Kenshiro
Madmaxista
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Madres PEDÓFILAS que ABUSAN de sus Hijos!!! - YouTube
Busqué el susodicho artículo y, cómo no, era de la revista Pikara.
Lo dejo para vuestro goce y disfrute, si tenéis huevones para leerlo:cook:
Mi mejor amante | pikara magazine
En resumen, estas pilinguis justifican la *******astia.
_____
Actualizo:
Han borrado el artículo original, todavía se puede encontrar en caché:
Mi mejor amante | pikara magazine
Por si acaso se eliminara, procedo a copypastear el artículo aquí. No queremos que se pierda esta prueba del desequilibrio mental que produce el feminismo de tercera ola:
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Actualizo 2:
Ya ha sido eliminado del caché, incluyo imagen del post original facilitada por un conflorero
Busqué el susodicho artículo y, cómo no, era de la revista Pikara.
Lo dejo para vuestro goce y disfrute, si tenéis huevones para leerlo:cook:
Mi mejor amante | pikara magazine
En resumen, estas pilinguis justifican la *******astia.
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Actualizo:
Han borrado el artículo original, todavía se puede encontrar en caché:
Mi mejor amante | pikara magazine
Por si acaso se eliminara, procedo a copypastear el artículo aquí. No queremos que se pierda esta prueba del desequilibrio mental que produce el feminismo de tercera ola:
Mi mejor amante
Publicamos el diálogo sobre maternidad y sexualidad que mantuvieron Helen Torres y María Llopis para el libro ‘Relatos marranos’. Entre otros temas, charlan sobre el placer y el erotismo durante el embarazo, el parto, la lactancia y la relación corporal con el bebé.
http://djd9pi028g05f.cloudfront.net/wp-content/uploads/2015/03/embarazo-deseo-ana-belen-jarrin-jovenlandesan.jpg
Traducción de un skype entre María Llopis1 y Helen Torres. María es una artista multimedia que desarrolla una visión alternativa de la identidad sensual y de género a partir de la deconstrucción del sujeto del feminismo, para acercarse al feminismo pro sex o al tras*feminismo. Sus vídeos, performances, charlas, talleres y libros se mueven alrededor del orgasmo y la violencia, la sexualidad de las personas mayores, el sesso virtual y la performatividad de género. Actualmente lleva un proyecto alrededor de las maternidades subversivas y los partos orgásmicos. Las notas al pie son comentarios a la conversación de Aida I. de Prada, coeditora de ‘Relatos marranos’.
Helen Torres: Cuéntame sobre tu proyecto de maternidades subversivas.
María Llopis: Estoy a tope con el tema de maternidad y sexualidad2. Acabo de hacer un taller sobre maternidades subversivas en Olba, un pueblo de Castellón, y me vinieron todas las madres punkis y hippies neo-rurales con sus criaturas y sus partos orgásmicos, sus lactancias orgásmicas, sus embarazos orgásmicos… ¡todo orgásmico! A mí me apetecía hacer así como en coña una especie de guía para el parto orgásmico (digo de coña porque es mucho más complejo que seguir unos pasos determinados para conseguir un objetivo), y, aunque lo hicimos, fue muy diferente a lo que me había imaginado. Por otro lado, estoy haciendo entrevistas sobre parto y orgasmo y me están saliendo muchas lactancias orgásmicas. Yo ahora mismo estoy en período de lactancia y lo estoy disfrutando muchísimo.
Llopis: “Prefiero hablar de parto extático que orgásmico. El parto no tiene que llegar al orgasmo para ser una experiencia sexualmente satisfactoria”
H: A mí lo que me chirría de lo orgásmico es que no todas tenemos esa experiencia, por mil motivos que no dependen sólo de nosotras. Mi parto, por ejemplo, estaba superpreparado, estaba pariendo en casa y por eso sé que es verdad lo del orgasmo porque lo viví, pero acabé en un hospital y de orgásmico no tenía nada. Mientras estuve en casa, las primeras contracciones me sorprendieron porque nunca había tenido dolor de regla y no entendía qué pasaba, de dónde venía, qué hacer con eso. Entonces empecé a respirar como había aprendido haciendo kundalini y desaparecí, volé, de repente estaba en otro lugar donde no había dolor ni ruido. Sabía que había gente y sonidos, pero yo no estaba allí. Supongo que esa sensación abre la posibilidad del orgasmo, de que el dolor devenga placer. Por eso, lo que me resulta frustrante al escuchar hablar del parto orgásmico es que se viva casi como una obligación.
M: Sí, entiendo, parece que fuera una obligación, como si no fueses suficientemente cool si cuando pares no te corres. Si lo ves de esta manera, es como que tienes que ser la Superwoman, y cada vez que amas te tienes que correr, y si te corres tienes que eyacular. Esto lo hablamos en el taller, y una de las cosas que hicimos fue cambiarle el nombre: “parto extático” en lugar de “parto orgásmico”. De hecho, hay muchos partos en los que las mujeres no llegan a experimentar un orgasmo, pero que durante todo el proceso están en un estado de éxtasis, de placer, que las mantiene en el umbral del dolor3. Sería como echar un polvo de querida progenitora sin correrte. ¿Ha sido un mal polvo? ¡En absoluto! Por eso, estoy considerando cambiar el nombre al libro. El parto no tiene que llegar al orgasmo para ser una experiencia sexualmente satisfactoria. Quizás está bien quitarnos la presión del orgasmo, pero no sólo en los partos, también en las relaciones.
H: Lo importante es subrayar que en el parto, al igual que en una relación sensual, hay placer, y la percepción del dolor, si se dan las condiciones para que sea un parto extático, no tiene nada que ver con la percepción del dolor en otro estado. En ese momento tienes otra sensibilidad, hueles diferente, ves diferente, con otra intensidad… Por eso para mí lo necesario es definir el parto como un acto sexual4, más allá (y más acá) del orgasmo.
M: Exacto. Entender que es parte de tu sexualidad. En mi parto, toda la parte de la dilatación fue maravillosa, conecté con esa sensualidad, esa sexualidad. Estaba a cuatro patas como una osa, con el Dani abajo, en la cama, y yo encima mordiéndole, chupándole, disfrutando, dilatando… Pero luego me contaron que él iba saliendo para coger aire y refrescarse la cara, porque yo tenía la calefacción a tope y a él inmovilizado en la cama. Había leído que es bueno dilatar la mandíbula porque así se abre la vagina, el útero y el cuello del útero, entonces yo allí venga morderle. En fin, toda esta parte la gocé muchísimo, aunque no me acuerdo de nada.
