Encomendamos a foro Burbuja y a los que en él postean a la causa de San José.

SÉPTIMO DOMINGO (14 de marzo 2021)

JESÚS PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO

¡Dónde está el niño, no lo encuentro! Es el grito de José cuando sin culpa pierde a Jesús, y lo busca con angustia por tres días. “Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.” (Lc 2, 44-45).
Cuánto dolor embargaba a José y a María aquellos días. Tantos desvelos, tantos cuidados, tantas alegrías…, y ahora no tenían al Niño. Además Dios les había dado el encargo de custodiar a su Hijo, ¡y lo habían perdido! José y María preguntaron a unos y a otros. Nadie sabía nada. Tres días que se hacían larguísimos. A otros este suceso les dejaba indiferentes, a sus padres no. Sufrían sobremanera porque valoraban quién era Jesús: Dios con nosotros.
¡Qué pena si no nos dolieran los pecados, pues nos separan de Dios! Ojalá tengamos aquellos sentimientos que tuvieron sus padres para que se nos rompa el corazón de dolor de amor al ver el pecado en nosotros o en los demás.
¡Está aquí! ¡Lo hemos encontrado! Exclaman sus padres al hallarlo en medio de los doctores en el Templo. “Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.” (Lc 2,46).
¿Cómo expresar la alegría de María y de José al encontrar al Niño?
¿No es alegría lo que hay en el cielo cuando un pecador se convierte y hace penitencia?
Porque no hay felicidad como la de estar con Jesús.
¿Y dónde estaba el Niño? Estaba en el Templo. Jesús esperaba que sus padres le buscaran allí, como también hoy espera de nosotros que vayamos a la casa de Dios, le encontremos en su Palabra, nos alimentemos con la Eucaristía y nos unamos a Él por el amor en el sacramento de la Penitencia.
Si tenemos tristeza es porque nos apartamos de Dios. Si queremos ser felices, muy felices, ya sabemos el camino: estar con Jesús. Que estemos siempre con los Tres: con Jesús, con María y con José.

REFLEXIÓN
- ¿Valoro el pecado venial o cualquier otra falta de correspondencia como algo que me aleja de Dios?
- ¿Comprendo que la castidad es una virtud necesaria para poder ver y amar a Dios, y para que Dios me pueda mirar y amar mejor?
- ¿Recurro a la oración en todas mis necesidades y tribulaciones, o ando perdido en mis pensamientos?
- ¿Pido a Dios la perseverancia en las buenas obras hasta el fin de mi vida?
“Este es el deseo de María: que aunque hayamos caído volvamos a Jesucristo; aunque hayamos tropezado nos levantemos. Ahí tenemos a Nuestra progenitora, a Ella podemos acudir. No tengamos miedo, la Misericordia de Dios es más grande que nuestra miseria. Dios nos ha dado una progenitora que continuamente vela por nosotros. Refugio de pecadores, acógenos a todos.” (D. Miguel Conesa, Pbro)

PETICIÓN Y PROPÓSITO

Cuánta gente hay que aún no conoce al Señor y que conociéndole viven como si no lo conocieran! ¡Han dejado perder a Jesús en su vida! Por ellos pedimos hoy, para que por intercesión de Nuestro Padre San José puedan encontrarse con el inmenso amor de Dios. Ojalá nosotros nunca lo perdamos por la falta de amor, por el pecado. Para ello acudiré antes de la fiesta de San José al sacramento de la Penitencia, sabiendo que le daré una alegría a Dios.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria. ORACIÓN

Oh varón justo y fiel, esposo castísimo de María Santísima, haz que aprendamos a vivir como Dios espera de nosotros. Enséñanos a confiar en Él, a santificarnos en nuestro trabajo, a ser alegres y a servir. Ayúdanos a ser fieles a nuestra vocación, llena de fecundidad a la Iglesia y extiende el ambiente de tu Sagrada Familia en todas las familias de la tierra. Amén.

Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, con vos descanse en paz el alma mía.


Meditación del Papa Francisco (Para leer en esta semana)
Carta Apostólica Patris Corde. VII.

Padre en la sombra
El escritor polaco Jan Dobraczyński, en su libro La sombra del Padre, noveló la vida de San José. Con la imagen evocadora de la sombra define la figura de José, que para Jesús es la sombra del Padre celestial en la tierra: lo auxilia, lo protege, no se aparta jamás de su lado para seguir sus pasos. Pensemos en aquello que Moisés recuerda a Israel: «En el desierto, donde viste cómo el Señor, tu Dios, te cuidaba como un padre cuida a su hijo durante todo el camino» (Dt 1,31). Así José ejercitó la paternidad durante toda su vida.
Nadie nace padre, sino que se hace. Y no se hace sólo por traer un hijo al mundo, sino por hacerse cargo de él responsablemente. Todas las veces que alguien asume la responsabilidad de la vida de otro, en cierto sentido ejercita la paternidad respecto a él. En la sociedad de nuestro tiempo, los niños a menudo parecen no tener padre. También la Iglesia de hoy en día necesita padres. La amonestación dirigida por San Pablo a los Corintios es siempre oportuna: «Podrán tener diez mil instructores, pero padres no tienen muchos» (1 Co 4,15); y cada sacerdote u obispo debería poder decir como el Apóstol: «Fui yo quien los engendré para Cristo al anunciarles el Evangelio» (ibíd.). Y a los Gálatas les dice: «Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes» (4,19).

