F
fros
Guest
Pues eso, la gran fuerza que supone el mar se puede convertir en energía como hacemos ahora con los ríos. Si acabamos de descubrir técnicas nuevas como este sistema "pelamis", tendremos energía barata y en abundancia.:
La energía marina empieza a implantarse en el Cantábrico
Esta fase experimental está marcada por un elevado coste y el reto de explotar el mar |
Greepeace estima que la energía marina podría cubrir toda la demanda eléctrica
Tres serpientes rojas metálicas de 150 metros de longitud y 3,5 de grosor se han balanceado en las últimas semanas, medio sumergidas sobre el recio Atlántico, frente a Póvoa de Varzim, una villa turística del norte de Portugal. Dentro de esos tubos articulados de cuatro partes, conocidos como pelamis,trabaja un mecanismo hidráulico que permite generar electricidad para abastecer a 1.600 hogares, con 2,25 megavatio/ hora de producción teórica anual. Desde finales de septiembre la primera planta lusa de energía marina está ya conectada a la red, aunque ha sufrido sucesivos parones de mantenimiento y perfeccionamiento. Junto con el conjunto de boyas que se está instalando en Santoña (Cantabria) y las turbinas en construcción en Mutriku (País Vasco), constituye los primeros pasos de la península Ibérica de la energía marina, un campo "muy prometedor", según Greenpeace. Se halla todavía en una fase experimental marcada por su elevado coste y por los grandes desafíos que impone el medio que intenta explotar, el embravecido océano.
"Estamos superando la etapa de los prototipos, lo que en la aviación supuso el paso de los hermanos Wright a la fase comercial", proclama con entusiasmo el ingeniero portugués Rui Barros. Dirige la planta de Aguaçadora, un proyecto donde participan empresas portuguesas, la australiana Babcock& Brown y la escocesa Pelamis Wave Power, que aporta la tecnología capaz de convertir la fuerza del mar en electricidad. Precisamente, en el occidente de Escocia las olas alcanzan una de las mayores potencias de Europa, con 67 kilovatios por metro de cresta, según los datos de la Unión Europea. En el golfo de Vizcaya la potencia es de 44 kilovatios y en Galicia, de 55, mientras que la cifra se reduce hacia el sur, frente a Portugal, hasta los 33 del Algarve. En el Mediterráneo, frente a Catalunya, oscila entre 8 y 10 kilovatios, pero con la tecnología actual se precisa superar los 20 para que pueda ser rentable, según Rui Barros.
Se trata de una carrera atlántica en la que, como ocurrió en la era de los descubrimientos oceánicos del siglo XV, Portugal ha tomado ventaja. "Su gobierno ya ha tenido en cuenta el desarrollo de algunas energías renovables marinas, creando un marco legal en el que España no ha entrado", afirma Luis Eguíluz, catedrático de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Cantabria. Portugal dispone de un Centro de Energía de las Olas, desde el que se destaca la importancia de disfrutar de una tarifa bonificada. Pero los especialistas lusos señalan que, con la actual situación administrativa, en unos pocos años pueden perder su ventaja y ser rebasados por España, como sucedió en los tiempos de las carabelas.
La energía marina se encuentra en esa fase de exploración, por lo que los expertos se resisten a hacer pronósticos de cuánta electricidad se podría generar en el mar. "El aprovechamiento se intensificará cuando se agote la explotación de las energías terrestres", afirma Eguíluz. Greenpeace estima que en el año 2050 la totalidad de la demanda energética española podría ser cubierta desde el mar. "Concretamente, Galicia podría ser autosuficiente", apunta José Luis García, responsable de Energías Renovables de Greenpeace España. Sin embargo, en las costas gallegas todavía no se ha puesto en marcha ningún proyecto, aunque hay empresas que trabajan en ello como Norvento, mientras la Xunta subvenciona la investigación de nuevos artefactos.
Uno de los dispositivos patentados en este campo, el Tuvalu, fue diseñado por dos inventores catalanes, José Antonio Serrano Cabello y José Antonio Serrano Molina. En los proyectos en marcha en la Península se emplean, además de las serpientes de Portugal, otros dos mecanismos. Iberdrola Renovables, asociada con otras empresas como Total, la estadounidense Ocean Power Technologies y organismos cántabros, acaba de instalar a cuatro kilómetros de Santoña la primera de las diez boyas de su planta, que se conectarán en el futuro a una subestación y tendrán capacidad para abastecer a 2.500 hogares, con tres megavatios anuales.
En Mutriku (Guipúzcoa), la energía de las olas se captará en un dique con turbinas incorporadas, mediante la tecnología llamada columna de agua oscilante. Según el Ente Vasco de Energía, puede estar en funcionamiento a mediados del 2009. Su potencia instalada es menor, ya que aportará electricidad para el consumo doméstico de 600 personas, con 600.000 kilovatios hora anuales. El sistema de Mutriku es el que despierta menos simpatías de los ecologistas, que temen su utilización como coartada para construir más diques. "Preferimos los sistemas flotantes", apunta José Luis García, de Greenpeace, quien reclama que la Administración española apoye la energía marina.