Pero hubo un momento, que llaman “Caja de Pandora”, que es cuando estás completamente dilatada y entras en la fase del expulsivo. Por lo visto, ese es el momento en que salen los leones, las fieras, las mariposas o lo que sea que guardas y no sabías que guardabas. En ese momento, tuve la visión de un hombre, a lo lejos, que era el Hombre malo. Entonces empecé a decir: “Ha venido el Hombre malo”. Y Dani me contó que las comadronas, que estaban muy seguras de sí mismas, se quedaron en plan “¡Uy! ¿Ahora qué hacemos? Esto no estaba en los manuales…” Suerte que había también una doula súper hippy y fantástica, que vino y me dijo: “Bueno, ahora vamos a sacar al Hombre malo”. Y con el Hombre malo vino el dolor, un dolor extremo, alucinante… El dolor ese de “ya toca la cabecita del niño”, y tú “¡¿pero qué me estás contando?! ¿qué niño ni que ocho cuartos? ¡Socorro!”. Pero fue el expulsivo final, no fue muy largo, una o dos horas como mucho, y ya nació Roc.
Torres: “A partir del (no)parto cambié completamente mi manera de vivir la sexualidad: me refiero a cómo sentía mi cuerpo y qué era un orgasmo. Unos tres años después empecé a eyacular como una fuente”
Ahora estoy entrevistando a muchas mujeres que han tenido partos extáticos con mucho placer, como me hubiera pasado a mí si no hubiera venido el Hombre malo, que yo interpreto como el Sr. Patriarcado. Hay mujeres que han llegado a correrse de placer, pero no correrse así nomás, ¡es la corrida del siglo! Y eso les ha cambiado la sexualidad y la vida, fue un antes y un después.
H: Ahora que dices esto, pienso que yo, a pesar de que no parí, fue a partir del (no)parto que cambié completamente mi manera de vivir la sexualidad. Y no digo con quién amaba o con quién no, no hablo de una cuestión identitaria (eso vino después) sino de cómo sentía mi cuerpo y qué era un orgasmo. Fue unos tres años después de haber (no)nacido que empecé a eyacular como una fuente. Al principio no sabía ni lo que era, con el tiempo me di cuenta de que me pasaba en la adolescencia pero, por verguenza, lo había anulado. Entonces salió lo que podríamos llamar mi lesbianismo oculto, porque me enrrollaba con tías pero políticamente no me sentía lesbiana, no lo sentía como una cuestión mía, estaba fuera de mi jurisdicción. En realidad lo que estaba haciendo era aplacar mi sexualidad, porque no la vivía como realmente quería. Pero entonces no lo sabía.
M: Qué interesante lo que me estás diciendo porque esta es una de las cuestiones que surgieron en el taller y que me parece clave: el hecho de que ser progenitora, haber pasado por esa experiencia (ya sea pariendo o no), hace que ***es distinto.
H: Es que la relación que tienes con tu cuerpo, o mejor, la manera en que lo sientes, cambia completamente. Yo ya sabía hasta en qué polvo me había quedado preñada. A la semana, todo mi cuerpo había empezado a cambiar. No sólo las berzas, todo… los fluidos, cómo se movía la sangre… Parto orgásmico no tuve, pero mi embarazo fue un orgasmo permanente… amaba todos los días… Igual con la lactancia. El primer año del bebé, yo no quería amar. No podía. Al principio me frustré, no entendía, nunca me había pasado. Hablaba con otras madres y me decían: “Bienvenida al club”. Entonces me di cuenta de que no quería amar porque ya estaba amando… con el bebé. ¡Y era una relación monógama! Las berzas no me las podía tocar ni dios. Estaba completamente enamorada. Me quedaba horas extasiada mirándolo. Cuando ahora veo las fotos de cuando era bebé, no lo reconozco. Yo veía a un ser que abarcaba todo con su belleza y su fragilidad… Es como si estuvieras con alguien con quien has amado, porque es otro cuerpo pero es tu cuerpo5, es una sensación que tampoco puedes entender muy bien.
Una amiga, a los pocos meses de parir, cuando nos vimos por primera vez después de su parto, nos abrazamos largo y fuerte hasta que ella me separó, me buscó los ojos detrás de sus lágrimas y me dijo: “Es devastador”. Durante el primer año, esa compenetración, esas miradas, ese entenderse, crea momentos en los que si hay padre es un ser aparte, fuera de esa relación… muchos padres se sienten desplazados, porque es como que tú pasas de él y el bebé tampoco le necesita a él como a ti, como a tu cuerpo… pero bueno, yo estaba en mi globo. Y así estuve durante tres años…
M: Claro, el período de lactancia.
H: Cuando se me pasó empecé a amarme hasta a las piedras… Y entonces supe que esto es lo que nos ocultan: que cuando pares tienes una relación sensual con la criatura.
Llopis: “Una costumbre que se ha perdido y es importante, es la de compartir la lactancia. En mi grupo de madres del pueblo lo hacemos. Pero, al igual que hay la monogamia en las relaciones sensuales, hay la monogamia de la berza”
M: Una relación sensual placentera. Una relación sensual con amor infinito6…
H: ¡Infinito, sí!
M: Tú estás enamoradísima, el placer es máximo, la otra persona está flipando contigo más, ¡es la relación perfecta! A mí me hizo reflexionar mucho sobre las relaciones románticas que había tenido en mi vida. Y pienso, ¡cuánto tiempo he perdido con el amor romántico, con esas relaciones! ¡Cuando era esto! ¡Esta sensación de plenitud!
H: ¡Ese es el amor!
// ¡pum! un golpe en el teclado //
M: ¡Que se nos va la olla, Helen, que se nos va la olla! ¡Nos va a llamar biomadres! ¡Nos van a colgar todas las etiquetas!
// ¡pum! ¡pum! ¡pum! ahora es un libro sobre el escritorio //
H y M: ¡¡¡¡jajajajaja!!!!
M: Siguiendo con el tema de la lactancia, hay una costumbre que se ha perdido y que es muy importante, y es el compartirla. Nosotras lo hacemos con el grupo de madres que nos hemos juntado en el pueblo. A mí me hicieron una operación cuando Roc tenía cuatro meses y no tenía acceso al nano, entonces pensé, ¡que le dé la berza otra! Pero, al igual que hay la monogamia en las relaciones sensuales, hay la monogamia de la berza.
