Las guerras clandestinas de los espías del Vaticano para controlar la geopolítica mundial: "No piensan en años, sino en décadas e incluso en siglos"
El historiador Yvonnick Denoël se sumerge en documentos recién desclasificados para su libro 'Vatican Spies', en el que revela una intrincada red de conexiones ocultas y conflictos soterrados que, a partir de la II Guerra Mundial, convirtió la Santa Sede en un hervidero de espías en "misión especial"
Aunque el Vaticano no ha tenido nunca su propia agencia de inteligencia -al menos oficialmente-, a partir de la Segunda Guerra Mundial las calles de Roma se fueron llenando de espías. A su paso por sacristías, pisos francos de la ciudad y rincones inaccesibles del estado soberano más pequeño del mundo, una red clandestina de monseñores y cardenales encubiertos se dedicaba a delatar a los topos, a dirigir operaciones diplomáticas de alto riesgo en los momentos más tensos de la Guerra Fría y a investigar asesinatos de sacerdotes y cualquier otro escándalo que pudiera poner en riesgo la estabilidad y el prestigio de la Santa Sede de la Iglesia Católica. Aquel complejo entramado de secretos, confidencias, maniobras bajo cuerda y hasta confesiones no dejó apenas rastro... O tal vez nadie se atrevió a tirar de la manta por miedo a las consecuencias.
Días después del estreno en salas de EEUU de Cónclave, un exitoso thriller sobre los juegos de poder del proceso de elección de un nuevo Papa tras la inesperada gloria del pontífice en ejercicio, llegó a las librerías Vatican Spies: From the Second World War to Pope Francis (Hurst), aún sin traducción al castellano, del historiador francés Yvonnick Denoël (1970). «Llevo más de 15 años escribiendo artículos y libros sobre inteligencia», cuenta por email este especialista en espionaje del siglo XX, y más concretamente sobre todo lo que tiene que ver con la CIA y el Mossad. «Como investigador y editor, estoy muy al corriente de los ensayos y noticias que se publican sobre estos asuntos. Después de recopilar cientos de referencias y volúmenes, llegué a la conclusión de que no existía un libro fiable y exhaustivo que detallara la relevancia que tuvo la inteligencia en la historia contemporánea de la Santa Sede».
Por supuesto, el autor de El libro zaino de la CIA, Las guerras secretas de Oriente Medio o Cóndor, el espía egipcio de Rommel se tomó esta convicción como un reto personal. «Pensé que no me llevaría mucho tiempo y que no ocuparía más de cien o doscientas páginas, con las inevitables lagunas», confiesa el autor. «Mi mayor sorpresa fue que, cuanto más investigaba, mucho más se ensanchaba el horizonte al que quería acercarme con hallazgos y descubrimientos absolutamente asombrosos». Se refiere a detalles hasta ahora inéditos de personajes como Giuseppe Dalla Torre y Monseñor Montini, la Operación La Rete, el informe de Himmerod, la relación de Pablo VI con la CIA, los sacerdotes infiltrados en países comunistas, el lavado de dinero del Caso Calvi y el Banco Ambrosiano, la posible implicación de la KGB en el atentado contra Juan Pablo II y, por supuesto, la alargada sombra de la mafia siciliana.
A partir de archivos recientemente desclasificados por parte de servicios de inteligencia extranjeros que trabajaron para, con o contra la Santa Sede, Denoël va tejiendo una intrincada red de conexiones que acaba revelando 80 años de guerras soterradas (los cardenales vaticanos contra miembros destacados de la URSS), trapos sucios (los que se lanzaron los jesuitas y la cúpula del Opus Dei) y negociaciones secretas (como las de Juan XXIII y Nikita Jrushchov, entonces presidente del Consejo de Ministros de la URSS), unas veces para luchar contra el comunismo en rezumamérica y otras para apoyar en Polonia a los líderes de Solidaridad, el primer sindicato independiente del bloque soviético. «Los archivos del Vaticano de este período son en su mayoría inaccesibles, y así seguirán por algún tiempo, y este es un aspecto muy importante para entender mi trabajo», asegura Denoël.
