El hilo del Papado

Unas de las cosas que me interesaría saber y nunca he encontrado información es el origen del colegio de cardenales electores. Cuerpo que es prácticamente el mismo que el de los Estados electores en el Sacro Imperio Romano Germánico. No sé quién copía a quién o si surgieron de manera aleatoria. Sé que hasta el año 1000 los laicos, el pueblo de Dios, podía vetar la elección de un pontifice.
 

Una teoría que ya expuse por aquí es la relación que ha habido siempre entre Imperio y Papado. Desde la Edad Media ha habido una relación entre, para decirlo en terminos de San Bernardo, entre el "sol" (el Papado) y la "luna" (el Imperio). Hay un ejemplo reciente de ello en la “alianza sagrada” que se creó entre Reagan y Juan Pablo II para acabar con el comunismo. Esto se recogen en periodicos de la época no es invención mía.

Para clarificar un poco esta idea he hecho un listado con presidentes americanos de un lado y papas del otro. La excepción a la teoría es Jimmy Carter:

Kennedy (izquierdas) = Pablo VI (izquierdas)

Jimmy Carter (izquierdas) = Juan Pablo I y Juan Pablo II (conservador) - La excepción

Bush (conservador) = Ratzinger (conservador)

Obama (izquierdas) = Papa Francisco (izquierdas)

Como digo es una teoría así que quizás son simples coincidencias y quizás los cardenales electores son libres de hacer y deshacer a su antojo.
 
A mí plim. Me bautizó un cura ordenado por Pío XII. DE AHÍ EN ADELANTE SOIS HEREJES.
A mí me bautizó un sobrino de un famoso autor teatral cancelado en Paracuellos. No en calidad de sobrino, evidentemente, sino en calidad de cura.

Dadas sus conexiones con el arte y que aquel buen padre fue ordenado hacia 1940, bastante antes del Concilio, para mí, de ahí en adelante, no sólo sois unos herejes sino que sois todos unos gente de izquierdas sin especial consideración artística. :cool
 
La verdad es que no me acuerdo. roto2

Pero sí me trajo el primer regalo que recibí en mi vida. Quince días después de nacer yo se presentó en mi casa y le descubrió a mi progenitora que aquél era el día de mi santo, santo por el que él, además, tenía mucha devoción.

De esto tampoco me acuerdo. Me lo han contado. roto2

Un gran hombre, aquel cura, muy recordado allá donde estuvo.
 
Una teoría que ya expuse por aquí es la relación que ha habido siempre entre Imperio y Papado. Desde la Edad Media ha habido una relación entre, para decirlo en terminos de San Bernardo, entre el "sol" (el Papado) y la "luna" (el Imperio). Hay un ejemplo reciente de ello en la “alianza sagrada” que se creó entre Reagan y Juan Pablo II para acabar con el comunismo. Esto se recogen en periodicos de la época no es invención mía.

Para clarificar un poco esta idea he hecho un listado con presidentes americanos de un lado y papas del otro. La excepción a la teoría es Jimmy Carter:

Kennedy (izquierdas) = Pablo VI (izquierdas)

Jimmy Carter (izquierdas) = Juan Pablo I y Juan Pablo II (conservador) - La excepción

Bush (conservador) = Ratzinger (conservador)

Obama (izquierdas) = Papa Francisco (izquierdas)

Como digo es una teoría así que quizás son simples coincidencias y quizás los cardenales electores son libres de hacer y deshacer a su antojo.
Esta lectura es clara y meridiana, encontrándose la Iglesia bajo una auténtica "Era Americana", siguiendo hasta las modas de su turnismo democrático, que plantea importantes dudas sobre su supuesta independencia de los Estados y su capacidad de guía y custodia de verdades eternas.

La situación de pelele, y nada menos que de una superpotencia protestante, recuerda a casos como el del Patriarcado de Constantinopla bajo el Imperio otomano. El "humo de Satanás" puede ser, entonces, la señal de comienzo de esta edad.