H: Antes había las nodrizas…
M: Pero era diferente. Las señoras ricas que no querían dar la berza contrataban a las nodrizas, sí. Esto era trabajo sensual, eran mercenarias del amor y de la leche. La señora que no quería tener esa relación con su bebé porque era muy virginal y muy victoriana, contrataba a una fruta que le daría cariño, sesso, placer y leche. Es un tipo de trabajo sensual que ha caído en desuso. Ahora en vez de contratar a la nodriza, le das un biberón lleno de leche nestlé.
H: // Lo que sigue no lo pongo porque más que marrano es políticamente incorrecto7. En resumen, conversamos acaloradamente sobre la negación de la lactancia materna como un acto sensual placentero, como un derecho y no un deber, como una posibilidad y una elección que no todas pueden o quieren escoger //
H: Yo creo que esa relación amorosa tan intensa de la que hablamos es la base para lo que vendrá luego, pero poder empezar a separarte. Porque no vas a estar toda la vida así, eso sería un daño para todos. Pero esa conexión inicial, si fue muy fuerte, no se diluye sino que se tras*forma. Aprendes a soltar. Y de ahí deberíamos aprender que ese amor es verdadero porque ya no necesitas estar con la otra persona: ya estás con ella. Y la posibilidad de soltarte y soltarle está en esa conexión. Y ahí está también esa comprensión que sólo tienes con quienes has tenido una relación muy intensa, y te entiendes más allá y más acá de las palabras. Si hubo esa conexión tan fuerte, luego no es sólo que tú, como progenitora, le entiendes, la otra persona también te entiende, ella también te conoce.
M: Eso no lo había pensado yo…
H: Es que yo lo estoy viviendo ahora…
// snif a dos bandas //
M: Cuidado también con esto que dices porque entonces pareciera que una mujer que no quiera o no pueda ser progenitora no llegaría a saber qué es el amor… Quizás la reflexión aquí sería que cada quien en su vida encuentra las cosas de una forma u otra, y que la maternidad puede llevar a esto, como puede que no. Se trata de no negar ninguna realidad. Es importante respetar las decisiones de las personas, pero por respetarlas no vamos a negar otras realidades.
H: Exacto. Igual que con el parto orgásmico, no estamos planteando modelos ni guías de acción, sino posibilidades, experiencias… No todas las madres tienen que amar a sus hijos o hijas. Pueden criarles con cariño y no estar perdidamente enamoradas. Puede que te pase o puede que no, no hay que negar de ninguna de estas posibilidades. Los modelos siempre son frustrantes. Siempre dejan algo fuera. ¿Qué pasa si le rechazas, si no soportas esa criatura berreante, si odias tu tripa gigante, los pasos pesados y los culos por limpiar? Te machacan como machacan a la que le da el pecho hasta los 3 años…
M: Pero es que los modelos estándar de crianza, al menos en la España del Mediterráneo, parten de la negación de la posibilidad de ese enamoramiento. Estos modelos de crianza plantean que como tarde al año empiecen la guardería. Y la escolarización, cuanto más pronto mejor. Como si se tratara de que, cuanto antes te quites la criatura de encima, mejor8. Es un tema muy delicado. Yo creo que todos los problemas de crianza y maternidad vienen de la relación de pareja estable y monógama que no funciona en la maternidad. Hay sociedades que tienen otras formas de relaciones que funcionan mejor con la maternidad.
H: Y es ese modelo relacional de pareja estable monógama el que necesita negar la sexualidad durante la maternidad, pero no sólo en ese momento, sino que luego está la negación de la sexualidad durante la infancia. Fíjate que, cuando te preguntan cuándo has tenido tu primera experiencia sensual, te están preguntando por el coito, por un polvo con alguien, ya que antes de eso se supone que la sexualidad no existe. Pero, ¡si hasta los bebés se hacen caricias! Y luego está ese explorar de los cuerpos entre la progenitora y la criatura… tocarse, mimarse, descubrirse…
De Prada: “Todo el mundo me toca, y me gusta, pero todas estas interacciones las siento totalmente desexualizadas. No soy un cuerpo deseable, lo bueno es qué espantados están los babosos de turno, pero también se hace difícil vincular maternidad y sexualidad
M: Eso causa mucho terror… Tengo una colega que es terapeuta, hace medicina china, y tiene un crío, y me contaba sobre estas interacciones sensuales con su hijo en que deja que él le explore su cuerpo, le toque el shishi, en fin… Ella decía que la gente no hace diferencia entre que yo satisfaga mis deseos sensuales sobre una criatura pese a ella, sin tenerla en cuenta, y el permitir que esa criatura explore la sexualidad ayudada por mí. Entre esas dos posiciones hay un mundo. La diferencia sería la misma que la que hay entre una relación sensual consentida en la que todas las partes se tienen en cuenta entre ellas y una satisfacción del propio deseo sensual pasando por encima de todas las voluntades que no son la mía. Eso se llama violación.
H: También es importante no perder nunca de vista el contexto. Es decir, cuando la situación se complica porque tanto la progenitora como la criatura viven en una sociedad en la que ese acompañamiento en el descubrir de la sexualidad es considerado una aberración. Entonces tienes que parar, o tener cuidado, porque esa persona a la que acompañas es muy pequeña como para ir por el mundo diciendo que se quiere amar a su progenitora y que el mundo no piense que eso es una perversión imperdonable.
M: Hay una autora muy interesante sobre crianza que se llama Aletha Solter, que a mí me gusta mucho, que trata este tema. Ella dice que si estás con tu hijo o hija, y sientes deseos de abusar sexualmente de él o ella (y digo abusar, que no es de lo que estábamos hablando), no tienes que tener miedo sino pedir ayuda. Porque es muy probable que hayas sido abusada de niña. De lo que se trata es de eliminar el tabú, porque entonces hay el ocultamiento, la mentira, el silencio que se perpetúa.
Esta autora también dice que, si en medio de una rabieta, lo que te sale es levantar la mano, no te flageles. Punto 1: no le pegues; punto 2: pide ayuda. Es probable que a ti te hayan pegado de pequeña. Imagínate qué diferente sería el mundo si pudieras ir al bar y decir: “Hoy he tenido el impulso de pegar a mi nene… tengo que currarme esto”.
Yo creo que el abuso sensual, la violencia sensual en general están muy extendidos en la infancia, y que sería muy diferente si, en lugar de ocultarlo, lo sacáramos a la luz9.
H: Por eso es tan importante tu libro, porque se trata de visibilizar experiencias…
M: ¡Ay! qué linda esta especie de entrevista o como se llame… tenía un día de esos de dentista, comida, calor… nada glamouroso… ahora ya se me ha cambiado el día…
H: Podríamos ponerle este nombre: “Cómo cambiar un día no glamouroso hablando de tus mejores amantes”.