A fin de esclarecer todo lo que ocurrió en las franjas más oscuras del Vaticano, el historiador recurrió a archivos de los servicios secretos occidentales, así como a los de sus homólogos de Europa del Este, que vieron la luz tras la caída del Muro. «También he contado para mi libro con los testimonios de ex agentes de la CIA o de servicios italianos, franceses y otros que trabajaron con el Vaticano». Además, Vatican Spies se hace eco de una abundante literatura producida por antiguos corresponsales vaticanos en la que encontramos lo peor y lo mejor de cada bando, según los intereses del momento. «Tardé mucho tiempo en recopilar toda la documentación, pero mentiría si dijera que el mayor problema con el que me he encontrado fue el acceso a las fuentes, como inicialmente pensaba. Lo más complicado, sin duda, fue clasificar toda esa información y darle un sentido coherente».
La historia que cuenta Denoël, escrita en los márgenes de la versión oficial, comienza en la Segunda Guerra Mundial. «Fue un periodo extraordinariamente denso en lo que se refiere a acumulación de acontecimientos que escapan a la lógica de los relatos que se nos han ido contando después». Según el autor, el Vaticano no influyó realmente en el curso de la guerra, pero estuvo involucrado en maniobras sorprendentes. «No quiero desvelar todas las claves del libro, pero destacaría la información proporcionada por Pío XII a Francia y Gran Bretaña a principios de 1940 sobre un inminente ataque alemán, que no se creyó, y operaciones financieras particularmente audaces que podrían haber causado un escándalo después de la guerra. También hablo de rutas de escape para soldados aliados que pronto fueron reemplazadas para uso de los nancys... Todo esto el Papa lo sabía perfectamente».
Más tarde, ya en el contexto de la Guerra Fría, el Vaticano trató de adaptar su condición de guía espiritual para sus fieles repartidos por todo el mundo con las demandas, cada vez más exigentes y pragmáticas, del nuevo tablero geoestratégico. «Es aquí cuando el Papa se convierte, no sólo en un político, también en diplomático siempre en contacto con los Estados y otras religiones, teólogo, líder empresarial, estrella de los medios, autoridad jovenlandesal, gestor de patrimonios y mucho más», enumera Denoël. «Todo lo que acontece en este nuevo mundo globalizado tiene un efecto en el Vaticano, más aún cuando las personas clave suelen ocupar varios cargos simultáneamente y acumulan responsabilidades. Mi libro no aborda la gestión espiritual de la Iglesia, sino la gestión de sus recursos diplomáticos y de los servicios de inteligencia como estrategia para salvaguardar su visión del mundo».
Cada Papa, «dependiendo de su carácter y prioridades personales», se encargó de definir el grado, la magnitud y hasta la intensidad de las operaciones de inteligencia durante su mandato. «El sentido común nos dice que lo más lógico sería que delegaran estas competencias de gestión diaria al Secretariado de Estado, pero la realidad nos dice que a menudo teledirigieron estas funciones. Juan Pablo II, por ejemplo, estableció una red secreta de prelados de Europa del Este dispersos en la Curia con funciones oficiales oscuras». Una de las aportaciones mejor documentadas del libro de Denoël tiene que ver precisamente con el rol que desempeñaron los asistentes personales de muchos papas. «Poco conocidos por el público general, su función y utilidad resultaron trascendentales para la coordinación de operaciones secretas, pues podían moverse y reunirse con gente sin llamar la atención ni dejar huellas».
UNA FALSA EQUIDISTANCIA
Algunos historiadores han atribuido el éxito del Vaticano en sus actividades de inteligencia a su muy calculada equidistancia. «La Santa Sede no siempre fue tan neutral como se empeña en parecer, especialmente durante la Guerra Fría. Al contrario, las potencias de entonces le atribuyeron intenciones que no tenía. Pensemos, sin ir más lejos, en Mussolini y Hitler, quienes desconfiaban en exceso de las posibles intrigas de Pío XII durante la Segunda Guerra Mundial y dedicaron recursos significativos a espiarle, mientras él se mantenía sumamente cauteloso». Una de las conclusiones a las que llega Denoël en Vatican Spies es que la Santa Sede, a pesar de los esfuerzos de las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años, se mantiene como una fortaleza inexpugnable e indescifrable. «Resulta muy complicado identificar a los prelados involucrados en actividades de inteligencia, y no hay forma de vigilarlos a todos y hacer un seguimiento fiable».