Ser padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en la realidad. No para retenerlo, no para encarcelarlo, no para poseerlo, sino para hacerlo capaz de elegir, de ser libre, de salir. Quizás por esta razón la tradición también le ha puesto a José, junto al apelativo de padre, el de “castísimo”. No es una indicación meramente afectiva, sino la síntesis de una actitud que expresa lo contrario a poseer. La castidad está en ser libres del afán de poseer en todos los ámbitos de la vida. Sólo cuando un amor es casto es un verdadero amor. El amor que quiere poseer, al final, siempre se vuelve peligroso, aprisiona, sofoca, hace infeliz. Dios mismo amó al hombre con amor casto, dejándolo libre incluso para equivocarse y ponerse en contra suya. La lógica del amor es siempre una lógica de libertad, y José fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo descentrarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida.

La felicidad de José no está en la lógica del auto-sacrificio, sino en el don de sí mismo. Nunca se percibe en este hombre la frustración, sino sólo la confianza. Su silencio persistente no contempla quejas, sino gestos concretos de confianza. El mundo necesita padres, rechaza a los amos, es decir: rechaza a los que quieren usar la posesión del otro para llenar su propio vacío; rehúsa a los que confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo, confrontación con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con destrucción. Toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio. También en el sacerdocio y la vida consagrada se requiere este tipo de madurez. Cuando una vocación, ya sea en la vida matrimonial, célibe o virginal, no alcanza la madurez de la entrega de sí misma deteniéndose sólo en la lógica del sacrificio, entonces en lugar de convertirse en signo de la belleza y la alegría del amor corre el riesgo de expresar infelicidad, tristeza y frustración.

La paternidad que rehúsa la tentación de vivir la vida de los hijos está siempre abierta a nuevos espacios. Cada niño lleva siempre consigo un misterio, algo inédito que sólo puede ser revelado con la ayuda de un padre que respete su libertad. Un padre que es consciente de que completa su acción educativa y de que vive plenamente su paternidad sólo cuando se ha hecho “inútil”, cuando ve que el hijo ha logrado ser autónomo y camina solo por los senderos de la vida, cuando se pone en la situación de José, que siempre supo que el Niño no era suyo, sino que simplemente había sido confiado a su cuidado. Después de todo, eso es lo que Jesús sugiere cuando dice: «No llamen “padre” a ninguno de ustedes en la tierra, pues uno solo es su Padre, el del cielo» (Mt 23,9).

Siempre que nos encontremos en la condición de ejercer la paternidad, debemos recordar que nunca es un ejercicio de posesión, sino un “signo” que nos evoca una paternidad superior. En cierto sentido, todos nos encontramos en la condición de José: sombra del único Padre celestial, que «hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,45); y sombra que sigue al Hijo.
 
Fiesta de San José 19 de marzo de 2021

Letanía a San José
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
Ilustre descendiente de David, ruega por nosotros.
Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.
Esposo de la progenitora de Dios, ruega por nosotros.
Casto guardián de la Virgen, ruega por nosotros.
Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.
Celoso defensor de Cristo, ruega por nosotros.
Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.
José, justísimo, ruega por nosotros.
José, castísimo, ruega por nosotros.
José, prudentísimo, ruega por nosotros.
José, valentísimo, ruega por nosotros.
José, fidelísimo, ruega por nosotros.
Espejo de paciencia, ruega por nosotros.
Amante de la pobreza, ruega por nosotros.
Modelo de trabajadores, ruega por nosotros.
Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.
Custodio de Vírgenes, ruega por nosotros.
Sostén de las familias, ruega por nosotros.
Consuelo de los desgraciados, ruega por nosotros.
Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.
Patrón de los moribundos, ruega por nosotros.
Terror de los demonios, ruega por nosotros.
Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.
V.- Le estableció señor de su casa.
R.- Y jefe de toda su hacienda.

Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima progenitora: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Hoy a tus pies ponemos nuestra vida; hoy a tus pies, ¡Glorioso San José! escucha nuestra oración y por tu intercesión obtendremos la paz del corazón.

En Nazaret junto a la Virgen Santa; en Nazaret, ¡Glorioso San José! cuidaste al niño Jesús pues por tu gran virtud fuiste digno custodio de la luz.
Con sencillez humilde carpintero; con sencillez, ¡Glorioso San José! hiciste bien tu labor obrero del Señor ofreciendo trabajo y oración.
Tuviste Fe en Dios y su promesa; tuviste Fe, ¡Glorioso San José! Maestro de oración alcánzanos el don de escuchar y seguir la voz de Dios.

Que Dios os bendiga, shurs. Salud y trabajo a todos. Hasta el año que viene.
 
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