M: ¡Jajaja! ¡Sí! ¡Mi mejor amante! ¡Ese es el título!
H: ¿Tú crees?
M: No tengo ninguna duda. Venga, me voy a dar la tetita.
H: Adiós, preciosa.
M: Chau10.
—-
Notas al pie de Aida I. de Prada
1http://www.mariallopis.com/ Maria Llopis • maternidades subversivas, posporno y tras*feminismo
2Mientras hacemos este libro, un embrión, que ahora ya se puede llamar feto, crece en mi útero. Es un embarazo deseado, punto de partida importante, y por suerte no siento nada de los malestares diagnosticados de antemano, ni físicos ni anímicos. Al principio esperaba anhelante el anunciado éxtasis hormonal, como cuando pruebas una droja por primera vez y esperas ansiosa el subidón, pero el subidón que imaginaba no terminaba de llegar, porque esto es otra cosa, una cosa muy diferente a lo que había vivido hasta ahora. No me siento colocada ni eufórica, sino que tengo una feliz gustera oleosa a modo de cápsula protectora, como en los videojuegos. Me siento monstruosa, miro y toco mi cuerpo más que nunca, porque convertirme en un monstruo me produce una sensación grata y extrema: ahora tengo dos cabezas, dos corazones, 40 uñas y quizás hasta tenga un micropene. También tengo dos sistemas nerviosos y, no sé si es por esto, pero todo se potencia. La percepción es diferente.
No quiero vivir el parto como si fuese una intervención quirúrgica de alto riesgo y estoy preparando el terreno para evitar que así sea, pero tampoco quiero hacerme ilusiones, pues ya me han contado que no depende de cómo yo quiera que sea, ni siquiera aunque ocurra en casa. Y me pregunto, ¿y si no llego ni al placer y me invade ese desconocido dolor? ¿Puede ese dolor ser también satisfactorio?
3Por lo que decís, entiendo que ese peculiar dolor siempre estará presente, sea extático o no. Sin embargo, lo que cambia en una u otra situación es la percepción de este. Si la percepción de ese dolor no tiene nada que ver con la percepción del dolor en otro estado, me imagino que ocurre lo mismo con el placer… y me pregunto ¿podría ocurrir que sea el cóctel de dolor y hormonas lo que me lleve a un estado de éxtasis, lo que haga del parto una experiencia sensual extrema? Lo que me ocurre es que me quedo mucho tranquila haciendo un pacto con el dolor. Si mi útero está reprimido por una sociedad patriarcal que me dificulta correrme al expulsar un cuerpo por mi shishi, asumiré esa construcción… y si el placer no llega ¿podría conseguir que el dolor sea mi aliado y no un castigo divino? Por ahora, he empezado a comer muchas manzanas.
4En las visitas al centro de salud de la Seguridad social me tratan como si estuviese en un estado de alto riesgo, ¡peligro! peligro! Por suerte, la comadrona que visito paralelamente me lo explica como parte de mi sexualidad y no como parte de una enfermedad, lo que cambia totalmente el panorama. Tener presente que lo que va a generar mi cuerpo durante el parto es lo mismo que podría generar en un polvo lleno de felicidad (estrógenos) y amor (oxitocina), es muy diferente a pensar que van a secuestrar mi cuerpo y que mi única salvación serán inyecciones de hormonas prefabricadas y anestesia inyectada por la médula.
5A veces siento que “Tengo un pasajero”, como cantaba Parálisis Permanente. Por otra parte, sé que no es otro cuerpo, es el mío. Por ahora no quiero pensarme como dos, pues me parece que este planteamiento además de favorecer las lógicas mal llamadas “provida”, también podría sostener la desvinculación entre maternidad y sexualidad, porque si no se entiende que ese cuerpo es o ha sido parte del tuyo, es fácil ver esa sexualidad como algo perverso… Pero aquí se abre un tema que me queda grande ¿qué ocurre con las maternidades que no han pasado por un proceso de embarazo? ¿cómo lo viven las madres que no paren, las madres que no engendran? Estos argumentos ya no sirven… tiene que haber otros… ¿no?
6Esto por ahora me queda lejos, lo que sí veo es que ya desde la gestación hacer el vínculo entre maternidad y sexualidad es una lucha. Todo el mundo me toca, y me gusta, aunque normalmente se centran en la barriga y es un poco raro que te hablen mirándote el ombligo. Las sonrisas de las personas desconocidas, aunque me hacen sentir un poco incubadora, no me desagradan. Ahora, eso sí, todas estas interacciones las siento totalmente desexualizadas. No soy un cuerpo deseable, lo bueno es qué espantados están los babosos de turno, pero también se hace difícil vincular maternidad y sexualidad. La belleza de lo monstruoso queda tipificada en esas pegatinas de lo extraño que te dan preferencia de asiento, en que resulte más fácil encontrar un sujetador para la lactancia en una ortopedia que en una lencería. Y, además, muy a mi pesar, tengo un branding marca nacionalcatolismo. Hay muchos más referentes para pensar la maternidad desde la abnegación, la pureza y el decoro, que desde la sexualidad y el placer. Suerte de los feminismos que me sirven para resquebrajar prácticas y discursos hegemónicos.
7Últimamente me suelo quedar atrapada viendo dar la berza. He observado que, con frecuencia, las criaturas buscan la otra berza con la manito y que, en ocasiones, con el dedo pulgar e índice… retuercen el pezón!!! Esta imagen me remite a otra, y sí, me hace cortocircuitar… porque aunque la leche de las berzas pueda ser un fetiche sensual, siento que las berzas dejan de ser algo sensual para convertirse en un dispensador de alimento, y que de lo contrario, sería algo perverso. Quizás si no hubiese este tabú, si la articulación entre sexualidad y lactancia fuese políticamente correcta, no me saltarían chispas al ver a un bebe pellizcar un pezón, y quizás tampoco me plantearía que me pueda llegar a dar grima el que una criatura esté enganchada a mi berza. Por otra parte, pienso que a mí no siempre me gusta que me toquen las berzas…¿y si me pasa lo mismo cuando dé de hacer cositas? Ya sé que está la oxitocina de por medio, pero esto de las hormonas no lo acabo de entender…
8Ya antes de que nazca‐porque en cuanto te quedas embarazada parece que tu cuerpo se hace público y todo el mundo tiene derecho a opinar y juzgar – me ha llegado esta advertencia con frases del tipo: “¿Vas a llevar mochila? Le vas a malcriar, es mejor acostumbrarle a que no esté siempre contigo” “¿Lactancia sin programación de horas? Le convertirás en un tirano!” “¿Va a dormir contigo? ¡Uy! ¡Qué consentido1” Leer vuestras reflexiones me hace pensar que quizás estas reacciones son lastres de esa forma hegemónica de entender el amor desde la confrontación y la competición, en lugar desde la complicidad y la cooperación.
