El origen de los apellidos: ¿por qué y desde cuándo nos llamamos como nos llamamos?

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El origen de los apellidos: ¿por qué y desde cuándo nos llamamos como nos llamamos? (I)​

Hasta el s. XI, las clases populares no tuvieron apellido. Su adquisición no sería una ganancia social, sino una imposición​

Marc Pons
Foto: Abadía de San Pedro. Salzburgo
Barcelona. Sábado, 10 de agosto de 2024. 05:30
Tiempo de lectura: 5 minutos

El origen de los apellidos: ¿por qué y desde cuándo nos llamamos como nos llamamos? (I)

Cervera, año 1026. Hace casi 1.000 años. Berenguer Ramón I —conde independiente de Barcelona— y su progenitora Ermesenda, viuda del conde Ramón Borrell y asociada al poder con su hijo, firmaban una carta de donación a favor de tres familias campesinas. Ese documento, expedido a favor de la familia formada por la viuda Guinidilda y sus hijos Miró, Guislabert y Amat, y de las parejas formadas por Bernat y su esposa Sança, y Bonfill y su esposa Amaltruda, tiene un valor extraordinario, ya que nos fecha la fundación de la ciudad de Cervera y nos revela la identidad de los fundadores, que aparecen identificados, únicamente, con el nombre de pila. La ausencia de apellidos es, a nuestros ojos, el hecho más sorprendente. Pero este sistema, aparentemente rudimentario, se utilizó en toda Europa durante toda la alta edad media (siglos V a XI).
En cambio, y poco después, en el año 1050, la cancillería barcelonesa extendía un segundo y un tercer documento relacionados con la fundación y consolidación de Cervera: el nombramiento de Amat Elderic d'Oris como senescal del castillo (gobernador de la plaza), y la tras*misión de la potestad de la villa (la jurisdicción política, fiscal y judicial) a favor de la condesa consorte Almodís, protocolizada por el notario local Dalmau Isarn de Cervera. Tan solo un cuarto de siglo (1026-1050) separaban el documento primigenio y los dos posteriores, pero en la identificación de los intervinientes observamos una importante diferencia: la aparición de apellidos (Elderic, Isarn) y de apelativos (d'Orís, de Cervera). Había nacido un nuevo sistema de identificación. Pero, ¿con qué propósito y, sobre todo, con qué estructura?

Representación de una familia oligarquica romana. Gala Placídia y sus hijos. Font Mausuleu de Gala Placídia. Ràvena

Representación de una familia oligárquica romana. Gala Placidia y sus hijos / Fuente: Mausoleo de Gala Placidia. Ravena

La tradición romana​

Durante la época romana (siglos III a.C. a V d.C.), existía un sistema formado por cuatro nombres: el praenomen (equivalente a nuestro nombre de pila), el nomen (a nuestro apellido paterno), el cognomen (un renombre relacionado con la actividad o con el origen de la familia paterna) y el agnomen (referido a una hazaña personal). Por ejemplo, el promotor del Arco de Berà (siglo I) se llama Luci Licini Sura, y si hubiera sobrevivido a la conclusión de la obra, probablemente habría añadido el agnomen "aedificator arcus". Pero este sistema era un privilegio reservado a las élites. Porque en el otro extremo nos encontramos, por ejemplo, a los dos grandes corredores de cuadrigas de Tarraco, dos personas de extracción humilde que se convierten en héroes populares de su tiempo y de su sociedad (siglo IV), pero que son conocidos únicamente con el praenomen: Fuscus y Eutiques.

La tradición germánica​

Con la caída y la fragmentación del Imperio romano (475), ese sistema de identificación desaparece. En el territorio que, siglos más tarde, será Catalunya, los visigodos —aunque serían una minoría muy minoritaria— imponen su sistema, que está formado por un solo nombre (el equivalente a nuestro nombre de pila), pero con un significado mayestático. Y la documentación de la época (475-714) identifica a las personas con nombres como Arnau ("caudillo fuerte"), Albert ("hombre brillante"), Bernat ("oso fuerte"), Guillem ("padre o marido protector") o Robert ("hombre exitoso"), que trascendieron en el tiempo porque, en el nordeste peninsular, la rápida reacción carolingia al hundimiento visigótico y a la oleada turística árabe (conquistas de Nimes, 754; Narbona, 759; Elna, 777; Urgell, Empúries y Girona, 785, y Barcelona, 801) impediría la desaparición de la tradición onomástica germánica.

