Butters
Sangre libre de Hidroxibutil
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Hace muchos años que conocí a un muchacho llamado Alan. Alan era un joven extraño, raro pero tenía algo especial. Le intuía una inteligencia especial, un entendimiento de la vida tan único que nadie lo podría imaginar. Su punto de vista era tan diferente de lo conocido que me hizo replantearme hasta mi propia existencia.
Alan era un joven delgado y demacrado por las drojas, lo había conocido de una de mis incursiones en los festivales veraniegos de la Meseta. Mi primer contacto con el fue compartir un gramo de speed mientras decidiamos a que carpas ir. El me miraba como poseído, enérgico y eufórico, mientras me contaba de donde había sacado el material. Según el"calidad superior".
Después de meternos un par de rayas, nos fuimos a bailar. En aquellas carpas colapsadas de yonquis como nosotros, el colocon nos hacia elevarnos en todos los planos. Desde mi punto de vista, debido a las drojas,sentía como si participará en algún tipo de fiesta religiosa. Todos estábamos felices, bailando sin parar, solo nosotros y la música vibrando por cada célula de nuestros cuerpos.
Después de un par de horas, Alan y yo volvimos a nuestras tiendas de campaña. El quería meterse más speed pero yo desistió de la idea, lo único que necesitaba era algo de beber y seguir bailando. Tal que así que Alan se metió en su tienda y siguió pintando.
Lo veré después, pensé.
El Sol se puso en todo lo alto y yo ya no sentía ni mis neuronas. Por lo tanto, volví a mi tienda quemado de tanto bailar y socializar y me metí en mi saco, pensando que aún me quedaban 2 días más de fiesta.
Lo que pasó al despertarme fue lo que cualquier persona normal esperaría. Me desperté oyendo gritos de mis vecinos y tuve que salir alarmado. Lo primero que ví fue a un celador de Samur salir de la tienda de Alan. Sus amigos parecían muy agitados. Yo tarde un poco en darme cuenta de la situación, pero ahí estaba.
Alan murió por sobredosis.
Aquello fue un mazazo para mi y los que me rodeaban. Cogimos nuestras cosas y recogimos nuestras tiendas. Decidimos marcharnos, no todos, por la triste pérdida de nuestro compañero.
Su familia no apareció en aquel momento pero pude ir al funeral y despedirme de el. Me sentía como una cosa por aquello, podría haberlo detenido o algo, pero preferí centrarme en mi placer, al igual que el en el suyo.
Pasaron varios años hasta que logre reconducir mi vida hacia el estilo de vida normal. Me había buscado un trabajo, había encontrado a una chica que me quería y había dejado las drojas. Todo parecía ir bien. Aun así para mi aquello no me hacia feliz.
Uno de esos días que iba hacia mi trabajo, un camión se salto un stop y chocó lateralmente conmigo. Lo único que recuerdo es ver el morro del camión y los cristales saltando.
Sorprendentemente, desperté en una habitación del Hospital, había un médico cosiendo mis heridas. Lo único que podía percibir eran los comentarios que auguraban mi gran suerte por haber salido vivo de aquello. Mi coche, obviamente, quedo destrozado, al igual que mi brazo izquierdo, mi cráneo y mi tórax.
El dolor después de aquel accidente fue grave pero pude soportarlo. Los médicos decían que me recuperaba a gran velocidad. Me dieron el alta a los 3 meses del accidente.
Lo que pasó después fue lo que me hizo darme cuenta de todo.
Fui despedido de mi trabajo por las razones más estúpidas y viles que podáis imaginar. Aparte de aquello, mis conocidos se negaban a saber nada de mi. Decían que estaba maldito.
Mi novia fue la que más aguanto a mi lado pero el pasó de los días se iba haciendo más tenso y frío entre nosotros. Cada vez notaba más su rechazo hacia mi. No encontraba motivos para todo lo que me pasaba. ¿ Quien podría dejar de lado a alguien en mi situación?
Después de aquello me encontré solo. Hasta mi familia me empezó a repudiar y a despreciar. Yo, en un momento de rabia, coji todo lo valioso que tenía y me marche para siempre de mi ciudad natal.
Durante los meses siguientes solo tenía una idea en mente. Lo había sacrificado todo para ser aceptado por la sociedad. Y en el momento que más débil estaba había sido desechado como una cáscara vacía. Ya nada de lo que había hecho por nadie importaba. Daba igual todo pues nadie quería darme otra oportunidad.
Tome una decisión y volví a ser como era antes de todo. Antes de perder a Alan. Volví a drojarme y a consecuencia de aquello, a robar y trapichear para costearme las drojas.