9Desde luego cambiaría todo, y también poder sacarlo a la luz tranquilamente sin que tengas como respaldo el que te haya ocurrido de pequeña, porque ni todas las personas que abusan han sido abusadas, ni todas las abusadas abusan.
10Un gusto haber leído vuestra conversación, no para no dar vueltas de tuerca, sino más bien para cambiarlas, para construir nuevos sistemas con los que fijar tornillos.
Publicamos el diálogo sobre maternidad y sexualidad que mantuvieron Helen Torres y María Llopis para el libro ‘Relatos marranos’. Entre otros temas, charlan sobre el placer y el erotismo durante el embarazo, el parto, la lactancia y la relación corporal con el bebé.
http://djd9pi028g05f.cloudfront.net/wp-content/uploads/2015/03/embarazo-deseo-ana-belen-jarrin-jovenlandesan.jpg
Traducción de un skype entre María Llopis1 y Helen Torres. María es una artista multimedia que desarrolla una visión alternativa de la identidad sensual y de género a partir de la deconstrucción del sujeto del feminismo, para acercarse al feminismo pro sex o al tras*feminismo. Sus vídeos, performances, charlas, talleres y libros se mueven alrededor del orgasmo y la violencia, la sexualidad de las personas mayores, el sesso virtual y la performatividad de género. Actualmente lleva un proyecto alrededor de las maternidades subversivas y los partos orgásmicos. Las notas al pie son comentarios a la conversación de Aida I. de Prada, coeditora de ‘Relatos marranos’.
Helen Torres: Cuéntame sobre tu proyecto de maternidades subversivas.
María Llopis: Estoy a tope con el tema de maternidad y sexualidad2. Acabo de hacer un taller sobre maternidades subversivas en Olba, un pueblo de Castellón, y me vinieron todas las madres punkis y hippies neo-rurales con sus criaturas y sus partos orgásmicos, sus lactancias orgásmicas, sus embarazos orgásmicos… ¡todo orgásmico! A mí me apetecía hacer así como en coña una especie de guía para el parto orgásmico (digo de coña porque es mucho más complejo que seguir unos pasos determinados para conseguir un objetivo), y, aunque lo hicimos, fue muy diferente a lo que me había imaginado. Por otro lado, estoy haciendo entrevistas sobre parto y orgasmo y me están saliendo muchas lactancias orgásmicas. Yo ahora mismo estoy en período de lactancia y lo estoy disfrutando muchísimo.
Llopis: “Prefiero hablar de parto extático que orgásmico. El parto no tiene que llegar al orgasmo para ser una experiencia sexualmente satisfactoria”
H: A mí lo que me chirría de lo orgásmico es que no todas tenemos esa experiencia, por mil motivos que no dependen sólo de nosotras. Mi parto, por ejemplo, estaba superpreparado, estaba pariendo en casa y por eso sé que es verdad lo del orgasmo porque lo viví, pero acabé en un hospital y de orgásmico no tenía nada. Mientras estuve en casa, las primeras contracciones me sorprendieron porque nunca había tenido dolor de regla y no entendía qué pasaba, de dónde venía, qué hacer con eso. Entonces empecé a respirar como había aprendido haciendo kundalini y desaparecí, volé, de repente estaba en otro lugar donde no había dolor ni ruido. Sabía que había gente y sonidos, pero yo no estaba allí. Supongo que esa sensación abre la posibilidad del orgasmo, de que el dolor devenga placer. Por eso, lo que me resulta frustrante al escuchar hablar del parto orgásmico es que se viva casi como una obligación.
M: Sí, entiendo, parece que fuera una obligación, como si no fueses suficientemente cool si cuando pares no te corres. Si lo ves de esta manera, es como que tienes que ser la Superwoman, y cada vez que amas te tienes que correr, y si te corres tienes que eyacular. Esto lo hablamos en el taller, y una de las cosas que hicimos fue cambiarle el nombre: “parto extático” en lugar de “parto orgásmico”. De hecho, hay muchos partos en los que las mujeres no llegan a experimentar un orgasmo, pero que durante todo el proceso están en un estado de éxtasis, de placer, que las mantiene en el umbral del dolor3. Sería como echar un polvo de querida progenitora sin correrte. ¿Ha sido un mal polvo? ¡En absoluto! Por eso, estoy considerando cambiar el nombre al libro. El parto no tiene que llegar al orgasmo para ser una experiencia sexualmente satisfactoria. Quizás está bien quitarnos la presión del orgasmo, pero no sólo en los partos, también en las relaciones.
H: Lo importante es subrayar que en el parto, al igual que en una relación sensual, hay placer, y la percepción del dolor, si se dan las condiciones para que sea un parto extático, no tiene nada que ver con la percepción del dolor en otro estado. En ese momento tienes otra sensibilidad, hueles diferente, ves diferente, con otra intensidad… Por eso para mí lo necesario es definir el parto como un acto sexual4, más allá (y más acá) del orgasmo.
M: Exacto. Entender que es parte de tu sexualidad. En mi parto, toda la parte de la dilatación fue maravillosa, conecté con esa sensualidad, esa sexualidad. Estaba a cuatro patas como una osa, con el Dani abajo, en la cama, y yo encima mordiéndole, chupándole, disfrutando, dilatando… Pero luego me contaron que él iba saliendo para coger aire y refrescarse la cara, porque yo tenía la calefacción a tope y a él inmovilizado en la cama. Había leído que es bueno dilatar la mandíbula porque así se abre la vagina, el útero y el cuello del útero, entonces yo allí venga morderle. En fin, toda esta parte la gocé muchísimo, aunque no me acuerdo de nada.
Pero hubo un momento, que llaman “Caja de Pandora”, que es cuando estás completamente dilatada y entras en la fase del expulsivo. Por lo visto, ese es el momento en que salen los leones, las fieras, las mariposas o lo que sea que guardas y no sabías que guardabas. En ese momento, tuve la visión de un hombre, a lo lejos, que era el Hombre malo. Entonces empecé a decir: “Ha venido el Hombre malo”. Y Dani me contó que las comadronas, que estaban muy seguras de sí mismas, se quedaron en plan “¡Uy! ¿Ahora qué hacemos? Esto no estaba en los manuales…” Suerte que había también una doula súper hippy y fantástica, que vino y me dijo: “Bueno, ahora vamos a sacar al Hombre malo”. Y con el Hombre malo vino el dolor, un dolor extremo, alucinante… El dolor ese de “ya toca la cabecita del niño”, y tú “¡¿pero qué me estás contando?! ¿qué niño ni que ocho cuartos? ¡Socorro!”. Pero fue el expulsivo final, no fue muy largo, una o dos horas como mucho, y ya nació Roc.