Quizá pondría a Kennedy con Juan XXIII, "los de rostro amable". Trump también amagaba con construir lo suyo en Roma con las operaciones de Bannon.
 

El misterio de Fátima, las apariciones que han influido en las decisiones de los Papas​


Juan Pablo II las relacionó al atentado que sufrió, Benedicto XVI a los culpables de abusos y Francisco busca ahí el final de la guerra en Ucrania​

Imagen de archivo de la procesión de la Virgen de Fátima
Imagen de archivo de la procesión de la Virgen de Fátima ABC
JAVIER MARTÍNEZ-BROCAL
Enviado especial a Lisboa

04/08/2023
Actualizado a las 19:56h.

Juan Pablo II se vio identificado con el protagonista del «tercer secreto de Fátima», revelado a tres pastorcillos de un lugar remoto de Portugal durante unas apariciones de la Virgen María en 1917. Los pequeños vieron claramente un «obispo vestido de blanco» que atravesaba una ciudad medio en ruinas llena de cadáveres de obispos, sacerdotes y laicos, y que caía ante una cruz, abatido por disparos y flechas de «un grupo de soldados».

Karol Wojtyla consideró que la profecía mostraba el asesinato del Papa como culmen del repruebo anticristiano procedente del Este de Europa, y la identificó con el gesto del terrorista Ali Agca, quien le disparó a bocajarro en la plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981, precisamente fiesta de la Virgen de Fátima.

Tanto Juan Pablo II como sus predecesores temían que la publicación del «secreto» ofendiera a los países del bloque soviético y provocara represalias contra los cristianos. Espero hasta el año 2000, más de diez después de la caída del Muro de Berlín, para hacerlo público, y encargó al cardenal Joseph Ratzinger que elaborara una interpretación.

Joseph Ratzinger explicó que se trataba de una «revelación privada» que adelantaba la magnitud de la persecución religiosa que se avecinaba en aquel entonces, pocos meses antes de la Revolución de octubre en Rusia que dio paso al totalitarismo ateo y a la represión contra los creyentes.

Sin embargo, en la visión de Fátima el Papa era asesinado, y el 13 de mayo de 1981 Juan Pablo II sobrevivió al atentado. Según explicó Ratzinger, «que una mano materna haya desviado la bala mortal muestra que no existe un destino inmutable, que la fe y la oración son poderosas, pueden influir en la historia y que, al final, la oración es más fuerte». «El futuro no está escrito, se puede cambiar», musitó con una sonrisa.

Benedicto, el secreto y los abusos​


Años más tarde, en 2010, ya convertido en Papa, Benedicto XVI aseguró que «además de la gran visión del sufrimiento del Papa, que podemos referir en primera instancia a Juan Pablo II, el secreto de Fátima indica realidades del futuro de la Iglesia, (…) anuncia sufrimientos de la Iglesia». En concreto, lo relacionó con la crisis de los abusos pues, dijo, «la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado dentro de la Iglesia». Añadió que el sufrimiento por la humillación institucional era una forma de que se le hiciera «justicia», pues «el perdón no sustituye la justicia».

El Papa Francisco, que se presentó en Fátima en 1917 como el «obispo vestido de blanco», las mismas palabras que usaron los pastorcillos para describir al protagonista la visión, aclaró que «la visión ya está explicada con total claridad. Pero un mes después del estallido de la guerra en Ucrania en 2022, pidió que llevaran al Vaticano la imagen de la Virgen de Fátima para consagrar ante ella a Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María y rezar por la paz.

Lo hizo recordando otro de los mensajes de la Virgen María durante las apariciones a los tres niños. «La guerra va a acabar, pero si no dejan de ofender a Dios, en el pontificado de Pío XI comenzará otra peor», les dijo en la aparición del 13 de julio de 1917, en referencia a la II Guerra Mundial. «Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón. (…). El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz», añadió.