Representación de Noé y los suyos hija, inspirada en una familia oligárquica visigótica. Fuente Crónica Albeldense. Real Academia de Historia

Representación de Noé y sus hijos, inspirada en una familia oligárquica visigótica / Fuente: Crónica Albeldense. Real Academia de Historia

Los condados catalanes alrededor del año 1000​

De esta manera, se llegó a los convulsos tiempos alrededor del año 1000. El reino de Francia, continuador del Imperio carolingio en el tercio occidental europeo desde 843, se encontraba sumido en una formidable crisis del poder central, que culminaría con un cambio de dinastía en el trono (los Capetos relevaban a los carolingios), con la independencia de las marcas fronterizas (la mitad sur de la Gotia —los condados catalanes—, Friul y Bretaña) y con la feudalización de la sociedad y de la economía (los barones territoriales habían usurpado el bien público —justicia, fiscalidad, castillos, ejército— y los excedentes de producción del mundo rural). Este cambio de paradigma es muy importante, ya que explica una de las causas que impulsarían que el nuevo poder territorial surgido de esa revolución feudal restaurara y, sobre todo, generalizara el viejo sistema romano.

¿Cómo aparecen los primeros apellidos?​

Con la mal llamada revolución feudal, esos barones territoriales pasaron de la categoría de simples mayorales de carácter temporal a la de propietarios latifundistas, con un aparato militar, judicial y fiscal bajo su control directo, y con derecho a tras*mitir en herencia su patrimonio. El meteórico ascenso social de dichos personajes, los impulsa a adoptar un nomen (el nombre de pila del padre) y un cognomen (el lugar en el que está situado el patrimonio familiar) que los prestigia. Y ello explicaría la composición del nombre del primer senescal de Cervera: Amat (nombre de pila o praenomen romano), Elderic (nombre de pila del padre), d'Oris (lugar de origen familiar, el agnomen romano; en este caso, un castillo amojonado situado en el norte del condado de Osona). Pero hasta bien entrado el siglo XI, este sistema solo lo encontramos entre las clases privilegiadas de esa sociedad.

Representación de los condes catalanes del siglo X. Fuente Rollo de Poblet

Representación de los condes catalanes del siglo X / Fuente: Rollo de Poblet

¿Quién impone los apellidos a las clases populares?​

Superada la barrera psicológica del año 1000 (y la cultura apocalíptica que se había generado en torno a esta cifra mágica), el continente europeo vive un incremento demográfico sin precedentes. Por ejemplo, en todo el reino de Francia o todos los condados catalanes (que ya se han independizado), se multiplican las roturaciones (la tras*formación de masas forestales en terrenos de cultivo) y la fundación de pequeñas comunidades sobre antiguas explotaciones agrarias romanas abandonadas durante las crisis altomedievales (siglos V a X). La confusión provocada por la repetición de nombres de pila de los cabeza de familia (esa dicha catalana de 'De Joans, Joseps i ases, n’hi ha a totes les cases') empuja a los barones feudales a imponer a cada familia (nuclear o extensa) un apellido diferenciador. Esta imposición tiene un propósito, claramente, de control fiscal y militar.

¿Qué apellidos se imponen y con qué criterios?​

La imaginación no fue, precisamente, el valor que presidió dicho proceso. En los condados catalanes de los siglos XI y XII, los barones feudales impusieron a las masas populares apellidos que hacían referencia a un accidente geográfico (Riera, Torrent, Riu, Puig, Pujol), a una construcción (Camí, Pont, Mas, Cabana), a una actividad (Ferrer, Fuster, Pastor, Pagès), a un tipo de vegetación (Garriga, Gavarró, Bosc, Fàbrega) o, sencillamente, se tras*formó el nombre de pila del patriarca familiar en un apellido (Miró, Joan, Ferran). Y a la hora de imponerlos, tampoco se hizo ninguna concesión a la libertad de elección: los que vivían al lado del puente, eran apellidados Pont; los que se dedicaban a la ganadería, eran apellidados Pastor; o los que eran descendientes de un mayoral llamado Ferran, eran apellidados de este modo.

Los otros apellidos​

El mismo poder impuso, también y por razones obvias, la obligación de tras*mitir el apellido a los descendientes.
En la Catalunya del siglo XII, la inmensa mayoría de la población ya se identificaba con un nombre y un apellido, que se tras*mitía —casi siempre— por vía patrilineal. Pero a medida que tras*curría el tiempo, este sistema adquiriría una gran complejidad. A los apellidos "indígenas" se sumaron los de las comunidades judía y morisca; los que, excepcionalmente, se tras*mitían vía matrilineal; los de origen aragonés, navarro o italiano, o, más tarde, los occitanos. En la entrega de mañana domingo, explicaremos la introducción de dichos apellidos en el paisaje social catalán medieval y moderno y desenmascararemos falsos mitos que se han difundido con relación al origen, la evolución, la tras*formación y la pervivencia de estos otros apellidos.

