El informe que debería reabrir el caso del 11-M

Segunda parte.

Qué diferente, por el contrario, el lenguaje y el razonamiento de Luis F. Arean.

Desiertos Lejanos Blog Archive Respuesta a Allica (2)

El señor Allica usa otro de los trucos del conspiracionismo para parecer verosímil: evitar llevar sus razonamientos hasta sus últimas consecuencias. Yo he señalado una de las consecuencias evidentes: si Allica tiene razón, tenemos que estar dispuestos a aceptar que:

1) Existe la tecnología de “ingeniería social” necesaria para manipular a personas inteligentes, como Ángel Acebes o José Ma. Aznar, haciéndoles creer algo distinto a lo que les están informando sus fuentes en la Policía, prediciendo además sus reacciones con todo detalle. Porque no nos vale que Acebes piense “bueno, pueden ser unos o los otros, porque estoy recibiendo señales distintas, y no voy a arriesgarme”, y traslade este mensaje a la opinión pública. No, señores, es necesario que Acebes crea ciegamente la hipótesis etarra a pesar de que le presenten evidencia contraria. Es necesario que la gente perciba que le están mintiendo.

2) No sólo existe tal tecnología, sino que es tan confiable como para arriesgarse a ponerla en práctica en un proyecto en el que se juega el destino de la nación.

3) Existe la tecnología de “ingeniería social” para engañar a la opinión pública en el sentido exactamente contrario en el que se está engañando al gobierno.

4) No sólo existe tal tecnología, sino que nos permite predecir el comportamiento electoral. Sabemos, con un buen margen de confiabilidad, cuántos van a cambiar su voto gracias a la percepción de que el gobierno les miente.

Sólo los cuatro puntos anteriores son manifiestamente absurdos. Nadie, en el mundo, tiene esa tecnología. Nunca ha pasado nada igual en ningún sitio, como reconoce (parcialmente, ya que no extrae todas las conclusiones) Allica. Esa tecnología no la conoce nadie. No se han publicado estudios académicos que permitan pensar que alguien, siquiera, está trabajando en este tipo de técnicas de control. Son una quimera de película de Hollywood. Pero Allica pretende que creamos que tales cosas existen.

5) Los conspiradores son tan poderosos que controlan a cientos de policías y guardias civiles de distintas unidades, y pueden desplegarlos en los sitios correctos en el momento correcto, sin que se les escape un detalle.

Tengo cierta experiencia en proyectos complejos. Sé que la ley de Murphy tiene plena vigencia. Todo lo que puede ir mal, irá mal en un proyecto. Habrá imprevistos. Fulano no llegará a tiempo y en su lugar pondrán a otro policía que no está en el ajo. Zutano, al oír sobre la tragedia, se presentará voluntario en un sitio en el que no le queremos como testigo. Las bolsas de efectos de El Pozo no llegarán al sitio previsto en el momento previsto para poder meter la mochila. ¿A IFEMA, como postuló Luis del Pino? ¿Para qué, por cierto, dar vueltas y vueltas por todo Madrid si lo más fácil del mundo sería meter la mochila en una bolsa en la propia comisaría? Alguien decidirá entrar en la Kangoo, contra las instrucciones de los conspiradores, y comprobará que está vacía. Todo ello son riesgos; algunos ocurrirán, otros no. Pero se necesita una mente prácticamente omnisciente para pensar en todos los riesgos de una operación tan compleja y tenerlos controlados, ya sea con un plan de mitigación del riesgo o con una rapidísima reacción a posteriori que elimine el problema.

Un agente racional tiene que tener lo anterior en cuenta antes de llevar a cabo el proyecto, y deberá sopesar el beneficio de dicho proyecto contra el riesgo.

En el 11-M todo ha ido asombrosamente bien para los conspiradores, con precisión cronométrica. Todo el mundo estaba en el sitio correcto, todos los hilos fueron movidos con absoluta precisión y el objetivo (supuestamente echar al PP del poder, y digo supuestamente porque los conspiracionistas olvidan que el objetivo real del terrorismo es asesinar a mansalva y causar terror) fue alcanzado. Nos dirá Allica que no es verdad, que los “agujeros neցros” son prueba de que hubo cosas que salieron mal. Pero no es así, porque tales “agujeros neցros” no son convincentes, no son prueba definitiva de la conspiración. Son, como hemos visto, detalles. Si algo importante hubiera ido realmente mal, o bien el objetivo de la conspiración no habría sido alcanzado, o bien todo el pastel se habría descubierto.

Y esto, como digo, es un riesgo enorme para los conspiradores.