Tanto Pío XII como Juan Pablo II hicieron de alguna forma el gesto solicitado por la Virgen María. Francisco lo repitió el 25 de marzo de 2022 y lo renovará durante su visita al santuario este sábado. Aquel día aclaró que la consagración «no es una fórmula mágica, sino un acto espiritual», y lo comparó con lo que hacen los niños pequeños, «que cuando están asustados van llorando a la progenitora para que les ayude».

La fórmula para sembrar la paz​


Francisco está buscando en el mensaje de Fátima la fórmula espiritual para sembrar la paz en Europa. Entonces, la Virgen María pidió a los tres niños inocentes que «rezaran el rosario» y que rogaran «por la conversión de los pecadores»; más adelante solicitó también esa «consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado», lo que además de una devoción de profunda espiritualidad, supone contemplar la vida de fe desde una perspectiva maternal que da prioridad al cuidado de las personas y al perdón.

Las apariciones de Fátima se produjeron durante la I Guerra Mundial, una vez al mes desde mayo a octubre de 1917. Tuvieron un prólogo en 1916, cuando a los pastorcillos se les apareció en tres ocasiones el «ángel de la paz», para prepararlos para los demás encuentros. La Virgen María se les apareció en un lugar llamado «Cova de Iría», o de «Irene», nombre que en griego también significa «Paz».

Francisco, poco dado a repetir viajes, regresa a ese lugar esta semana con una petición muy parecida a la que allí hizo Juan Pablo II en el año 2000, que «el mundo no quede reducido a escombros».

 
Tienen el mejor sistema del mundo para elegir un jefe. Sólo se llega a poder disputar el puesto tras un cribado BRUTAL contra otros me gusta la fruta listos como malos.

Así como cuesta que aparezca algún rey que no sea un subrnormal con taras físicas y mentales, es imposible encontrar un Papa menso.
 
Última edición:
A mí me bautizó un sobrino de un famoso autor teatral cancelado en Paracuellos. No en calidad de sobrino, evidentemente, sino en calidad de cura.

Dadas sus conexiones con el arte y que aquel buen padre fue ordenado hacia 1940, bastante antes del Concilio, para mí, de ahí en adelante, no sólo sois unos herejes sino que sois todos unos gente de izquierdas sin especial consideración artística. :cool

ñi, ñi, ñi, ñi. Pues unos familiares cercanos tenían en su alcoba colgada una bendición apostólica matrimonial (creo que se llama así) otorgada por el mismísimo Pablo VI. Hasta aquí algo normal para la época, pero lo curioso es que, hace ya mucho tiempo, conocí por razones de trabajo a un italiano que había conocido a su vez (pero en el sentido bíblico) a uno de sus amantes. Por lo visto una especio de macho-man y que tenía bastante bula, perdón por la expresión en este contexto, para librarse de incómodas entrevistas con la policía cuando la armaba bien. Todo esto atando cabos mucho tiempo después, así que tampoco me hagáis caso con este tipo de conexión mística que me he montado entre mi yo mismo y el finado Papa. Dudo que estos familiares se lo hubiesen creído... o tal vez sí.
 
Las guerras clandestinas de los espías del Vaticano para controlar la geopolítica mundial: "No piensan en años, sino en décadas e incluso en siglos"

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El historiador Yvonnick Denoël se sumerge en documentos recién desclasificados para su libro 'Vatican Spies', en el que revela una intrincada red de conexiones ocultas y conflictos soterrados que, a partir de la II Guerra Mundial, convirtió la Santa Sede en un hervidero de espías en "misión especial"

Aunque el Vaticano no ha tenido nunca su propia agencia de inteligencia -al menos oficialmente-, a partir de la Segunda Guerra Mundial las calles de Roma se fueron llenando de espías. A su paso por sacristías, pisos francos de la ciudad y rincones inaccesibles del estado soberano más pequeño del mundo, una red clandestina de monseñores y cardenales encubiertos se dedicaba a delatar a los topos, a dirigir operaciones diplomáticas de alto riesgo en los momentos más tensos de la Guerra Fría y a investigar asesinatos de sacerdotes y cualquier otro escándalo que pudiera poner en riesgo la estabilidad y el prestigio de la Santa Sede de la Iglesia Católica. Aquel complejo entramado de secretos, confidencias, maniobras bajo cuerda y hasta confesiones no dejó apenas rastro... O tal vez nadie se atrevió a tirar de la manta por miedo a las consecuencias.

