«Siglo vivido, siglo trabajado»
Generosa Palacios López celebra en Puebla sus cien años de vida rodeada de su familia
28.05.2013 | 01:15
Generosa Palacios escribiendo.
ARACELI SAAVEDRA Algunas culturas hacen del nombre un proyecto de vida. Generosa, tal como indica su nombre, acaba de cumplir cien años; todo un pozo de vivencias.
Generosa Palacios López ha hecho honor a su nombre y ha sabido darse a lo largo de cien años. Nació un 25 de mayo de 1913, en el seno del matrimonio que formaban Pedro y Luisa, en el pueblo de Ferreruela de Tábara, entre las comarcas de Tábara y Aliste. Este pueblo, de la Diócesis de Astorga, ya ha cobijado a varios «centenarios» zamoranos.
Generosa visita a temporadas la casa de sus familiares en Sanabria. En Puebla sopló este fin de semana con fuerza e ilusión las velas de su merecida tarta al calor de los suyos. Su deseo, escondido en su interior, «que su vitalidad se extienda por todos los que brindamos por ella para que disfrutemos de personas como Generosa otro siglo» evocan sus descendientes directos.
«Siglo vivido, siglo trabajado» describe la vida de esta centenaria su propia familia. Por ello, Generosa trabajó desde su infancia en las labores del campo y la ganadería. Viñas, ganados, tierras, labranzas, grana y terrones fueron sus compañeros en el pueblo tabarés, puesto que la escuela quedaba reservada para tiempos muertos, y en aquella época, dura, el tiempo avivaba los rescoldos de las faenas en el hogar y en el campo. Generosa formaba parte de una familia numerosa, creció con seis hermanas y dos hermanos, estos últimos empleados en la vía del tren que facilitaría el trasiego ferroviario entre Zamora y Orense. Con la ausencia de los hombres de la casa, ella y sus hermanas domaban la indolencia del terreno.
Una pizarra y un trozo de tiza acompañaron a Generosa al campo para intentar alargar el parco aprendizaje escolar, pues tan solo cuando las ovejas parían, Generosa podía trocar la campiña por el pupitre. Esta parquedad se hizo lección con la constancia, pues todavía lee y escribe con buena dicción.
Se casó en 1942 con Francisco Fínez Ferrero, oriundo de Ferreruela, con quien tuvo siete hijos, dos de los cuales fallecieron al poco de nacer. Trabajo, trabajo y trabajo para sacar a la familia adelante en una época llena de penurias. De este modo adquirieron un molino, que junto con la agricultura y ganadería, posibilitó que se desarrollaran con dignidad.
Ferreruela ha sido generosa con Generosa y Generosa ha correspondido con la misma virtud, pues el apego hacia el pueblo ha estado siempre presente. Aún pasando con los hijos temporadas en lugares como Sanabria -Puebla de Sanabria o Padornelo- o en el País Vasco, en San Sebastián, Generosa sigue disfrutando largas estancias en Ferreruela con su familia, la cual ya cuenta con diez nietos.
Esta mujer conserva una mente prodigiosa que sigue cavilando en los juegos y en su rutinas diarias. Los naipes, con el juego de la brisca, ojear revistas, ver la televisión y conversar con los que tiene alrededor, así como recordar su vida, que es la vida del último siglo en Zamora, hacen que Generosa viva la vida con la misma ilusión con la que sale a la calle cuando el buen tiempo lo permite, o se asome al alféizar de la ventana para ver la vida pasar, pues cien años no son nada.
A sus cien años recién cumplidos sigue la actualidad política de nuestro país, pero, como reza el dicho «no hay mal que cien años dure» ? pues Generosa es amiga de los refranes y dichos populares. Si le preguntan que por qué ha vivido tanto, responde categóricamente y con cierta sorna «porque no me he muerto, un humor significativo de estas latitudes.
«Siglo vivido, siglo trabajado» - La Opinión de Zamora