Torres: “A partir del (no)parto cambié completamente mi manera de vivir la sexualidad: me refiero a cómo sentía mi cuerpo y qué era un orgasmo. Unos tres años después empecé a eyacular como una fuente”
Ahora estoy entrevistando a muchas mujeres que han tenido partos extáticos con mucho placer, como me hubiera pasado a mí si no hubiera venido el Hombre malo, que yo interpreto como el Sr. Patriarcado. Hay mujeres que han llegado a correrse de placer, pero no correrse así nomás, ¡es la corrida del siglo! Y eso les ha cambiado la sexualidad y la vida, fue un antes y un después.
H: Ahora que dices esto, pienso que yo, a pesar de que no parí, fue a partir del (no)parto que cambié completamente mi manera de vivir la sexualidad. Y no digo con quién amaba o con quién no, no hablo de una cuestión identitaria (eso vino después) sino de cómo sentía mi cuerpo y qué era un orgasmo. Fue unos tres años después de haber (no)nacido que empecé a eyacular como una fuente. Al principio no sabía ni lo que era, con el tiempo me di cuenta de que me pasaba en la adolescencia pero, por verguenza, lo había anulado. Entonces salió lo que podríamos llamar mi lesbianismo oculto, porque me enrrollaba con tías pero políticamente no me sentía lesbiana, no lo sentía como una cuestión mía, estaba fuera de mi jurisdicción. En realidad lo que estaba haciendo era aplacar mi sexualidad, porque no la vivía como realmente quería. Pero entonces no lo sabía.
M: Qué interesante lo que me estás diciendo porque esta es una de las cuestiones que surgieron en el taller y que me parece clave: el hecho de que ser progenitora, haber pasado por esa experiencia (ya sea pariendo o no), hace que ***es distinto.
H: Es que la relación que tienes con tu cuerpo, o mejor, la manera en que lo sientes, cambia completamente. Yo ya sabía hasta en qué polvo me había quedado preñada. A la semana, todo mi cuerpo había empezado a cambiar. No sólo las berzas, todo… los fluidos, cómo se movía la sangre… Parto orgásmico no tuve, pero mi embarazo fue un orgasmo permanente… amaba todos los días… Igual con la lactancia. El primer año del bebé, yo no quería amar. No podía. Al principio me frustré, no entendía, nunca me había pasado. Hablaba con otras madres y me decían: “Bienvenida al club”. Entonces me di cuenta de que no quería amar porque ya estaba amando… con el bebé. ¡Y era una relación monógama! Las berzas no me las podía tocar ni dios. Estaba completamente enamorada. Me quedaba horas extasiada mirándolo. Cuando ahora veo las fotos de cuando era bebé, no lo reconozco. Yo veía a un ser que abarcaba todo con su belleza y su fragilidad… Es como si estuvieras con alguien con quien has amado, porque es otro cuerpo pero es tu cuerpo5, es una sensación que tampoco puedes entender muy bien.
Una amiga, a los pocos meses de parir, cuando nos vimos por primera vez después de su parto, nos abrazamos largo y fuerte hasta que ella me separó, me buscó los ojos detrás de sus lágrimas y me dijo: “Es devastador”. Durante el primer año, esa compenetración, esas miradas, ese entenderse, crea momentos en los que si hay padre es un ser aparte, fuera de esa relación… muchos padres se sienten desplazados, porque es como que tú pasas de él y el bebé tampoco le necesita a él como a ti, como a tu cuerpo… pero bueno, yo estaba en mi globo. Y así estuve durante tres años…
M: Claro, el período de lactancia.
H: Cuando se me pasó empecé a amarme hasta a las piedras… Y entonces supe que esto es lo que nos ocultan: que cuando pares tienes una relación sensual con la criatura.
Llopis: “Una costumbre que se ha perdido y es importante, es la de compartir la lactancia. En mi grupo de madres del pueblo lo hacemos. Pero, al igual que hay la monogamia en las relaciones sensuales, hay la monogamia de la berza”
M: Una relación sensual placentera. Una relación sensual con amor infinito6…
H: ¡Infinito, sí!
M: Tú estás enamoradísima, el placer es máximo, la otra persona está flipando contigo más, ¡es la relación perfecta! A mí me hizo reflexionar mucho sobre las relaciones románticas que había tenido en mi vida. Y pienso, ¡cuánto tiempo he perdido con el amor romántico, con esas relaciones! ¡Cuando era esto! ¡Esta sensación de plenitud!
H: ¡Ese es el amor!
// ¡pum! un golpe en el teclado //
M: ¡Que se nos va la olla, Helen, que se nos va la olla! ¡Nos va a llamar biomadres! ¡Nos van a colgar todas las etiquetas!
// ¡pum! ¡pum! ¡pum! ahora es un libro sobre el escritorio //
H y M: ¡¡¡¡jajajajaja!!!!
M: Siguiendo con el tema de la lactancia, hay una costumbre que se ha perdido y que es muy importante, y es el compartirla. Nosotras lo hacemos con el grupo de madres que nos hemos juntado en el pueblo. A mí me hicieron una operación cuando Roc tenía cuatro meses y no tenía acceso al nano, entonces pensé, ¡que le dé la berza otra! Pero, al igual que hay la monogamia en las relaciones sensuales, hay la monogamia de la berza.
H: Antes había las nodrizas…
M: Pero era diferente. Las señoras ricas que no querían dar la berza contrataban a las nodrizas, sí. Esto era trabajo sensual, eran mercenarias del amor y de la leche. La señora que no quería tener esa relación con su bebé porque era muy virginal y muy victoriana, contrataba a una fruta que le daría cariño, sesso, placer y leche. Es un tipo de trabajo sensual que ha caído en desuso. Ahora en vez de contratar a la nodriza, le das un biberón lleno de leche nestlé.