La energía marina sale cara. Sólo la primera fase del proyecto de Santoña, con la boya y la infraestructura eléctrica, cuesta tres millones de euros. En Mutriku se invierten 6,1 millones y en Póvoa de Varzim, 9 millones. "Los costes son cuatro veces mayores a los de la energía eólica", apunta como referencia el ingeniero Rui Barros. Desde el Centro de Energía de las Olas portugués señalan que "posiblemente la diferencia real resulte mayor. En cuanto haya proyectos a gran escala, se acumule experiencia y exista una producción en serie, los costes bajarán exponencialmente".
La elevada cuantía de las inversiones deriva de las condiciones hostiles del mar, de la fuerza del oleaje y de la corrosión marina, así como de la necesidad de contar con mecanismos para trasladar la energía a tierra. Tanto en Santoña como en Póvoa ya han tenido que enfrentar estas dificultades. "Lo ideal sería tener un parque experimental, donde de forma tras*parente se probasen los distintos sistemas", apunta Luis Eguíluz.
En Portugal aspiran a que la energía marina compita con la eólica a medio y largo plazo, para lo que calculan que sería necesario disponer de un gigavatio de potencia instalada, 400 veces más de lo que hay ahora en Póvoa, donde se prepara la instalación hasta el 2012 de otras 25 serpientes pelamis. El parque actual está cerrado a la navegación, señalizado con boyas. A los pescadores no les molesta, pues se trata de una zona de fondo arenoso en la que no faenaban.
A la pequeña escala en la que se está actuando en la actualidad no han sido detectados impactos sobre el medio ambiente, aunque como indican desde Greenpeace sí que podría haberlos con plantas mayores. "Los impactos no se conocen con precisión. Estos aprovechamientos pueden modificar el ecosistema marino. Equipos interdisciplinares tendrán que realizar estudios profundos", sostiene Eguíluz, quien destaca que también se generarían beneficios sociales, con nuevas oportunidades de empleo en zonas deprimidas de la costa.
Cada vez que se produce un hito en la construcción o funcionamiento de una planta de energía de olas sus promotores la presentan como pionera en el mundo, aprovechando que siempre suele incorporar una innovación, lo que supone una muestra de que este sector todavía está lejos de la madurez, aunque promete un océano de posibilidades frente al agotamiento de las fuentes tradicionales.
La energía marina empieza a implantarse en el Cantábrico
Sistema pelamis:
La energía marina empieza a implantarse en el Cantábrico
Esta fase experimental está marcada por un elevado coste y el reto de explotar el mar |
Greepeace estima que la energía marina podría cubrir toda la demanda eléctrica
Tres serpientes rojas metálicas de 150 metros de longitud y 3,5 de grosor se han balanceado en las últimas semanas, medio sumergidas sobre el recio Atlántico, frente a Póvoa de Varzim, una villa turística del norte de Portugal. Dentro de esos tubos articulados de cuatro partes, conocidos como pelamis,trabaja un mecanismo hidráulico que permite generar electricidad para abastecer a 1.600 hogares, con 2,25 megavatio/ hora de producción teórica anual. Desde finales de septiembre la primera planta lusa de energía marina está ya conectada a la red, aunque ha sufrido sucesivos parones de mantenimiento y perfeccionamiento. Junto con el conjunto de boyas que se está instalando en Santoña (Cantabria) y las turbinas en construcción en Mutriku (País Vasco), constituye los primeros pasos de la península Ibérica de la energía marina, un campo "muy prometedor", según Greenpeace. Se halla todavía en una fase experimental marcada por su elevado coste y por los grandes desafíos que impone el medio que intenta explotar, el embravecido océano.
"Estamos superando la etapa de los prototipos, lo que en la aviación supuso el paso de los hermanos Wright a la fase comercial", proclama con entusiasmo el ingeniero portugués Rui Barros. Dirige la planta de Aguaçadora, un proyecto donde participan empresas portuguesas, la australiana Babcock& Brown y la escocesa Pelamis Wave Power, que aporta la tecnología capaz de convertir la fuerza del mar en electricidad. Precisamente, en el occidente de Escocia las olas alcanzan una de las mayores potencias de Europa, con 67 kilovatios por metro de cresta, según los datos de la Unión Europea. En el golfo de Vizcaya la potencia es de 44 kilovatios y en Galicia, de 55, mientras que la cifra se reduce hacia el sur, frente a Portugal, hasta los 33 del Algarve. En el Mediterráneo, frente a Catalunya, oscila entre 8 y 10 kilovatios, pero con la tecnología actual se precisa superar los 20 para que pueda ser rentable, según Rui Barros.
