Lo místico es un estado elevado de la espiritualidad y el espíritu, en su definición cristiana, tiene estas tres potencias: voluntad, memoria y discernimiento. Por lo tanto, la racionalidad es parte esencial del espíritu, siendo la voluntad la que aborda las sutilezas de la libertad, y separarlas como entes de distinta naturaleza es, además de una maniobra torpe cuando no satánica, el rechazo a la propia naturaleza humana. La plasticidad del cerebro es capaz de sortear problemas de conexión con el mundo exterior de la persona haciendo que áreas sanas tomen el testigo de las que ya no funcionan. Eso no puede deberse a una adaptación "per se" sino a que una fuerza de rango superior al cerebro le obliga a adaptarse a las nuevas condiciones.
La voluntad no tendría sentido si solo hubiera una opción para cada acto volitivo y si hay varias opciones es necesario conocerlas -por la memoria conocemos las que se suman a nuestra experiencia- y discernir cuál nos parece mejor y ahí aparecen los condicionantes, sean de oportunidad, de filias y fobias, o jovenlandesales. En este sistema, que supongo se reconocerá en cada lector, la tras*gresión necesitaría de dos caminos: el acto voluntario y autónomo de no seguir ciertas reglas, muy por encima de su discusión racional, o el acto del discernimiento que mueve a la voluntad en contra de las reglas. El resultado sería el mismo en apariencia pero su origen es muy distinto porque la comprensión de lo que se tras*grede y el conocimiento de sus efectos, entra de lleno en la plenitud del espíritu humano dispuesto a todo.
No es de extrañar que para el mundo protestante que reniega o no entiende el libre albedrío, todo acto jovenlandesalmente reprobable sea efecto directo del malo, o dicho de otro modo, que un cristiano "solo" puede separarse de Dios por la intercesión directa y constante de malo, como si su voluntad y discernimiento estuvieran en suspenso y por ello no podrían asumir en primera persona ninguna responsabilidad. No niego en absoluto las tentaciones demoníacas pero precisamente el hecho de ser tentaciones y no órdenes, las pone en un lugar subsidiario de nuestra libertad, entendida como el binomio de la voluntad y el discernimiento -la razón- cooperando la primera pero subyugada por la capacidad de tomar decisiones pensadas.
Todo lo anterior forma parte de la filosofía católica y con ello se puede entender mejor el distinto modo de tratar la brujería y a las brujas, que fueron o son personas con la misma dignidad que el Papa de Roma y por tanto con el mismo derecho a ser tratadas como seres humanos redimibles a menos que su voluntad lo impida por algo de lo que ya dije antes. Quiero destacar el hecho de que las apelaciones a lo satánico son tradición en el mundo protestante y pregunto a los que son de cultura católica si antes de ahora -y no por el efecto de las redes- habían escuchado tanto a cerca del malo. Desde cierto punto de vista "mola más" porque sortea el pecado y dirige su inquisición sobre el malo sin cuyas acciones seríamos muy buenos... La parte negativa es que cuando uno está frente a un malo humano sería muy difícil aceptar que pueda cambiar de rumbo y tal vez su fin sería un acto generoso con la humanidad. La subversión cultural es por desgracia un hecho.