Días después del estreno en salas de EEUU de Cónclave, un exitoso thriller sobre los juegos de poder del proceso de elección de un nuevo Papa tras la inesperada gloria del pontífice en ejercicio, llegó a las librerías Vatican Spies: From the Second World War to Pope Francis (Hurst), aún sin traducción al castellano, del historiador francés Yvonnick Denoël (1970). «Llevo más de 15 años escribiendo artículos y libros sobre inteligencia», cuenta por email este especialista en espionaje del siglo XX, y más concretamente sobre todo lo que tiene que ver con la CIA y el Mossad. «Como investigador y editor, estoy muy al corriente de los ensayos y noticias que se publican sobre estos asuntos. Después de recopilar cientos de referencias y volúmenes, llegué a la conclusión de que no existía un libro fiable y exhaustivo que detallara la relevancia que tuvo la inteligencia en la historia contemporánea de la Santa Sede».

Por supuesto, el autor de El libro zaino de la CIA, Las guerras secretas de Oriente Medio o Cóndor, el espía egipcio de Rommel se tomó esta convicción como un reto personal. «Pensé que no me llevaría mucho tiempo y que no ocuparía más de cien o doscientas páginas, con las inevitables lagunas», confiesa el autor. «Mi mayor sorpresa fue que, cuanto más investigaba, mucho más se ensanchaba el horizonte al que quería acercarme con hallazgos y descubrimientos absolutamente asombrosos». Se refiere a detalles hasta ahora inéditos de personajes como Giuseppe Dalla Torre y Monseñor Montini, la Operación La Rete, el informe de Himmerod, la relación de Pablo VI con la CIA, los sacerdotes infiltrados en países comunistas, el lavado de dinero del Caso Calvi y el Banco Ambrosiano, la posible implicación de la KGB en el atentado contra Juan Pablo II y, por supuesto, la alargada sombra de la mafia siciliana.

A partir de archivos recientemente desclasificados por parte de servicios de inteligencia extranjeros que trabajaron para, con o contra la Santa Sede, Denoël va tejiendo una intrincada red de conexiones que acaba revelando 80 años de guerras soterradas (los cardenales vaticanos contra miembros destacados de la URSS), trapos sucios (los que se lanzaron los jesuitas y la cúpula del Opus Dei) y negociaciones secretas (como las de Juan XXIII y Nikita Jrushchov, entonces presidente del Consejo de Ministros de la URSS), unas veces para luchar contra el comunismo en rezumamérica y otras para apoyar en Polonia a los líderes de Solidaridad, el primer sindicato independiente del bloque soviético. «Los archivos del Vaticano de este período son en su mayoría inaccesibles, y así seguirán por algún tiempo, y este es un aspecto muy importante para entender mi trabajo», asegura Denoël.

A fin de esclarecer todo lo que ocurrió en las franjas más oscuras del Vaticano, el historiador recurrió a archivos de los servicios secretos occidentales, así como a los de sus homólogos de Europa del Este, que vieron la luz tras la caída del Muro. «También he contado para mi libro con los testimonios de ex agentes de la CIA o de servicios italianos, franceses y otros que trabajaron con el Vaticano». Además, Vatican Spies se hace eco de una abundante literatura producida por antiguos corresponsales vaticanos en la que encontramos lo peor y lo mejor de cada bando, según los intereses del momento. «Tardé mucho tiempo en recopilar toda la documentación, pero mentiría si dijera que el mayor problema con el que me he encontrado fue el acceso a las fuentes, como inicialmente pensaba. Lo más complicado, sin duda, fue clasificar toda esa información y darle un sentido coherente».

