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Madmaxista
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Del origen de los nacionalismos al atraso económico: la explicación geográfica a la convulsa historia de España
Frente a aburridos países de la Europa central ocupados por una extensa llanura sin montañas, la Península ibérica es una pesadilla de elevaciones, montañas y contrastes, un poco como el propio carácter destemplado de sus habitantes
CÉSAR CERVERA
29/12/2023 a las 03:37h.
La geografía de un país explica muchas cosas que no aparecen en los mapas. La historia, las tradiciones y hasta las religiones de España tienen su origen, entre otras cosas, en las huellas y accidentes geográficos del pasado. Al menos esa ha sido la convicción que ha llevado a Francisco J. Tapiador, catedrático y especialista en el clima, a escribir 'España: anatomía de un país extraordinario' (Arzalia Ediciones), un viaje por los ríos, montañas, bosques, fauna, flora, demografía y distribución de una tierra que ha visto a fenicios, griegos, cartagineses, visigodos, árabes y romanos, entre otros pueblos, construir y destruir mundos a su antojo.
Frente a países de Europa central ocupados por una extensa llanura sin montañas ni variación, la Península ibérica es una pesadilla de elevaciones, montañas y contrastes, un poco como el propio carácter acelerado de sus habitantes.
«Valladolid, por ejemplo, es tierra de cereal desde los vacceos, el pueblo que ocupaba lo que hoy es la provincia, y eso ha ido generando unas estructuras sociales muy diferentes a las de Valencia, que ha sido la Huerta. A pesar de los muchos siglos, y del trasiego de pueblos, veremos que hay elementos que perduran en la forma de entender la vida social», advierte el autor de 'España: anatomía de un país extraordinario' sobre el nada invisible efecto de la geografía en la historia de los pueblos.
España tiene el honor o el deshonor de tener la altitud media más alta de Europa después de Suiza, no tanto por contar con montañas muy altas como por la gran extensión y elevación de la Meseta. Sus habitantes, sin embargo, no tienen la impresión de vivir en una zona muy elevada debido a la perspectiva sesgada que generan las estructuras y vías de comunicación (por ejemplo, la subida por la A-6 hacia el norte es larga y elevada, pero pocos se fijan en que la bajada hacia la otra vertiente no acaba de recuperar la altura ganada con el ascenso) y a que la mayor parte de la población vive en altitudes inferiores a 1500 metros.
«Esto lleva a la percepción mayoritaria y falsa de que vivimos en un espacio plano», sostiene el escritor en las primeras páginas de una obra llena de mapas, ilustraciones e infografías. No obstante, esta combinación de altura y planitud en la meseta norte es un hecho bastante singular en Europa, sin que las llanuras de Panonia o en el norte de Europa lleguen a esas alturas, y un hecho diferenciador con otros pueblos.
El impacto de la geografía y, en consecuencia, de los fenómenos meteorológicos es tan influyente como sutil en las organizaciones humanas. J. Tapiador pone como ejemplo el hecho de que allí donde caen muchas granizadas se genera una mayor demanda de seguros y, por consiguiente, más movimiento de capitales. Todo ello se traduce en más inversión, más modernización del campo, y mayor necesidad de organizarse para competir con aquellas regiones que no sufren estas eventualidades. «No solo es la altitud media, o la latitud, sino la posición de las sierras respecto a las masas de aire dominantes lo que empuja a unas regiones a especializarse en una dirección o a poder acoger ciertas actividades económicas», recuerda.
En el imaginario colectivo flotan las dificultades que se encontraron las tropas napoleónicas en su avance por la Península como ejemplo de un dato geográfico que ha cambiado la historia de España, pero existe una infinidad de ejemplos similares relacionados con la imposibilidad de instalar ciertas infraestructuras o tecnologías en algunos terrenos, lo que ha repercutido en el atraso económico que algunos, amparados en la manida Leyenda de color, atribuyen a complejas causas históricas y hasta religiosas. No solo porque la construcción de túneles sea más cara en terrenos accidentados de roca granítica o caliza, sino porque las sierras son elementos de disuasión para extender carreteras por muy pegadas que estén las localidades. «Esta situación, desde antiguo, propició cierto aislamiento en regiones, comarcas y valles, dándoles caracteres singulares tanto en lo cultural como en lo relativo al aprovechamiento agrario», señala J. Tapiador.
Este aislamiento geográfico, que hoy ha permitido una mejor conservación del patrimonio y del entorno natural, ha repercutido en la persistencia de ideas tradicionales como el carlismo o los nacionalismos periféricos ante la incapacidad del Estado-nación española de trenzar caminos y puentes con el resto del país. No es casualidad que estos movimientos ultraconservadores hayan tenido su mayor predicamento en el Maestrazgo, los valles navarros y guipuzcoanos del Pirineo y en Gerona. La geografía forma el carácter y la manera de pensar.
Frente a aburridos países de la Europa central ocupados por una extensa llanura sin montañas, la Península ibérica es una pesadilla de elevaciones, montañas y contrastes, un poco como el propio carácter destemplado de sus habitantes
CÉSAR CERVERA
29/12/2023 a las 03:37h.
La geografía de un país explica muchas cosas que no aparecen en los mapas. La historia, las tradiciones y hasta las religiones de España tienen su origen, entre otras cosas, en las huellas y accidentes geográficos del pasado. Al menos esa ha sido la convicción que ha llevado a Francisco J. Tapiador, catedrático y especialista en el clima, a escribir 'España: anatomía de un país extraordinario' (Arzalia Ediciones), un viaje por los ríos, montañas, bosques, fauna, flora, demografía y distribución de una tierra que ha visto a fenicios, griegos, cartagineses, visigodos, árabes y romanos, entre otros pueblos, construir y destruir mundos a su antojo.
Frente a países de Europa central ocupados por una extensa llanura sin montañas ni variación, la Península ibérica es una pesadilla de elevaciones, montañas y contrastes, un poco como el propio carácter acelerado de sus habitantes.
«Valladolid, por ejemplo, es tierra de cereal desde los vacceos, el pueblo que ocupaba lo que hoy es la provincia, y eso ha ido generando unas estructuras sociales muy diferentes a las de Valencia, que ha sido la Huerta. A pesar de los muchos siglos, y del trasiego de pueblos, veremos que hay elementos que perduran en la forma de entender la vida social», advierte el autor de 'España: anatomía de un país extraordinario' sobre el nada invisible efecto de la geografía en la historia de los pueblos.
España tiene el honor o el deshonor de tener la altitud media más alta de Europa después de Suiza, no tanto por contar con montañas muy altas como por la gran extensión y elevación de la Meseta. Sus habitantes, sin embargo, no tienen la impresión de vivir en una zona muy elevada debido a la perspectiva sesgada que generan las estructuras y vías de comunicación (por ejemplo, la subida por la A-6 hacia el norte es larga y elevada, pero pocos se fijan en que la bajada hacia la otra vertiente no acaba de recuperar la altura ganada con el ascenso) y a que la mayor parte de la población vive en altitudes inferiores a 1500 metros.
«Esto lleva a la percepción mayoritaria y falsa de que vivimos en un espacio plano», sostiene el escritor en las primeras páginas de una obra llena de mapas, ilustraciones e infografías. No obstante, esta combinación de altura y planitud en la meseta norte es un hecho bastante singular en Europa, sin que las llanuras de Panonia o en el norte de Europa lleguen a esas alturas, y un hecho diferenciador con otros pueblos.
El impacto de la geografía y, en consecuencia, de los fenómenos meteorológicos es tan influyente como sutil en las organizaciones humanas. J. Tapiador pone como ejemplo el hecho de que allí donde caen muchas granizadas se genera una mayor demanda de seguros y, por consiguiente, más movimiento de capitales. Todo ello se traduce en más inversión, más modernización del campo, y mayor necesidad de organizarse para competir con aquellas regiones que no sufren estas eventualidades. «No solo es la altitud media, o la latitud, sino la posición de las sierras respecto a las masas de aire dominantes lo que empuja a unas regiones a especializarse en una dirección o a poder acoger ciertas actividades económicas», recuerda.
En el imaginario colectivo flotan las dificultades que se encontraron las tropas napoleónicas en su avance por la Península como ejemplo de un dato geográfico que ha cambiado la historia de España, pero existe una infinidad de ejemplos similares relacionados con la imposibilidad de instalar ciertas infraestructuras o tecnologías en algunos terrenos, lo que ha repercutido en el atraso económico que algunos, amparados en la manida Leyenda de color, atribuyen a complejas causas históricas y hasta religiosas. No solo porque la construcción de túneles sea más cara en terrenos accidentados de roca granítica o caliza, sino porque las sierras son elementos de disuasión para extender carreteras por muy pegadas que estén las localidades. «Esta situación, desde antiguo, propició cierto aislamiento en regiones, comarcas y valles, dándoles caracteres singulares tanto en lo cultural como en lo relativo al aprovechamiento agrario», señala J. Tapiador.
Este aislamiento geográfico, que hoy ha permitido una mejor conservación del patrimonio y del entorno natural, ha repercutido en la persistencia de ideas tradicionales como el carlismo o los nacionalismos periféricos ante la incapacidad del Estado-nación española de trenzar caminos y puentes con el resto del país. No es casualidad que estos movimientos ultraconservadores hayan tenido su mayor predicamento en el Maestrazgo, los valles navarros y guipuzcoanos del Pirineo y en Gerona. La geografía forma el carácter y la manera de pensar.
Del origen de los nacionalismos al atraso económico: la explicación geográfica a la convulsa historia de España
Frente a aburridos paÃses de la Europa central ocupados por una extensa llanura sin montañas, la PenÃnsula ibérica es una pesadilla de elevaciones, montañas y contrastes, un poco como el propio carácter destemplado de sus habitantes
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