El especialista francés dedica varias páginas a la trayectoria del Papa Francisco. «Como historiador, debo ser prudente al describir la inteligencia vaticana de los últimos años, porque las fuentes son más escasas que para los períodos anteriores», reflexiona el experto. «A pesar de estas limitaciones, logré contar la historia detrás de los esfuerzos secretos que llevaron al acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos, un proceso en el que los emisarios del Papa Francisco jugaron un papel fundamental». Más controvertidas, si cabe, se antojan las negociaciones en curso con China para fusionar las dos iglesias, la oficial y la clandestina, o los recientes casos de corrupción financiera dentro de la Curia misma, que llevaron a la caída y condena de un cardenal poderoso. «Por lo demás, la seguridad del Papa sigue siendo un tema muy sensible que mantiene en vilo al Vaticano y a los servicios extranjeros».
Tanto es así que en Esperanza, la segunda entrega de sus memorias que llega a las librerías estos días tras La vida. Mi historia a través de la Historia, el pontífice menciona al menos dos intentos de atentado planeados contra él a su paso por Bagdad, Ur, Mosul, Qaraqosh y Erbil. «Fueron frustrados gracias a la rápida intervención de los servicios británicos, que interceptaron una información crucial relacionada con el magnicidio y la pusieron inmediatamente en conocimiento de la policía iraquí, que alertó a tiempo a la Gendarmería vaticana para que pudiera tomar medidas». Según detalla el Papa Francisco en su autobiografía, una joven kamikaze, cargada de explosivos, se dirigía a Mosul para inmolarse durante su visita. Al mismo tiempo, una furgoneta había partido a toda velocidad desde una ciudad remota con idénticas intenciones.
De acuerdo a los datos y testimonios recabados por Denoël, la incidencia del espionaje del Vaticano en las actuales relaciones diplomáticas es considerablemente menor que en otros tiempos. «El mayor impacto se produjo al final de la Guerra Fría, bajo el pontificado de Juan Pablo II», confirma. «Después de eso, experimentó una progresiva pérdida de influencia, por ejemplo, durante la primera Guerra del Golfo. Dicho todo lo cual, el Vaticano sigue siendo capaz de influir en ciertos temas y sus análisis e intervenciones son frecuentemente solicitados por actores internacionales». Para el historiador, la gestión interna de la Santa Sede no difiere mucho de otras cancillerías, salvo por un detalle nada desdeñable: «Allí no se trabaja con urgencia, sino con la mirada puesta siempre en el largo plazo. No hablo de años, sino de décadas e incluso siglos. Ahí radica la clave de su éxito».
Capítulo a capítulo, Denoël va desgranando el modus operandi de la Curia. «El primer paso es crear alianzas de colaboración con servicios occidentales de la envergadura de la CIA en temas de interés común, como la lucha contra el comunismo internacional». Sobre la mesa: información, formación y apoyo material, logístico y financiero en operaciones coordinadas. En determinadas circunstancias, también el silencio tiene un valor, y hasta un precio. «Así ocurrió, por ejemplo, cuando Juan Pablo II evitó pronunciarse públicamente sobre los asesinatos de sacerdotes y monjas cometidos por regímenes dictatoriales de extrema derecha de América Latina aliados con Estados Unidos». En otros casos, las situaciones extraordinarias requieren soluciones igualmente sorprendentes: lo que explica que el Vaticano llegara a alinearse con Rusia en su oposición a la primera Guerra del Golfo.
El autor dedica la última categoría a los clásicos enfrentamientos entre bloques enemigos a golpe de espionaje telefónico y electrónico, caza de topos, campañas de desinformación... «Aquí vale todo lo que pueda ser nombrado y tenga una utilidad estratégica», sostiene Denoël. «En todos estos escenarios, y alguno más, el Vaticano concibe cualquier conflicto o tensión geopolítica como un episodio temporal y pasajero: el enemigo de hoy necesariamente será el amigo de mañana, y de ahí el diálogo permanente con China». Para el historiador francés, su intervención más eficaz ocurrió en Polonia a lo largo de los años 80. «El apoyo material, financiero y humano que Juan Pablo II brindó al sindicato Solidaridad ayudó a sacudir de arriba abajo el comunismo y, en un efecto dominó, precipitó la caída de otros regímenes de las mismas características en el Este».
