulta un poco lento para asimilar lo que le propongo, pero con paciencia y persistencia obedece.
Hoy era mi quinta salida con él. Las tres primeras, de unas tres horas, acompañado de una yegua de casi 20 años de absoluta confianza. La cuarta en solitario con él (de unas tres horas también) fue un poema épico redondo, perfecto.
Hoy soplaba un viento que se dejaba sentir. Además he soltado, he forzado a mi cortesana a salir, ya que sabe que los caballos no la reciben bien y pasa de acercarse a ellos a menos de 100 metros. Era un elemento más de estrés. Me ha hecho más paradas de las que esperaba. He escuchado con él para decidir que no había peligros a la vista. He desmontado cuando he encontrado una dificultad: su miedo a cruzar cursos de agua, aunque sean pequeños. El caso es que ya confiado en su obediencia a la intención general de la marcha y al pequeño toque para decidir trazadas, lo lanzo al galope por un campo limpio de cebada y tras hacer un amago de tropiezo con la anterior izquierda, recuperarse con la derecha y ver que yo no me salía de encima, me hace otra frenada de mano izquierda bajando el cuello y me ayuda con sus cuartos traseros a que volara por encima de su cuello, un poco proyectado a la izquierda.
A pesar de llevar mi armadura de motorista y un señor chaquetón de piel por encima me he tenido que comer un aterrizaje que he recibido de hombro, con el derecho y he frenado de talón izquierdo, una bonita caída dificil de repetir sobre un tatami.
Mi conclusión sobre la vivencia, además de lo que se relaciona con el trato con equinos, es económica: estamos entrando en un mundo nuevo donde más que poseer, los grandes propietarios no van a poder poseer todas sus posesiones, es interesante plantearse lo que uno podrá ususfructuar, disfrutar, administrar, aunque no sea suyo.
Lo he vuelto a monar tras pegarle una palmada en la frente y una bofetada de raspadizo en la paletilla izquierda, y tras hacerle cruzar otro barranco a contraquerencia , hemos vuelto a las cuadras al paso y a un trote contenido con las riendas muy cortas y estando muy encima de su cabeza.
Quien esté en un ambiente que lo permita que se acerque al mundo de los equinos: son fuertes, son brutos, tienen memoria y se vengan de los malos ratos que les hayas podido hacer pasar, pero son capaces de valorar la compañía de un socio que no les teme a los hombres, ni a los perros, ni a las sombras, ni a los árboles, ni a las ruinas, ni a las pilonas de alta tensión.
Qué mejores socios que un perro y un caballo.
Es un caballo de carne, un montañés pirenaico de gran cabeza y patas fuertes, un caballo de guerra. En cuanto a su personalidad resulta un poco lento para asimilar lo que le propongo, pero con paciencia y persistencia obedece.
Hoy era mi quinta salida con él. Las tres primeras, de unas tres horas, acompañado de una yegua de casi 20 años de absoluta confianza. La cuarta en solitario con él (de unas tres horas también) fue un poema épico redondo, perfecto.
Hoy soplaba un viento que se dejaba sentir. Además he soltado, he forzado a mi cortesana a salir, ya que sabe que los caballos no la reciben bien y pasa de acercarse a ellos a menos de 100 metros. Era un elemento más de estrés. Me ha hecho más paradas de las que esperaba. He escuchado con él para decidir que no había peligros a la vista. He desmontado cuando he encontrado una dificultad: su miedo a cruzar cursos de agua, aunque sean pequeños. El caso es que ya confiado en su obediencia a la intención general de la marcha y al pequeño toque para decidir trazadas, lo lanzo al galope por un campo limpio de cebada y tras hacer un amago de tropiezo con la anterior izquierda, recuperarse con la derecha y ver que yo no me salía de encima, me hace otra frenada de mano izquierda bajando el cuello y me ayuda con sus cuartos traseros a que volara por encima de su cuello, un poco proyectado a la izquierda.
A pesar de llevar mi armadura de motorista y un señor chaquetón de piel por encima me he tenido que comer un aterrizaje que he recibido de hombro, con el derecho y he frenado de talón izquierdo, una bonita caída dificil de repetir sobre un tatami.
Mi conclusión sobre la vivencia, además de lo que se relaciona con el trato con equinos, es económica: estamos entrando en un mundo nuevo donde más que poseer, los grandes propietarios no van a poder poseer todas sus posesiones, es interesante plantearse lo que uno podrá ususfructuar, disfrutar, administrar, aunque no sea suyo.
Lo he vuelto a monar tras pegarle una palmada en la frente y una bofetada de raspadizo en la paletilla izquierda, y tras hacerle cruzar otro barranco a contraquerencia , hemos vuelto a las cuadras al paso y a un trote contenido con las riendas muy cortas y estando muy encima de su cabeza.
Quien esté en un ambiente que lo permita que se acerque al mundo de los equinos: son fuertes, son brutos, tienen memoria y se vengan de los malos ratos que les hayas podido hacer pasar, pero son capaces de valorar la compañía de un socio que no les teme a los hombres, ni a los perros, ni a las sombras, ni a los árboles, ni a las ruinas, ni a las pilonas de alta tensión.
Qué mejores socios que un perro y un caballo.