Al señor Allica no le convence este punto, y estableciendo un paralelo — ¡cómo no!—con los GAL, citando la opinión de una fuente anónima (algo muy cómodo, porque impide constatar la verdad del aserto, y una falacia de apelación a la autoridad, ¡y además a una autoridad desconocida!) Allica, digo, afirma que no es raro encontrar a cientos de policías conspirando para cometer un delito. El símil no se sostiene. En primer lugar, estará de acuerdo conmigo el señor Allica que los GAL no fueron la ocurrencia de unos cientos de policías que actuaban a espaldas de sus superiores. Quienes estuvieron involucrados lo hicieron con conocimiento de altas instancias del gobierno. Lo que plantean los conspiracionistas del 11-M es que los policías y guardias civiles involucrados trabajaban sin que el gobierno lo supiera, sin que las únicas instancias que pueden coordinarlos estuvieran en el ajo. En segundo lugar, los GAL fueron terrorismo de Estado. Sus delitos estaban dirigidos contra personas que presuntamente el Estado designó como enemigos. En el caso del 11-M las víctimas son conciudadanos, civiles inocentes. En tercer lugar, precisamente los GAL deberían ser el mejor argumento de por qué no se pueden hacer operaciones delictivas: si no por otra cosa, porque siempre terminan pillándote. Algo así es tan complejo de ocultar que siempre termina habiendo un chivato. Y ello que los GAL son mucho menos complejos que el 11-M. Porque no, señor Allica, no se trata de falsificar pruebas en una comisaría, como veremos a continuación. En cuarto lugar, muchos de los sucesos del 11-M ocurrieron a la luz pública, con dotaciones masivas de policías como testigos. Así, por ejemplo, la recogida de muestras en los trenes y en Leganés, la desactivación de la mochila de Vallecas (con al menos una decena de testigos), el hallazgo de la Kangoo con 40 policías de Alcalá (si hemos de creer a Múgica), y, sobre todo, el hallazgo del piso de Leganés, con tras*misiones en directo y más de cien policías involucrados, incluyendo una docena del cuerpo de elite, los GEO. Una cosa es trabajar clandestinamente, en la oscuridad de un cuartelillo o de una comisaría, y otra hacerlo a la luz pública, logrando la proeza de que todos esos cientos que están ahí, en Alcalá o en Leganés o en los trenes, sean o bien todos miembros de la conspiración o bien engañados como pardillos.

Nos dice Allica que no todos los policías estarían involucrados al mismo nivel. Le felicito por haber descubierto el Mediterráneo. Yo pensaba que esto era tan evidente que ni siquiera había que mencionarlo. Pues bien, mencionémoslo y discutámoslo. En efecto, no todos estarían involucrados al mismo nivel. Pero el señor Allica parece olvidar que el encubrimiento de un hecho delictivo, sobre todo uno de estas gravísimas características, es a su vez un delito. Si un GEO, por ejemplo, se da cuenta de que los “pelanas” estaban muertos y no lo dice, está encubriendo un delito. Ese GEO (esos GEO, fueron al menos una docena) que declaró ante el juez del Olmo y en la vista oral que había escuchado voces y le habían disparado, que esas voces decían “Entrad, lactantes”, que escuchaba cánticos, que está seguro que había cuando menos cuatro personas dentro del piso.

Lo increíble es que ese GEO (esos GEO), que estuvo ahí, no vea las cosas tan claras como las ve usted. Una persona que tal vez tenga una incapacidad permanente por ese suceso, en el que murió un compañero, y que por tanto tendría mucha mayor motivación para dar con los culpables que usted mismo. Es inexplicable. Es inverosímil que esa persona, entrenada, testigo presencial, haya sido engañada y que incluso después de que los conspiracionistas se han encargado de revelarle la verdad, el GEO se presente al juicio oral y ratifique su testimonio anterior.

Y si no fue engañada, sólo quedan dos alternativas, a mi juicio: o está diciendo la verdad (y entonces la teoría conspiracionista sobre Leganés se desfonda, arrastrando con ella a buena parte de las afirmaciones conspiracionistas) o bien está involucrado en el encubrimiento.


(...)

6) Los conspiradores son tan poderosos que controlan la judicatura, incluyendo a dos jueces de instrucción de la AN, los tres magistrados de la Sala Penal que juzgaron el caso, el Tribunal Supremo, el tribunal de la Audiencia de Madrid que dictó la sentencia del bórico, el juez de instrucción de Madrid que archivó la denuncia de Manos Limpias, además de la fiscalía de la Audiencia Nacional y del propio Supremo, y el Consejo General del Poder Judicial que ha supervisado todo el proceso, dando un aval explícito a Del Olmo en un momento dado.