La historia que cuenta Denoël, escrita en los márgenes de la versión oficial, comienza en la Segunda Guerra Mundial. «Fue un periodo extraordinariamente denso en lo que se refiere a acumulación de acontecimientos que escapan a la lógica de los relatos que se nos han ido contando después». Según el autor, el Vaticano no influyó realmente en el curso de la guerra, pero estuvo involucrado en maniobras sorprendentes. «No quiero desvelar todas las claves del libro, pero destacaría la información proporcionada por Pío XII a Francia y Gran Bretaña a principios de 1940 sobre un inminente ataque alemán, que no se creyó, y operaciones financieras particularmente audaces que podrían haber causado un escándalo después de la guerra. También hablo de rutas de escape para soldados aliados que pronto fueron reemplazadas para uso de los nancys... Todo esto el Papa lo sabía perfectamente».

Más tarde, ya en el contexto de la Guerra Fría, el Vaticano trató de adaptar su condición de guía espiritual para sus fieles repartidos por todo el mundo con las demandas, cada vez más exigentes y pragmáticas, del nuevo tablero geoestratégico. «Es aquí cuando el Papa se convierte, no sólo en un político, también en diplomático siempre en contacto con los Estados y otras religiones, teólogo, líder empresarial, estrella de los medios, autoridad jovenlandesal, gestor de patrimonios y mucho más», enumera Denoël. «Todo lo que acontece en este nuevo mundo globalizado tiene un efecto en el Vaticano, más aún cuando las personas clave suelen ocupar varios cargos simultáneamente y acumulan responsabilidades. Mi libro no aborda la gestión espiritual de la Iglesia, sino la gestión de sus recursos diplomáticos y de los servicios de inteligencia como estrategia para salvaguardar su visión del mundo».

Cada Papa, «dependiendo de su carácter y prioridades personales», se encargó de definir el grado, la magnitud y hasta la intensidad de las operaciones de inteligencia durante su mandato. «El sentido común nos dice que lo más lógico sería que delegaran estas competencias de gestión diaria al Secretariado de Estado, pero la realidad nos dice que a menudo teledirigieron estas funciones. Juan Pablo II, por ejemplo, estableció una red secreta de prelados de Europa del Este dispersos en la Curia con funciones oficiales oscuras». Una de las aportaciones mejor documentadas del libro de Denoël tiene que ver precisamente con el rol que desempeñaron los asistentes personales de muchos papas. «Poco conocidos por el público general, su función y utilidad resultaron trascendentales para la coordinación de operaciones secretas, pues podían moverse y reunirse con gente sin llamar la atención ni dejar huellas».

UNA FALSA EQUIDISTANCIA
Algunos historiadores han atribuido el éxito del Vaticano en sus actividades de inteligencia a su muy calculada equidistancia. «La Santa Sede no siempre fue tan neutral como se empeña en parecer, especialmente durante la Guerra Fría. Al contrario, las potencias de entonces le atribuyeron intenciones que no tenía. Pensemos, sin ir más lejos, en Mussolini y Hitler, quienes desconfiaban en exceso de las posibles intrigas de Pío XII durante la Segunda Guerra Mundial y dedicaron recursos significativos a espiarle, mientras él se mantenía sumamente cauteloso». Una de las conclusiones a las que llega Denoël en Vatican Spies es que la Santa Sede, a pesar de los esfuerzos de las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años, se mantiene como una fortaleza inexpugnable e indescifrable. «Resulta muy complicado identificar a los prelados involucrados en actividades de inteligencia, y no hay forma de vigilarlos a todos y hacer un seguimiento fiable».

