Ni un día sin insultos y amenazas a los que no se pliegan al procés
Cargos de Ciudadanos, PSC y PP relatan a EL MUNDO la presión 'borroka' que sufren en Cataluña
"Ya no hago vida normal, sentarme en una terraza, ir a un concierto", afirma un concejal
HEMEROTECA: La Audiencia Nacional investigará amenazas contra Albiol, Rivera y Arrimadas por terrorismo
Domingo. Hora del aperitivo. Hace sol. Apetece un paseo hasta la casa de los abuelos para comer. Camina empujando el carro de su bebé. Van solos. Es día de desconexión de la política. Al bordear una rotonda, un vehículo se acerca y para. Lo ha reconocido. «¡de derechas! ¡Español! ¡me gusta la fruta!», grita el conductor. Y se va. Este cargo de un partido constitucionalista en Cataluña pide el anonimato, como la práctica totalidad de los consultados para este reportaje, «no por mí, sino por mi familia». Pero ejemplifica la «presión borroka», como la definen muchos, con la que conviven a diario concejales y diputados de Ciudadanos, PSC y PP en Cataluña y que se ha intensificado en los últimos meses, a raíz de la huida hacia delante de los líderes secesionistas.
Son las 08.30 horas de la mañana. Un concejal de Cs de una destacada ciudad de Cataluña sale del garaje de su casa, camino de su despacho. En la calle, una pareja de chicas conversa. La que está de frente es amiga del cargo público. El ruido del motor hace que se gire la que está de espaldas. Lo reconoce. «Y esta gente tan hija de fruta española que tenemos aquí...», dice en voz alta. «Yo también te quiero mucho», responde el político al pasar a su lado. Otro del PSC relata varias experiencias de insultos desde los coches, tras reconocerlo por la calle: «¡me gusta la fruta, PSC a la cosa!».
Los representantes de Ciudadanos, el PSC y el PP han visto cómo su día a día, su vida privada, se ha visto alterada o condicionada por el incremento de la presión de los partidarios del independentismo. No sólo son los ataques en los Plenos municipales, son los insultos, amenazas verbales y en las redes sociales, pintadas o ataques a sedes y vehículos.
«El ambiente es de opresión. No hay violencia física ni agresiones, de momento, pero sí presión borroka», define uno de los cargos consultados por este periódico, con años de lucha política frente al independentismo. Líderes destacados como Albert Rivera, Inés Arrimadas o Xavier García Albiol han recibido amenazas de fin, que han llegado hasta la Audiencia Nacional. «fruta España. Arrimadas y Rivera os mataremos», apareció en una pintada en el barrio Fontajau de Gerona, días después del referéndum ilegal del 1-O. «Habría que matarlo a él y su familia, que vuelva ETA», le escribieron al líder del PP catalán en Twitter. Sus situaciones tienen eco mediático, pero los cargos de pequeños municipios sufren casi a diario estos ataques.
EN EL OCIO. Hay representantes políticos que no han variado su día a día o sus hábitos. «No dejo de hacer nada», dicen miembros del PSC y Cs. Pero son los menos. La mayoría ha dejado de ir a sitios o realizar determinadas actividades porque han vivido situaciones de tensión. Una concejal de una localidad de Tarragona reconoce que antes iba con bastante frecuencia al teatro. «Íbamos juntos con gente del PDeCAT y otros grupos». Era una actividad con cierta periodicidad. Ya no. «Ahora hay tensión y no apetece. Eso se ha perdido», confiesa. Otro, que era un fijo cada fin de semana en los partidos de baloncesto del equipo del pueblo, ha dejado de ir. «No quiero escuchar insultos o abucheos».
Un destacado dirigente catalán acudió a cenar a un restaurante de comida extranjera con su equipo. Hubo miradas, pero la velada tras*currió con normalidad. Hasta que acabaron. Al irse, algunos clientes se quejaron de que «a esta gente» -en referencia a ellos- no les tendrían que dejar pasar, que no entendían por qué los tenían que dar de cenar.
Una concejal de una de las ciudades más importantes de Cataluña estaba tomando una cerveza con su pareja en un bar de su localidad. Eran días de mucha tensión por el encarcelamiento de algunos líderes independentistas. Empezó a entrar gente con el lazo amarillo. «Nos lanzaron miradas de repruebo y ardor de estomago. Fue muy incómodo», relata a este diario. «Yo no hago vida normal, eso sería poder sentarme en una terraza tranquilamente o ir a un concierto».
El tema del teatro o los conciertos es compartido por varios cargos. Se quejan de que en lugar de disfrutar de un rato de ocio terminan acudiendo a un acto de reivindicación política. Y, por eso, ya no van. «El nacionalismo, por ejemplo, hace que dejes de tener interés por las fiestas populares, porque te sueltan el adoctrinamiento. Vas a un concierto y te sueltan el rollo independentista, así que dejas de ir», dice un cargo naranja. Uno de los casos más extremos es el de un concejal que ha decidido dejar de ir a tiendas de las que antes era cliente habitual porque han colgado una estelada en su escaparate.