Nuevamente, con que uno de estos elementos falle todo está perdido. Si Del Olmo decide investigar, si uno de los magistrados escribe una opinión discrepante en la que denuncia alguna prueba como falsa, si el CGPJ abre diligencias, si un magistrado del Supremo tiene un momento de remordimiento…

Recordemos, además, que tanto los principales mandos policiales como los principales actores judiciales fueron elegidos o designados durante los gobiernos del PP, y varios de ellos son de conocida persuasión conservadora, incluyendo al juez Guevara, que procuró que el caso De Juana se viera en el pleno, en contra de los deseos de la fiscalía. Este caso es significativo porque tenemos un juez que se opone a la fiscalía (que presumiblemente plasmaría el deseo del gobierno en este caso) en un caso relativamente menor de un delito por amenazas, pero que se pliega como un corderito en el caso de la masacre más importante de la historia moderna de España. Por no hablar del presidente del Supremo, muy crítico con el gobierno, que en este caso no ha dicho ni pío.

7) Los conspiradores logran que en una vista oral pública un ejército de testigos y peritos avalen, salvo discrepancias menores y un par de excepciones notables, la “versión oficial”. Todo ello ocurre en tiempo real, de forma pública, sometiéndose a los interrogatorios de las defensas y de ciertas acusaciones conspiracionistas. Esto, en sí mismo, es una proeza. Las defensas no logran penetrar la fortaleza, supuestamente llena de agujeros, de la “versión oficial”. No pillan a nadie en un renuncio, en una contradicción flagrante. A esto, por cierto, me refiero cuando digo que la “versión oficial” es consistente. Lo es a nivel global. Las pruebas embonan unas con otras como un puzzle, con algunas zonas oscuras y discrepancias menores, absolutamente normales en un caso de esta complejidad. Esto es la valoración conjunta de la prueba: la confianza de que ese puzzle se está construyendo con piezas que embonan entre sí.

Pero volviendo al punto, ¿cómo es posible que una batería de abogados preparados, varios de ellos curtidos en mil batallas contra ETA, sean derrotados por estos inteligentísimos conspiradores y sus cientos de testigos y peritos, incluyendo una cierta cantidad de ciudadanos de a pie (que, por cierto, han sido vilmente calumniados en sitios como el blog de Del Pino)?

Y ahora recordemos que toda esta gente tiene que callar toda su vida. Los conspiradores tienen que asegurarse de esto. ¿Hay alguna operación ultrasecreta en el mundo que no se conozca tarde o temprano? ¿Es posible asegurarse la lealtad vitalicia de tanta gente?

Inverosímil.

Allica no entra a valorar este esfuerzo. No se preocupa siquiera en pensar cómo se puede uno arriesgar hasta el punto de tener la confianza de que será precisamente el jefe de la Policía Científica en Alcalá, y no otro de las decenas de policías presentes, el que abra la furgoneta. O, suponiendo que este señor no esté en el ajo, el riesgo enorme que se corrió de que mirara debajo del asiento y no encontrara nada.

Por cierto que el episodio de la furgoneta, en la versión conspiracionista, nos muestra unos conspiradores bastante curiosos. Fíjense: en vez de poner la evidencia la noche antes, cuando aparcan la furgoneta, se arriesgan a que decenas de testigos digan que está vacía, se arriesgan a que los perros no huelan nada, a que el gruísta diga que la Policía miente… ¿Tan orates son en el CNI que no se les ocurre plantar la furgoneta en Alcalá con la evidencia ya metida dentro? Claro, dirá alguno; es que plantaron la evidencia después porque lo de la Kangoo se les ocurrió el mismo día 11. Esto sería todavía más absurdo: además de que sería necesario que apareciera una furgoneta robada en las inmediaciones de la estación, la Kangoo ya estaba identificada sobre las 10:00 AM, dos horas y media después de los atentados. Dejaré que los lectores decidan por sí mismos si una operación de esta complejidad pudo ser planificada y ejecutada en sus primeros pasos en ese tiempo.

Pero hay más: buena parte de lo que apareció en la Kangoo eran pertenencias del dueño. Si lo planificaron a posteriori, ¿de dónde sacaron dichas pertenencias? Y si lo hicieron antes del atentado, ¿por qué se molestaron en sacar dichas pertenencias para perder un tiempo precioso volviendo a meterlas después?