El especialista francés dedica varias páginas a la trayectoria del Papa Francisco. «Como historiador, debo ser prudente al describir la inteligencia vaticana de los últimos años, porque las fuentes son más escasas que para los períodos anteriores», reflexiona el experto. «A pesar de estas limitaciones, logré contar la historia detrás de los esfuerzos secretos que llevaron al acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos, un proceso en el que los emisarios del Papa Francisco jugaron un papel fundamental». Más controvertidas, si cabe, se antojan las negociaciones en curso con China para fusionar las dos iglesias, la oficial y la clandestina, o los recientes casos de corrupción financiera dentro de la Curia misma, que llevaron a la caída y condena de un cardenal poderoso. «Por lo demás, la seguridad del Papa sigue siendo un tema muy sensible que mantiene en vilo al Vaticano y a los servicios extranjeros».

Tanto es así que en Esperanza, la segunda entrega de sus memorias que llega a las librerías estos días tras La vida. Mi historia a través de la Historia, el pontífice menciona al menos dos intentos de atentado planeados contra él a su paso por Bagdad, Ur, Mosul, Qaraqosh y Erbil. «Fueron frustrados gracias a la rápida intervención de los servicios británicos, que interceptaron una información crucial relacionada con el magnicidio y la pusieron inmediatamente en conocimiento de la policía iraquí, que alertó a tiempo a la Gendarmería vaticana para que pudiera tomar medidas». Según detalla el Papa Francisco en su autobiografía, una joven kamikaze, cargada de explosivos, se dirigía a Mosul para inmolarse durante su visita. Al mismo tiempo, una furgoneta había partido a toda velocidad desde una ciudad remota con idénticas intenciones.

De acuerdo a los datos y testimonios recabados por Denoël, la incidencia del espionaje del Vaticano en las actuales relaciones diplomáticas es considerablemente menor que en otros tiempos. «El mayor impacto se produjo al final de la Guerra Fría, bajo el pontificado de Juan Pablo II», confirma. «Después de eso, experimentó una progresiva pérdida de influencia, por ejemplo, durante la primera Guerra del Golfo. Dicho todo lo cual, el Vaticano sigue siendo capaz de influir en ciertos temas y sus análisis e intervenciones son frecuentemente solicitados por actores internacionales». Para el historiador, la gestión interna de la Santa Sede no difiere mucho de otras cancillerías, salvo por un detalle nada desdeñable: «Allí no se trabaja con urgencia, sino con la mirada puesta siempre en el largo plazo. No hablo de años, sino de décadas e incluso siglos. Ahí radica la clave de su éxito».

Capítulo a capítulo, Denoël va desgranando el modus operandi de la Curia. «El primer paso es crear alianzas de colaboración con servicios occidentales de la envergadura de la CIA en temas de interés común, como la lucha contra el comunismo internacional». Sobre la mesa: información, formación y apoyo material, logístico y financiero en operaciones coordinadas. En determinadas circunstancias, también el silencio tiene un valor, y hasta un precio. «Así ocurrió, por ejemplo, cuando Juan Pablo II evitó pronunciarse públicamente sobre los asesinatos de sacerdotes y monjas cometidos por regímenes dictatoriales de extrema derecha de América Latina aliados con Estados Unidos». En otros casos, las situaciones extraordinarias requieren soluciones igualmente sorprendentes: lo que explica que el Vaticano llegara a alinearse con Rusia en su oposición a la primera Guerra del Golfo.

El autor dedica la última categoría a los clásicos enfrentamientos entre bloques enemigos a golpe de espionaje telefónico y electrónico, caza de topos, campañas de desinformación... «Aquí vale todo lo que pueda ser nombrado y tenga una utilidad estratégica», sostiene Denoël. «En todos estos escenarios, y alguno más, el Vaticano concibe cualquier conflicto o tensión geopolítica como un episodio temporal y pasajero: el enemigo de hoy necesariamente será el amigo de mañana, y de ahí el diálogo permanente con China». Para el historiador francés, su intervención más eficaz ocurrió en Polonia a lo largo de los años 80. «El apoyo material, financiero y humano que Juan Pablo II brindó al sindicato Solidaridad ayudó a sacudir de arriba abajo el comunismo y, en un efecto dominó, precipitó la caída de otros regímenes de las mismas características en el Este».

