Parece mentira que, vivendo en el país de chorizos en el que vivimos y ocurriendo las cosas que están ocurriendo a diario, aún apoyemos la actuación de la administración en un negocio que mueve cientos de millones de euros al año. Parece mentira que, sabiendo lo mucho que les gusta el dinero ajeno a los que mandan en este país, aún creamos que las normas se hacen por nuestro bien. Cuenta creer que, sabiendo que la GC en particular se nutre en buena parte de lo recaudado en multas para financiarse (y para paguitas y complementos que los mandos reparten a su antojo), aún pensemos que el incremento de controles es para incrementar la seguridad vial.
Que sí, que hay gente que va como una cuba, que son un verdadero peligro y que esto hay que evitarlo de alguna manera. Que han de hacerse controles de drojas y alcohol, pues sí. Pero que aún nos traguemos que son las causantes de tantos accidentes... Eso, señores, es lo que a la administración le conviene. Un cabeza de turco, un hombre de trabajo manual al que quemar. Ni el alcohol es tan culpable como nos quieren hacer creer, ni quien bebe al volante merece ser acosado ni sancionado tan duramente por, simplemente, rebasar un límite administrativo puesto ahí de forma arbitraria, calculado con el único fin de recaudar más.
Desafío a cualquiera a demostrar que con 0,25 se está peor que una persona que no bebe pero que lleva toda la semana currando a turnos. O que coge el coche después de una bronca con el jefe/cónyuge. Buena parte de los que critican a los conductores que beben en este país reconocen abiertamente que no están de acuerdo con los límites de velocidad, que incluso los incumplen reiteradamente. A esas personas, que no son pocas, les diré que, mientras que para el alcohol no existe NI UN SÓLO ESTUDIO que demuestre que hay una relación directa entre cantidad de alcohol en sangre y afectación de la capacidad para conducir, los límites de velocidad sí que se basan en cálculos y estudios objetivos. Vamos, que en los límites de alcoholemia existe un grado de arbitrariedad interesada que en otras normas no existe. Aunque en realidad, casi todo lo que está controlado por la GC es arbitrario, caprichoso y, en bastantes ocasiones, falso.
Los chavales de A Coruña deberían saber que dichos controles de alcoholemia deben ceñirse a una programación planeada de antemano. No se pueden montar controles preventivos allá donde sale del nabo, salvo circunstancias excepcionales muy concisas. Los controles, además, deben estar debidamente señalizados y las luces del puente de los coches patrulla, encendidas. Vamos, que debe ser visible de lejos.
Animo a la gente de allí a que se organicen, se instalen cámaras en los coches y salgan a comprobar que dichos controles gozan de todos los requisitos pertinentes. Si se observa que algo de lo que he dicho antes no se cumple, con la grabación al juzgado a presentar una denuncia por un delito contra la seguridad vial. Lógicamente no salgáis después de haber bebido, ni chuleéis a los guardias, ni discutáis con ellos. Que no se enteren de que lleváis la cámara, si puede ser. Si la seguridad vial es algo tan serio que justifica esta cantidad de vigilancia tan brutal, entonces vamos a echar una mano, vigilemos a los vigilantes. Para que cumplan también las normas.