Se trata de una carrera atlántica en la que, como ocurrió en la era de los descubrimientos oceánicos del siglo XV, Portugal ha tomado ventaja. "Su gobierno ya ha tenido en cuenta el desarrollo de algunas energías renovables marinas, creando un marco legal en el que España no ha entrado", afirma Luis Eguíluz, catedrático de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Cantabria. Portugal dispone de un Centro de Energía de las Olas, desde el que se destaca la importancia de disfrutar de una tarifa bonificada. Pero los especialistas lusos señalan que, con la actual situación administrativa, en unos pocos años pueden perder su ventaja y ser rebasados por España, como sucedió en los tiempos de las carabelas.
La energía marina se encuentra en esa fase de exploración, por lo que los expertos se resisten a hacer pronósticos de cuánta electricidad se podría generar en el mar. "El aprovechamiento se intensificará cuando se agote la explotación de las energías terrestres", afirma Eguíluz. Greenpeace estima que en el año 2050 la totalidad de la demanda energética española podría ser cubierta desde el mar. "Concretamente, Galicia podría ser autosuficiente", apunta José Luis García, responsable de Energías Renovables de Greenpeace España. Sin embargo, en las costas gallegas todavía no se ha puesto en marcha ningún proyecto, aunque hay empresas que trabajan en ello como Norvento, mientras la Xunta subvenciona la investigación de nuevos artefactos.
Uno de los dispositivos patentados en este campo, el Tuvalu, fue diseñado por dos inventores catalanes, José Antonio Serrano Cabello y José Antonio Serrano Molina. En los proyectos en marcha en la Península se emplean, además de las serpientes de Portugal, otros dos mecanismos. Iberdrola Renovables, asociada con otras empresas como Total, la estadounidense Ocean Power Technologies y organismos cántabros, acaba de instalar a cuatro kilómetros de Santoña la primera de las diez boyas de su planta, que se conectarán en el futuro a una subestación y tendrán capacidad para abastecer a 2.500 hogares, con tres megavatios anuales.
En Mutriku (Guipúzcoa), la energía de las olas se captará en un dique con turbinas incorporadas, mediante la tecnología llamada columna de agua oscilante. Según el Ente Vasco de Energía, puede estar en funcionamiento a mediados del 2009. Su potencia instalada es menor, ya que aportará electricidad para el consumo doméstico de 600 personas, con 600.000 kilovatios hora anuales. El sistema de Mutriku es el que despierta menos simpatías de los ecologistas, que temen su utilización como coartada para construir más diques. "Preferimos los sistemas flotantes", apunta José Luis García, de Greenpeace, quien reclama que la Administración española apoye la energía marina.
La energía marina sale cara. Sólo la primera fase del proyecto de Santoña, con la boya y la infraestructura eléctrica, cuesta tres millones de euros. En Mutriku se invierten 6,1 millones y en Póvoa de Varzim, 9 millones. "Los costes son cuatro veces mayores a los de la energía eólica", apunta como referencia el ingeniero Rui Barros. Desde el Centro de Energía de las Olas portugués señalan que "posiblemente la diferencia real resulte mayor. En cuanto haya proyectos a gran escala, se acumule experiencia y exista una producción en serie, los costes bajarán exponencialmente".
La elevada cuantía de las inversiones deriva de las condiciones hostiles del mar, de la fuerza del oleaje y de la corrosión marina, así como de la necesidad de contar con mecanismos para trasladar la energía a tierra. Tanto en Santoña como en Póvoa ya han tenido que enfrentar estas dificultades. "Lo ideal sería tener un parque experimental, donde de forma tras*parente se probasen los distintos sistemas", apunta Luis Eguíluz.
En Portugal aspiran a que la energía marina compita con la eólica a medio y largo plazo, para lo que calculan que sería necesario disponer de un gigavatio de potencia instalada, 400 veces más de lo que hay ahora en Póvoa, donde se prepara la instalación hasta el 2012 de otras 25 serpientes pelamis. El parque actual está cerrado a la navegación, señalizado con boyas. A los pescadores no les molesta, pues se trata de una zona de fondo arenoso en la que no faenaban.
A la pequeña escala en la que se está actuando en la actualidad no han sido detectados impactos sobre el medio ambiente, aunque como indican desde Greenpeace sí que podría haberlos con plantas mayores. "Los impactos no se conocen con precisión. Estos aprovechamientos pueden modificar el ecosistema marino. Equipos interdisciplinares tendrán que realizar estudios profundos", sostiene Eguíluz, quien destaca que también se generarían beneficios sociales, con nuevas oportunidades de empleo en zonas deprimidas de la costa.
Cada vez que se produce un hito en la construcción o funcionamiento de una planta de energía de olas sus promotores la presentan como pionera en el mundo, aprovechando que siempre suele incorporar una innovación, lo que supone una muestra de que este sector todavía está lejos de la madurez, aunque promete un océano de posibilidades frente al agotamiento de las fuentes tradicionales.
La energía marina empieza a implantarse en el Cantábrico
Sistema pelamis: