Karma police
Madmaxista
Pues si hamijos,
me he propuesto ir poniendo algunos episodios de nuestra enorme historia en este hilo, la mayor parte de ellos no muy conocidos para el gran publico, pero no por ello dejan de ser menos interesantes, a veces importantes y otras hasta espectaculares, de esos que darían para varias películas de Jolybú!
Índice del hilo:
Página 1:
El elefante que viajó a bordo de una fragata española
La mayor victoria naval española del siglo XIX: España y las guerras del opio
EL REINO DEL ÁFRICA de color QUE HABLABA CASTELLANO Y GOBERNABA UN EUNUCO ESPAÑOL
El Asedio de Castelnuovo[
El Cálculo de la longitud geográfica. El secreto de Felipe II que duró 2 siglos.
DESCUBREN PLAN DE ESPAÑA PARA INVADIR AUSTRALIA EN 1793
Gabriel de Castilla, el descubridor de la Antártida
Una reflexión sobre las independencias (Latinoamericanas)
El día que la Armada española derrotó a los samuráis japoneses
El español que dio la mayor estocada a la Bolsa de Londres
Página 2:
Historia de Pedro Páez, el español que llegó en 1613 a las fuentes del Nilo Azul
La Grand-Place de Bruselas es de la Época Española
LA CONQUISTA ESPAÑOLA EN VIETNAM (CONCHINCHINA)
Australia y la gran historia «robada» del Pacífico español
Emilio Bonelli, el creador del Sáhara Español
El olvidado pasado español de Alaska
EL DOLOR DE LOS INDIOS ANTE LA INDEPENDENCIA AMERICANA
Cuando tomes un Taxi, acuérdate del Imperio Español
Empecemos por uno curiosete:
¿Recuerdan que hace unos días hablábamos en un post del elefante enterrado en El Vaticano por orden del papa León X a principios del siglo XVI (ver enlace al final)? Pues bien, como no podía ser menos, la monarquía española también tuvo su paquidermo y, además, con la particularidad de que se conserva disecado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Eso sí, que se sepa, éste no llegó a tener nombre.
El animal era un regalo que hizo Simón de Anda y Salazar, gobernador de Filipinas, al rey Carlos III. Era un ejemplar asiático (Elephas indicus) pequeño, de unos cinco años de edad, que había sido capturado en Sumatra y fue embarcado en Manila a bordo de la fragata Venus para su traslado a España. También conocida como Santa Brígida, era una nave de 33 metros de eslora por 9 de manga construida en los astilleros de La Carraca en 1755 y que terminaría sus días en 1809.
Pero antes, en 1773, iba a realizar el que sin duda fue el viaje más extraño de su dilatado servicio. Para ello, su capitán, Juan Cayetano de Lángara y Huarte, tuvo que acondicionar la bodega del barco y acostumbrar al proboscidio a los disparos de cañón y al olor de la pólvora previamente antes de zarpar para que, si durante la singladura se presentaba la eventualidad de un combate, el insólito pasajero estuviera habituado ya al ruido y no se desbandase poniendo en peligro la embarcación.
Lángara, ilustre matemático y cartógrafo, era hijo de un prestigioso marino director general de la Armada y él mismo llegaría a ser Ministro de Marina. De hecho, su currículum fue brillante: realizó varios viajes científicos, tan de moda entonces, y participó en numerosas acciones bélicas, entre ellas la batalla del cabo San Vicente y la toma de Tolón, la primera contra los ingleses y la segunda junto a ellos contra la flota napoleónica
El caso es que zarpó de la capital filipina el 23 de enero -curiosamente, apenas una semana después de que James Cook cruzara el Círculo Polar Ártico-y ciento ochenta días más tarde llegó a España sin incidencias, desembarcando al elefante en la Isla de León (lo que actualmente es San Fernando). Era el 22 de julio y desde allí el peculiar cargamento debía seguir viaje hacia La Granja de San Ildefonso, el palacio real de verano. Este traslado se hizo a pie, de noche para evitar el sofocante calor estival, a un ritmo de tres leguas diarias que sumaron un total de cuarenta y dos jornadas.
Cabe imaginar la fascinación que despertaba tan estrambótica comitiva -era obligatorio avisar antes de su llegada- a su paso por poblaciones como Córdoba, Valdepeñas, Ocaña, Aranjuez, Carabanchel y Aravaca, hasta alcanzar su destino el 26 de septiembre de ese mismo año. Tomás de Iriarte escribió unos versos sobre el tema: “Vino a Madrid, señor, el elefante/ y escoltado del pueblo y de la tropa / paseaba las calles arrogante”. Se supone que también el monarca y su familia quedarían deslumbrados con aquel animal traído desde lo más remoto de su imperio.
En cualquier caso, lo mandaron trasladar al guanol, de donde luego pasó a otro Real Sitio, el de Aranjuez, siendo instalado en un establo construido especialmente para él y conocido como la Casa de Vacas. Lamentablemente, el elefante no duró mucho. Pese a que vino acompañado de dos mahouts encargados de su cuidado, ni la comida (entre otras cosas se le daban castañas, agua con azúcar y, a veces, licores) ni el clima (algo más frío entonces) eran apropiados. Y, por supuesto, los veterinarios locales no tenían ni idea de cómo tratarlo, así que falleció al cabo de cuatro años, el 17 de noviembre de 1777.
Carlos III ordenó entonces que fuera disecado, labor que el ministro Floridablanca le encargó al célebre naturalista valenciano Juan Bautista Bru. El trabajo se hizo en tres meses, quedando listo el 28 de febrero de 1778; la piel recubrió una estatua de madera que hizo Roberto Michel, director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, mientras el esqueleto se colocaba en otra peana aparte. El coste ascendió a 14.137 reales con 20 maravedíes y el resultado se expuso en el Real Gabinete de Historia Natural, creado el año anterior.
En 1815, el Real Gabinete cambió de nombre y pasó a ser Real Museo, hoy Museo Nacional de Ciencias Naturales. Originalmente tenía su sede en el Palacio de Goyeneche pero con el tiempo y la diversificación temática, fue cambiando hasta la actual del Palacio de la Industria y de las Artes, en la calle José Gutiérrez Abascal. El elefante aún está allí y se lo considera uno de los ejemplares de taxidermia más antiguos que existen.
El elefante que viajó a bordo de una fragata española
me he propuesto ir poniendo algunos episodios de nuestra enorme historia en este hilo, la mayor parte de ellos no muy conocidos para el gran publico, pero no por ello dejan de ser menos interesantes, a veces importantes y otras hasta espectaculares, de esos que darían para varias películas de Jolybú!
Índice del hilo:
Página 1:
El elefante que viajó a bordo de una fragata española
La mayor victoria naval española del siglo XIX: España y las guerras del opio
EL REINO DEL ÁFRICA de color QUE HABLABA CASTELLANO Y GOBERNABA UN EUNUCO ESPAÑOL
El Asedio de Castelnuovo[
El Cálculo de la longitud geográfica. El secreto de Felipe II que duró 2 siglos.
DESCUBREN PLAN DE ESPAÑA PARA INVADIR AUSTRALIA EN 1793
Gabriel de Castilla, el descubridor de la Antártida
Una reflexión sobre las independencias (Latinoamericanas)
El día que la Armada española derrotó a los samuráis japoneses
El español que dio la mayor estocada a la Bolsa de Londres
Página 2:
Historia de Pedro Páez, el español que llegó en 1613 a las fuentes del Nilo Azul
La Grand-Place de Bruselas es de la Época Española
LA CONQUISTA ESPAÑOLA EN VIETNAM (CONCHINCHINA)
Australia y la gran historia «robada» del Pacífico español
Emilio Bonelli, el creador del Sáhara Español
El olvidado pasado español de Alaska
EL DOLOR DE LOS INDIOS ANTE LA INDEPENDENCIA AMERICANA
Cuando tomes un Taxi, acuérdate del Imperio Español
Empecemos por uno curiosete:
El elefante que viajó a bordo de una fragata española
¿Recuerdan que hace unos días hablábamos en un post del elefante enterrado en El Vaticano por orden del papa León X a principios del siglo XVI (ver enlace al final)? Pues bien, como no podía ser menos, la monarquía española también tuvo su paquidermo y, además, con la particularidad de que se conserva disecado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Eso sí, que se sepa, éste no llegó a tener nombre.
El animal era un regalo que hizo Simón de Anda y Salazar, gobernador de Filipinas, al rey Carlos III. Era un ejemplar asiático (Elephas indicus) pequeño, de unos cinco años de edad, que había sido capturado en Sumatra y fue embarcado en Manila a bordo de la fragata Venus para su traslado a España. También conocida como Santa Brígida, era una nave de 33 metros de eslora por 9 de manga construida en los astilleros de La Carraca en 1755 y que terminaría sus días en 1809.
Pero antes, en 1773, iba a realizar el que sin duda fue el viaje más extraño de su dilatado servicio. Para ello, su capitán, Juan Cayetano de Lángara y Huarte, tuvo que acondicionar la bodega del barco y acostumbrar al proboscidio a los disparos de cañón y al olor de la pólvora previamente antes de zarpar para que, si durante la singladura se presentaba la eventualidad de un combate, el insólito pasajero estuviera habituado ya al ruido y no se desbandase poniendo en peligro la embarcación.
Lángara, ilustre matemático y cartógrafo, era hijo de un prestigioso marino director general de la Armada y él mismo llegaría a ser Ministro de Marina. De hecho, su currículum fue brillante: realizó varios viajes científicos, tan de moda entonces, y participó en numerosas acciones bélicas, entre ellas la batalla del cabo San Vicente y la toma de Tolón, la primera contra los ingleses y la segunda junto a ellos contra la flota napoleónica
El caso es que zarpó de la capital filipina el 23 de enero -curiosamente, apenas una semana después de que James Cook cruzara el Círculo Polar Ártico-y ciento ochenta días más tarde llegó a España sin incidencias, desembarcando al elefante en la Isla de León (lo que actualmente es San Fernando). Era el 22 de julio y desde allí el peculiar cargamento debía seguir viaje hacia La Granja de San Ildefonso, el palacio real de verano. Este traslado se hizo a pie, de noche para evitar el sofocante calor estival, a un ritmo de tres leguas diarias que sumaron un total de cuarenta y dos jornadas.
Cabe imaginar la fascinación que despertaba tan estrambótica comitiva -era obligatorio avisar antes de su llegada- a su paso por poblaciones como Córdoba, Valdepeñas, Ocaña, Aranjuez, Carabanchel y Aravaca, hasta alcanzar su destino el 26 de septiembre de ese mismo año. Tomás de Iriarte escribió unos versos sobre el tema: “Vino a Madrid, señor, el elefante/ y escoltado del pueblo y de la tropa / paseaba las calles arrogante”. Se supone que también el monarca y su familia quedarían deslumbrados con aquel animal traído desde lo más remoto de su imperio.
En cualquier caso, lo mandaron trasladar al guanol, de donde luego pasó a otro Real Sitio, el de Aranjuez, siendo instalado en un establo construido especialmente para él y conocido como la Casa de Vacas. Lamentablemente, el elefante no duró mucho. Pese a que vino acompañado de dos mahouts encargados de su cuidado, ni la comida (entre otras cosas se le daban castañas, agua con azúcar y, a veces, licores) ni el clima (algo más frío entonces) eran apropiados. Y, por supuesto, los veterinarios locales no tenían ni idea de cómo tratarlo, así que falleció al cabo de cuatro años, el 17 de noviembre de 1777.
Carlos III ordenó entonces que fuera disecado, labor que el ministro Floridablanca le encargó al célebre naturalista valenciano Juan Bautista Bru. El trabajo se hizo en tres meses, quedando listo el 28 de febrero de 1778; la piel recubrió una estatua de madera que hizo Roberto Michel, director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, mientras el esqueleto se colocaba en otra peana aparte. El coste ascendió a 14.137 reales con 20 maravedíes y el resultado se expuso en el Real Gabinete de Historia Natural, creado el año anterior.
En 1815, el Real Gabinete cambió de nombre y pasó a ser Real Museo, hoy Museo Nacional de Ciencias Naturales. Originalmente tenía su sede en el Palacio de Goyeneche pero con el tiempo y la diversificación temática, fue cambiando hasta la actual del Palacio de la Industria y de las Artes, en la calle José Gutiérrez Abascal. El elefante aún está allí y se lo considera uno de los ejemplares de taxidermia más antiguos que existen.
El elefante que viajó a bordo de una fragata española
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