Mapa de los condados carolingios de la Marca de Gotia. Fuente Universidad de Barcelona

Mapa de los condados carolingios de la Marca de Gotia



 
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El origen de los apellidos: por qué y desde cuándo nos llamamos como nos llamamos (y II)​

A medida que avanza la edad media, el apellido se convierte en un fenómeno imprescindible y se sofistica su construcción​

Marc Pons
Foto: MNAC
Barcelona. Domingo, 11 de agosto de 2024. 05:30
Tiempo de lectura: 4 minutos
El origen de los apellidos: por qué y desde cuándo nos llamamos como nos llamamos (y II)
Cervera, año 1260. Hace 764 años. El comerciante Salomó ben Adret, de la comunidad judía local, adquiría una casa en la ****ría de Barcelona y trasladaba allí su residencia y su actividad. Con el tras*curso del tiempo, Salomó se convertiría en la personalidad más relevante de la potente comunidad judía de Barcelona: sería su rabino (un equivalente al cargo de alcalde-juez), sería banquero de la Corona y sería embajador de la cancillería de Barcelona en la misión de rescate de Eymeric d'Usall, el último templario, cautivo de los fiel a la religión del amores. Su descendencia viviría en Barcelona, más allá del pogromo y destrucción de la ****ría (1391), y se pierde en la nebulosa del tiempo, como la de la inmensa mayoría de los judíos catalanes medievales, en el momento en que, para evitar la persecución y la expulsión, se bautizan y adquieren un apellido cristiano.
Il·lustració de la Haggadà de Barcelona. Font MUHBA
Ilustración de la Haggada de Barcelona / Fuente: MUHBA

Los apellidos ****oconversos catalanes​

Después del Decreto de la Alhambra, promulgado por los Reyes Católicos (1492), los apellidos netamente judíos desaparecen totalmente del paisaje antroponímico catalán. En Catalunya, en el País Valencià y en Mallorca, las comunidades ****oconversas (la mayoría del antiguo mundo judío medieval) adquirirían apellidos cristianos que no tenían ninguna relación con su anterior identidad. Por ejemplo, los banqueros ****oaragoneses Ginillo, se bautizan, emigran a València y se convierten en Santàngel. Lluís de Santàngel (València, ? – 1498) sería tesorero real, banquero personal de Fernando el Católico y financiero del primer viaje colombino. O los armadores ****ovalencianos Ben Ha-Levy se bautizan y se convierten en De Torres. Lluís de Torres (València, ? – 1493) formaría parte de la tripulación del primer viaje colombino, y sería el primer importador europeo de tabaco.

El falso mito del origen judío de los apellidos profesionales​

Este fenómeno general solo conoce la excepción de la comunidad ****oconversa mallorquina, los llamados xuetes, que siguieron tras*mitiendo buena parte de sus apellidos originarios, por ejemplo, Tarongí. Ahora bien, lo que aquí nos ocupa es la existencia o no de un patrón en aquel proceso de adaptación. Y lo que tenemos que decir, en primer lugar, es que aquella hipótesis, ampliamente difundida, que asocia los apellidos profesionales a un origen judío es un falso mito. Los Ferrer, Fuster, Carreter, Forner o Pagès no son de origen judío. Cuando menos, no lo son por construcción de su apellido. Los judíos catalanes y valencianos que se convirtieron al cristianismo (1391-1492) tomaron el apellido de su padrino de bautizo, un cristiano viejo que podía ser un pariente, un cliente o un vecino con el cual tenían una estrecha relación de confianza.
Jaume I i Pere III. Font Enciclopedia
Jaime I y Pedro III / Fuente: Enciclopèdia

Los apellidos moriscos​

La comunidad morisca catalana, indígenas arabizados e islamizados durante la dominación fiel a la religión del amora de los valles bajos del Segre y del Ebro (714-1149), siguió un patrón similar al de la comunidad ****ocatalana. Mucho antes de la promulgación del decreto de expulsión, firmado por el rey hispánico Felipe III (1609), ya habían iniciado el camino hacia la adaptación. En los fogajes de 1497 de las veguerías de Lleida y de Tortosa, todavía aparecen, entre otros, los hogares moriscos Abàs, Alfaquí, Cuc o Dozoradi. Pero en los cabreos fiscales de finales del siglo XVI —con o sin bautizo por en medio— aquellos apellidos reveladoramente moriscos han sido sustituidos, por ejemplo, por Bunyol, Bru, Codony, Llop, Moré, Papasseit, Pubill o Socarrat, fruto de la tras*formación de un mote (derivado de una naturaleza social o de una característica física) en un apellido.

