Se dice no, lo afirmó el propio Quevedo:
Aunque esté escrito en tercera persona, los versos están atribuidos a Quevedo. De hecho, lo más probable es que esa casa de la que desahució a Góngora fuera la casa de la calle Quevedo, que citas antes.
Quevedo debía de hablar perfectamente italiano, porque a cuenta de la Conjuración de Venecia, escapó de la ciudad en hábito de mendigo. Además,
le he leído al menos un soneto escrito íntegramente en toscano.
Este soneto pertenece a la copiosa descendencia de la rima CXXXIV de Petrarca (Pace non trovo e non ho da far guerra): construir un soneto en que se define Amor a base de antítesis y contrarios. En castellano, el soneto más celebre y más conseguido (superior con mucho a mi juicio al original de Petrarca) es aquel de Lope que principia "Desmayarse, atreverse, estar furioso".
Sí, pero a mí la biografía que me parece más interesante es la de Lope con quien, por cierto, Quevedo se llevaba bastante bien. Ambos se profesaban profunda admiración. Fue Quevedo quien aprobó a Lope la impresión de sus "Rimas humanas y divinas",
que no es aprobación, sino encendido elogio, y Lope por su parte lo alabó también varias veces, entre ellas en
estas propias Rimas.
Aportaré algunos poemas de Quevedo. A mí su soneto amoroso que más me gusta no es el manidísimo "Cerrar podrá mis ojos", porque "catorce versos dicen que es soneto" y, aunque tiene unos tercetos sublimes, tiene unos cuartetos muy mediocres indignos de su genio. Yo tengo especial debilidad por éste:
Dejad que a voces diga el bien que pierdo,
si con mi llanto a lástima os provoco;
y permitidme hacer cosas de loco:
que parezco muy mal amante y cuerdo.
La red que rompo y la prisión que muerdo
y el tirano rigor que adoro y toco,
para mostrar mi pena son muy poco,
si por mi mal de lo que fui me acuerdo.
Óiganme todos: consentid siquiera
que, harto de esperar y de quejarme,
pues sin premio viví, sin juicio muera.
De gritar solamente quiero hartarme.
Sepa de mí, a lo menos, esta fiera
que he podido morir, y no mudarme.
Me encanta. Sobre todo por el uso de expresiones nada poéticas con el que trufa todo el soneto: "hacer cosas de loco", "óiganme todos". "harto de esperar", "quiero hartarme".
Tampoco quiero dejar de citar un excelente soneto (sobre todo los cuartetos) que dedicó a su gran pasión: los libros.
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Las grandes almas que la fin ausenta,
de injurias de los años vengadora,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la imprenta.
En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta,
que en la lección y estudios nos mejora.
Finalmente. A quien le guste la prosa de Quevedo, no debe dejar de leer a su más feliz continuador: el Gran Piscator de Salamanca, esto es, don Diego de Torres Villarroel. Su "Vida" es excelente y, también, sus "Visiones y Visitas", donde imitando los Sueños, se le aparece en uno Quevedo y van juntos a visitar el Madrid de mediados del siglo XVIII.