Soy urbanita. No.
Lo más lejos que llegue fue a escoger un conejo (mi abuela me dijo que fuera a casa de su cuñado que me iba a dar un conejo) pensando que era un regalo para mi, y para mi horror, cuando ese hombre me dijo que cuál quería, y yo seleccioné el que pensaba que sería mi mascota, le dio un garrotazo nada más sacarlo de la conejera y me lo extendió para que me lo llevara. Me sentí muy culpable y no lloré por vergüenza. Tendría unos ocho años.