La masía y el apellido​

La mujer medieval catalana, en el momento en que se casaba, perdía el apellido del padre y, automáticamente, adquiría el del marido. Pero la élite campesina (el eslabón intermedio entre los barones feudales y el campesinado desclasado) había conservado la ancestral cultura de la casa asociada a la familia. La masía se convierte en la columna vertebral del sistema social y económico y proyecta el nombre a la familia, y no a la inversa. Muchos apellidos primigenios derivan de este fenómeno (por ejemplo, Masblanc, Masdeu o Masjoan). Ahora bien, la importancia de mantener el eje, nombre de la masía: apellido del enfiteuta, impulsaría una curiosa innovación jurídica. Si el enfiteuta (no el propietario, sino el que ostentaba el dominio útil) solo tenía hijas y la heredera de la masía se casaba con un segundón (un hombre de condición económica inferior), el apellido que se tras*mitiría era el de la heredera.
Representació d'una família morisca. Font germanische Nationalmuseum Nuremberg
Representación de una familia morisca / Fuente: Germanische Nationalmuseum, Nuremberg

Los apellidos feminizados​

Esta ley era extraordinariamente relevante, porque el corpus legal medieval catalán estaba plenamente inspirado en el derecho romano, que era radicalmente patriarcal. Y con el tras*curso del tiempo todavía tomaría una derivada más curiosa. La Catalunya del siglo XVI es un país de viudas a causa del fenómeno del bandolerismo (el 25% del total de muertes son de naturaleza violenta). Los rectores parroquiales recolocaban a las viudas sin recursos (les arreglaban un matrimonio para evitar la miseria y la fin de aquella familia). Pero las que tenían recursos económicos y patrimoniales salían adelante en solitario, y los rectores —los redactores de los libros parroquiales, el equivalente al actual Registro Civil— feminizaban el apellido del difunto y lo "tras*mitían" a los hijos. De esta manera aparecen, por ejemplo, los apellidos Rotja (femenino de Roig) o Ponsa (femenino de Pons).

Los apellidos aragoneses y navarros​

Durante la conquista del País Valencià (1232-1305) se produjo un colosal movimiento de repoblación. Los datos de los Libros de Reparto (siglo XIII) revelan que el 66% de esta colonización fue catalana. Pero el 33% restante formado, básicamente, por aragoneses y navarros, no pasaría desapercibido y dejaría testimonio de su existencia a través de los apellidos. Los aragoneses y los navarros del siglo XIII ya habían adquirido la solución castellana que incorporaba el sufijo -ez (que significaba "hijo de") al final de un nombre de pila convertido en apellido. Y por ejemplo, los valencianos apellidados Pérez (hijo de Pedro), López (hijo de Lope), Sánchez (hijo de Sancho) o Fernández (hijo de Fernando) tras*formarían el sufijo -ez en -is, para adaptarlo al léxico catalán, y entonces aparecerían los apellidos Peris, Llopis, Sanxis o Ferrandis.
Representació d'un crim en el context del fenomen del bandolerisme. Font Museu de Solsona
Representación de un crimen en el contexto del fenómeno del bandolerismo / Fuente: Museu de Solsona

Los apellidos italianos​

La Barcelona bajomedieval (siglos XIII a XV) era un gran centro internacional de negocios que se articulaba en torno a la institución del Consulado de Mar y del edificio de la Casa de la Llotja. Y eso generaría una corriente de intercambios comerciales y humanos entre la capital catalana y las repúblicas mercantiles de la península italiana. Algunos de estos armadores-comerciantes arraigaron en la ciudad y nos dejaron el testimonio de su existencia, no tanto a través de sus apellidos originarios, sino a través de la fórmula del "cognomen" romano (un apodo relacionado con la actividad o con el origen de la familia). De esta manera, aparecen apellidos gentilicios como Llombart o Llompart (originario de la Lombardía), Genovès, Milà o Toscà, o profesionales como Banquer (la forma catalana tradicional de este oficio era "tauler").

 
Se usan basicamente desde el concilio de trento, que es cuando se empieza a obligar a hacer registros oficiales. Hasta entonces la mayoria de gente venia usando patronimicos o motes
 
La costumbre de usar el patronímico está documentada desde el Siglo IX, extendida completamente a la plebe en el XI. Aunque en aquella época el patronímico no servía para identificar un linaje, ya que cambiaba en cada generación.