Perdí rápidamente 15 kilos en menos de 2 semanas. Todo el brillo que había logrado atesorar en mi cuerpo desapareció. Mis ojeras volvieron a aparecer. Mis costillas se marcaban sobre mi piel y mis nudillos y clavículas se volvieron más marcados.
Ya todo me daba igual por una razón. Me sentía bien. En parte, aun siendo un con poca gracia, sentía que lo que hacia lo decidía yo y tenía el control de mi vida. El control para destruirla a mi manera.
Hice nuevos amigos. Realmente eran unos yonquis de cosa pero sentía que ese era mi lugar. Dormía por las calles. Algún grupo de skinetos de cosa me apalizo alguna vez. Yo solo sobrevivia como sabía.
Uno de esos días sentía como si todo lo que estaba viviendo me resultara familiar. Sentía un dejavu constante. Aunque había cambiado de ciudad, mi cuerpo se sentía como si llevase toda la vida allí.
Un día uno de mis yonkos me llevó a pillar speed. Según el yonki, el material era de calidad superior. Aquellas palabras no paraban de retumbar en mi cabeza. Solté una risa tímida. Ya se lo había oído a alguien antes.
Lleguemos a un piso okupa y tuve que subir hasta el último piso esquivando perros, cagadas, jeringuillas y más drojadictos. En el último piso había una puerta de roble bastante maltratada con una gran A de la anarquía dibujada con una navaja.
Lo que ví al otro lado no tenía explicación.
Yo ví su cuerpo muerto.
Yo ví como lo enterraron.
El me gusta la fruta que me recibió no era ni más ni menos que Alan. No había cambiado un ápice. Seguía llevando la misma ropa que en aquel festival. Seguía con aquella mirada de loco motivado. No me lo podía creer.
El me sonrió y dijo. -Que tal me gusta la fruta?
Me abrazo. -Cuanto tiempo? Que haces aquí?
Lo primero que hice fue golpearle.
El cabrón se quedo atónito y en un instante me dio otro golpe. Era real. Aquello me dolió.
-Quien eres tú? Le dije bastante cabreado.
Soy yo, Alan. Tío, las drojas te están dejando frito.
Me hizo sentarme en aquel salón lleno de sillones y mesas antiguas que se había montado. Para ser un piso okupa lo tenía cuidado. Me trajo una cerveza y me miro directo a los ojos.
-Se porque estas aquí.
Claro,mi primera reacción fue buscar la cartera para pagarle el speed. Pero el hizo un gesto de pausa y me volvio a mirar.
-Tío, se porque estas aquí.
....
Alan era un joven delgado y demacrado por las drojas, lo había conocido de una de mis incursiones en los festivales veraniegos de la Meseta. Mi primer contacto con el fue compartir un gramo de speed mientras decidiamos a que carpas ir. El me miraba como poseído, enérgico y eufórico, mientras me contaba de donde había sacado el material. Según el"calidad superior".
Después de meternos un par de rayas, nos fuimos a bailar. En aquellas carpas colapsadas de yonquis como nosotros, el colocon nos hacia elevarnos en todos los planos. Desde mi punto de vista, debido a las drojas,sentía como si participará en algún tipo de fiesta religiosa. Todos estábamos felices, bailando sin parar, solo nosotros y la música vibrando por cada célula de nuestros cuerpos.
Después de un par de horas, Alan y yo volvimos a nuestras tiendas de campaña. El quería meterse más speed pero yo desistió de la idea, lo único que necesitaba era algo de beber y seguir bailando. Tal que así que Alan se metió en su tienda y siguió pintando.
Lo veré después, pensé.
El Sol se puso en todo lo alto y yo ya no sentía ni mis neuronas. Por lo tanto, volví a mi tienda quemado de tanto bailar y socializar y me metí en mi saco, pensando que aún me quedaban 2 días más de fiesta.
Lo que pasó al despertarme fue lo que cualquier persona normal esperaría. Me desperté oyendo gritos de mis vecinos y tuve que salir alarmado. Lo primero que ví fue a un celador de Samur salir de la tienda de Alan. Sus amigos parecían muy agitados. Yo tarde un poco en darme cuenta de la situación, pero ahí estaba.
Alan murió por sobredosis.
Aquello fue un mazazo para mi y los que me rodeaban. Cogimos nuestras cosas y recogimos nuestras tiendas. Decidimos marcharnos, no todos, por la triste pérdida de nuestro compañero.
Su familia no apareció en aquel momento pero pude ir al funeral y despedirme de el. Me sentía como una cosa por aquello, podría haberlo detenido o algo, pero preferí centrarme en mi placer, al igual que el en el suyo.
