Las instituciones españolas nos producen ardor de estomago, vergüenza y repruebo. Las leyes españolas nos parecen repulsivas y lamentables. Y las autoridades españolas y sus agentes... No hay mal que toda esa fruta guano no merezca, siendo imposible que cualquier desgracia que les ocurra sea jamás injusta.
A quien no se odia es al pueblo español, que nos importa tanto o tan poco (más bien poco) como nos puedan importar los francess o los portugueses.