Por ejemplo, un fulano que se llamara Sancho García, tenía un hijo y le llama Juan, y ese hijo será Juan Sánchez, quien a su vez tiene un hijo al que llama Lope, que será Lope Ibáñez, que tiene un hijo al que llama Fernando, y será Fernando López... Con lo cual, tenemos:
- Sancho García​
- Juan Sánchez​
- Lope Ibáñez​
- Fernando López​
Para evitar ese sindiós, se adquirió la costumbre de llamar al hijo con el nombre del abuelo. Entonces, siguiendo el ejemplo anterior, tendríamos:

- Sancho García​
- García Sánchez​
- Sancho García​
- García Sánchez​
- Etc...​
Eso ya empezaba a ser identificable, pero rápidamente se hizo repetitivo, así que para el Siglo XIII ya se había impuesto la costumbre de identificar al Linaje por el nombre de su señorío. Así, siguiendo el ejemplo anterior:

- Sancho García de Valdecabras​
- Juan Sánchez de Valdecabras​
- Lope Ibáñez de Valdecabras​
- Fernando López de Valdecabras​

De tal manera que nos ahorramos el repetitivo:

- Sancho García de Valdecabras​
- García Sánchez de Valdecabras​
- Sancho García de Valdecabras​
- García Sánchez de Valdecabras​

Entre la plebe, utilizar el nombre del lugar llevaría a que todo el mundo se apellidara igual, por lo cual el uso del lugar de origen como apellido se restringió a los que eran de origen forastero. Para los demás, se empezó a usar el oficio o un mote.

En el siglo XIV se empieza a perder el patronímico, y en el XV aparece la costumbre de poner un patronímico como homenaje a alguien, no necesariamente al padre. Esta costumbre no llegó a arraigar, aunque hoy en día perdura en los nombres compuestos (Juan Francisco, José Antonio, Luis Miguel, etc.)

En torno al Siglo XVIII, está ya consolidado el apellido tras*mitido por el padre, que se mantiene invariable con independencia de su origen, y empieza a documentarse con creciente frecuencia el uso del segundo apellido, que normalmente es el de la progenitora, pero no siempre.

Con la Ley del Registro Civil de 1870, se instaura ya de manera obligatoria el sistema de dos apellidos, uno paterno y otro materno. Aunque realmente el Registro Civil existe desde 1841, pero no me consta que en la Ley Provisional de 1841 se sistematizara la asignación de los apellidos.

Antes del Registro Civil, lo que existía eran los registros parroquiales, que es donde se puede observar toda esta evolución que he comentado.
 
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Por ejemplo, un fulano que se llamara Sancho García, tenía un hijo y le llama Juan, y ese hijo será Juan Sánchez, quien a su vez tiene un hijo al que llama Lope, que será Lope Ibáñez, que tiene un hijo al que llama Fernando, y será Fernando López... Con lo cual, tenemos:
Eso es como en el caso de los nombres rusos, que el apellido del hijo es como el nombre de pila del padre tengo entendido...
 
Eso es como en el caso de los nombres rusos, que el apellido del hijo es como el nombre de pila del padre tengo entendido...

En el caso ruso, el nombre se construye como: Nombre de pila + Patronímico (nombre del Padre) + Apellido Paterno.

Normalmente, el patronímico se omite en el uso común. Por ejemplo, el nombre completo de Vladimir pilinguin es Vladimir Vladimirovich pilinguin, porque su padre también se llamaba Vladimir.

Los ingleses, por su parte, tienen "Given Name" + "Middle Name" + "Surname" (paterno), siendo el "Middle Name" escogido libremente por los padres (parecido a lo que pasó con el patronímico en España en el Renacimiento). Normalmente el "Middle" se abrevia con la primera letra (John F. Kennedy), aunque algunos utilizan el "Middle" como su nombre y lo que abrevian es el "given name" (J. Edgar Hoover).
 
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En el caso ruso, el nombre se construye como: Nombre de pila + Patronímico (nombre del Padre) + Apellido Paterno.

Normalmente, el patronímico se omite en el uso común. Por ejemplo, el nombre completo de Vladimir pilinguin es Vladimir Vladimirovich pilinguin, porque su padre también se llamaba Vladimir.

Los ingleses, por su parte, tienen "Given Name" + "Middle Name" + "Surname" (paterno), siendo el "Middle Name" escogido libremente por los padres (parecido a lo que pasó con el patronímico en España en el Renacimiento). Normalmente el "Middle" se abrevia con la primera letra (John F. Kennedy), aunque algunos utilizan el "Middle" como su nombre y lo que abrevian es el "given name" (J. Edgar Hoover).
Que opinas del cambio legal reciente sobre la herencia de los apellidos?
 
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