Narwhal
La jauría
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La última parada de Zamora, entre lo Divino y lo humano
Su mítica carrera le deparó una despedida a la altura, una última intervención, el 21 de junio de 1936, que valdría un título en la primera final Madrid-Barcelona de la historia. Pero la leyenda le acompañó desde su misterioso nacimiento y hasta sus dos muertes. La de la guerra y la de verdad. Todo un genio que, como tal, fue alabado por poetas, novelistas, pintores y artistas universales como él.
Tuvo que estallar la Guerra Civil para que en España se dejara de hablar, día y noche tras un mes, de una noticia que acaparaba los diarios, las radios, las tertulias de café. Y no era otra que la retirada de Ricardo Zamora. Uno de los futbolistas más universales no ya de los inicios de un balompié organizado sino de la historia entera del fútbol, cuya última parada contuvo tantos elementos literarios como su carrera. Y su propia vida.
No es de extrañar, por tanto, que desde un premio Nobel a un genio de la pintura se fijasen en él y lo idolatrasen. Que un poeta incluso le salvara la vida. Que el jefe de Estado de una potencia mundial lo imaginara como presidente de la República española. O que protagonizara películas, convirtiéndose en el primer jugador mediático. El primero que creó tendencia con su atuendo. El primero que generó apodos y frases célebres, hasta un premio, que aún hoy se recuerdan y recitan.
La última parada de Zamora contiene un incalculable valor no solo por lo que significó en su contexto, una final, sino sobre todo porque marcó el final de una era. La del mejor guardameta mundial en la primera mitad del siglo XX, uno de los mejores de todos los tiempos. Y supuso un antes y un después en una biografía que siguió siendo igual o más legendaria tras el pitido final. Más que un futbolista, una celebridad mundial.
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Zamora sale a hombros de sus compañeros. DIARIO AS
Su mítica carrera le deparó una despedida a la altura, una última intervención, el 21 de junio de 1936, que valdría un título en la primera final Madrid-Barcelona de la historia. Pero la leyenda le acompañó desde su misterioso nacimiento y hasta sus dos muertes. La de la guerra y la de verdad. Todo un genio que, como tal, fue alabado por poetas, novelistas, pintores y artistas universales como él.
Tuvo que estallar la Guerra Civil para que en España se dejara de hablar, día y noche tras un mes, de una noticia que acaparaba los diarios, las radios, las tertulias de café. Y no era otra que la retirada de Ricardo Zamora. Uno de los futbolistas más universales no ya de los inicios de un balompié organizado sino de la historia entera del fútbol, cuya última parada contuvo tantos elementos literarios como su carrera. Y su propia vida.
No es de extrañar, por tanto, que desde un premio Nobel a un genio de la pintura se fijasen en él y lo idolatrasen. Que un poeta incluso le salvara la vida. Que el jefe de Estado de una potencia mundial lo imaginara como presidente de la República española. O que protagonizara películas, convirtiéndose en el primer jugador mediático. El primero que creó tendencia con su atuendo. El primero que generó apodos y frases célebres, hasta un premio, que aún hoy se recuerdan y recitan.
La última parada de Zamora contiene un incalculable valor no solo por lo que significó en su contexto, una final, sino sobre todo porque marcó el final de una era. La del mejor guardameta mundial en la primera mitad del siglo XX, uno de los mejores de todos los tiempos. Y supuso un antes y un después en una biografía que siguió siendo igual o más legendaria tras el pitido final. Más que un futbolista, una celebridad mundial.
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Zamora sale a hombros de sus compañeros. DIARIO AS
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