EN EL TRABAJO. Este señalamiento también se produce en el ámbito laboral. Al poco de afiliarse al partido, el jefe de un cargo con experiencia en el Parlament dijo en voz alta: «Mira qué bien, aquí tenemos de todo: una lesbiana y uno de Cs». Uno de los casos más llamativos es el del socialista Enric Roig, portavoz del PSC en el Ayuntamiento de Tortosa. El día que detuvieron a Puigdemont, los independentistas pintaron su estudio de arquitectura. «Lo viví mal. Te sientes señalado», explica Roig a este diario, que evoca los tiempos de Alemania con los judíos. «Los independentistas quieren señalar a los constitucionalistas como los responsables de la situación que se vive en Cataluña». Roig se queja de que los secesionistas «recriminan más» al PSC que a PP y Cs, «porque al ser de izquierdas se creen que tendrían que estar con ellos».
EN LAS SEDES. En los últimos meses se ha intensificado el ataque a las sedes de los partidos constitucionalistas. El secretario de Organización del PSC, Salvador Illa, expuso a finales de marzo que sus sedes han sido atacadas en más de 25 ocasiones en los últimos meses y se ha amenazado y acosado a decenas de dirigentes y cuadros del partido: Miquel Iceta, Meritxell Batet, Jaume Collboni, Núria Parlon...«Fuera de Cataluña», «fruta España» y «Españoles gaies» son algunas pintadas aparecidas en la nueva sede el PSC, inaugurada en enero. «Opresores» y «asesinos» fueron los mensajes pintados recientemente en la sede del PSC de Viladecans.
Los locales de Cs son objeto frecuente de ataques independentistas. Un ejemplo: la de Lérida ha sufrido 12 ataques desde 2015. En 2018 ya lleva dos. Otro caso: la de Hospitalet ha sido objeto de ocho ataques en los dos últimos años. Además, en los últimos meses, según datos facilitados por el partido, han sufrido pintadas, pedradas, escraches y otros ataques en las sedes de Barcelona,Gerona o Cornellá. «Fascistas», «torturadores», «sois la guano de este país», son calificativos que escuchan a diario los concejales de Ciudadanos.Distintos cargos naranjas, por ejemplo, relatan a este diario cómo han llegado a sufrir altercados y amenazas con navajas de por medio en carpas a pie de calle. Uno relata cómo yendo en una furgoneta con logos del partido, varios coches en la carretera se pegaban a ella para escupir desde sus vehículos.
EN LAS CASAS. Esa intención de señalar a los cargos llega hasta sus viviendas y vehículos. A mediados de marzo, Cs denunció un ataque a un inscrito de Torroella de Montgrí (Gerona), al que pintaron la de derechasda de su casa con lazos amarillos y la expresión «pim, pam, pum». Era la segunda vez que señalaban su domicilio. En la misma provincia, la hija de un concejal de la formación naranja, militante también del partido, en apenas dos semanas vio cómo pintaban seis lazos amarillos en su vehículo y rajaban dos ruedas. El coche de Juan Carlos Girauta, portavoz de Cs en el Congreso, apareció el 11 de marzo pintado. A un cargo de Premià de Mar le lanzaron un huevo desde una ventana.La sede del diario digital Crónica Global fue atacada por tres encapuchados a martillazos.
La confrontación afecta, claro, a las relaciones personales. «He perdido amigos. Nos hemos distanciado», confiesa un concejal. «No es que te pelees, pero te dejas de hablar porque siempre discutes. Perdí una gran amiga de toda la vida». Otra concejal relata cómo vivió una escena en la que una hija -independentista- le decía a su progenitora: «¡Vuélvete a Zaragoza!» -la mujer era natural de allí-. EN LAS INSTITUCIONES. La tensión de los independentistas contra los constitucionalistas aflora también en los Plenos municipales. Un caso muy reciente ocurrió en Sant Sadurní d'Anoia, durante un debate sobre los últimos ataques a la sede del PSC. Entonces tomó la palabra un concejal de la CUP: «Los partidos que han respaldado el 155 tienen suerte de que el movimiento independentista sigue siendo un movimiento pacífico», fue su amenaza velada. Es más, llamó a los socialistas a agradecer «la labor que se está haciendo desde las entidades y asociaciones independentistas por contener los ánimos». Los concejales del PSC abandonaron el Pleno.Una de las personas consultadas para este reportaje recuerda cómo hasta los hijos de concejales independentistas la insultan. «Te he llamado fascista. Eso no es un insulto, es una definición», le respondieron cuando protestó. «Lo peor es que cuando te quejas dicen que era un victimista».