CUESTIÓN DE FE... Y ESTRATEGIA
¿Y qué pasa con los valores de la fe católica? ¿Dónde queda el modelo de rectitud y comportamiento ejemplar del Vaticano? ¿Cómo lidia esta teocracia organizada con las contradicciones éticas cuando hay demasiado en juego? «El mundo de la inteligencia no se rige por parámetros de jovenlandesalidad y el Vaticano ha sabido manejarse a la perfección en ese terreno sin sentirse en la necesidad de impartir doctrina o servir de ejemplo», asevera. «Los sacerdotes que participan en operaciones de inteligencia o contrainteligencia deben aceptar cierto grado de mentira y manipulación. Ahora bien, y esto es importante: no he encontrado ninguna prueba de homicidio cometido por espías vaticanos. Es más, cuando los topos de Oriente han sido desenmascarados dentro del Vaticano, el castigo ha sido frecuentemente el exilio a un monasterio, sin necesidad de un juicio».
"En el vaticano no se trabaja con urgencia, sino con la mirada puesta en el largo plazo: no hablo de años, sino de décadas, incluso siglos", dice el autor de 'Vatican Spies'
De acuerdo al razonamiento de Denoël, la supuesta encrucijada (doctrina, política, espionaje y espiritualidad) no es tal, siempre que uno consiga encontrar una salida al callejón. «Ninguna entidad geopolítica, sea de la naturaleza que sea, religiosa o empresarial, puede ignorar la inteligencia ni escapar al espionaje de otros países», apunta. «En ese sentido, el Vaticano no supone una excepción». El problema, según el autor, es que no puede reconocerlo oficialmente. «Primero, porque contravendría su mensaje pastoral, y segundo porque pondría en peligro a muchos sacerdotes en países hostiles, arriesgándolos erróneamente a ser sospechosos de espionaje. En realidad, el Vaticano representa una pieza muy pequeña en el inmenso tablero de la inteligencia internacional, pero debemos reconocer que ha tenido algunos éxitos notables en el siglo XX».
Para Denoël, el mayor reto de Vatican Spies (que ha recibido excelentes críticas y un generoso despliegue mediático) fue saber dónde parar. «Hay tanta información que podría dedicar un libro a cada uno de los personajes de esta historia, lo cual iría en contra del objetivo que me propuse, que es ofrecer alguna respuesta sobre asuntos tan sensibles como el asesinato de un prelado en África o una conspiración de multimillonarios ultraconservadores contra el Papa en EEUU. Algunos de estos asuntos diplomáticos tienen una dimensión de inteligencia, como el genocidio de Ruanda, durante el cual la Curia se dejó intoxicar y adoptó posiciones indeseables. Lo más impactante para mí fue descubrir que en varios casos de asesinato de sacerdotes, como el de los monjes de Tibhirine, el Vaticano sabía muchas cosas pero no quería hacerlas públicas por cuestiones de Estado».
A Denoël la polémica que ha desatado Vatican Spies a su paso por librerías de ambos lados del Atlántico no le ha pillado por sorpresa. «Ha sido menor de lo que me esperaba», reconoce. «Quizá se deba a que en el prólogo advierto de que esta no es la historia de la actividad religiosa del Vaticano, sino sobre una serie de hechos, informaciones y testimonios contrastados». Su autor no ha añadido un solo gramo de intensidad a los escándalos que recogen sus páginas. «Salvo un par de excepciones en Francia, la reacción de los medios generalistas y la prensa católica ha sido favorable, y se están vendiendo muchas copias». De momento, no ha notado interferencias en su teléfono ni recibido ningún mensaje extraño en su correo. «En todas partes hay traidores y corruptos. Por no decir que trabajar en el Vaticano no garantiza la santidad. Y eso es algo que han entendido la mayoría de los lectores católicos».
Aunque el Vaticano no ha tenido nunca su propia agencia de inteligencia -al menos oficialmente-, a partir de la Segunda Guerra Mundial las calles de Roma se fueron llenando de...
www.elmundo.es