Pasaron varios años hasta que logre reconducir mi vida hacia el estilo de vida normal. Me había buscado un trabajo, había encontrado a una chica que me quería y había dejado las drojas. Todo parecía ir bien. Aun así para mi aquello no me hacia feliz.
Uno de esos días que iba hacia mi trabajo, un camión se salto un stop y chocó lateralmente conmigo. Lo único que recuerdo es ver el morro del camión y los cristales saltando.
Sorprendentemente, desperté en una habitación del Hospital, había un médico cosiendo mis heridas. Lo único que podía percibir eran los comentarios que auguraban mi gran suerte por haber salido vivo de aquello. Mi coche, obviamente, quedo destrozado, al igual que mi brazo izquierdo, mi cráneo y mi tórax.
El dolor después de aquel accidente fue grave pero pude soportarlo. Los médicos decían que me recuperaba a gran velocidad. Me dieron el alta a los 3 meses del accidente.
Lo que pasó después fue lo que me hizo darme cuenta de todo.
Fui despedido de mi trabajo por las razones más estúpidas y viles que podáis imaginar. Aparte de aquello, mis conocidos se negaban a saber nada de mi. Decían que estaba maldito.
Mi novia fue la que más aguanto a mi lado pero el pasó de los días se iba haciendo más tenso y frío entre nosotros. Cada vez notaba más su rechazo hacia mi. No encontraba motivos para todo lo que me pasaba. ¿ Quien podría dejar de lado a alguien en mi situación?
Después de aquello me encontré solo. Hasta mi familia me empezó a repudiar y a despreciar. Yo, en un momento de rabia, coji todo lo valioso que tenía y me marche para siempre de mi ciudad natal.
Durante los meses siguientes solo tenía una idea en mente. Lo había sacrificado todo para ser aceptado por la sociedad. Y en el momento que más débil estaba había sido desechado como una cáscara vacía. Ya nada de lo que había hecho por nadie importaba. Daba igual todo pues nadie quería darme otra oportunidad.
Tome una decisión y volví a ser como era antes de todo. Antes de perder a Alan. Volví a drojarme y a consecuencia de aquello, a robar y trapichear para costearme las drojas.
Perdí rápidamente 15 kilos en menos de 2 semanas. Todo el brillo que había logrado atesorar en mi cuerpo desapareció. Mis ojeras volvieron a aparecer. Mis costillas se marcaban sobre mi piel y mis nudillos y clavículas se volvieron más marcados.
Ya todo me daba igual por una razón. Me sentía bien. En parte, aun siendo un con poca gracia, sentía que lo que hacia lo decidía yo y tenía el control de mi vida. El control para destruirla a mi manera.
Hice nuevos amigos. Realmente eran unos yonquis de cosa pero sentía que ese era mi lugar. Dormía por las calles. Algún grupo de skinetos de cosa me apalizo alguna vez. Yo solo sobrevivia como sabía.
Uno de esos días sentía como si todo lo que estaba viviendo me resultara familiar. Sentía un dejavu constante. Aunque había cambiado de ciudad, mi cuerpo se sentía como si llevase toda la vida allí.
Un día uno de mis yonkos me llevó a pillar speed. Según el yonki, el material era de calidad superior. Aquellas palabras no paraban de retumbar en mi cabeza. Solté una risa tímida. Ya se lo había oído a alguien antes.
Lleguemos a un piso okupa y tuve que subir hasta el último piso esquivando perros, cagadas, jeringuillas y más drojadictos. En el último piso había una puerta de roble bastante maltratada con una gran A de la anarquía dibujada con una navaja.
Lo que ví al otro lado no tenía explicación.
Yo ví su cuerpo muerto.
Yo ví como lo enterraron.
El me gusta la fruta que me recibió no era ni más ni menos que Alan. No había cambiado un ápice. Seguía llevando la misma ropa que en aquel festival. Seguía con aquella mirada de loco motivado. No me lo podía creer.
El me sonrió y dijo. -Que tal me gusta la fruta?
Me abrazo. -Cuanto tiempo? Que haces aquí?
Lo primero que hice fue golpearle.
El cabrón se quedo atónito y en un instante me dio otro golpe. Era real. Aquello me dolió.
-Quien eres tú? Le dije bastante cabreado.
Soy yo, Alan. Tío, las drojas te están dejando frito.
Me hizo sentarme en aquel salón lleno de sillones y mesas antiguas que se había montado. Para ser un piso okupa lo tenía cuidado. Me trajo una cerveza y me miro directo a los ojos.
-Se porque estas aquí.
Claro,mi primera reacción fue buscar la cartera para pagarle el speed. Pero el hizo un gesto de pausa y me volvio a mirar.
-Tío, se porque estas aquí.
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