CUESTIÓN DE FE... Y ESTRATEGIA

¿Y qué pasa con los valores de la fe católica? ¿Dónde queda el modelo de rectitud y comportamiento ejemplar del Vaticano? ¿Cómo lidia esta teocracia organizada con las contradicciones éticas cuando hay demasiado en juego? «El mundo de la inteligencia no se rige por parámetros de jovenlandesalidad y el Vaticano ha sabido manejarse a la perfección en ese terreno sin sentirse en la necesidad de impartir doctrina o servir de ejemplo», asevera. «Los sacerdotes que participan en operaciones de inteligencia o contrainteligencia deben aceptar cierto grado de mentira y manipulación. Ahora bien, y esto es importante: no he encontrado ninguna prueba de homicidio cometido por espías vaticanos. Es más, cuando los topos de Oriente han sido desenmascarados dentro del Vaticano, el castigo ha sido frecuentemente el exilio a un monasterio, sin necesidad de un juicio».

"En el vaticano no se trabaja con urgencia, sino con la mirada puesta en el largo plazo: no hablo de años, sino de décadas, incluso siglos", dice el autor de 'Vatican Spies'

De acuerdo al razonamiento de Denoël, la supuesta encrucijada (doctrina, política, espionaje y espiritualidad) no es tal, siempre que uno consiga encontrar una salida al callejón. «Ninguna entidad geopolítica, sea de la naturaleza que sea, religiosa o empresarial, puede ignorar la inteligencia ni escapar al espionaje de otros países», apunta. «En ese sentido, el Vaticano no supone una excepción». El problema, según el autor, es que no puede reconocerlo oficialmente. «Primero, porque contravendría su mensaje pastoral, y segundo porque pondría en peligro a muchos sacerdotes en países hostiles, arriesgándolos erróneamente a ser sospechosos de espionaje. En realidad, el Vaticano representa una pieza muy pequeña en el inmenso tablero de la inteligencia internacional, pero debemos reconocer que ha tenido algunos éxitos notables en el siglo XX».

Para Denoël, el mayor reto de Vatican Spies (que ha recibido excelentes críticas y un generoso despliegue mediático) fue saber dónde parar. «Hay tanta información que podría dedicar un libro a cada uno de los personajes de esta historia, lo cual iría en contra del objetivo que me propuse, que es ofrecer alguna respuesta sobre asuntos tan sensibles como el asesinato de un prelado en África o una conspiración de multimillonarios ultraconservadores contra el Papa en EEUU. Algunos de estos asuntos diplomáticos tienen una dimensión de inteligencia, como el genocidio de Ruanda, durante el cual la Curia se dejó intoxicar y adoptó posiciones indeseables. Lo más impactante para mí fue descubrir que en varios casos de asesinato de sacerdotes, como el de los monjes de Tibhirine, el Vaticano sabía muchas cosas pero no quería hacerlas públicas por cuestiones de Estado».

A Denoël la polémica que ha desatado Vatican Spies a su paso por librerías de ambos lados del Atlántico no le ha pillado por sorpresa. «Ha sido menor de lo que me esperaba», reconoce. «Quizá se deba a que en el prólogo advierto de que esta no es la historia de la actividad religiosa del Vaticano, sino sobre una serie de hechos, informaciones y testimonios contrastados». Su autor no ha añadido un solo gramo de intensidad a los escándalos que recogen sus páginas. «Salvo un par de excepciones en Francia, la reacción de los medios generalistas y la prensa católica ha sido favorable, y se están vendiendo muchas copias». De momento, no ha notado interferencias en su teléfono ni recibido ningún mensaje extraño en su correo. «En todas partes hay traidores y corruptos. Por no decir que trabajar en el Vaticano no garantiza la santidad. Y eso es algo que han entendido la mayoría de los lectores católicos».

 
Reflote macabro para proponer una necroporra sucesoria.
 
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