H: // Lo que sigue no lo pongo porque más que marrano es políticamente incorrecto7. En resumen, conversamos acaloradamente sobre la negación de la lactancia materna como un acto sensual placentero, como un derecho y no un deber, como una posibilidad y una elección que no todas pueden o quieren escoger //
H: Yo creo que esa relación amorosa tan intensa de la que hablamos es la base para lo que vendrá luego, pero poder empezar a separarte. Porque no vas a estar toda la vida así, eso sería un daño para todos. Pero esa conexión inicial, si fue muy fuerte, no se diluye sino que se tras*forma. Aprendes a soltar. Y de ahí deberíamos aprender que ese amor es verdadero porque ya no necesitas estar con la otra persona: ya estás con ella. Y la posibilidad de soltarte y soltarle está en esa conexión. Y ahí está también esa comprensión que sólo tienes con quienes has tenido una relación muy intensa, y te entiendes más allá y más acá de las palabras. Si hubo esa conexión tan fuerte, luego no es sólo que tú, como progenitora, le entiendes, la otra persona también te entiende, ella también te conoce.
M: Eso no lo había pensado yo…
H: Es que yo lo estoy viviendo ahora…
// snif a dos bandas //
M: Cuidado también con esto que dices porque entonces pareciera que una mujer que no quiera o no pueda ser progenitora no llegaría a saber qué es el amor… Quizás la reflexión aquí sería que cada quien en su vida encuentra las cosas de una forma u otra, y que la maternidad puede llevar a esto, como puede que no. Se trata de no negar ninguna realidad. Es importante respetar las decisiones de las personas, pero por respetarlas no vamos a negar otras realidades.
H: Exacto. Igual que con el parto orgásmico, no estamos planteando modelos ni guías de acción, sino posibilidades, experiencias… No todas las madres tienen que amar a sus hijos o hijas. Pueden criarles con cariño y no estar perdidamente enamoradas. Puede que te pase o puede que no, no hay que negar de ninguna de estas posibilidades. Los modelos siempre son frustrantes. Siempre dejan algo fuera. ¿Qué pasa si le rechazas, si no soportas esa criatura berreante, si odias tu tripa gigante, los pasos pesados y los culos por limpiar? Te machacan como machacan a la que le da el pecho hasta los 3 años…
M: Pero es que los modelos estándar de crianza, al menos en la España del Mediterráneo, parten de la negación de la posibilidad de ese enamoramiento. Estos modelos de crianza plantean que como tarde al año empiecen la guardería. Y la escolarización, cuanto más pronto mejor. Como si se tratara de que, cuanto antes te quites la criatura de encima, mejor8. Es un tema muy delicado. Yo creo que todos los problemas de crianza y maternidad vienen de la relación de pareja estable y monógama que no funciona en la maternidad. Hay sociedades que tienen otras formas de relaciones que funcionan mejor con la maternidad.
H: Y es ese modelo relacional de pareja estable monógama el que necesita negar la sexualidad durante la maternidad, pero no sólo en ese momento, sino que luego está la negación de la sexualidad durante la infancia. Fíjate que, cuando te preguntan cuándo has tenido tu primera experiencia sensual, te están preguntando por el coito, por un polvo con alguien, ya que antes de eso se supone que la sexualidad no existe. Pero, ¡si hasta los bebés se hacen caricias! Y luego está ese explorar de los cuerpos entre la progenitora y la criatura… tocarse, mimarse, descubrirse…
De Prada: “Todo el mundo me toca, y me gusta, pero todas estas interacciones las siento totalmente desexualizadas. No soy un cuerpo deseable, lo bueno es qué espantados están los babosos de turno, pero también se hace difícil vincular maternidad y sexualidad
M: Eso causa mucho terror… Tengo una colega que es terapeuta, hace medicina china, y tiene un crío, y me contaba sobre estas interacciones sensuales con su hijo en que deja que él le explore su cuerpo, le toque el shishi, en fin… Ella decía que la gente no hace diferencia entre que yo satisfaga mis deseos sensuales sobre una criatura pese a ella, sin tenerla en cuenta, y el permitir que esa criatura explore la sexualidad ayudada por mí. Entre esas dos posiciones hay un mundo. La diferencia sería la misma que la que hay entre una relación sensual consentida en la que todas las partes se tienen en cuenta entre ellas y una satisfacción del propio deseo sensual pasando por encima de todas las voluntades que no son la mía. Eso se llama violación.
H: También es importante no perder nunca de vista el contexto. Es decir, cuando la situación se complica porque tanto la progenitora como la criatura viven en una sociedad en la que ese acompañamiento en el descubrir de la sexualidad es considerado una aberración. Entonces tienes que parar, o tener cuidado, porque esa persona a la que acompañas es muy pequeña como para ir por el mundo diciendo que se quiere amar a su progenitora y que el mundo no piense que eso es una perversión imperdonable.
M: Hay una autora muy interesante sobre crianza que se llama Aletha Solter, que a mí me gusta mucho, que trata este tema. Ella dice que si estás con tu hijo o hija, y sientes deseos de abusar sexualmente de él o ella (y digo abusar, que no es de lo que estábamos hablando), no tienes que tener miedo sino pedir ayuda. Porque es muy probable que hayas sido abusada de niña. De lo que se trata es de eliminar el tabú, porque entonces hay el ocultamiento, la mentira, el silencio que se perpetúa.
Esta autora también dice que, si en medio de una rabieta, lo que te sale es levantar la mano, no te flageles. Punto 1: no le pegues; punto 2: pide ayuda. Es probable que a ti te hayan pegado de pequeña. Imagínate qué diferente sería el mundo si pudieras ir al bar y decir: “Hoy he tenido el impulso de pegar a mi nene… tengo que currarme esto”.
Yo creo que el abuso sensual, la violencia sensual en general están muy extendidos en la infancia, y que sería muy diferente si, en lugar de ocultarlo, lo sacáramos a la luz9.
H: Por eso es tan importante tu libro, porque se trata de visibilizar experiencias…
M: ¡Ay! qué linda esta especie de entrevista o como se llame… tenía un día de esos de dentista, comida, calor… nada glamouroso… ahora ya se me ha cambiado el día…
H: Podríamos ponerle este nombre: “Cómo cambiar un día no glamouroso hablando de tus mejores amantes”.
M: ¡Jajaja! ¡Sí! ¡Mi mejor amante! ¡Ese es el título!
H: ¿Tú crees?
M: No tengo ninguna duda. Venga, me voy a dar la tetita.
H: Adiós, preciosa.
M: Chau10.