Estas son preguntas que los conspiracionistas ni siquiera se plantean. No son capaces de pensar qué implica lo que están afirmando. O si lo piensan, se lo callan.

Así, por ejemplo, Allica olvida en su respuesta hablarnos del consenso internacional que existe, tanto entre gobiernos como entre periodistas, a favor de la autoría islamista. Son verdades incómodas que conviene ignorar, esperando que también los lectores terminen por olvidarlas. Desgraciadamente para Allica, aquí estamos para recordárselas.

Pero volvamos al asunto de la verosimilitud. Hay una palabra clave en todo esto: riesgo. Emprender un atentado de estas características, para un agente político racional e institucional (es decir, no un miembro de una organización terrorista extragubernamental) comporta un riesgo inmenso: riesgo a que la operación se malogre o, peor aún, a ser descubierto. Cualquier agente político racional sabe que, si es descubierto, las penas de guandoca serán lo de menos; su organización, sea ésta la que sea (partido político, agencia de inteligencia, etc.), estará acabada para siempre.

Y la recompensa está, como he dicho en mi mensaje anterior, limitada a gobernar cuatro años. Allica dice que él no ha acusado al PSOE más que de beneficiarse del atentado, y dice que incurro en simplismo por pensar que todos los actores están involucrados al mismo nivel. Yo no he dicho tal cosa; intento no especular sobre lo que piensa realmente un conspiracionista. Pero si Allica piensa, como ya he citado con profusión, que el 11-M se fraguó un golpe de Estado, tal vez sería pertinente preguntarle para qué sirven los golpes de Estado. En el pueblo de donde yo vengo, sirven para conquistar el poder. Tal vez el señor Allica les encuentre alguna otra utilidad. Y tal vez el señor Allica podría explicarnos por qué se hace el ofendido, si dijo esto en alguna ocasión:

Si no hubiera sucedido el 11M, ¿dónde estaría hoy el Partido Socialista?
Si no hubiera sucedido el 11M, ¿qué habría sido de ETA?
No sé quién se acercó a quién, pero intuyo que uno se acercó al otro y le sugirió un cambio en el destino de ambos.” Enviado por Trico el día 27 de Julio de 2006 a las 01:22 (#163)


Sea como fuere, para no perdernos en matices bizantinos diré que la recompensa está limitada a que el partido que los conspiradores desean que gobierne esté en el poder cuatro años. Si de lo que se trataba era de echar al PP, como ha dejado reflejado Allica en una de las citas que he incluido arriba, nada garantiza a los conspiradores que, cuatro años después, la situación se revierta y el PP vuelva al poder. Cambiar la frase no cambia la conclusión: sigue siendo una muy magra recompensa. ¿Qué agente racional e institucional se arriesgaría tanto para lograr tan poco? Sobre todo si tenemos en cuenta que ese poco se puede lograr de otras formas. No estamos hablando de aupar al poder a un partido que nunca haya ganado las elecciones, sino por el contrario al que más elecciones y mayorías absolutas ha ganado en España. Y por si fuera poco, según Allica el CNI ha logrado niveles de “ingeniería social” que le permiten manipular a la opinión pública sin problemas. Si pueden manipular a la opinión pública, ¿para qué quieren un atentado? ¿No podrían lograr lo mismo con menor riesgo, simplemente a través de sus sutiles manipulaciones?

A mi juicio se sigue de todo lo anterior que los agentes del CNI (o quienes quiera que sean los conspiradores) tendrían que estar absolutamente locos para planificar un golpe de Estado con tantos riesgos de fallo y de ser descubiertos y tan poco beneficio. Esto, precisamente se llama relación riesgo/beneficio, y es un factor a considerar antes de emprender cualquier proyecto, como sabe cualquiera que haya estado involucrado en gestión de proyectos.
 
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Lo cual, mis queridos conspiracionistas, no quiere decir que se lavaran todas las muestras ni, mucho menos, cada parte de la muestra.

Alguna de las muestras se reducen a un simple clavo, si no recuerdo mal.

De esa cual es la parte que no se lavó, la puntita o la cabeza???.

El autor de ese artículo habla como si el volumen de las muestras fuese de una cantidad considerable, pero una vez más es simplemente mentira. Las muestras son de un volumen ínfimo, por lo tanto todo el argumento que exhibe se basa en una mentira, con lo cual el argumento puede sonar muy convincente, pero lo vuelvo a repetir es una simple y llana MENTIRA.

Si hubiesen kilos y kilos de muestras de cada foco, pues entonces NO SE HABRÍA DISCUTIDO NADA, pero es que la realidad es otra.
 
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