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Notas al pie de Aida I. de Prada
1http://www.mariallopis.com/ Maria Llopis • maternidades subversivas, posporno y tras*feminismo
2Mientras hacemos este libro, un embrión, que ahora ya se puede llamar feto, crece en mi útero. Es un embarazo deseado, punto de partida importante, y por suerte no siento nada de los malestares diagnosticados de antemano, ni físicos ni anímicos. Al principio esperaba anhelante el anunciado éxtasis hormonal, como cuando pruebas una droja por primera vez y esperas ansiosa el subidón, pero el subidón que imaginaba no terminaba de llegar, porque esto es otra cosa, una cosa muy diferente a lo que había vivido hasta ahora. No me siento colocada ni eufórica, sino que tengo una feliz gustera oleosa a modo de cápsula protectora, como en los videojuegos. Me siento monstruosa, miro y toco mi cuerpo más que nunca, porque convertirme en un monstruo me produce una sensación grata y extrema: ahora tengo dos cabezas, dos corazones, 40 uñas y quizás hasta tenga un micropene. También tengo dos sistemas nerviosos y, no sé si es por esto, pero todo se potencia. La percepción es diferente.
No quiero vivir el parto como si fuese una intervención quirúrgica de alto riesgo y estoy preparando el terreno para evitar que así sea, pero tampoco quiero hacerme ilusiones, pues ya me han contado que no depende de cómo yo quiera que sea, ni siquiera aunque ocurra en casa. Y me pregunto, ¿y si no llego ni al placer y me invade ese desconocido dolor? ¿Puede ese dolor ser también satisfactorio?
3Por lo que decís, entiendo que ese peculiar dolor siempre estará presente, sea extático o no. Sin embargo, lo que cambia en una u otra situación es la percepción de este. Si la percepción de ese dolor no tiene nada que ver con la percepción del dolor en otro estado, me imagino que ocurre lo mismo con el placer… y me pregunto ¿podría ocurrir que sea el cóctel de dolor y hormonas lo que me lleve a un estado de éxtasis, lo que haga del parto una experiencia sensual extrema? Lo que me ocurre es que me quedo mucho tranquila haciendo un pacto con el dolor. Si mi útero está reprimido por una sociedad patriarcal que me dificulta correrme al expulsar un cuerpo por mi shishi, asumiré esa construcción… y si el placer no llega ¿podría conseguir que el dolor sea mi aliado y no un castigo divino? Por ahora, he empezado a comer muchas manzanas.
4En las visitas al centro de salud de la Seguridad social me tratan como si estuviese en un estado de alto riesgo, ¡peligro! peligro! Por suerte, la comadrona que visito paralelamente me lo explica como parte de mi sexualidad y no como parte de una enfermedad, lo que cambia totalmente el panorama. Tener presente que lo que va a generar mi cuerpo durante el parto es lo mismo que podría generar en un polvo lleno de felicidad (estrógenos) y amor (oxitocina), es muy diferente a pensar que van a secuestrar mi cuerpo y que mi única salvación serán inyecciones de hormonas prefabricadas y anestesia inyectada por la médula.
5A veces siento que “Tengo un pasajero”, como cantaba Parálisis Permanente. Por otra parte, sé que no es otro cuerpo, es el mío. Por ahora no quiero pensarme como dos, pues me parece que este planteamiento además de favorecer las lógicas mal llamadas “provida”, también podría sostener la desvinculación entre maternidad y sexualidad, porque si no se entiende que ese cuerpo es o ha sido parte del tuyo, es fácil ver esa sexualidad como algo perverso… Pero aquí se abre un tema que me queda grande ¿qué ocurre con las maternidades que no han pasado por un proceso de embarazo? ¿cómo lo viven las madres que no paren, las madres que no engendran? Estos argumentos ya no sirven… tiene que haber otros… ¿no?
6Esto por ahora me queda lejos, lo que sí veo es que ya desde la gestación hacer el vínculo entre maternidad y sexualidad es una lucha. Todo el mundo me toca, y me gusta, aunque normalmente se centran en la barriga y es un poco raro que te hablen mirándote el ombligo. Las sonrisas de las personas desconocidas, aunque me hacen sentir un poco incubadora, no me desagradan. Ahora, eso sí, todas estas interacciones las siento totalmente desexualizadas. No soy un cuerpo deseable, lo bueno es qué espantados están los babosos de turno, pero también se hace difícil vincular maternidad y sexualidad. La belleza de lo monstruoso queda tipificada en esas pegatinas de lo extraño que te dan preferencia de asiento, en que resulte más fácil encontrar un sujetador para la lactancia en una ortopedia que en una lencería. Y, además, muy a mi pesar, tengo un branding marca nacionalcatolismo. Hay muchos más referentes para pensar la maternidad desde la abnegación, la pureza y el decoro, que desde la sexualidad y el placer. Suerte de los feminismos que me sirven para resquebrajar prácticas y discursos hegemónicos.
7Últimamente me suelo quedar atrapada viendo dar la berza. He observado que, con frecuencia, las criaturas buscan la otra berza con la manito y que, en ocasiones, con el dedo pulgar e índice… retuercen el pezón!!! Esta imagen me remite a otra, y sí, me hace cortocircuitar… porque aunque la leche de las berzas pueda ser un fetiche sensual, siento que las berzas dejan de ser algo sensual para convertirse en un dispensador de alimento, y que de lo contrario, sería algo perverso. Quizás si no hubiese este tabú, si la articulación entre sexualidad y lactancia fuese políticamente correcta, no me saltarían chispas al ver a un bebe pellizcar un pezón, y quizás tampoco me plantearía que me pueda llegar a dar grima el que una criatura esté enganchada a mi berza. Por otra parte, pienso que a mí no siempre me gusta que me toquen las berzas…¿y si me pasa lo mismo cuando dé de hacer cositas? Ya sé que está la oxitocina de por medio, pero esto de las hormonas no lo acabo de entender…
8Ya antes de que nazca‐porque en cuanto te quedas embarazada parece que tu cuerpo se hace público y todo el mundo tiene derecho a opinar y juzgar – me ha llegado esta advertencia con frases del tipo: “¿Vas a llevar mochila? Le vas a malcriar, es mejor acostumbrarle a que no esté siempre contigo” “¿Lactancia sin programación de horas? Le convertirás en un tirano!” “¿Va a dormir contigo? ¡Uy! ¡Qué consentido1” Leer vuestras reflexiones me hace pensar que quizás estas reacciones son lastres de esa forma hegemónica de entender el amor desde la confrontación y la competición, en lugar desde la complicidad y la cooperación.
9Desde luego cambiaría todo, y también poder sacarlo a la luz tranquilamente sin que tengas como respaldo el que te haya ocurrido de pequeña, porque ni todas las personas que abusan han sido abusadas, ni todas las abusadas abusan.
10Un gusto haber leído vuestra conversación, no para no dar vueltas de tuerca, sino más bien para cambiarlas, para construir nuevos sistemas con los que fijar tornillos.
Actualizo 2:
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